En un giro interesante y deseable, el gobierno central ha descentralizado parte de sus acciones en los municipios en lo tocante a restricciones por la pandemia. Es un principio deseable, pues es de esperar que las comunidades sepan mejor cómo resolver sus problemas que un gobierno centralizada y que tomen decisiones mejor adaptadas a sus circunstancias locales. Además, al ser ámbitos diferentes en que cada uno de ellos toma sus decisiones, es útil en un proceso de aprendizaje por la vía de experimentación, en lidiar con esta situación.

Por ello, ante la centralista decisión del MEP de que no habrá cursos lectivos este año (eso perjudicará a los más pobres de la sociedad, lo cual hace ver lo vacío de sus prédicas de “justicia social”), ¿por qué no dejar la decisión de si se abren las escuelas a las comunidades; esto es, a las autoridades locales, maestros y, ante todo, familias de los estudiantes? Sin duda que dicha apertura se haría con todas las medidas deseables y conocidas por la comunidad en cuanto la protección de los vulnerables.

NO CIERREN LAS ESCUELAS, PERO PROTEJAN A LOS MAESTROS Y AL PERSONAL

Por Ethan Yang

American Institute for Economic Research
26 de julio del 2020

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/dont-cl...ers-and-staff/

Al irse aproximando el inicio del año escolar en Estados Unidos, las inquietudes acerca de cómo debería reaccionar el sistema educativo al COVID-19, están en los niveles más elevados de todos los tiempos. Acerca del tema de si los niños deberían retornar a las escuelas, las consecuencias de la cancelación generalizada de las clases en persona serán una serie de resultados negativos que muy posiblemente sobrepasen a los beneficios.

En un artículo previo (previous article) explico las concesiones mutuas con algún grado de detalle. Para resumir los puntos, los cierres de escuelas resultarán en una serie de contrapartidas negativas, que muy posiblemente harán contraproducente a esa política.

Mi lógica para esto puede atribuirse al hecho de que,

• Los cierres de escuelas no son una herramienta para prevenir infecciones, sólo para diferir brotes y ahorrar en la capacidad de los hospitales

• El COVID-19, a diferencia de la influenza, afecta menos a los niños que a los adultos. No hay evidencia que sugiera que los niños son importantes en la transmisión de la enfermedad

• Los maestros no están preparados para brindar una adecuada experiencia educacional remota

• Posiblemente los niños estarán más seguros en la escuela que fuera de ella, en especial en comunidades en donde pueden estar expuestos a drogas, violencia doméstica, actividades de pandillas, etcétera

• Los cierres de las escuelas posiblemente exacerbarán la caída existente de la economía

• Los cierres de escuelas impondrán cargas de cuido infantil a trabajadores del cuido de la salud, conduciendo a un aumento en las tasas de mortalidad

Como resultado, en este momento, una política generalizada de aprendizaje remoto o inclusive la iniciativa de escuelas específicas que escogen cerrar, no puede vislumbrarse con un grado confiable de certeza de que sea efectiva. Si acaso, serán contraproducentes e inútiles debido a las compensaciones mutuas esquematizadas arriba. Por tanto, es altamente cuestionable el caso en favor de los cierres de escuelas porque ellos protegerán a los niños y sus familias de infección.

RESPONDIENDO A PREOCUPACIONES RELACIONADAS CON LA PROTECCIÓN DE MAESTROS Y PERSONAL

Un caso más convincente para que se tomen medidas de apertura de las escuelas sería proteger a los maestros y personal de mayor edad de contraer la infección. La tasa de mortalidad (mortality rate ) por el COVID-19 entre los jóvenes es virtualmente inexistente, pero individuos de mayor edad tienen un riesgo más elevado. Aun cuando todavía la tasa de mortalidad es baja, comparada con otras enfermedades, estas preocupaciones no deberían dejarse de lado.

LA SOLUCIÓN

Como se hizo ver antes, un mandato de cierre generalizado de escuelas sería tan contraproducente como mal informado. Las desventajas más que recompensan los supuestos beneficios y potencialmente pone a maestros y personal en posiciones más peligrosas. En vez de ello, la mejor política sería mantener las escuelas abiertas, al tiempo que se toman precauciones para proteger a los más vulnerables.

Durante una pandemia o algún tipo de crisis, es sabio ser ágil, innovador y estar pendiente, no encasillados en imposiciones extremas. Se debería encargar la tarea a las comunidades y escuelas individuales, para que decidan qué es lo mejor según las necesidades únicas de su equipo. Una orden desde arriba hacia abajo, ya sea de cierre total de una escuela o un intento de tener políticas universales menos restrictivas, nunca será tan integral como las decisiones tomadas por escuelas individuales.

CONSTRUYAN POLÍTICAS ALREDEDOR DE UN MODELO DE REGRESO A LA ESCUELA

En guías publicadas por la Asociación Estadounidense de Pediatría (American Academy of Pediatrics) (AAP por sus siglas en inglés), para el COVID-19 y el regreso a la escuela, ella afirma,

“La AAP aboga fuertemente porque todas las consideraciones de políticas para el próximo año escolar, deben empezar con un objetivo de lograr que los estudiantes estén físicamente presentes en la escuela.”

Este debería ser el principio director cuando se trata de planear un exitoso año escolar. Los cierres escolares y las cuarentenas deberían considerarse, si es que del todo, como un último recurso. No sólo son increíblemente perjudiciales, sino que es cuestionable si las compensaciones valen la pena o si brindan los beneficios que ellos anuncian. Las escuelas deberían poner en marcha políticas que empiecen desde una posición de total normalidad y hacer las restricciones necesarias con base en necesidades que las justifican. Empezar desde una posición de cierre total no sólo será una posición inapropiada para crear una política sensata, sino que, también, sería altamente mal informada.

Phil Magness explica en uno de sus artículos recientes (recent articles ), que el modelado epidemiológico ha sido altamente sospechoso en cuanto a predecir los efectos de las medidas de cuarentena, tanto en lo que respecta a cierres como en la apertura. No sólo hay aún un debate robusto acerca de cómo se mueve el COVID-19 a través de la sociedad, sino que las predicciones formuladas por expertos han sido ampliamente incorrectas, así como responsables de una histeria innecesaria.

ADAPTE LAS SOLUCIONES A LAS CIRCUNSTANCIAS

Todas las escuelas son diferentes. No hay una solución única que calce para todo, que permita una respuesta de política óptima en la protección de todas las partes, desde estudiantes, a familias, a maestros y personal. La demografía entre instituciones individuales varía grandemente, ya sea en cuanto a edad, ingreso, raza, discapacidades, etcétera. Aun más, algunas escuelas estarán en áreas con mayores casos de COVID-19, otras con menores, algunas con ninguno. Ninguna escuela individual debería ver que sus políticas sean establecidas por otra en un conjunto de circunstancias muy diferente.

En el 2017, la Corporación Rand reunió a un grupo enorme de interesados y expertos par discutir acerca de una respuesta a una pandemia por parte de las escuelas. En su reporte (report) afirmó que,

“Algunos de quienes participaron comentaron que ciertas prácticas de distanciamiento social serán más factibles en algunas localidades que en otras. Ellos citaron distritos rurales versus urbanos, el clima, y la socio-demografía de la población estudiantil, como factores que afectan la viabilidad.”

Las decisiones tomadas a nivel local y no por una orden central, siempre serán más efectivas cuando son finalmente puestas a tono con las circunstancias específicas de la comunidad. Aún más, las escuelas deberían tener libertad para dictar las políticas que consideran adecuadas, sin tener que encontrarse con la ineficiencia y la política de la más extensa burocracia estatal.

La guía de la (AAP guidance ) así como de la CDC, brindan un conjunto completo de sugerencias que pueden minimizar el riego de infección para el personal de más edad, que está en riesgo de contraer el COVID-19 sin el cierre de escuelas. Estas medidas incluyen precauciones de sentido común, como lavado de manos, limpieza frecuente, exigir buena higiene en los alimentos y hallar formas de aislar a los más vulnerables.

La guía ofrece medidas más sustanciales a ser consideradas cuando el riesgo de infección se eleva. Estas incluyen crear cohortes de estudiantes que pueden ser más fácilmente manejados y contabilizados, mantener distancia entre maestros y estudiantes, considerar barreras de plexiglás para choferes de buses de estudiantes, y rotar a los maestros, a la vez que se mantienen a los estudiantes en la misma aula.

CONSIDERACIONES FINALES

No hay duda que cerrar escuelas traerá tremendas consecuencias, algunas de las cuales no pueden medirse adecuadamente en este momento. La mejor vía a futuro sería hacer lo mejor posible para permitir que estas instituciones se mantengan abiertas, a la vez que minimizamos los riesgos para individuos vulnerables. La AAP aclara que,

“Quienes formulan las políticas deberían reconocer que las políticas del COVID-19 tienen como fin mitigar, no eliminar, el riesgo.”

No hay manera de blindarnos totalmente del peligro y los intentos para ello resultarán en consecuencias adversas. Si se presenta una infección con síntomas severos, esa persona debería hacer uso de las vías médicas apropiadas. El propósito de las políticas de respuesta a la pandemia es reducir el estrés sobre el sistema de cuido de la salud, de forma que esos servicios estén disponibles, no es eliminar el riesgo de infección.

Esa aplicación equivocada sólo producirá más mal que bien, como puede verse en la devastación económica y social creada por las medidas vigentes de cuarentena. Durante una pandemia, la vida se hace algo más difícil y, quienes creen que pueden eliminar el conflicto y conquistar la naturaleza, en el proceso bien pueden acabar con la sociedad.

El tema recurrente es el de las compensaciones mutuas. Nuestra respuesta al COVID-19 no se da en un vacío. No es una simple dicotomía entre ir a la escuela o la seguridad de los maestros. Hay mucho más que está en juego. El AAP escribe,

“Las políticas para mitigar la diseminación del COVID-19 dentro de las escuelas deben balancearse con los daños conocidos a niños, adolescentes, familias y comunidad, al mantener a los niños en el hogar.”

Es claro que los cierres totales de las escuelas serán una política extrema y devastadora. Los pocos beneficios que pueden brindar en disminuciones marginales de la infección, se verán compensados por una onda increíblemente perjudicial de consecuencias no previstas. El mejor curso de acción sería usar el sentido común y tener cuidado en que, cuando los estudiantes regresen a clases este otoño, se pongan en marcha políticas que minimizarán el peligro para todos los involucrados. Estas políticas deben ajustarse a las circunstancias individuales, deben ser flexibles, deben tener en mente a los intereses de todos los involucrados y son mejores cuando se llevan a cabo prevaleciendo la razón, no la histeria.

PARA CONCLUIR

Como dijo en una ocasión el gran médico Donald Henderson, más famoso por dirigir la erradicación de la viruela,

“La experiencia ha mostrado que les comunidades enfrentadas a epidemias u otros acontecimientos adversos, responden mejor y con la menor ansiedad cuando se altera menos el funcionamiento social normal de la comunidad.”

Las preocupaciones relacionadas con la seguridad y la infección dominan la conversación acerca del COVID-19 en las mentes de padres, maestros y personal. A partir de nuestra experiencia colectiva de los últimos meses anteriores, cerrar las escuelas debería ser la última opción, si es que del todo lo es. Las medidas de cuarentena (Lockdown measures) no sólo han fracasado a cómo fueron anunciadas, sino que, también, han devastado incontables vidas y comunidades. La economía está hecha escombros y la gente desesperadamente quiere de regreso una apariencia de sus vidas normales. Políticas draconianas aplastantes no sólo han mostrado ser ineficientes y torpes, sino también fatales (fatal).

La AAP señala como uno de sus principios claves en su guía que,

“Las políticas de las escuelas deberían guiarse por el apoyo a la salud y bienestar general de todos los niños, adolescentes, sus familias y sus comunidades.”

También, la AAP enfatiza que,

“Las políticas deberían ser prácticas, factibles y apropiadas para la etapa de desarrollo del niño y de los adolescentes.”

Cuidar de la salud y desarrollo general no sólo de los estudiantes, sino de la comunidad, como un todo, significa tomar en cuenta los canjes que surgen al imponer o no imponer ciertas políticas, no sólo obsesionarse con los casos nuevos. Si bien es claro que la sociedad, y los niños en particular, estarán mejor si las escuelas permanecen abiertas, aún existen preocupaciones en torno a la seguridad de los maestros y personal.

El problema no puede resolverse con cierres de las escuelas. Más bien, las escuelas deberían hacer lo más que puedan para elaborar respuestas adecuadas, que les permitan permanecer abiertas, a la vez que los individuos vulnerables son atendidos. En última instancia, debemos hacer lo mejor posible para lograr que la sociedad regrese a la normalidad, cuando los sacrificios que han caracterizado a nuestra respuesta al COVID-19 han superado en mucho a los beneficios.

Ethan Yang se unió al American Institute for Economic Affairs (AIER) en el 2020 como pasante en la parte editorial y es graduado del Trinity College. Recibió un BA en Ciencia Política junto con una materia secundaria en Estudios Legales y Organizaciones Formales. Sirve actualmente como Coordinador de la Región Noreste de Estudiantes por la Libertad y como director del Centro para el Estudio de la Libertad Humana en el Trinity College. Previo a unirse al AIER, fue pasante en organizaciones como el American Legislative Exchange Council, en el Senado del estado de Connecticut y en el Cause of Action Institute.