MI POSICIÓN ANTE EL CIERRE Y REAPERTURA DE LAS ESCUELAS Y COLEGIOS

Por Jorge Corrales Quesada


Quiero en esta oportunidad referirme a un tema que, en el actual ambiente de pandemia, es sin duda sensible en nuestra sociedad, cual es el cierre de nuestras escuelas, desde kínder a colegio. Es evidente que hoy el tema se discute en ambientes como el MEP, pero creo que es indispensable que la ciudadanía participe más en esa decisión, que en su momento se habrá de tomar, la de reabrir clases cerradas casi desde marzo a la fecha; esto es, casi un semestre de clases.

He meditado acerca de si debería comentar sobre el tema, pero no cedo a ninguna autocensura, pues uno no sólo trata de que, entre sus capacidades, pueda dar ideas que ayuden a forjar la opinión de las personas acerca de ciertos temas, sino porque considero que es hasta inmoral no hablar de un asunto esencial para nuestra vida en sociedad. Es crucial entender el problema y las razones para que volvamos a abrir las escuelas. Es obvio que habrá divergencias, pero sólo en un orden totalitario, bajo una pretensión de omnisapiencia de planificadores centrales, ellas no son bienvenidas, cuando es hasta deseable que haya una diversidad de opiniones, en vez de que sólo rija la obediencia a lo que aquellos ordenen. Debemos aprender a partir de la crítica (opinión de alguien acerca de un tema que puede ser razonablemente valiosa), pues no sólo somos falibles, sino también ignorantes en muchas, muchas, cosas y, por ello, aprendemos y progresamos a partir de la crítica.

Daré las razones por las que considero deben reabrirse nuestras escuelas, como parte de la eliminación de una serie de restricciones que han mostrado, y mostrarán, una serie de resultados no previstos por quienes decidieron imponerlas, resultados que afectan negativamente a muchas personas en sociedad. En este caso, iré más allá de los efectos del cierre sobre el grupo específico de los estudiantes, para hablar de otros efectos sociales y económicos que deben tomarse en cuenta.

1. Los jóvenes en edad escolar corren un riesgo excesivamente menor ante el virus que otros grupos como los adultos mayores o personas con comorbilidades, y con respecto a la sociedad como un todo. Esto ya ha sido observado en muchos estudios de muchos países. El riesgo es muy bajo en ese grupo etario, no sólo en cuanto a la posibilidad de contraer la infección, diseminarla y en su mortalidad, sino con respecto al resto de las personas. (Obviamente un niño puede tener lo que se denominan comorbilidades, que son enfermedades que se tienen al mismo tiempo que se sufre otra enfermedad, como este caso del COVID-19. Hay niños diabéticos, los que padecen de presión elevada o cáncer, etcétera, que obviamente son casos especiales, más riesgosos, que deberán tratarse de manera diferente a los escolares, en general).

2. El riesgo de contraer el virus es menor en niños que en adultos. Para entender la razón de ello, comparto de un artículo en la revista The Atlantic del 15 de mayo, titulado “¿Por qué el coronavirus golpea tan diferentemente a los niños y adultos?”: “los sistemas inmunológicos cambian con la edad, debilitándose y fortaleciéndose de maneras diferentes. El cuerpo de un adulto puede estar mejor armado contra amenazas con las que está familiarizado, pero ser inflexible ante las nuevas… Como el COVID-19, [los virus conocidos como] SARS y MERS fueron causados por virus enteramente nuevos para los humanos y los sistemas inmunológicos no están acostumbrados a virus enteramente nuevos… En niños, por otra parte, constantemente están lidiando con virus que no son necesariamente nuevos, pero que son nuevos para ellos.” Y el artículo cita a la inmunóloga Donna Farber de la Universidad de Columbia, “Todo lo que un infante ve, o lo que un niño pequeño ve, es nuevo, así, su sistema inmunológico está listo para luchar ante un nuevo patógeno de distintas maneras.”

3. La escuela es relativamente un lugar mucho más seguro que muchos ambientes hogareños. Hay mayores posibilidades de control en ese ámbito, comparado con muchos hogares, ya sea que estén o no solos. Esto es especialmente relevante en comunidades problemáticas consumidas por drogas, delincuencia, violencia familiar, alto desempleo, pandillas, etcétera.

4. Los niños aislados de sus amigos o compañeros al no tener clases, se ha demostrado que pueden sufrir de una mayor depresión y un aumento en la ansiedad.

5. Se han manifestado criterios, incluso entre proponentes de los cierres de escuelas, de que ello puede haber sido útil al inicio de la pandemia, no meses después del brote.

6. Se ha considerado que, si los niños van a las escuelas, pueden contagiarse (aunque sabemos que en grado mínimo) y regresar con el virus y contaminar a adultos con quienes viven en sus hogares. Ello puede ser, pero, por otra parte, muchos de los niños que no están en escuelas tampoco se quedan encerrados en sus casas, sino que entran en contacto con amigos vecinos, en donde también, conceptualmente, se podrían contagiar.

7. Asimismo, se ha considerado que los niños podrían contagiar a maestros y personal escolar mayores de edad (aunque la tasa de contagio desde el grupo escolar no es muy elevada); eso podría subsanarse con medidas que luego sugeriré en el ámbito de las clases.
8. Se han sustituido las clases presenciales por clases en línea, pero este sistema tiene una serie de inconvenientes, dado el estado actual de la tecnología, que debe ser tomada en cuenta.

a. Nunca es lo mismo la experiencia de un niño o un adolescente adquirida en una clase en vivo, que en una electrónica. Y, entre más dura el cierre, se considera que los resultados serían “extremamente perjudiciales.”

b. Las clases en línea resultan ser caras para las familias, asumiendo que siguen pagando los mismos impuestos actuales destinados a la educación primaria y secundaria, en mucho por los costos de los equipos en los hogares y aunque no se tenga que “pagar” nada adicional por el suministro público de la educación en línea (Eso sí, siempre sabemos de dónde, al final de cuentas, es que le llega la plata al gobierno para cualquier gasto que haga).

c. Lo anterior significa que el sistema favorece relativamente a los hogares de altos ingresos y que tiene un peso relativamente mayor sobre los hogares de menores ingresos.

d. La educación en línea en hogares en donde los padres trabajan y que tienen que dejar a sus hijos en el hogar, significa un casi imposible control de lo que al respecto hacen los hijos, en cuanto al contenido, así como que efectivamente sean seguidos y, ante todo, que deriven buenos resultados de la práctica.

e. Una de las consecuencias no previstas de la educación en línea es crear nuevas obligaciones de cuido a los padres, que pueden tener un costo no esperado. Lo anterior puede ser significativo en cuanto a la deserción de los padres de sus horarios de trabajo, para atender la supervisión de la educación de los hijos.

f. Lo anterior puede tener un efecto particular, cuando los padres trabajan en actividades relacionadas con la salud. Se ha documentado, al menos en Estados Unidos, según un reporte reciente de la Brookings Institution, que “cerrar por cuatro semanas todas las escuelas de Estados Unidos… conduciría a una reducción del 6% al 19% en personal clave de la salud.” Esto significa que habría un costo no previsto en los sistemas de salud, por el cuido infantil que demandaría la educación en línea en los hogares, lo que podría incidir en malos resultados en otras áreas de la salud.

g. En países en donde se asocia la provisión pública de alimentos a niños de familias de bajos ingresos, un cierre escolar puede afectar negativamente la salud alimentaria de esos niños.

h. En escuelas privadas obligadas a cerrar, posiblemente haya un despido de los trabajadores, al menos por un tiempo. Esto, particularmente en Costa Rica, debe señalarse, pues no ha sido el caso, a la fecha, que el cierre escolar haya significado despidos temporales o totales a trabajadores del ámbito de la educación del sector público.

i. Entre economistas especializados en temas de educación y desarrollo económico prevalece la importancia que tiene la educación en las posibilidades de ingreso a futuro de los estudiantes, en particular relacionada con los estudiantes de familias de bajos ingresos. Una afectación del proceso educativo, casi independientemente de su bondad comparativa internacional, tiene un efecto positivo en los ingresos a futuro del estudiante. Ello, adicionado a que los estudiantes de familias de ingresos mayores tienen ingreso a tecnologías caras en línea, en contraste con los de familias más pobres, incidirá no sólo en la pobreza relativa de estos últimos, sino en cuanto a un empeoramiento en la distribución del ingreso y riqueza futuros.

j. Debe reconocerse que, a pesar de la buena voluntad de maestros y personal escolar, ellos no están familiarizados con educar bajo sistemas no presenciales. Por el contrario, tienen una enorme experiencia en clases presenciales.

[Finalmente en esta porción del comentario, y si bien no está relacionado con la educación primaria o secundaria que ha sido el objeto de mi atención en esta oportunidad, las universidades estatales han suspendido sus clases presenciales, lo que agrega un cuestionamiento adicional acerca de su conveniencia de ser sustituidas por clases en línea: ¿cómo logar una sustitución eficiente en los casos de ciertas carreras que exigen una presencia física del estudiante a laboratorios o prácticas?]

En estas conversaciones acerca de la reapertura de escuelas y colegios, una pregunta que debe hacerse es qué medidas se pueden tomar para minimizar los riesgos de contagio en los centros educativos, a sabiendas que, entre este grupo etario, la transmisión es relativamente baja.

Brevemente, indicaré algunas que se han sugerido en diversos ámbitos. Eso sí, de entrada, hago ver que estas son decisiones que deben ser tomadas por cada escuela o colegio en específico, no por órdenes burocráticas superiores, que no pueden conocer todas las especificidades de cada uno de ellos. La decisión debe ser asumida en el nivel local, pues es allí en donde se conocen mejor cuáles son sus circunstancias.

a. Espaciar debidamente los pupitres de los alumnos.

b. Proteger a maestros y personal escolar adultos (mayor riesgo) y a estudiantes con enfermedades predisponentes.

c. Tal vez, al menos ahora que se ha dicho que las mascarillas son convenientes, considerar usarlas en los centros educativos.

d. Evitar el cruce de estudiantes en los corredores de los centros y que circulen en sólo una dirección, en lo posible.

e. Que los alumnos entren a clases y salgan de ellas a diferentes horas, no a la misma para todos.

f. Separar las horas de recreos, no todos al mismo tiempo; igual a las horas de alimentación.

g. Diseminar las clases llamadas especiales en diferentes horarios. Que los maestros lleguen al aula y no que los alumnos tengan que ir a ella, en lo posible.

h. Empezar la apertura por fases. Por ejemplo, la primera semana los dos últimos años de colegio, luego la siguiente los de segundo y tercer año, la semana que sigue los de primer año de colegio y los de sexto grado, y así sucesivamente hasta llegar al kínder.

Ahora bien, con base en un artículo de La Nación del sábado 25 de julio, titulado “MEP pierde rastro a miles de alumnos que dejan estudios,” señalaré algunos elementos particulares observados en nuestro sistema educativo, que pueden ser relevantes para la reapertura pronta de los centros de educación, ante impactos como algunos de los señalados en la primera parte de este artículo.

1. Se espera que la deserción de estudiantes aumente, principalmente ante la necesidad de generar ingresos en hogares que se han visto sumamente afectados por las medidas de cuarentena y cierres de negocios aplicadas en el país. Ante un censo de sólo 2.000 de los 4.000 centros educativos, “no se tiene información de 8.000 alumnos que a inicios de este año estaban matriculados en escuelas y, principalmente colegios,” y que, para los educadores y el ministerio de Educación (MEP), “la exclusión de alumnos podría duplicarse por la pandemia.”

2. Según Patricia Méndez, jefa de la Unidad para la Permanencia, Reincorporación y Éxito Educativo del MEP, “ahora, con la pandemia se suman [al mal desempeño académico, problemas familiares o escasez de recursos económicos] la falta de conectividad, la pobreza extrema y la modificación del estatus socioeconómico de las familias.”

3- Isabel Román, coordinadora general del Estado de la Educación, también manifestó su preocupación por los jóvenes que abandonan la educación. Ella le explicó al medio que “antes de la emergencia había 53.395 jóvenes de 12 a 16 años fuera de las modalidades del MEP” y que ahora ello podría duplicarse, y que aquellos “pueden llegar a ser presa fácil del narcotráfico, como ha ocurrido en otros países,” además de que, “si no logramos conectar a niños, niñas y jóvenes a la educación a distancia, la exclusión educativa puede incrementarse de manera sustantiva… [lo] que afectaría sus posibilidades de desarrollo futuro.”

4. Señala el medio: “el 50% de los alumnos reciben (sic) el apoyo pedagógico a distancia del MEP con todos los medios y el otro 50% con muchas dificultades. Las desigualdades se dan en una misma escuela y hasta en una misma aula, principalmente en la zona norte y Limón.”

5. En un reportaje paralelo en dicho medio, se indica otro problema que lo expresa el título: “Estudios de alumnas embarazadas corren peligro.” Ya sabemos que esa circunstancia de embarazo es un enorme obstáculo para que esas madres no lleguen a formar parte de los rangos de pobreza, con lo que esta dificultad para tener acceso a continuar las clases, sólo fortalecería este resultado indeseable no esperado.

Por ello creo que debemos ir reabriendo nuestras escuelas y colegios, con cuidado y previsión de los relativamente más vulnerables.

Publicado en mis sitios de Facebook, Jorge Corrales Quesada y Jcorralesq Libertad, el 28 de julio del 2020.