ACERCA DE “USTEDES NO CONSTRUYERON ESO”

Por Donald J. Boudreaux

American Institute for Economic Research
7 de agosto del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/on-you-didnt-build-that/

En una parada de campaña, el 13 de julio del 2012, en Roanoke, Virginia, el presidente Barack Obama de (in)fausta memoria dispensó este pequeño pedacito de información a empresarios exitosos: “Ustedes no construyeron eso.” (You didn’t build that.) De inmediato, el presidente fue mal interpretado. Muchos dijeron que él se equivocó al haber acusado a muchos arduos luchadores dueños de restaurantes, a fundadores intrépidos de empresas de construcción y a financistas que asumieron riesgos en Apple y otras empresas rentables, de que, en realidad, ellos no habían construido sus empresas. No obstante, lo que el Sr. Obama de hecho dijo es que la gente de negocios exitosa no era posible que hubiera llegado a ser exitosa sin tener ayuda de muchos otros ̶ incluyendo en especial, en la mente del Sr. Obama, a funcionarios de gobierno.

El Sr. Obama está en lo correcto en que el éxito de ninguna persona en una economía de mercado es, literalmente, “logrado por uno mismo.” (La primera persona que yo encontré -eso fue muchas décadas atrás- y que explícitamente identificó la tontería del mito del “hombre que se hizo a sí mismo,” es Thomas Sowell.) También, el Sr. Obama está en lo correcto en cuanto a que toda empresa en Estados Unidos descansa en carreteras y puentes construidos por el gobierno, así como sobre otros proyectos gubernamentales, como educación suministrada por el estado y financiamiento para la investigación. Pero, a partir de esta realidad mundana, progresistas como el Sr. Obama y la senadora Elizabeth Warren derivan dos implicaciones equivocadas.

¿EN COMPARACIÓN CON QUÉ?

La primera derivación errada es que, si un bien o servicio es suministrado por el gobierno, entonces, necesariamente el gobierno promueve el bienestar de todos quienes usan ese bien o servicio. Es posible que la provisión por el gobierno de algún bien o servicio sea genuinamente útil, pero, la simple provisión, en sí, no implica tal utilidad ̶ al menos no cuando se le compara con alternativas.

Considere una carretera construida, propiedad de y mantenida por el gobierno ̶ por ejemplo, la Interestatal 95 en la Costa Este de Estados Unidos. Es cierto que, al momento, las empresas privadas usan esta carretera. Muchos empleados de empresas van de ida y regreso a sus trabajos sobre la I-95. De la misma forma, esta carretera es parte de la ruta que toman los camiones que entregan suministros a negocios y que los negocios usan para enviar sus productos al mercado.

Pero, suponga que el gobierno no construyó carreteras. Los innovadores y empresarios son maravillosamente hábiles en resolver formas que logren rentablemente -es decir, eficientemente- satisfacer las demandas de los consumidores. Y las ganancias que se obtienen a partir de satisfacer eficientemente la demanda de los motoristas de una carretera de acceso limitado y de múltiples carriles -o de una serie de carreteras conectadas- que va desde Miami hasta el norte de Maine, casi que en verdad habría incitado a empresarios a construir y operar esa carretera, si el gobierno no hubiera hecho la I-95.

Si este contrafactual es cierto, ¿se debe alguna gratitud especial al gobierno? La respuesta depende de si la carretera privada que nunca fue construida, habría sido mejor o peor que la I-95, ante los ojos de aquellos servidos por la carretera. Si la I-95 es superior a cualquier otra alternativa que los empresarios privados habrían construido, entonces, el gobierno, en este caso, jugó un papel productivo. Gracias, gobierno. Pero, si la I-95 es inferior a su alternativa nunca construida, entonces, el gobierno desempeñó un papel improductivo. Nos debe una disculpa por desperdiciar recursos en un proyecto que impidió la creación de una carretera mejor.

Dejo que el lector sea quien especule acerca de la calidad posible de un sistema de carreteras interestatales privadas, comparado con el sistema existente en Estados Unidos de carreteras interestatales ̶ un sistema diseñado, construido y mantenido por el gobierno.
Un análisis casi idéntico debería hacerse acerca de las escuelas. ¿Qué gracias especiales les deben los estadounidenses a las escuelas propiedad de y operadas por el gobierno, si, en ausencia de esas escuelas, los ciudadanos en sus capacidades privadas habrían construido y operados mejores escuelas?

¡USTED PAGÓ POR ESO!

La segunda deducción errada derivada de la frase recriminatoria “Ustedes no construyeron eso” es que esas personas que son exitosas, permanecen perpetuamente en deuda con cada uno de los incontables individuos, cuyos esfuerzos contribuyeron a ese éxito. En efecto, en la sociedad comercial cada uno de nosotros depende, casi cada segundo de nuestras vidas, de los esfuerzos de incontables personas, en que casi todas nos son extrañas. A pesar de ello, esta realidad no implica que todo mundo esté por siempre aumentando deudas económicas y éticas con todos los demás.

Hace pocos días, Joyce Chang me cortó el pelo. Debido a que ido donde Joyce por 19 años a cortarme mi cabello, no le sorprenderá saber que quedo complacido cada vez que salgo de su negocio. Y esto seguro que, si hubiera pasado 19 años sin cortarme el cabello, económicamente habría sido menos exitoso. Si mi pelo me llegara hasta la parte más baja de mi espalda, ciertamente habría recibido muchas menos invitaciones para hablar y aparecer en la televisión, de las que he recibido.

Así que, ¿le debo a Joyce esa porción de mi ingreso que me he ganado, debido a que mi cabello es mantenido bajo un estilo que no desalienta a la gente para que me invite a hablar? Por supuesto que no. Además del hecho de que podría haber logrado que alguien distinto de Joyce me cortara el cabello, yo le pago a Joyce cada vez que voy a que ella corte mi pelo. No he tomado nada que es de ella. No le he pedido prestado nada a ella. El excelente servicio que Joyce me brinda es uno por el cual yo la compenso plenamente.

Y, lo que es cierto acerca de mi relación económica con Joyce, es cierto acerca de mis relaciones económicas con cada uno de los millones de otros individuos, cuyas actividades productivas mejoran mi bienestar económico. Yo le pago al supermercado. Yo le pago a mi vinatero. Yo le pago a mi médico. Yo le pago mi hipoteca al banquero. Yo le pago al mecánico del carro. Estos pagos borran cualquier deuda que, de otra forma, tengo con estos proveedores.

Similarmente, me imagino que he contribuido al bienestar de otros. O, esa es mi esperanza sincera. Desde 1982 he enseñado economía y estudios legales a más de 10.000 estudiantes. La mayoría de estos hombres y mujeres jóvenes continuaron hasta graduarse, para disfrutar de carreras que les recompensaran. Pero, ninguno me debe un centavo. Se me pagó plenamente por los servicios de enseñanza que les brindé.

En este sentido, los bienes y servicios suministrados por el gobierno no son diferentes. Con alguna excepción extraña, cada funcionario de gobierno, cada empleado del gobierno, cada contratista del gobierno y cada proveedor del gobierno, es totalmente pagado por lo que sea que el gobierno adquiere de él o ella. Y así, incluso si todo lo que el gobierno hace es productivo sin ambigüedades, la gente que tiene éxito en los mercados no le debe nada al estado.

Por desgracia, surge una complicación cuando el gobierno aparece en el panorama. Surge de la habilidad exclusiva del gobierno de adquirir “legalmente” bienes y servicios sin pagar por ellos ̶ como lo hace, por ejemplo, al reclutar soldados o cuando usa la expropiación sin compensar justamente a aquellos cuya propiedad les es quitada. Los individuos que apoyan acciones gubernamentales de hecho se endeudan -ética, si no es que legalmente- con aquellos cuyas propiedades o vidas son apropiadas por el estado. De la misma forma, tal redistribución no ética ocurre en el grado en que los impuestos que paga un individuo lo son sin su consentimiento, dado que ese “pago” implica que el valor de los beneficios obtenidos del gobierno por este contribuyente, son menores al costo que este contribuyente se ve obligado a pagar.

No obstante, estas complicaciones no hacen nada por justificar el alegato de que la provisión por el gobierno de algunos bienes y servicios, crea entre los ciudadanos una deuda con el estado.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.