UN SÓLO TAMAÑO NUNCA CALZA CON TODO

Por Joakim Book

American Institute for Economic Research
10 de julio del 2020

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/one-size-never-fits-all/

Una de las cosas más importantes que científicos tratan de transmitirles al público es la virtud del detalle. Rara vez un tamaño calza con todo, y el mundo es un lugar complicado -demasiado complicado para el ciberanzuelo- y para la capacidad de atención de los medios sociales de hoy.

En un artículo bastante leíble (readable article) en The Quarterly Review of Economics and Finance, el director del Proyecto de Moneda Sana del Institute for Economic Research (AIER) Will Luther con el coautor Peter Hazlett, examinan el papel monetario del bitcoin. Al invocar el ámbito y los detalles relevantes, tratan de responder una pregunta muy simple: ¿es dinero el bitcoin?

Ciertamente, en algunos lugares y para algunos bienes, el bitcoin funciona como dinero: en ciertos comercios en línea, en transacciones en la red obscura, como mecanismo de pagos en la economía gris o como medios para frustrar los controles de capitales, como liquidaciones entre cripto aficionados (crypto aficionados), así como una moneda que sirve de puerta de entrada para muchas monedas alternativas.

Aunque son muy pequeños los ámbitos actuales en los que el bitcoin es dinero, no hay duda de que, dentro de esos dominios, lo es. Hazlett y Luther hacen una comparación con las monedas fiduciarias corrientes: el dólar estadounidense es ampliamente considerado y visto como dinero en Estados Unidos ̶ y, también a menudo, lo es en lugares alrededor del mundo, como en Guatemala. El quetzal guatemalteco, por contraste, es la moneda definitivamente más usada en la Ciudad de Guatemala ̶ pero, del todo no en la Ciudad de Oklahoma. Al determinar la monetariedad de las diversas monedas, el ámbito importa.

Como nunca se cansa de señalárnoslo el economista Tim Harford: la verdad es engañosa y el mundo es complicado ̶ incluso cuando son apoyadas por herramientas poderosas, como las estadísticas (statistics).

Temas ecológicos, como el acceso al agua fresca o el impacto de un clima más tibio, son también asuntos complicados, en donde sus ámbitos precisos son importantes. Un caso interesante son los temas ambientales en Islandia. Situado en el límite del mundo, exactamente en medio de dos masas continentales y apenas bajo el círculo Ártico, tendemos a no pensar acerca de Reikiavik como un lugar particularmente tibio. Aun así, gracias a la Corriente del Golfo que lleva aguas tropicales tibias al norte, la capital de Islandia es, a menudo, más tibia en el invierno que la Ciudad de Nueva York (warmer than New York City).

Si el cambio climático debilitara la Corriente del Golfo, o alterara sus flujos, la mayoría de los inviernos comparativamente moderados de Islandia y la costa norte de Europa, se convertirían en la dureza extrema invernal asociada con Siberia o el Norte de Canadá. Pero, al aumentar las temperaturas globales, asumiendo que la Corriente del Golfo permanece intacta, Islandia está viendo inviernos más moderados, veranos más calientes, menos glaciares (fewer glaciers) ̶ y una reforestación más rápida al subir la línea arbórea (tree line) en las montañas y los esfuerzos por reforestar son ayudados.

Los circuitos de retroalimentación ecológica del cambio climático son intrincados y diferentes, no universales y simplistas. El ámbito importa.
Otro tema ambiental icónico en la isla del Atlántico Norte es el acceso al agua fresca ̶ pero, su escasez y el ímpetu por conservarla están lejos de ser uniformes. En muchos ligares de Islandia, una nación cubierta por agua en forma congelada o líquida, el agua fresca usualmente no es escasa. Beba lo que quiera del río más cercano, y corrientes de agua fresca de alta calidad salen por todo lado de tubos de hogares y públicos.

Una casa de huéspedes que visité recientemente en la parte occidental del país, epitomizó esto muy bien: estacionado fuera de ella estaba un pozo grande, lleno de agua con tomas conectadas acompañadas de mensajes para evitar botellas plásticas. A la par suya, un letrero decía -con humor- “Se vende agua, limpia y no echada a perder. Medio litro = 0 coronas; 100 litros = 0 coronas.”

En esta parte de la isla, el agua fresca es, en otras palabras, tan abundante que es regalada casi que en cualquier cantidad. ¡No hay necesidad de conservarla!

Aléjese manejando 800 millas, hacia el interior del país al paisaje desolado y famoso como el de la luna (o como Marte), y la situación es muy diferente. En los baños adyacentes a las cataratas masivas Dettifoss, una de las más grandes de Europa (one of Europe’s largest), un signo de advertencia dice “Hay escasez de agua en esta área. Por favor, ahorre el agua.” ¿Cómo puede eso ser posible, se preguntaría usted, con una poderosa catarata de 45 metros de alto y 100 metros de ancho, cayendo como un trueno tras suyo?

Los desiertos volcánicos de las tierras altas de Islandia son exactamente eso -desiertos- y los geólogos y los ecólogos se refieren a ellos como “fríos” (cold) o “desiertos húmedos” (wet deserts). Alrededor de un 40% de Islandia es considerado como un desierto, en donde, además de una lluvia abundante que rápidamente la absorbe el suelo, el paisaje es seco, gris, negro o de un rojo de otro mundo y en mucho privado de plantas. El acceso al agua fresca es, en consecuencia, difícil y caro ̶ lejos de la abundancia en todas las otras partes de esta extraordinaria isla.

Tomemos otro utensilio de la caja de herramientas del ambientalista: glaciares que se derriten y nivel del mar que aumenta. Si los glaciares de Islandia continúan encogiéndose -actualmente en una extensión de alrededor de 40 km2 al año (40 km2 per year)- podría empezar a funcionar otro inesperado circuito de retroalimentación en las crestas continentales en que se asienta Islandia: la isostasia glacial (Glacial Isostasy), también conocida como “rebote post glacial” (Post-glacial rebound). Al desaparecer la inmensa presión y peso cuando se retiran los glaciales, se levantan las masas terrestres. Al derretirse los glaciares, la tierra física sobre la que Islandia descansa puede, en realidad, elevarse más rápidamente que el aumento en el nivel del mar por océanos que se calientan y capas polares que se derriten. En efecto, las costas de Islandia podrían ser testigos de una reducción del nivel del mar.

En las partes surestes del país, cerca de la capa más grande de hielo de Europa, eso es ya visible, dice Tómas Jóhannesson, quien encabeza el grupo glaciar de la Oficina Meteorológica de Islandia. “Ya podemos ver un alza sustancial en la tierra alrededor de Höfn,” asevera con preocupación, “se está elevando uno o dos centímetros cada año.”

En la mayoría de los lugares, los temas ambientales de glaciares que se derriten y de océanos más tibios significan lidiar con un nivel del mar que cada vez crece más (dealing with an incrementally rising sea level); en Islandia, el mismo proceso ocasiona que la tierra crezca más rápido que los océanos, significando que el mar retrocede.

El ámbito importa. Explicaciones de que un solo tamaño calza con todo tampoco funcionan en los temas ambientales.

Podemos extender este argumento a todos los tipos de tópicos relacionados con el cambio climático. Tomar el tren en vez de manejar (o volar (flying)) no necesariamente es ambientalmente más amistoso ̶ eso depende de las fuentes de energía que alimentan al tren o al carro. Métodos de transporte “limpio” rara vez son ambientalmente más amistosos que las fuentes de energías usadas para alimentarlos. Más de la mitad de la red eléctrica británica (British electricity) se alimenta (powered) de combustibles fósiles. Trenes alimentados con diésel, comunes en Inglaterra y Escocia, o trenes que corren alimentados por redes de electricidad producida con carbón en, digamos, Polonia o Alemania, califican mal ambientalmente, como lo hace volar (aunque las cifras exactas dependen de cómo usted tome en cuenta a las emisiones a altitudes elevadas). Una sola persona que maneja un carro es, a menudo, peor (worse) que la misma persona que comparte un vuelo de larga distancia densamente lleno.

Por ejemplo, jactarse de sus credenciales ambientales por manejar un Tesla en Estados Unidos, es un juego perdidoso cuando dos terceras partes de la generación de electricidad (two-thirds of American electricity) proviene de carbón o gas natural. El mismo Tesla, alimentado por electricidad de plantas geotermales de baja emisión o de producción hidroeléctrica de Islandia, es una historia diferente de emisión. Los carros eléctricos pueden tener mucho sentido ambiental ̶ pero sólo en los ámbitos correctos.

Lo mismo vale con el reciclaje (recycling). En países que saben qué hacer con su basura y pueden efectivamente ponerla en un buen uso, el reciclaje es responsable y sensato. En Estados Unidos es un tipo del juego “adónde está la bolita” que da señales de virtud. Como expertamente lo ha mostrado Mike Munger en este sitio (this site) y en numerosos artículos en EconLog, reciclar y separar la basura es básicamente un desperdicio de tiempo (waste of time) ̶ y, muy posiblemente, causa un daño ambiental neto (environmental harm).

Puede ser útil como heurística ambientalista decir que deberíamos siempre conservar el agua fresca, no volar, siempre preocuparse por niveles del mar que crecen, considerar siempre al cambio climático como un daño neto y siempre reciclar. En realidad, estas cosas no son universales y no son válidas todo el tiempo.

Los detalles importan. Los sistemas importan. Importa el ámbito en donde usted está considerando un asunto complicado. Las soluciones en nuestro discurso público de que un solo tamaño calza con todo, a menudo, se hacen para que funcionen con cada tópico globalmente. La realidad no es así, como con frecuencia lo hacen valer tanto los asuntos ecológicos como los económicos.

Joakim Book es un escritor, investigador y editor, entre otras cosas, acerca de dinero, finanzas e historia financiera. Posee una maestría de la Universidad de Oxford y ha sido académico visitante del American Institute for Economic Research en el 2018 y el 2019. Sus escritos han aparecido en RealClearMarkets, ZeroHedge, FT Alphaville, WallStreetWindow y Capitalism Magazine, y es un escritor frecuente en Notes On Liberty. Sus trabajos se pueden encontrar en www.joakimbook.com y en el blog Life of an Econ Student.