Tengamos el valor de seguir opinando acerca de la virtud y ventaja de la libertad sobre la coerción y la tiranía. Guardar silencio no es opción, pues de lo contrario ese silencio será llenado por voces intransigentes enemigas de la libertad, que buscan cualquier pretexto para cercenar derechos ajenos e imponer intenciones propias sobre el resto de las personas. Ante la cacofonía intolerante debemos alzar la voz prístina de la libertad del ser humano.

¿ESCOGERÁ USTED LA LIBERTAD?

Por Stacey Rudin

American Institute for Economic Research
1 de setiembre del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/will-you-choose-freedom/

En la novela distópica clásica de George Orwell, “1984,” el protagonista Winston se pregunta si él es la única persona que conserva una memoria de verdad y que duda acerca de la narrativa del Partido. Él no tiene forma de averiguar si todos los demás, en verdad, creen la versión de la historia revisada por el gobierno, o si simplemente actúan como lo hacen; discutir tales asuntos es prohibido, punible con la vaporización: borrado de la historia. Por fortuna, todavía en Estados Unidos no hemos llegado a ese punto ̶ todavía nadie ha sido vaporizado.

A pesar de lo anterior, parecemos ser prisioneros mediante la fuerza de la desaprobación social, con tanta certeza como que Winston fue puesto en prisión bajo la amenaza de una muerte instantánea. Millones de oponentes a las cuarentenas no harán conocida su posición incluso a sus familiares y amigos más cercanos; asumir públicamente una posición es impensable ̶ ellos perderían posición social, clientes y, posiblemente, hasta sus empleos. Gracias a esa dinámica, la masa pro cuarentena disfruta de la apariencia de consenso mayoritario, y todo mundo obtiene… más cuarentenas.

Si todos habláramos libremente, el resultado sería diferente. Estamos permitiendo que la dinámica social nos controle, al dictarnos cuáles opiniones son “aceptables.” Esto crea dos grupos claramente equivocados: uno formado por gente que tiene puntos de vista secretos y se comporta inauténticamente para complacer a otros, guardando un resentimiento secreto; el segundo cree que es más grande y poderoso de lo que, en realidad, es. Esta falsa realidad no es buena para nadie. Cree que usted tiene un apoyo legítimo cuando usted sólo ha silenciado el disentimiento mediante la intimidación es una forma grandiosa de lanzarse a sí mismo hacia un precipicio.

Las opiniones deben ser libremente expresadas y apropiadamente lidiadas con ellas, a fin de asegurar las buenas decisiones sean tomadas. Lo que esto demanda de nosotros es el coraje de hablar cuando nuestros puntos de vista son impopulares; incluso escuchar cuando preferiríamos no oír; y dejar, como un reflejo, de descartar personas que están en desacuerdo con uno, por ser inherentemente defectuosas. Este país se construyó basado en la libre competencia y el debate, sobre frenos y contrapesos, en la diversidad de origen, experiencia y puntos de vistas. Es a través de la resolución de conflictos que logramos justicia y encontramos el equilibrio. Pretender que no tenemos desacuerdos, de forma que así evitamos la confrontación, es una renuncia cobarde a la libertad sin luchar. Traiciona al espíritu estadounidense.

En 1978, el sobreviviente del Gulag, Aleksandr Solzhenitsyn, dio un discurso “The World Split Apart,” (“Un Mundo Dividido en Pedazos”), en que predijo la inminente crisis en el mundo occidental debido a su exceso de comodidad y prosperidad.

“El mundo Occidental ha perdido en su vida civil el coraje, tanto global como individualmente... Tal descenso de la valentía se nota particularmente en las élites gobernantes e intelectuales… ¿Habrá que señalar que, desde la más remota antigüedad, la pérdida de coraje ha sido considerada siempre como el principio del fin? Incluso la biología nos dice que la seguridad y el bienestar extremo habitual no resultan ventajosos para un organismo vivo. Hoy, el bienestar en la vida de la sociedad Occidental ha comenzado a revelar su máscara perniciosa… La siguiente guerra (que no tiene que ser atómica y no creo que lo será) puede enterrar a la civilización occidental para siempre.”

La democracia vive o muere con base en los caracteres de la gente que la compone. En siglos pasados, quienes lucharon por construir este país aprendieron duramente las lecciones acerca del valor de la libertad y heredaron su sabiduría: “Aquellos que renunciarían a la libertad esencial, para comprar un poco de seguridad temporal, no merecen libertad ni seguridad,” (“Those who would give up essential liberty, to purchase a little temporary safety, deserve neither liberty nor safety.”) No le pusimos atención a la advertencia. Voluntariamente sacrificamos los derechos constitucionales por los que ellos lucharon, para escondernos de un virus que tiene una tasa de supervivencia de 997 por cada 1000.

Muchos quienes fueron inquietados por el aumento expandido del temor convertido en virtud, nunca dijeron una palabra debido a una preocupación por no “lucir mal,” esperando que alguien más diera un paso hacia adelante en la lucha contra el nuevo constructo moral absurdo, de llamar asesinos a personas buenas y trabajadoras, si ellas no sacrificaban la totalidad de sus vidas y formas de vida durante un período infinito. Es difícil no vernos a nosotros mismos en aquella observación de Solzhenitsyn: “Un hecho que no puede ser cuestionado es el debilitamiento de la personalidad humana en Occidente mientras que en el Este esa personalidad se ha vuelto más firme y más fuerte. Nosotros [en Oriente] hemos pasado por un entrenamiento espiritual que [produce] caracteres más fuertes, más profundos y más interesantes que aquellos generalmente producido por el bienestar estandarizado de Occidente”.

Logramos eludirlo por bastante rato, con nuestra carencia de desafíos constructores de carácter, pero, cuando el “desastre” golpeó, nos desnudó. Hemos encontrado al enemigo, y somos nosotros mismos. No podemos negar nuestro lastimoso y patético temor a sufrir y morir ̶ o, peor, nuestro temor de una ausencia de control sobre la muerte. Estamos acostumbrados a tener control. Nunca nos vemos forzados a encarar nuestra vulnerabilidad pues la prosperidad nos protege. Pero, ahora, esa prosperidad se ha convertido en su propio ejercicio de desarrollo del carácter. Tendremos que aprender siguiendo el camino áspero, tal como nuestros ancestros, que la libertad supone exigencias de nuestra parte. Que cualquier “tierra de los libres” debe también ser un “hogar de los valientes.”

LIBERTAD ES DECIR LO QUE NECESITA SER DICHO.

Debemos realmente insistir en una sociedad en que las opiniones múltiples, incluyendo opiniones políticas, sean permitidas y respetadas. La alternativa es la tiranía. En las comunidades de élite, la aceptación social es siempre más condicionada al acuerdo perfecto con el punto de vista político “estatista” [Nota del traductor: es mi traducción de la palabra liberal en Estados Unidos, para no confundirla con el verdadero liberalismo clásico], aun cuando el partido “liberal [estatista]” traiciona al verdadero liberalismo, al imponer restricciones interminables y abusivas a la libertad. A ninguno de nosotros nos ayuda participar en esta apariencia de acuerdo unificado. Enfoca nuestra energía en el ascenso social y en amasar poder, por encima de mejorar la sociedad. “Todos estamos de acuerdo, así que ¡nuestros opositores deben ser estúpidos y mala gente! ¡VAMOS por ellos!” Ganar y ser beligerantes se convierte en el objetivo; el odio es la orden del día ̶ todo por causa de la ausencia de un punto de vista alternativo dicho abiertamente.

Esto se ha puesto tan mal, que actualmente, poner el cartel “correcto” en el patio es suficiente para probar que usted es una buena persona. Si su vecino fuera lo suficientemente valiente como para poner un cartel opuesto, eso significaría que él es una mala persona ̶ ustedes dos dejarían de hablarse. Usted les puede decir a sus amigos que vive a la par de un neonazi, y asentirían en conjunto. El cartel de él puede ser robado o vandalizado ̶ y en secreto usted estaría feliz, pues sus puntos de vista están “ganando,” sin importarle nunca que, en esta atmósfera, lo que podría venir luego es la destrucción de la propiedad de él (Su propiedad, después de todo, estará segura.)

Si bien su cartel en el patio se supone que da entender que usted es una persona buena y bondadosa -“El Odio Aquí No Tiene Hogar”- su equipo es el que está destruyendo la propiedad y asfixiando puntos de vista alternativos, y usted ni siquiera aceptará a su vecino en su vida, a menos que él esté de acuerdo con que usted nunca se equivoca. Al presentarse la elección y el político de su vecino obtiene la victoria, usted se convence de que el “equipo de él” ha de haber hecho un fraude. Podemos imaginar el resto.

Esta atmósfera de sólo una opinión es admitida, no es libertad. Es fascismo, tal como lo define Madeline Albright: “un fascista es alguien quien alega hablar en nombre de toda una nación o grupo, está totalmente desinteresado en los derechos de otros, y está dispuesto a usar [cualesquiera] medios que fueran necesarios para lograr [sus] objetivos.” Esta es una supresión intentada de la individualidad; una insistencia en una obediencia que sería alarmante para el liberal clásico John Stuart Mill, quien famosamente escribió “el único fin para el cual el poder puede ser correctamente ejercido sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada, contra su voluntad, es para impedir el daño a terceros.” El de Mill es un principio sobre el cual construir una sociedad. Hoy estamos haciendo lo opuesto.

La única forma de contrarrestar nuestra actual dinámica de supresión, es que cada uno de nosotros salga y diga lo que necesita ser dicho, a quienquiera que necesite escucharlo, sin importar cuántos aspirantes a fascistas puedan odiarle por destrozar su apariencia de superioridad. La alternativa es convertirse en su prisionero: “preocúpese por lo que otros pueden pensar de usted y usted siempre será su prisionero” (“care about what other people think and you will always be their prisoner.”) La elección es suya: engáñese a sí mismo o delate a la persona que está tratando de dominarlo. Elegir lo primero es un síntoma del debilitamiento del carácter mencionado por Solzhenitsyn; lo último es un signo de fortaleza y espíritu de lucha. Si usted no está de acuerdo con la cuarentena, debe gritarlo desde los techos ̶ y nunca echar para atrás. Si usted no da el paso hacia adelante, pronto se encontrará a sí mismo viviendo en un estado autoritario y, cuando eso pase, usted sólo podrá culparse a sí mismo. Usted entregó voluntariamente su libertad a cambio de un poquito de seguridad temporal. Usted deseaba “ser querido,” así que entregó su activo más valioso: la libertad.

“A partir de ahora, promete que dejarás de defraudarte a ti mismo. Sepárate de la multitud. Decide ser extraordinario y haz lo que tengas que hacer ̶̶ Ahora.” ~Epicteto

LIBERTAD ES DEJAR DE AFERRARSE POR TENER CONTROL.

Mucha gente piensa que libertad es la habilidad de hacer “lo que usted quiera,” lo que sea que en el momento se sienta bien, y la habilidad de someter a otra gente a sus deseos. Sin embargo, este enfoque externo sólo lo hace a usted un esclavo de sus deseos y aversiones más inmediatas ̶ usted está controlado por su propia frustración y furia cuando pasa algo que a usted le disgusta. La verdadera libertad no se deriva de controlar resultados, sino de aceptarlos; de entender sus propias limitaciones.

Los proponentes de cuarentenas no aceptan nada: ellos creen firmemente que pueden dominar este virus, aún cuando tomó 200 años para erradicar la viruela y la influenza todavía no está controlada aún con medicinas y una vacuna. Ellos son tales esclavos de la ilusión de control, que han retrocedido hacia la oscuridad, renunciando a la ciencia de la inmunidad grupal en favor de curas milagrosas (cuarentenas, mascarillas) y curanderos religiosos (políticos). Las mentes maestras de la cuarentena sabían exactamente cómo explotar ese rasgo tan arraigado: ellos sabían que nos comportaríamos como los pichones supersticiosos de Skinner.

“Un pichón de paloma… es puesto en una jaula. Un recipiente de alimentos puede ser ubicado… de forma que el pichón pueda comer de él… Si se [pone] un reloj que presente el recipiente a intervalos regulares sin referencia alguna al comportamiento del ave, usualmente tiene lugar un condicionamiento operativo. El ave tiende a aprender cualquier respuesta que esté dando al presentarse el recipiente. El experimento (The experiment) puede decirse que demuestra una especie de superstición. El ave se comporta como si existiera una relación de causalidad entre su comportamiento y la presentación de alimento, aunque se carece de tal relación.”

El pichón cree que puede controlar el envío automático de alimentos; nosotros creemos que podemos controlar las curvas de las epidemias o epicurvas [Nota del traductor: de la palabra en inglés, epicurve significa una curva epidemiológica que muestra estadísticamente el paso en el tiempo desde el inicio de un brote epidémico]. No hay diferencia alguna. Estamos atribuyendo una agencia a acontecimientos naturales ̶ un mecanismo evolucionario maduro para la explotación, particularmente una vez que estamos asustados. La verdad es que toda epidemia en la historia ha seguido el mismo camino, el camino hacia la inmunidad de rebaño, y no podemos cambiar ese resultado para esta epidemia o cualquier otra. Al alternativamente autoengañarnos, le cedemos todo nuestro bienestar a políticos “salvadores,” quienes nos dan autoritarismo.

Estamos clamando por una tiranía y un estado policíaco, todo debido a que no podemos aceptar nuestra carencia de control sobre los virus y de miles de millones de otras personas. Generaciones previas dieron por dada esta ausencia de control. Nunca concedieron entrar en cuarentenas, pero nosotros lo hicimos incluso sin debate. Nunca habiendo sido genuinamente desafiados, y acostumbrados a tomar decisiones y controlar resultados, creímos que, primero, podríamos controlar la muerte y, luego, que regresaríamos mágicamente a nuestras vidas libres y ordenadas tan pronto como lo deseáramos. En vez de ello, perdimos tanto nuestra seguridad como nuestra libertad.

“Al aceptar las limitaciones y las inevitabilidades de la vida y trabajar con ellas, en vez de combatirlas, nos hacemos libres. Si, por el contrario, sucumbimos ante el deseo pasajero de cosas que escapan nuestro control, perdemos la libertad.” ~Epicteto

LA LIBERTAD ES LA CAPACIDAD PARA ACEPTAR LA IMPERFECCIÓN.

La cuarentena podría terminar hoy si todos los líderes del mundo fueran tan honestos como el de Noruega y, aun así, conservar la esperanza de una reelección. “Yo probablemente tomé muchas decisiones a partir del temor. Los escenarios del peor caso se convirtieron en controladores.” (“I probably took many of the decisions out of fear. Worst-case scenarios became controlling.”) Por desgracia, los medios saltan ante cualquier sugerencia de imperfección de figuras públicas que no les agradan, como confirmación de que son irredimibles. “¡Importante epidemiólogo admite que se equivocó acerca de la estrategia de Suecia ante el COVID-19! (Top epidemiologist admits he got Sweden’s COVID19 strategy wrong!) gritaron los encabezados, cuando Anders Tegnell dijo que él estaría feliz aprendiendo acerca de estrategias usadas efectivamente en otros países, para mantener alejado al COVID-19 de los asilos de ancianos. Tegnell, de inmediato, aclaró la perversión mediática de su declaración (Tegnell immediately clarified the media’s perversion of his statement), pero, el daño ya estaba hecho: a la fecha, los proponentes de las cuarentenas alegremente declaran que “¡Suecia ya admitió que cometió un error!” Esto es distorsionado por el fallo de Suecia de cambiar curso en los meses intermedios, pero ellos no lo hacen ver: habiendo concluido que Tegnell es un “causante de errores,” ellos se dan golpecitos en la espalda, le descartan y siguen adelante.

Fundamentalmente, ellos están equivocados. Como dijera Epicteto, “el impulso de culpar a algo o a alguien es una necedad, que nada se gana con culpar, ya sea a los demás o a uno mismo.” (“the impulse to blame something or someone is foolishness, there is nothing to be gained in blaming, whether it be others or oneself.”) Una disposición a admitir la imperfección propia y la de otros es un signo de fortaleza, no de debilidad. Sócrates sabía que él era inteligente porque “yo sólo sé que no sé nada.” La gente que está dispuesta a reconocer la vulnerabilidad inherente a los humanos asume más riesgos, y logra mayores recompensas ̶ a la Tegnell, cuya nación tiene una mortalidad per cápita más baja en el 2020 que la del 2015, órdenes de magnitudes menores que las de áreas fuertemente puestas bajo cuarentena, como New Jersey y Michigan.

Si bien aún no ha sido reconocido por su heroica integridad, Tegnell ya ganó: usted no puede esconderse de los hechos. Sus decisiones ya han sido vindicadas y su ejemplo muestra los beneficios de ejercer una libertad esencial. Él no fue detenido por un temor a “lucir mal” y por necesitar ser perfecto, lo que condujo a un buen resultado para todos ̶ el mayor bien para el mayor número. Deberíamos dejar ser libres a todos nuestros líderes para que se comporten de esa manera, si cesamos de culparlos por los resultados de enfermedades naturales y, por tanto, liberarnos nosotros mismos de cuarentenas interminables.

Stacey Rudin es escritora, activista, líder comunitaria, voluntaria y previa litigante en movimientos de base para asegurarse que pandemias futuras sean administradas de acuerdo con las directrices establecidas de salud pública. Una ávida jugadora de tenis y lectora, Stacey vive en Short Hills, Nueva Jersey.