EL CORONAVIRUS Y LOS PELIGROS DE MODELAR ENFERMEDADES

Por Peter C. Earle

American Institute for Economic Research
28 de agosto del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/coronav...ease-modeling/

Me complace anunciar el tercero de una serie de libros del American Institute for Economic Research (AIER) acerca del virus: Coronavirus and Disease Modeling. Este sigue a Coronavirus and Economic Crisis y a Coronavirus and Economic Recovery. Este tercer libro se enfoca en las falacias del modelaje epidemiológico y en la planificación social y económicas que su inspiración instituyó.

Cualquier cosa, desde nidos de hormigas a patrones de tráfico a moho mucilaginoso hasta escuelas y rebaños de animales y ciudades, se observan, estudian y analizan para derivar ideas acerca de cómo operan los agregados. Las condiciones bajo las que los seres vivientes se mueven a la par, y las ventajas que logran al hacerlo, son una subcategoría fértil para estudiar, tanto a través de las ciencias sociales como las físicas: dentro de la zoología, la botánica, la microbiología, la economía, la sociología, etcétera. El cuerpo colectivo domina la investigación científica.

Pero, en todo grupo en masa -incluso aquellos en los que apenas pasa por tener consciencia, al menos desde la perspectiva humana- hay individuos que rompen el molde. Se salen, están en contra o, en cualquier caso, se alejan de la comunidad o de la tendencia prevaleciente: el pájaro que deja la bandada, la abeja que abandona el panal.

En el mundo humano y, en particular, en las artes, quienes están fuera tienden a ser afamados. A menudo, escritores, músicos, poetas, pintores, escultores y actores son inadaptados y sus creaciones abrazan las dificultades y propósitos de inconformistas accidentales o intencionales. En ocasiones, los inventores, científicos y otros creadores son notablemente excéntricos, tal como lo fueron sus antepasados, los chamanes (shamans) (una especulación (speculation) interesante que está más allá del alcance de este artículo) y los sanadores (healers).

A través del espectro de la vida, se presenta la desviación de la norma, a pesar de haber buenas razones para el comportamiento en manada: eficiencias de escala, protección mutua, un rudimentario comportamiento de información, beneficios de redes, etcétera. Pero, para pedir prestado un adagio de la programación, ¿son los inconformistas un error o una característica? Después de décadas y, tal vez, siglos de haber sido descartados o ignorados, la ciencia parece (aunque lentamente) estar volviendo a estudiar el comportamiento de los casos atípicos. De acuerdo con (According) con la bióloga matemática Corina Tarnita de la Universidad de Princeton:

“Pasamos mucho tiempo tratando de entender cómo las cosas se sincronizan. Nadie en realidad ha estado [tan] interesado en las células individuales que no parecen hacer nada, o las hormigas perezosas, o las bestias salvajes que, por alguna razón, deciden no migrar, o las langostas que se descascaran. En realidad, nosotros nunca les hemos puesto atención.”

Publicado en marzo del 2020, casi en el instante en que empezaron las cuarentenas en virtud de la pandemia del novedoso coronavirus, el artículo en PLoS (PLoS paper) de Tarnita y su equipo, “Eco-evolutionary significance of loners” [“Significancia evolucionaria de los Solitarios”] reflexiona (si bien contextualmente): “¿Son los solitarios productos resultantes incidentales de intentos de coordinación en gran escala, o son parte de un mosaico de estrategias de historias de vidas?”

Continúa el artículo:

“Los comportamientos colectivos, en los que un número grande de individuos exhibe algunos grados de coordinación del comportamiento, son frecuentes a través del árbol de la vida y a través de escalas espaciotemporales: desde agregados de microbios hasta la migración de las grandes bestias salvajes, desde las langostas que pululan a los florecimientos coordinados del bambú, desde cardúmenes de peces hacia la adaptación mecánica de los clústeres de abejas productoras de miel. Intrigantemente, sin embargo, tal coordinación es algunas veces imperfecta, e individuos fuera de sincronía (en lo sucesivo, solitarios) se han reportado en varios de estos sistemas. Por ejemplo, en las langostas, el amontonamiento de la población promueve una transición desde una fase solitaria, en la que los individuos se repelen entre sí, a una fase gregaria, en que se atraen entre sí. No obstante, los experimentos muestran que no todos los individuos proceden a dicha transformación, aún si están expuestos a largos períodos de amontonamiento.”

E igualmente pasa esto en otros lugares del reino animal.

“Entre las bestias salvajes, cientos de miles de individuos se coordinan entre sí y organizan migraciones en manadas, pero, también hay poblaciones residentes que fallan en migrar. Similarmente, los partos en las bestias salvajes son altamente coordinados, pero alguna fracción de los partos nace fuera del período de partos.”

Otra investigación apunta en una dirección similar (similar), ¿Son estos individuos y esos trotes un producto de simple azar, golpes de suerte o piezas de una máquina evolucionaria más profunda? Aunque la cuestión no ha sido una prioridad científica, han existido algunos senderos empíricos: “Las investigaciones teóricas de tales comportamientos solitarios han sido escasas, pero, un puñado de estudios existentes han sugerido que, al menos en algunos sistemas, ellos podrían ser un medio de participación de un nicho espaciotemporal que promueve la diversidad.” No hay evidencia de que la propensión al comportamiento idiosincrático sea heredable y, así, “no existe evidencia empírica, en sistema alguno, de que los solitarios sean otra cosa más allá de rezagados al azar.”

Los autores pasan a explicar cómo en el celular moho mucilaginoso Dictyostelium discoideum (una criatura extraña y fascinante, con la habilidad de convertir miles de amebas unicelulares, en una criatura multicelular “babosa”) existen ciertas células que no, como lo hace la vasta mayoría, se une en su etapa de vida multicelular. Mientras que están en ese estado, permanecen “invulnerables ante las amenazas en su etapa multicelular, pero son capaces de volver a lograr la multicelularidad por la vía de sus descendientes,” su comportamiento “puede constituir un seguro contra tales amenazas y, por tanto, ser crítico” para la supervivencia de la colonia. Más ampliamente, todavía

“[M]ás allá de la multicelularidad y la sociabilidad, [los] resultados tienen implicaciones potenciales acerca de los comportamientos solitarios análogos, identificados a lo largo de una variedad de sistemas en donde se observa alguna forma de coordinación o sincronización, desde insectos a vertebrados a plantas. Nuestros hallazgos representan la primera demostración de que los comportamientos solitarios, de hecho, pueden… exhibir consecuencias ecológicas significativas… Mientras que los mecanismos que subyacen la existencia de solitarios es posible que sean diferentes a lo largo de los sistemas, la existencia amplia de solitarios y la posibilidad de que ellos, en efecto, podrían ser moldeados por la selección, sugiere una conjetura interesante: que, en general, la coordinación imperfecta entre individuos puede permitir que la evolución moldee estrategias de partición de la población… y así para robustez al nivel de sistema.”

Por supuesto, es posible derivar conclusiones mucho más allá de las debidas. Y hay una diferencia vasta entre la ruidosa expresión de los genes, lo que, algunas veces, puede explicar las diferencias entre individuos quienes, de otra manera, son idénticos, y la elección humana. Pero, una aceptación creciente de que individuos y clústeres pequeños de disidentes son relevantes y, por tanto, críticos para el entendimiento holístico de sistemas, es un avance enorme para la investigación científica en las ciencias naturales y sociales.

De importancia particular para los tópicos cubiertos en este libro, hay insinuaciones de que incluso enfoques computacionales en las ciencias sociales están en la antesala de abrazar esta percepción. Como lo hace ver (notes) una tesis de maestría interdisciplinaria del 2015 de la Universidad George Mason, acerca de los modelos basados en agentes (ABMs por sus siglas en inglés),

“Un valor de los ABMs es que ellos permiten la recolección de todos los detalles de las características y del comportamiento a través del tiempo de cada agente individual y del ambiente, permitiendo teóricamente el análisis de interacciones a nivel micro entre individuos y dentro de grupos pequeños. Sin embargo, en la práctica, el volumen de datos crudos generados por cada corrida de un modelo (miles de las cuales pueden hacerse para probar un rango de parámetros) dificulta la identificación de interacciones inusuales, y el análisis de modelos termina siendo realizado mediante la agregación de datos y reportando tendencias generales.”

Y así, como un correctivo, el autor discute “usar narrativas generadas por computadores que describen el comportamiento de un agente individual, como un método alternativo para evaluar el comportamiento a nivel micro de un ABM,” y continúa detallando formas de identificar y estudiar agentes individuales “interesantes.” Hacerlo así puede ofrecer ideas más profundas o destacar fallas en los supuestos o en el diseño de simulaciones económicas, epidemiológicas, o de cualquier otra de tales simulaciones.

En el ínterin, es irritante pensar que personas altamente entrenadas, quienes por sí mismas tienden al pensamiento independiente y, a menudo, iconoclasta, estén tan atrasados en llegar a la noción de que no son triviales los individuos de cualquier tipo que se desvían de una comunidad, en todo caso, que exhiben una desviación. El elefante solitario aquí, la persona que se rehúsa a usar una mascarilla allá: tal vez intransigencia, pero, quizás, respondiendo a un dictado arcano más allá de lo explícitamente conocible.

Los modelos y las simulaciones de computación han alimentado el temor y envalentonado la tiranía. Muchos millones de personas en el mundo real continúan sufriendo y, de hecho, muriendo bajo políticas para la pandemia, forjadas como resultado de un código corrido iterativamente. El reconocimiento científico del valor social del antisocial, en donde las esperanzas, temores, personalidades y relaciones personales ya no más son descartadas o subsumidas en promedios matemáticos, es un avance sutil, pero monumental.

Aquí esperamos que continúe.

Peter C. Earle es economista y escritor, quien se unió al American Institute for Economic Research (AIER) en el 2018 y previamente pasó más de 20 años como corredor y analista en mercados en Wall Street. Su investigación se centra en mercados financieros, temas monetarios e historia económica. Su nombre ha sido citado en el Wall Street Jornal, Reuters, NPR y en muy diversas publicaciones. Pete tiene una maestría en economía aplicada de la American University, una maestría (en finanzas) y una licenciatura en ingeniería de la Academia Militar de los Estados Unidos en West Point.