Esta información debe hacernos pensar claramente. De hecho, ya aquí se ha anunciado que debe revitalizarse el proceso de vacunación en el país, lo que es apreciable. No obstante, debemos tener muy presente que, cuando se hace una cosa, en vez de hacer otra, hay un costo: que los recursos usados en hacer lo primero imposibilitan que esos mismos recursos sean usados para lograr lo segundo. A esto se le llama el costo de oportunidad. Este costo de oportunidad debe tomarse en cuando se habla del impacto en la salud de las medidas para luchar contra el COVID-19.

¿QUÉ ENFERMEDADES ESTÁN AUMENTANDO CUANDO LUCHAMOS CONTRA EL COVID-19?

Por Fiona Harrigan

American Institute for Economic Research
5 de agosto del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/which-d...ight-covid-19/

La batalla contra el COVID-19 ha sido un impresionante y trágico acto de balanceo. Reabrir prematuramente a los países, dice la sabiduría, conducirá a un aumento en casos y muertes; en el otro lado de la escala, las tasas de desempleo crecientes y los cierres de negocios amenazan con una pobreza inconmensurable. La mayoría de las naciones ha escogido: ellas han elegido permanecer inactivas y frenan sus economías en el nombre de salvar vidas.

En un sentido literal puede ser difícil argüir contra ese balance, que intenta prevenir una pérdida humana extensa. Pero, la realidad difícilmente es así de fácil.

Nuestro brío por derrotar al COVID-19 ha ocasionado que nos hagamos complacientes en torno a incontables enfermedades, alguna de las cuales estaban en proceso de erradicación. Y, si bien el mundo puede haber hecho una pausa en lograr esos objetivos, de ninguna manera significa que esas enfermedades se hayan desvanecido.

Intuitivamente, el equipo y los suministros médicos escasos deben designarse según las necesidades más apremiantes. En efecto, el COVID-19 ha mostrado ser devastador para ciertas poblaciones y en muchas partes del mundo, lo que requiere esas asignaciones. Pero, hacer esos esfuerzos significa que ignorar otros. Combine esa fijación con el hecho de que las cadenas de suministros han sido totalmente trastocadas y que abundan las escaseces médicas, y el desastre epidemiológico es prácticamente inevitable.

Al continuar el mundo combatiendo colectivamente una enfermedad, vale la pena discutir acerca de otras ante las que nos hemos tapado los ojos. Debido a que ellas pueden no tener tanto interés periodístico como el COVID-19, el daño que ellas infligen podría mostrar ser igual de devastador.

LA POLIO, CASI ELIMINADA, ESTÁ DE REGRESO

Durante un tiempo, la polio fue una de las enfermedades más aterradoras en Estados Unidos. Anualmente, alrededor de 35.000 personas estuvieron paralizadas durante los años cuarenta ̶ una métrica particularmente desafortunada, dado que la enfermedad afecta (affects) principalmente a niños menores de 5 años de edad. Los padres mantuvieron a sus hijos dentro de sus casas durante el último verano de la “temporada de polio” (polio season) y los supervivientes fueron conservados con vida (kept alive) en pulmones de acero.

Parecía que todo cambiaría después de que Jonas Salk descubrió (discovered) una vacuna efectiva en 1953. Pronto empezó una vacunación generalizada en Estados Unidos, y la nación oficialmente eliminó (eliminated) la polio en 1979.

Desde 1988, las campañas globales de vacunación habían conducido a un descenso (decrease) de más de un 99 por ciento en los casos de polio, con más de 16 millones de personas salvadas (saved) de la parálisis, según una estimación de la Organización Mundial de la Salud. Actualmente, la polio es endémica (endemic) en dos países ̶ Paquistán y Afganistán. También allí se estaba más y más cerca de completar la erradicación.

Pero, al poner el mundo sus miradas en el COVID-19, la polio ha llegado a prosperar ante el descuido. En Afganistán, la polio se presentó (arose) en tres provincias, que no habían reportado casos del virus por tanto tiempo como cinco años. El país pudo sólo completar (complete) dos campañas de vacunación contra la polio antes que el COVID-19 tomara el control, aún cuando, típicamente, lleva a cabo hasta diez por año. Desde enero, Paquistán ha reportado (reported) al menos 59 casos del virus. Ahora, las autoridades médicas de la nación están luchando (scrambling) por reasumir las campañas de vacunación.

Debido a que la polio no puede sobrevivir (cannot survive) por mucho tiempo fuera del cuerpo humano, es una de las pocas enfermedades que podemos eliminar del todo. Esta es la razón por la que su resurgimiento es tan peligroso ̶ y desgarrador. La polio es una amenaza en tanto continúen apareciendo casos alrededor del mundo, sin importar cuán pocos.

El balance es claro. Al escoger los países sus batallas, algunos esfuerzos quedarán en el camino. Y ya han quedado ̶ al menos 13.5 millones de niños alrededor del mundo son ahora vulnerables (vulnerable) ante la polio, debido a la suspensión de las campañas de vacunación, las líneas calientes que operan las 24 horas del día para reportar la polio en Nigeria y Paquistán básicamente reciben llamadas por el COVID-19, y millones de vacunas almacenadas pueden perder (lose) su eficacia, si permanecen guardadas por mucho más tiempo.

EL VIH ES TODAVÍA UNA EPIDEMIA GLOBAL

Desde que empezó la epidemia del VIH, se estima en 75.7 millones el número de personas que ha contraído (contracted) la enfermedad incurable. A menudo, quienes contrajeron el VIH antes que estuviera disponible un tratamiento desarrollaron el SIDA, como lo hacen ahora los pacientes que resultan positivos y que no pueden tener acceso al tratamiento. El SIDA deja a los pacientes inmunocomprometidos severamente y susceptibles a infecciones oportunistas mortales, que han matado a uno estimado de 32.7 millones de personas desde el inicio de la pandemia.

En algún momento, ser diagnosticado con VIH era de hecho una sentencia de muerte, pero, ahora, los avances en la prevención y tratamiento ofrecen una esperanza en la batalla global contra la enfermedad. Las tácticas efectivas incluyen exámenes para identificar quién puede estar expandiendo el VIH y la administración de terapia antirretroviral para prevenir que gente positiva con el VIH infecte a otros y desarrolle el SIDA.

Por desgracia, las tasas de pruebas se han tambaleado. La Dra. Mónica Gandhi, directora del Centro para la Investigación del SIDA en la Universidad de California en San Francisco, reportó (reported) que, desde el inicio del COVID-19, las pruebas para VIH habían disminuido en un 90 por ciento en San Francisco. En Boston, ese descenso llegó (reached) al 85 por ciento. Según (According) Gandhi, “Ha cambiado el mensaje de venga temprano y hágase la prueba del VIH. Ahora a la gente se le dice que se mantenga alejada.”

Puede que también sea (prove) inasequible en breve un tratamiento apropiado, dadas las disrupciones vigentes en la cadena de suministro y a cierres en las fronteras internacionales, que impiden los envíos. Al 6 de julio, 73 países estaban en riesgo de agotar (exhausting) sus suministros de drogas antirretrovirales, con 24 reportando escaseces críticas. En esas 24 naciones, alrededor de 8.3 millones de personas descansan (rely) en la terapia antirretroviral ̶ aproximadamente un tercio de las personas que reciben el tratamiento VIH en todo el mundo.

Para pacientes con acceso a la medicación, el VIH puede convertirse en una enfermedad crónica, en vez de una sentencia de muerte. Pero, para que un tratamiento funciones, los pacientes deben adherirse a un régimen estricto. Una disrupción de ese proceso, pone en riesgo a los pacientes de desarrollar el SIDA y otras condiciones mortales. Aún más, la medicación apropiada reduce la carga viral (viral load) de un paciente, haciendo que efectivamente el virus se haga intransmisible. Las interrupciones al tratamiento no sólo afectan a los pacientes que hoy tienen el VIH ̶ ellas ponen en riesgo a los contactos de esos pacientes.

Aunque se admite que es difícil predecir el proceso de una enfermedad, una proyección ofrecida por la OMS y el ONUSIDA estima (estimates) que, una disrupción de seis meses en la terapia antirretroviral, resultaría en 500.000 muertes tan sólo en el África Sub Sahariana. Décadas de investigación nos han enseñado cómo derrotar esta enfermedad, pero, dado que muchas clínicas se han visto obligadas (forced) a limitar o suspender los servicios VIH, en favor del cuido por el coronavirus, este progreso difícilmente obtenido, pronto puede quedar deshecho.

LA TUBERCULOSIS, LA ENFERMEDAD INFECCIOSA MÁS MORTAL DEL MUNDO
Allá en la década de 1880, la tuberculosis mató (killed) a una de cada siete personas que vivía en Estados Unidos y Europa. En resumen, se piensa que tomó (taken) más de mil millones de vidas entre 1800 y el 2017. La tuberculosis activa es verdaderamente imponente si se deja de tratar ̶ eventualmente muere (die) un 80 por ciento de los pacientes que se enferman y no reciben atención médica.

En Occidente, las autoridades de salud pública pusieron en práctica (implemented) una estrategia de “buscar, tratar y prevenir” a fin de detener la enfermedad en su marcha. Una combinación de trazado de contactos, tratamiento y terapia preventiva ayudó a esos países a detener la plaga blanca (white plague) o tuberculosis. Y, ahora, programas similares se enfrentan a la enfermedad en regiones en donde sigue (remains) prevaleciente; esto es, en el Sureste de Asia, África y el Pacífico Occidental. Gracias a estos esfuerzos, la tasa de mortalidad por la tuberculosos cayó (dropped) en un 42 por ciento entre el 2000 y el 2017. Millones de vidas fueron salvadas.

La mayoría de los casos de tuberculosis puede curarse (cured) en el curso de seis meses con cuatro antibióticos, un régimen que se ha convertido en el eje de campañas (campaigns) globales. Por desgracia, muchos pacientes de tuberculosis terminan sus tratamientos prematuramente, a menudo debido a escaseces de medicinas o la carencia de guía por parte de profesionales de la medicina. Aquellos, a la larga, desarrollan (develop) una resistencia a la medicina, y algunas cepas de la enfermedad del todo son intratables (untreatable). Estos pacientes, y los que pasan sin ser diagnosticados, son peligrosos, dado lo transmisible de la tuberculosis ̶ una persona con la enfermedad activa puede infectar (infect) a otras 10 o 15 en el lapso de un año.

No es necesario decir que la negligencia ante la tuberculosis podría mostrar ser catastrófica, en particular en ciertas partes del mundo más en desventaja. Pero, por el contrario, muchos de los países más susceptibles a la tuberculosis han desviado su atención hacia el COVID-19. Para mediados de junio, 78 por ciento de los programas de tuberculosis alrededor del mundo han experimentado (experienced) trastornos.

Con alrededor de 10 millones de personas contrayendo la tuberculosis cada año -y cada día con más de 4.000 muriendo por la enfermedad- ahora son inevitables los aumentos de casos y muertes, al haberse interrumpido las campañas globales de programas agresivos de prevención y tratamiento. Y, tal vez, aún más exasperante, los pacientes de tuberculosis son la demografía que posiblemente muera (die) más por el COVID-19. En efecto, el descarte de los programas de tuberculosis está empeorando los efectos del COVID-19.

EL DILEMA

Difícilmente sean estas las únicas enfermedades enfurecidas a la par del COVID-19. La República Democrática del Congo concluyó (concluded) una lucha contra el ébola en junio, tan sólo para encarar (face) otra en julio. Yemen aún está sacudida por el cólera, y Singapur está en camino de experimentar (experience) el mayor brote de dengue de su historia.

Los países están intercambiando el COVID-19 por la parálisis del polio, por diagnósticos de toda una vida con VIH y por muertes prevenibles de la tuberculosis. Trágicamente, las poblaciones menos afortunadas se verán desproporcionadamente afectadas. La mitad de las 10 principales causas de muerte en naciones de bajos ingresos son enfermedades infecciosas (infectious diseases), que incluyen varias de las condiciones citadas en este artículo. Ellas requieren de prevención y tratamientos extensos, que ahora son más difíciles de obtener como nunca antes.

Dedicar algo o todos los recursos médicos a una causa, los remueve necesariamente de otra. En el mundo hay tan sólo cierta cantidad de enfermeras, clínicas y seringas. Pero, la división de esos recursos, en su situación actual, bien puede estar equivocada. La retórica de a cualquier costo, puede mostrar ser efectiva contra el COVID-19, pero, de ninguna forma toma en cuenta a enfermedades muy reales y sumamente mortales que continúan diseminándose alrededor del globo.

Los defensores de las medidas de prevención del COVID-19 están perfectamente dispuestos a discutir acerca de las vidas que son salvadas (saved) a expensas del progreso económico. Pero, ¿cuándo existirá el reconocimiento generalizado de que esas mismas medidas podrían ocasionar que, millones de personas alrededor del mundo, contraigan -y mueran por ello- otras enfermedades prevenibles? ¿Están, de alguna manera, esas vidas exentas de nuestro recuento del balance?

Fiona Harrigan se unió al American Institute for Economic Research (AIER) en el 2020 como Investigadora Interna. Actualmente es una contribuyente asociada con Young Voices. Sus artículos han aparecido en el Wall Street Journal, el Orange County Register y en otros medios locales y nacionales. Antes de unirse a AIER, ella trabajó para la Fundación para la Educación Económica.