Cuando se hable en nombre de “la ciencia” haga lo propio de ella: confirme si lo dicho es la opinión de algún político o un “experto” público o si es el consenso vigente al momento en el gremio científico. Mucho se habla en nombre de “la ciencia,” pero a menudo eso no es más que una justificación de decisiones de políticos. Aquello es especialmente cierto cuando se trata de algo novedoso, como el COVID-19, en donde “la ciencia” está apenas en el proceso de ir descartando hipótesis mediante mejores conjeturas. Será con el paso del tiempo cuando sabremos más y mejor de algo.

EN VEZ DE ELLO, SIGAMOS LA HISTORIA DE LA CIENCIA

Por Robert E. Wright

American Institute for Economic Research
24 de agosto del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en Robert E. Wright, Let’s Follow the History of Science Instead.

El aspirante a la presidencia por el partido demócrata, Joe Biden, es sólo el político de mayor perfil que les ha prometido a los electores que él “escuchará a los científicos” (listen to the scientists), ordenará usar mascarillas y, de nuevo, pondría en cuarentena a la economía si aquellos se lo aconsejaran. Hasta los humildes miembros del concejo de la ciudad de Milledgeville, Georgia ( city council of Milledgeville, Georgia) invocan a la “ciencia” en cuatro páginas de “considerandos,” diseñados para justificar una orden, básicamente sin dientes, que contradice directamente la ley de Georgia contra usar mascarillas en público (against wearing masks in public) (excepto en ciertas festividades, supuestamente para prevenir el crimen) y que la aplicación de la medida en algunos lugares de la ciudad de 50.000, aparentemente depende del tamaño de las letras en un aviso en las puertas.

Ciertamente, estos son tiempos extraños. Uno se pregunta por qué del todo necesitamos elegir a políticos, si ellos simplemente se lo remiten a “los” científicos. Ah, pero, ahí es donde aprieta el zapato. ¿Cuáles científicos? Ellos no se ponen de acuerdo en mucho, en especial cuando se trata del novedoso coronavirus y las mascarillas y cosas como esas. (¡Tan sólo mire la letanía de artículos en el sitio en la red del American Institute for Economic Research (AIER website) que hacen una crónica de los disentimientos!

¿Deberemos sólo escuchar a “los” científicos que están en la planilla del gobierno? Pero, entonces, esencialmente, ¿no serían ellos dictadores no electos y que no tienen que rendir cuentas? Eso suena vagamente antidemocrático. ¡Delicado, este terreno!

Además, la última vez que revisé, “los” científicos no tienen una experticia política en economía. Tal vez eso no importa cuando tampoco muchos economistas tienen experticia política en economía. Entonces, ¿es ese el papel de los políticos? ¿Decidir qué tipo de científicos son los que logren dictar en diferentes áreas de políticas? Tal vez, ¿escuchará Biden a “los” economistas acerca del diseño de naves espaciales o en tácticas militares? ¡Yo pagaría por ver eso! (Seriamente, sería un despilfarro horriblemente caro que ciertamente elevaría mis impuestos.)

En todo caso, ¿por qué es tan importante “escuchar a los científicos? ¿Son ellos súbitamente menos falibles que antes? Porque, enfrentemos las cosas, por lo general “los” científicos tienen un registro histórico bastante pobre.

Sabía usted que “los” científicos en cierto momento creyeron:

1. Que la tierra es un disco plano, no una esfera, y que reside en el centro del sistema solar e incluso del universo entero.

2. Que dicha tierra fue creada hace alrededor de 6.000 años.

3. Que formas de vida complejas surgen espontáneamente de la materia inanimada.

4. Que las especies evolucionan al heredar características adquiridas.

5. Que la enfermedad surge de un desbalance en los humores corporales o malos aires (¡miasma!) y, en ambos casos, se restaura mejor drenando la sangre de la persona afligida o aplicando dosis masivas de mercurio.

6. Que los pensamientos maternales causan defectos de nacimiento.

7. Que los seres humanos no son todos iguales, sino que están compuestos por razas, algunas de las cuales son superiores a otras. ¡Tan sólo mida sus cráneos como prueba!

8. Que el flogisto y el calórico existen y explican la combustión.

9. Que, si usted cultiva un área, aumentará la lluvia en esa área. “La lluvia sigue al arado.”

10. Que en los años setenta otra era de hielo dependía de nosotros.

Y esa es una pequeña muestra de las ideas absurdas e indignantes sostenidas en algún momento por “los” científicos. (Para embustes más recientes, lea esto (read this)). Todas estas ideas han sido descartadas por el propio funcionamiento de la ciencia, así que, por favor, no se equivoque en cuanto a mi punto. El método científico es uno de los pocos métodos racionales de pensamiento que (algunos) humanos emplean y que ayuda a refinar nuestro entendimiento de fenómenos importantes con el paso del tiempo.

El punto es que “los” científicos a menudo se equivocan, y mucho, en especial a inicios de un estudio de algún aspecto de la vida real. Pero, la materialización de que el entendimiento de “los” científicos mejora con el paso del tiempo, en vez de emanar plenamente forjado desde sus cabezas, como Júpiter, da a luz a una paradoja:

Entre más novedoso es el coronavirus que causa el COVID-19, menos exactos pueden “los” científicos acerca de él, y, por tanto, menos confiables son sus recetas de políticas. (Piense como nuestros descendientes se burlarán de nuestra creencia de que las mascarillas disminuían la transmisión viral.)

Por el contrario, entre menos novedoso es el virus, más peso tiene “la” evidencia científica contra las cuarentenas, órdenes de usar mascarillas, y otras novedosas recetas de políticas. Recuerden, las órdenes generalizadas de cuarentenas/quédese en su casa son políticas totalmente nuevas, que se pensaron eran poco políticas, imprácticas y como una purga, hasta ahora con la crisis actual (until the current crisis). No son nada como las cuarentenas de antaño, que separaban de lejos sólo a los enfermos, o cordón sanitario, los que eran limitados geográficamente y en una extensión temporal y constitucional (of limited geographical and temporal extent and constitutionality). Y aparte de ambientes clínicos, la eficacia de las mascarillas depende del tipo de mascarilla, cómo es usada (depends on the type of mask, how it is worn), y de qué es lo que está o no está haciendo, quién la usa en ese momento.

Así que, lo que Joe Biden y otros políticos que invocan a “los” científicos” realmente dan a entender es “Me importa poco acerca de que usted tome decisiones difíciles, así que voy a delegarlo en un grupo del cual pienso que usted es lo suficientemente tonto, como para someterse sin cuestionamiento.” Por supuesto, ellos nunca admitirán eso, así que debe seguir siendo algo especulativo, pero está totalmente de acuerdo con la Teoría de la Elección Pública.

Un político que realmente tuviera en su corazón el interés público, en vez de ello, diría; “Los tiempos son difíciles. Algunos estadounidenses han muerto por una causa natural y es posible que más lo hagan. Por desgracia, no hay mucho que podamos hacer, pues los virus viven según sus propias reglas, no por las nuestras.” Las órdenes ejecutivas y las guerras metafóricas no pueden detenerlos. Obviamente, es inconstitucional, y profundamente inmoral, ordenar la muerte de alguna gente (por suicidio, asesinato, cuido médico pospuesto, ingreso reducido y la miríada de otros costos por la cuarentena (and the myriad other costs of lockdown)) para poder salvar a otros. Y no podemos hacer lo obvio y ofrecer una vacuna viva a voluntarios para construir rápida y constitucionalmente la inmunidad comunitaria, porque no hay suficiente ganancia en eso. Así que, tenemos que esperar hasta que esté disponible una vacuna moderna cara en los próximos X meses hasta Y décadas. Hasta ese entonces, trate de proteger a la gente más vulnerable en sus vidas y recuerde, las mascarillas y el distanciamiento social no son panaceas.”

Por supuesto, esas no serían las palabras de un simple político; serían las palabras de un verdadero estadista.

Robert E. Wright es (co) autor o (co) editor de más de dos docenas de libros importantes, series de libros y colecciones editadas, incluyendo Financial Institutions publicado por el AIER (2019). Robert ha enseñado cursos de negocios, economía y de política en la Universidad Augustana, la Escuela Stern de Negocios de la Universidad de Nueva York, la Universidad de Virginia y en otras partes desde que obtuvo su PhD. en Historia de la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo, en 1997.