Una noticia muy reciente es que el gobierno venezolano desguazó una refinería petrolera, para usar la chatarra en pago de una deuda. La realidad se va imponiendo. El socialismo es real, es verdadero.

CÓMO LA REALIDAD MUERDE

Por Kevin D. Williamson

National Review
6 de setiembre del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, con letras en azul y entre paréntesis, si es de su interés puede verlo en https://www.nationalreview.com/2020/...ustry-economy/

Cómo el socialismo destruyó la economía de Venezuela y empobreció a su pueblo.

La última plataforma de perforación petrolera de Venezuela se ha cerrado.

Venezuela todavía tiene abundancia de petróleo ̶ alrededor de una quinta parte de las reservas de petróleo conocidas en el mundo, están bajo las botas de los herederos de Hugo Chávez. Nada le ha pasado al petróleo, y, a pesar de la turbulencia reciente relacionada con el coronavirus en los negocios de energía, tampoco nada le pasó, en realidad, al mercado del petróleo.

Ocurrió la política, y la destrucción se presentó. Algunas veces, estos son sinónimos.

¿Cuánto vale un barril de petróleo? Depende. Los valores económicos son asuntos de relaciones. Un teléfono no vale nada ̶ en efecto, si sólo hubiera un único teléfono en el mundo sería un ítem escaso, pero no sería valioso, pues no habría nadie a quien llamar. La cosa tiene valor por lo que usted puede hacer con ella, y eso depende de factores adicionales.

El petróleo es algo como eso. En sí, realmente no es muy valioso, pues usted prácticamente no puede hacer nada con él. Pero, el petróleo en un contexto de un ecosistema rico en capital -refinerías, tuberías, supertanqueros, etcétera- es una cosa muy valiosa.

Los venezolanos tienen el petróleo, pero no tienen el capital productivo necesario, de forma que no tiene gasolina para sus carros o propano para sus cocinas. No tienen combustible para sus cocinas, pero, además, tampoco tienen comida para cocinar: el alimento se mueve por medio de camiones y que no haya gasolina o diésel significa que no hay envíos de alimentos. También, los tractores y sistemas de irrigación necesitan petróleo ̶ traten de manejar una granja sin diésel y gas propano. Los Estados Unidos no alimentan a sus 330 millones de personas (y a mucho del resto del mundo) arando con burros.

Sin suficiente petróleo utilizable, los venezolanos carecen de las cosas básicas. También, se la pasan sin el ingreso que habrían tenido, proveniente de venderles petróleo a personas ávidas de energía alrededor del mundo.

Todavía se está produciendo petróleo desde nos pocos pozos existentes rezagados. Pero, como reporta el Wall Street Journal (Wall Street Journal reports), el país del mundo más rico en petróleo está previsto que produzca tanto como Wyoming. Sin menoscabar a Wyoming, pero aquella no es una producción muy impresionante.

Lo que pasó en Venezuela es una versión más brutal de lo que la senadora Elizabeth Warren y sus colegas proponen que se haga en Estados Unidos. El régimen de Chávez decidió “poner al pueblo por encima de las ganancias,” como les gusta decir a nuestros amigos del partido demócrata. La senadora Warren propone colocar a las grandes compañías bajo el control del gobierno federal, requiriendo que obtengan permiso federal para operar y que se le dé al gobierno poder de dictarles a las empresas las composiciones de sus juntas directivas y de micro administrar decisiones, desde la compensación hasta la inversión. Usted ha escuchado la frase, “actúe como si usted fuera dueña del lugar.” La senadora Warren no propone que el estado deba poseer los medios de producción, como en el modelo clásico marxista-leninista, sólo que debería actuar como si fuera dueño de los medios de producción.

En Venezuela, ellos también trataron de hacer algo como eso. El gobierno de Chávez anuló los contratos vigentes en energía, violó derechos de propiedad y obligó a las compañías petroleras a reorganizar sus proyectos, bajo los auspicios -y control- del estado venezolano, mediante PdVSA, la empresa petrolera nacional. En su mayoría, las compañías respondieron con una frase de siete letras que empieza, en inglés, con F y termina con una U. Se fueron, se hundió la producción de petróleo de Venezuela, y el resto del mundo… más que compensó esa producción petrolera venezolana perdida, gracias en parte a los avances tecnológicos pioneros en Estados Unidos ̶ más prominente entre ellos el “fracking” [fracturación hidráulica], que el partido demócrata propone prohibir. Vale la pena recordar que muchos miembros del partido demócrata alabaron a Hugo Chávez, como modelo de liderazgo al “poner al pueblo por encima de las ganancias.”

La prosperidad es frágil. Venezuela no era un paraíso antes de Chávez, pero tenía algunas instituciones razonablemente funcionales. Su industria de la energía era una de ellas. Esta ha sido destruida. No es el caso de tener que quebrar unos huevos para obtener una omelet (George Orwell: “¿Adónde esta la omelet?”). Este es socialismo en acción, el socialismo verdadero del que siempre estamos oyendo que nunca se ha intentado, pero que, de alguna forma, siempre logró matar a millones de personas alrededor del mundo, en el curso de más o menos un siglo.

Asimismo, lo que sucede en una escala grande pasa en la escala pequeña: Nadie está apurado por invertir en la industria energética de Venezuela, a pesar de las ricas reservas del país ̶ a pesar del hecho de que hay potencialmente millones de millones por obtenerse en el largo plazo. Nadie está en apuros por invertir en Kenosha, Wisconsin [lugar en Estados Unidos en donde recientemente hubo manifestaciones violentas], que tenía algunas instituciones en funciones, incluso muchas grandes empresas que han sido quemadas y saqueadas (burned down and looted). Simplemente ellas no regresarán.

Tesla está construyendo una nueva fábrica en las afueras de Austin, Texas, un proyecto que involucra una inversión de más de mil millones de dólares y que empleará a más de 5.000 personas. ¿Imagínese usted que Kenosha estuviera en una posición alta en la lista de inversiones futuras de Tesla? ¿Piensa usted que podría haber 5.000 personas en los alrededores de Kenosha que querrían esos empleos, contratistas y proveedores de servicios quienes querrían un pedazo de esa inversión de más de mil millones de dólares? Ciertamente las hay. Pero, durante mucho tiempo ninguna persona o institución razonable va a invertir mucho en Kenosha. Esta será una historia que se repite: Las ciudades estadounidenses que sufrieron los mayores disturbios en los años sesenta sufrieron una declinación económica severa, comparadas con las ciudades que no experimentaron violencia similar.

Por años, demagogos de la estirpe de la senadora Warren insistieron en que las corporaciones estaban fallando en cumplir con una deuda no pagada al trabajador estadounidense, y que deberían ser obligadas por el estado a ofrecer ciertos resultados políticos como pago de esa deuda. Esa fue gran parte de la conversación económica de la posguerra, hasta que una gran mayoría de las corporaciones mostró que podían pasársela bien sin el trabajador estadounidense. Cuando eso sucedió, los Warren cambiaron de tonada, demandando que las corporaciones regresaran y explotaran de nuevo al trabajador estadounidense, tal como lo demandan la decencia y el patriotismo. La deuda no pagada a los trabajadores se convirtió en la deuda no pagada al estado ̶ se convirtió en “¡Usted no construyó eso!” y toda esa tontería.

Ahora, por fin, está empezando a comprenderse en nuestra mentalidad nacional que Joe Plutócrata no sólo puede pasársela bien sin el trabajador estadounidense, sino que, también, puede mantener su yate abastecido con champaña, con poca o ninguna dependencia en el consumidor estadounidense. Hay mucha gente en el mundo que quiere hacer cosas y comprar cosas. El capital irá allí donde es tratado bien, y en el futuro irá allí en donde es bienvenido. Y la historia no es una flecha que apunta inalteradamente en dirección del progreso y la prosperidad. Si usted piensa que ser un país rico le protege de esa realidad, recuerde que, cuando nació la senadora Warren, Venezuela era el cuarto país más rico de la Tierra.

Unos pocos años de radicalismo del ala izquierda fue suficiente para que la gente se comiera los animales del zoológico.

La cosa impactante es: Venezuela es todavía un país salvajemente rico. Aún con los actuales precios bajos del petróleo, sus reservas probadas nocionalmente podrían valer casi $15 millones de millones a precios de mercado, o poco más de medio millón de dólares por cada hombre, mujer y niño de ese país. Pero, es posible que esa riqueza simplemente se quede allí donde está, tal vez por décadas, a la vez que la gente está atrofiada y hambrienta. En efecto, esa riqueza del todo no será riqueza. Simplemente será petróleo en el suelo, como oro en la mina.

Políticos como Elizabeth Warren y Hugo Chávez creen que ellos pueden rehacer al mundo simplemente ladrando órdenes a la gente y a las instituciones. Pero, la política no es magia, y la realidad no es opcional. Ladre todo lo que quiera, pero la realidad le ladrará de regreso ̶ y ella muerde.

Kevin D. Williamson es corresponsal viajero del National Review y autor de The Smallest Minority: Independent Thinking in an Age of Mob Politics.