POR QUÉ FALLA EL ESTÍMULO DEL GASTO GUBERNAMENTAL

Por Veronique De Rugy

Reason
13 de agosto del 2020


Más gasto significa más endeudamiento y más impuestos a futuro.

Cuando el ingreso disminuye en un 1 por ciento del PIB y el gasto aumenta en un 51 por ciento en 10 meses, usted logra un déficit de $2.8 millones de millones. Esa cifra, según la Oficina del Presupuesto del Congreso de los Estados Unidos, es significativamente más grande que el déficit acumulado por el Tío Sam durante los primeros 10 meses del 2019. A pesar de lo anterior, muchos en el Congreso incluso demandan que se legisle un gasto mayor en nombre de un estímulo a la economía.

Más gasto significa más endeudamiento y más impuestos a futuro. Eso lo sabemos bien. Lo que también sabemos es que los llamados a favor de un gasto sostenido -en forma de cheques por desempleo, cheques para estímulo individual, donaciones a pequeñas empresas y recortes en los impuestos a la planilla- formulados regularmente en periódicos, discursos políticos y erudición partisana, son exagerados, por decir lo menos. Aquí la idea es que, si el Tío Sam le continúa pagando a la gente por permanecer en su casa, su consumo continuará y la economía crecerá.

Estos llamados se basan, explícita o implícitamente, en la creencia de que existe un todopoderoso multiplicador del gasto federal, o en la idea de que, si el gobierno gasta un dólar, la economía crecerá más que ese dólar.

Así es; la creencia es que, cuando el gobierno le saca un dólar de su bolsillo, pone ese dólar en medio de un proceso político, y decide adónde gastarlo (basado en el insumo de los grupos especiales de interés), la economía, de alguna manera, devolverá más dinero en forma de crecimiento que el dinero invertido, incluso después de que los burócratas de Washington toman su tajada. ¡Es magia! Tristemente, estos argumentos ignoran evidencia empírica reciente, de que los costos de un gasto incrementado del gobierno superan con creces los beneficios para la economía.

Para empezar, al contrario de los alegatos de los proponentes a favor del gasto gubernamental, los economistas están lejos de haber logrado un consenso acerca del rendimiento verdadero del gasto gubernamental. Mientras que algunos economistas encuentran que un dólar gastado por el gobierno genera un rendimiento mayor que el dólar que se gastó, otros encuentran que el rendimiento es menor que un dólar. Y otros hasta encuentran que, si usted toma en cuenta los impuestos futuros necesarios para pagar que el dólar que se gastó, en la realidad el multiplicador es negativo y la economía recibe un golpe.

Después de revisar la literatura académica reciente para la publicación en The Bridge del Mercatus Center, mi colega Jack Salmon y yo encontramos que la mayor parte de “la literatura empírica acerca de los multiplicadores fiscales conducidos desde ese entonces (2009), ha encontrado que los multiplicadores económicos resultantes de un gasto gubernamental adicional, oscilan entre una estimación más baja de alrededor de 0.2 hasta una estimación más alta de alrededor de 0.9.” Luego, explicamos que, al “[j]untar los resultados de dos docenas de estudios académicos, calculamos un multiplicador promedio en el límite inferior de 0.31 y un multiplicador promedio en el límite superior de 0.66.”

Ahora bien, siendo justos, hay casos reducidos en que el gasto gubernamental puede estimular la economía, pero, para que suceda eso, el ambiente en que se da el gasto es importante. Un trabajo de los economistas Ethan Ilzetzki, Enrique Mendoza y Carlos Vegh, acerca del impacto del estímulo fiscal del gobierno, muestra que eso “depende de características claves del país, que incluyen nivel de desarrollo, régimen de tipo de cambio, apertura al comercio y endeudamiento público.” Muchos otros economistas han encontrado lo mismo. Por desgracia para los proponentes del estímulo fiscal, los Estados Unidos tienen las características de un país en que el estímulo del gasto tiene un impacto y, en efecto, puede tener un impacto negativo sobre el crecimiento.

Para empeorar las cosas, el hecho es que, aún si usted tuviera un país con poca deuda y ambiente correcto, poner en marcha al gasto correctamente es clave para lograr un multiplicador que sea mayor que uno. Como lo explicó el anterior ministro de Hacienda y previo director del Consejo Económico Nacional, Larry Summers, el estímulo del gasto necesita ser oportuno, dirigido y temporal. Desgraciadamente, la evidencia de la última recesión muestra que rara vez lo es.

Siempre hay economistas, periodistas y comentaristas dispuestos a suponer que esta vez será diferente y que el gasto gubernamental cumplirá las promesas hechas en su nombre por los partidarios a favor del gasto. Por desgracia, esas son ilusiones. También es un juego peligroso. Si el gasto no cumple lo prometido de crecimiento económico, eso indudablemente que lo que logrará es mayor endeudamiento. Eso, tristemente, es un escenario en donde el crecimiento económico se desvanecerá en el aire.

Veronique de Rugy, PhD., es editora contribuyente de Reason. Es compañera investigadora sénior del Mercatus Center de la Universidad George Mason.