¿Se acuerdan cuando nos hablaban maravillas del socialismo venezolano? Pero recientemente han dejado de hacerlo. Ojalá eso fuera porque se han convencido de que el socialismo no funciona y no porque escogieron un silencio sádico, manteniéndose prestos a intentar de nuevo el socialismo en otras naciones, aunque fracasará por igual.

SÍ, FUE EL “SOCIALISMO VERDADERO.” NO, NO DEBERÍAMOS INTENTARLO DE NUEVO

Por Art Carden

American Institute for Economic Research
22 de agosto del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/yes-it-...dnt-try-again/

El resurgimiento en los últimos años de los autodescritos “socialistas democráticos”, me deja algo confundido. No es algo así como que si no tuviéramos un registro sólido acerca del socialismo ̶ y uno que fue previsto por Eugene Richter, mucho antes de que los bolcheviques subieran al poder en Rusia (one that was foreseen by Eugene Richter well before the Bolsheviks rose to power in Russia). ¿Qué es lo que pasa?

En su libro del 2019, Socialism: The Failed Idea That Never Dies, Kristian Niemietz, del Institute of Economic Affairs de Londres explica un “romance de la gente” en tres actos, pidiendo prestada la frase de Daniel Klein (Daniel Klein’s phrase). El primer acto, poco después de la Revolución, es la “luna de miel.” Los defensores del noble experimento les dan un pellizco a los escépticos detractores neoliberales, al señalarles un aparente éxito en el corto plazo. Dicen cosas como “los detractores dijeron que el socialismo no podía funcionar, pero [inserte aquí el nombre de la última monada socialista] ¡muestra lo contrario!” Ellos proclaman, como lo hizo el periodista Lincoln Steffens al ver la economía soviética en operación, “He visto el futuro, ¡y funciona!”

Excepto que, no lo hace. Con el paso del tiempo, las contradicciones internas del socialismo empiezan a sobrepasar las ganancias del corto plazo. Esto conduce al acto dos, el de la fase de las “excusas” y la de “y qué con eso.” Aquí, aprendemos que la agricultura colectivizada o “reforma agraria” habría funcionado si el clima hubiera cooperado. O aprendemos que no fue el socialismo el que falló; más bien, que se derrumbaron los precios del petróleo. O aprendemos que el socialismo puede tener sus problemas, pero que, tampoco el capitalismo es perfecto.

Finalmente, Niemietz hace ver que terminamos en el acto tres de la historia de la apologética socialista: la fase del “socialismo no verdadero.” Aquí, aprendemos que el “socialismo no es que ha fallado; es que el socialismo no ha sido intentado.” El entusiasmo temprano por el experimento del régimen como prueba de que el socialismo podría funcionar, termina en un basurero de la memoria, y los apologistas del socialismo alegan que la URSS, China, Camboya y otros lugares no eran el “socialismo verdadero,” aún cuando muchos de esos mismos apologetas estaban clamando que esas sociedades eran pruebas de que el socialismo podía funcionar, al menos durante la fase de la luna de miel. Como lo escribe él en la página 63 [Nota del Traductor: el libro puede ser obtenido gratis en https://iea.org.uk/publications/soci...at-never-dies/]

“…los porristas de Occidente volaron en miles hacia la Unión Soviética y regresaron cargados de elogios. En esa época, la afirmación de que el estalinismo no constituía el “verdadero” socialismo había sido considerada un disparate.”

El estalinismo no llegó a ser un “socialismo no verdadero” hasta que sus fracasos fueron demasiado obvios como para ignorarlos. En todo caso, no fue algo que los defensores del régimen no supieran que estaba pasando. Niemietz cita a Upton Sinclair, autor de The Jungle [La Jungla], en la página 79: “Nunca ha existido en la historia humana un cambio social tan grande sin asesinatos.” Y cita a Jean Paul Sartre en la página 108:

“Un régimen revolucionario debe deshacerse de cierto número de individuos que lo amenazan y no veo otros medios para ello más que la muerte; siempre es posible salir de una prisión; los revolucionarios de 1793 probablemente no mataron suficiente gente.”

Esto parece ser evidencia de la tesis de Bryan Caplan, de que el comunismo “nació malo” en su prólogo a la nueva edición de Pictures of the Socialistic Future (a new edition of Pictures of the Socialistic Future): Como le dice Caplan, el totalitarismo fue parte del idealismo soñado de los primeros comunistas. En apariencia, el asesinato en masa fue una característica, más que un error.

Niemietz describe varios ejemplos y muestra cómo el patrón se repite a sí mismo, una y otra vez, en la URSS, China, Camboya y en todas partes. ¿Por qué, a pesar de una evidencia abrumadora, le gente se ata a una visión socialista? Niemietz lo pone de esta forma en la página xiv:

“El caso a favor del capitalismo es contraintuitivo: para la mayoría de nosotros, el capitalismo se siente como algo que es malo. En contraste, el socialismo armoniza con nuestras intuiciones morales. Simplemente, el socialismo se siente como algo que es bueno.”

Sin embargo, los sentimientos pueden ser engañosos y las buenas intenciones no se traducen fácilmente en buenos resultados. El socialismo, como lo explica Niemietz, ha fracasado repetidamente. Nunca muere ̶ aun cuando debería.

Este artículo se basa en mi reseña de Socialismo: La idea que nunca muere de Kristian Niemietz (my review of Kristian Niemietz’s Socialism: The Failed Idea That Never Dies), la cual apareció en la revista del Instituto Cato, Regulation.

Art Carden es compañero sénior del American Institute for Economic Research. También es profesor asociado de Economía en la Universidad Samford, en Birmingham, Alabama.