Pensar que son seres falibles e ignorantes como cada uno de nosotros. Lo peor es cuando pretenden imponernos sus preferencias propias sobre las de cada uno de nosotros. Lo hacen como si ellos supieran más que es lo que cada uno de nosotros considera es lo que le conviene en la vida.

QUIÉNES ESTÁN DECIDIENDO ACERCA DE NUESTRAS VIDAS

Por Donald J. Boudreaux

American Institute for Economic Research
13 de julio del 2020


Las opiniones acerca de los méritos de las cuarentenas impuestas por los gobiernos en respuesta al coronavirus, varían enormemente. Algunos datos se lanzan aquí, otros datos son lucidos allá, todos en medio de discusiones fieras acerca de la realidad e importancia relativa de conceptos, que la mayoría de nosotros nunca antes había escuchado, sino hasta exactamente hace unos pocos meses ̶ conceptos como inmunidad de rebaño, comorbilidad, células T y aplastar curvas. Se logran conclusiones que difieren entre sí tan claro como la noche lo es del día, con defensores ardientes de cada conclusión, insistiendo que su posición es la única -la única sola- justificada por la “ciencia.”

LA CIENCIA NO NOS PUEDE DECIR CÓMO HACER COMPENSACIONES

A la fecha, se ha convertido en algo trivial (pero, ¡aún así verdadero!) en páginas de publicaciones sensatas hacer ver que la cuestión de si el gobierno debería o no cerrar la economía -y si debería, en qué grado- no es uno que pueda responderse por la ciencia. La ciencia, por supuesto, suple información que es altamente útil para escoger un curso de acción. ¿Qué tan contagioso es el coronavirus? ¿Los efectos sobre la salud afectan diferente a distintos grupos de edad? ¿Cuál es la posibilidad de que una vacuna esté disponible dentro del próximo año? ¿Dentro de los próximos dos años?

Los científicos cuestionan todo. Y, por supuesto, las señaladas aquí son sólo una pequeña muestra del conjunto completo de preguntas relevantes. Pero, haga tantas de esas preguntas como considere apropiado, y responda a cada una tan plena y exactamente como lo haría Einstein, y usted no obtendrá una respuesta a la Gran Pregunta: ¿Qué debería hacer el gobierno en respuesta al coronavirus?

Para responder competentemente a esta Gran Pregunta se requiere de un conocimiento que la ciencia no puede brindar. Una de las especies de conocimiento más importantes (aunque no la única) que no puede aportarse científicamente, es el conocimiento de las preferencias y tolerancias al riesgo de cientos de millones de individuos. Las preferencias, incluyendo aquellas hacia el riesgo, son subjetivas y, por tanto, en principio, no pueden medirse objetivamente. Y estas preferencias cambian en el transcurso del tiempo, cuando la gente aprende y gana nuevas experiencias.

Además, las preferencias difieren de persona a persona. El valor que Betsy le otorga a la libertad de reabrir su tienda al menudeo, difiere del valor que Barry le brinda a ser capaz de regresar a su trabajo en la fábrica. Pero, si Betsy y Barry están bajo la jurisdicción del mismo gobierno, cada uno debe sufrir o disfrutar, según sea el caso, cualquier política que el gobierno prosiga. Admitir que reducir el riesgo de exposición al coronavirus involucra elementos de compensación y, también, reconocer que la compensación apropiada para Betsy ciertamente difiere de aquella de Barry, es aceptar el absurdo de creer que determinar la mejor política gubernamental es un asunto de la ciencia.

EL REGISTRO HISTÓRICO NO ES ALENTADOR

No obstante, el gobierno debe hacer algo con respecto al COVID y la economía, aún si el hacer “algo” es no hacer nada. Confieso que me inclino fuertemente en dirección a que el gobierno no haga nada. Y mi razón para esta fuerte inclinación se resume en dos palabras “Esa gente” ̶ como en “¿Qué razón buena tenemos para creer que esa gente en altas posiciones gubernamentales tomará decisiones sensatas?”

Esta Gente es políticamente impulsada. Aún si (en contra de los hechos) existiera un único mejor curso científicamente determinable de esta crisis, ¿qué razón nos ha dado Esta Gente para que creamos que son capaces de encontrar ese camino y de entenderlo? Y, aún si Esa Gente pudiera encontrar y entender este científicamente “mejor” curso de acción, ¿qué razón hay para creer que ella posee la entereza política para ponerlo en práctica y adherirse a aquél?

De mayor trascendencia, Esta Gente tiene un registro histórico atroz cuando se trata de la economía. Rutinariamente, Esta Gente muestra una ignorancia espantosa acerca de los hechas más esenciales de la realidad económica.

Con regularidad, Esta Gente actúa como si el mundo estuviera lleno de almuerzos gratuitos y como si la realidad fuera algo opcional.

Cuando ellos aumentan los salarios mínimos, Esta Gente niega que los trabajadores menos calificados sufrirán algunas consecuencias negativas. Cuando aumentan los aranceles, Esta Gente proclama que las escaseces resultantes en casa traerán una mayor abundancia.
Cuando defienden el control de los alquileres, Esta Gente, aplaudiéndose a sí misma por ayudar a familias pobres, permanece impávida ante la disponibilidad reducida que resulta y al empeoramiento de la calidad de las viviendas de alquiler.

Esta gente prepara, en sus placas de Petri políticas, el cáncer económico de los permisos para poder trabajar y luego lo liberan entre la sociedad. Al hacerlo, Esta Gente ve sólo los ingresos incrementados de los monopolistas, cuyos competidores son aniquilados. Esta Gente permanece ciega ante el daño sufrido por ambos, consumidores y productores, a quienes se les negó la oportunidad de ofrecer sus servicios al público.

Esta Gente defiende al monstruoso monopolio gubernamental de las escuelas. Bombean siempre más dinero de los contribuyentes hacia las fauces de ese monstruo e insiste en que los fracasos continuos del monstruo no justifican deshacerse de su monopolio, sino llenarlo de aún más dinero de los contribuyentes.

Esta Gente no parece entender lo básico acerca de los incentivos.

Esta Gente o bien apoya activamente o no hace nada por oponerse a la calamitosa “guerra contra las drogas.” Me imagino que este hecho no debería sorprender; después de todo, Esta Gente obtiene ganancias con la práctica de una república bananera de confiscar bienes ̶ una práctica que Esta Gente declara ser una “herramienta” importante en la lucha de la “guerra contra las drogas.”

Demasiada de Esta Gente cree que los adultos son niños que, en ausencia de la bondadosa intervención de Esta Gente, se tragará muchas bebidas edulcoradas, ingerirá demasiadas grasas trans y vapeará en exceso.

Esta Gente insiste en que el estadounidense típico es demasiado irresponsable como para que financie su propia pensión. Aun así, mucha de Esta Gente no puede lograr que el gobierno al que sirve, viva dentro de sus propios medios. Esta Gente gasta dinero que pide prestado hoy a lo loco y, sin vergüenza alguna -o, tal vez, hasta peor, sin darse cuenta de ello- les pasa la cuenta a generaciones futuras. Claramente Esta Gente no tiene las agallas para negar las más frívolas y costosas golosinas para sus electores. Esta Gente, después de todo, no estará en el cargo cuando llegue el cobro de lo adeudado ̶ así que, ¿qué le importa a Esta Gente lo que pase en el futuro?

Esta Gente incesantemente demuestra un ignorancia supina -o un desprecio- de las realidades económicas esenciales. Esta Gente lo ha hecho así durante generaciones. Mucha de lo que Esta Gente dice acerca de asuntos económicos es el equivalente económico del vudú e incluso, mucho más de lo que hace en el frente económico, es destructivo. Y Esta Gente no es nada cuidadosa con los hechos: Frecuentemente aviva temores, con base en evidencia débil, de calamidades que se asoman, siempre que hacerlo parezca justificar adueñarse de más poder.

¿Qué razón hay para confiar que Esta Gente -cuyos incentivos nunca van más allá de la siguiente elección e ignora consecuencias difíciles de ver si esas consecuencias se diseminan sobre grandes cantidades de individuos- está haciendo un balance prudentemente considerado entre los costos de la cuarentena y sus beneficios?

¿Por qué diablos deberíamos confiarle a Esta Gente el poder de cerrar una economía?

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.