CIENTIFICISMO Y LA PANDEMIA DEL CORONAVIRUS: UN PUNTO DE VISTA HAYEKIANO

Por Mark Pennington

Institute for Economic Affairs
1 de setiembre del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Tanto para poder obtener una copia gratuita en inglés del folleto como para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, con letras en rojo y entre paréntesis, si es de su interés puede verlo en https://iea.org.uk/scientism-and-the...hayekian-view/

Las reacciones a mucho de lo comentado en el Reino Unido y en otras partes, con respecto al desafío de políticas que representa el coronavirus, parecen reflejar el estado polarizado del discurso político contemporáneo. Algunos sostienen que los gobierno fueron demasiado lentos en responder a la pandemia y que, cuando vinieron las cuarentenas, deberían haber sido más rigurosamente impuestas. Luego, están los “escépticos de las cuarentenas,” quienes proclaman que las políticas de cuarentenas han sido un desperdicio de tiempo o, peor, un desastre en términos de salud y económicos. En otras partes, quienes se posicionan a sí mismos como voces más “moderadas” promueven el trazado de contactos y el uso de coberturas faciales, como básicos para cualquier solución política. No obstante, lo que parece unir estas posiciones es la creencia de que hay “soluciones” claras y objetivamente identificables para el problema ̶ sólo si, quienes hacen las políticas, pudieran verlas y actuar de acuerdo con ello.

En mi nuevo documento informativos del Institute for Economic Affairs, “The response to the pandemic: A Hayekian view”, ofrezco una perspectiva diferente acerca de la pandemia. ¿Qué si la naturaleza del problema es tal que, ni comentaristas ni encargados de políticas pueden saber lo suficiente, como para discernir lo que podría significar una respuesta efectiva? Esta visión descansa en la distinción de Hayek entre un fenómeno simple y uno complejo y su significación para entender el papel y los límites de la política pública. Bajo un punto de vista Hayekiano, la creencia de que claramente hay soluciones identificables para problemas como el coronavirus, puede emanar de un “cientificismo” errado. Esto no implica una crítica al método científico o al “conocimiento experto” per se. Más bien, se deduce del uso del razonamiento científico para entender los límites de lo que la experiencia científica -ya sea natural o social- puede lograr. Demasiados comentarios acerca de las pandemias proceden como si estuviéramos tratando con un fenómeno “simple,” en vez de uno “complejo” y es esta actitud “cientificista” la cual puede ser inapropiada para el desafío que se presenta.

Los fenómenos simples son aquellos en donde es posible predecir los resultados que serán generados por la aplicación de un estímulo al sistema. Sin embargo, los fenómenos complejos se refieren a sistemas en donde los elementos que conforman un todo más grande, no interactúan de forma linear y en que el número de elementos que interactúa es demasiado vasto como para que sean comprendidos. Lo más que los científicos de lo natural, los científicos de lo social -y, por extensión, de quienes formulan políticas- pueden hacer al enfrentar tales fenómenos, es tratar de entender los principios generales que permiten que se forme un orden entre los diversos elementos - como la formación de copos de nieve, o los precios generados en un mercado- no para predecir exitosamente la forma precisa que tomará el orden.

En el caso del coronavirus podemos estar tratando con la interacción de dos fenómenos complejos que hace más pronunciada la tarea de predecir el efecto de las intervenciones de políticas. El virus en sí puede ser un fenómeno complejo con respuestas imprevistas a diferencias en geografía, clima e intervenciones de política pública. Igualmente, los sistemas socioeconómicos en los que están “interviniendo” el virus y quienes toman decisiones de políticas son, en sí, fenómenos complejos con diferencias en circunstancias económicas, culturales e institucionales, que generan un nivel alto de impredecibilidad acerca de la efectividad de medidas de políticas concretas.

La lección que una perspectiva hayekiana deriva de la ciencia de la complejidad es que, para poder hacerle frente a un problema como ese, uno debería enfocarse en desarrollar instituciones que permitan la flexibilidad para responder en un ambiente incierto y que genere señales claras de retroalimentación en el nivel más descentralizado, para indicar la dirección necesaria del cambio. Si el conocimiento necesario para coordinar efectivamente es demasiado vasto e incierto como para ser analizado y actuar con base en ello por algún centro de control, estamos mejor si descansamos en procesos competitivos, como mercados, o en regímenes de gobernabilidad descentralizados, como los sistemas políticos federales que permiten emerger experimentos exitosos mediante un proceso de abajo hacia arriba. Sin embargo, el problema es que la naturaleza de “urgencias” de la pandemia y los problemas de bienes públicos asociados con enfermedades infecciosas, pueden impedir que surjan esas soluciones descentralizadas. Por tanto, lo más que podemos ser capaces de hacer en tales circunstancias, es comparar y contrastar la efectividad de las diferentes respuestas de políticas adoptas por diferentes estados naciones. No obstante, aún aquí, también debido a la complejidad del tema, puede estar involucrado un masivo “problema de extracción de señales.” Reconocer que Suiza o Alemania han administrado una respuesta efectiva, no necesariamente facilita juzgar que “pedacitos” de su ambiente institucional político son los responsables del éxito y si estos pueden transferirse efectivamente a los contextos culturales e institucionales de Francia, Italia o el Reino Unido. Todavía más, aún si es posible discernir a partir de esas comparaciones “qué es lo que funciona,” dada la naturaleza de emergencia de la pandemia, puede que no sea posible poner en práctica algunos cambios con la suficiente rapidez o discernimiento, acerca de si estas lecciones tienen relevancia para una pandemia futura, la que puede estar caracterizada por parámetros muy diferentes.

La conclusión de todo esto es que, tal vez, deberíamos reconocer que los formuladores de políticas están trabajando en una neblina de ignorancia y que las respuestas exitosas a la pandemia pueden obedecer tanto al accidente como al diseño. Si los comentaristas mostraran un mayor aprecio de la distinción de Hayek entre sistemas simples y complejos y si se dan más espacios entre sí y entre los hacedores de políticas, tal vez, eso pueda crear una plataforma más informada y tolerante para el debate público ̶ no sólo con respecto a la pandemia del coronavirus, sino, también, a un conjunto de otros desafíos socioeconómicos.

Sugerencias de una lectura adicional:

The response to the pandemic: A Hayekian view” (IEA Covid-19 briefing) de Mark Pennington

Hayek on Complexity, Uncertainty and Pandemic Response” (Review of Austrian Economics) de Mark Pennington.

Mark Pennington es profesor de Economía Política y Política Pública en el departamento de Economía Política del King’s College, de la Universidad de Londres. Entre sus muchas publicaciones, es autor de Robust Political Economy: Classical Liberalism and the Future of Public Policy (Edward Elgar, 2011), and for the IEA, Liberating the Land: the case for private land use planning (2002).