Me parece que sería muy útil que el ministro de Seguridad, los integrantes de la Municipalidad de Puriscal y nuestros diputados, dado que ya en el Congreso se presentó un proyecto de ley que autorizaría la prohibición del consumo de licor o Ley Seca, leyeran este artículo, pues al pensar en una Ley Seca no parecen ir más allá de lo que se ve (prohibir el licor que causa problemas), y no prestan atención a lo no visto (negocios clandestinos, consumo alternativo de drogas, contrabando, bares ilegales, corrupción de autoridades, más estrés en la cuarentena, etcétera). El infierno está lleno de buenas intenciones…

LOS ESTRATOS DE LO NO VISTO

Por Donald J. Boudreaux

American Institute for Economic Research
6 de julio del 2020

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/strata-of-the-unseen/

Algunas verdades no se pueden dejar de afirmar muy a menudo, incluyendo esta: el servicio público más importante llevado a cabo por economistas es sacar a la luz -transportar, arrastrar, halar, llevar a rastras a la línea de la visión intelectual de la gente- aquello que no es visto. Economistas competentes han desempeñado este servicio desde sus inicios.

Famosamente Adam Smith atrajo la atención a los sorprendentemente buenos trabajos desempeñados por la “mano invisible” de los mercados. Más de 200 años después, Russell Roberts hizo lo mismo acerca del “corazón invisible” (invisible heart) de los mercados. El ensayo de mayor renombre de Frederic Bastiat es su panfleto de 1859 “Ce qu’on voit et ce qu’on ne voit pas, ou l’Économie politique en une leçon,” que en inglés es “What is Seen and What is Not Seen, or Political Economy in One Lesson” [Lo que se ve y lo que no se ve: o la economía política en una lección]. (Note el frecuentemente ignorado subtítulo, que casi un siglo después inspiró el título del libro más famoso de Henry Hazlitt (Henry Hazlitt’s most celebrated book). E identificar las consecuencias no deseadas -las buenas, y, en especial, las malas- permanece siendo moneda corriente en todo curso de Economía 101, razonablemente bien enseñado.

Pero, hay niveles diferentes de lo no visto, todos siendo importantes, pero en que no todos reciben la cantidad apropiada de atención.

LOS COSTOS DE OPORTUNIDAD

Los fenómenos más esenciales que no son vistos son los costos de oportunidad. A pesar de los mejores esfuerzos de Bastiat y de muchos economistas posteriores, comentaristas y políticos continúan, en muchos casos, ignorando costos. Por ejemplo, ellos afirman que las nubes de destrucción traídas por los huracanes y otros desastres naturales, tienen un lado bueno con beneficios económicos supuestamente derivados de la necesidad de reparar y reconstruir. Mucha gente mueve aprobatoriamente su cabeza al describir los reporteros la necesidad recientemente creada de trabajadores para que reparen cosas como caminos, techos, fábricas y, por supuesto, ventanas.

La satisfacción que, en apariencia, la gente disfruta al contemplar estas “ganancias” hace que, a menudo, cierren sus ojos cuando los economistas apuntan lo que no es visto. La mano de obra y los materiales consumidos al reparar y reconstruir con posterioridad a los desastres naturales, son mano de obra y materiales que podían haber sido usados para producir otros bienes y servicios. Así que, aun cuando después de un desastre aparente ser valioso usar esos insumos para reparar y reconstruir, esta reparación y reconstrucción tiene un costo que la mayoría de la gente no ve ̶ esto es, los otros bienes y servicios que se habrían producido, si no fuera por la necesidad de reparar después de los desastres naturales.

Los costos de oportunidad se vislumbran con facilidad, si tan sólo uno mirara, como lo son las consecuencias de las leyes de la aritmética. Si Jen le da uno de sus albaricoques a Jim, necesariamente Jen tiene un albaricoque menos para dárselo a Janet. A pesar de lo anterior, es asombrosa la constancia con que la mayoría de la gente pasa por alto estos costos. Y, así, el trabajo de los economistas nunca concluye.

LA ENORME COMPLEJIDAD

Más profunda que los costos de oportunidad no vistos, se encuentra la complejidad no vislumbrada de la economía moderna. Esta complejidad permanece sin ser vista incluso por algunos economistas.

Las manifestaciones cotidianas de la economía de mercado siempre están a la vista de todos. La gente ve estantes llenos en los supermercados (¡al menos cuando el gobierno no ha ordenado cuarentenas económicas!). Ellos ven en línea innumerables bienes y servicios a la venta. La gente ve que la luz se prende al mover los interruptores, que los escusados se descargan al apretarse manijas y que los automóviles se mueven al presionarse los aceleradores.

Y los economistas ven estadísticas. La tasa de desempleo. El cambio anual en el nivel de precios. El porcentaje de trabajadores empleado en la manufactura. El número de empresas de la industria que produce muebles domésticos. La “distribución” del ingreso.

Pero, ninguna cantidad de maravillado acerca de los funcionamientos de los prodigios modernos, como la luz artificial o la plomería interna, y ninguna cantidad de evaluación de estadísticas, revela el orden vasto y complejo de los procesos económicos que generan este fenómeno superficialmente visto. Cada par de medias que usted usa, cada taza de café que bebe y cada hamburguesa o rollo de sushi que come es producto de innumerables innovaciones ̶ algunas de tan atrás como varios milenios (como la rueda), otros más recientes (como el elemento de calentado de su hacedor de café). Casi que cada uno de los bienes y servicios que hoy consumimos rutinariamente, es producido con insumos provenientes de todos los lugares del globo y los que asimismo son producidos por los esfuerzos de cientos de millones de productores especializados (the efforts of hundreds of millions of specialized producers).

Los mercados son los que están haciendo posible toda esta innovación y consumo, guiados principalmente por precios, ganancias y pérdidas. Por supuesto, la gente que opera en los mercados usa infraestructura, parte de la cual es física (como las carreteras) y otra que es institucional (como los sistemas para la resolución de conflictos). Algo de infraestructura se produce privadamente; otra lo es por el gobierno. También es necesaria la ley ̶ el conjunto de expectativas que gobierna las interacciones humanas. Una fracción pequeña de esta ley está codificada y disponible para leerse en libros y en línea.

A pesar de lo anterior, la mayoría de la ley existe sólo en las expectativas compartidas de las personas ̶ su entendimiento compartido de lo bueno y lo malo, de lo cortés y lo grosero, de lo aceptable y lo inaceptable. Esta ley es increíblemente sutil y, a menudo, no es posible articularla; consiste sólo de lo que los individuos sienten son los límites que definen lo que son formas “correctas” de hacer las cosas y de cómo involucrarse civilmente con otros. Esta ley no codificada y no codificable le permite a la gente tratar entre sí fructíferamente y sin necesidad de que cada acción sea controlada por algún legalismo formal.

La complejidad de los procesos económicos y sociales que hacen posible incluso la más mundana de nuestras experiencias cotidianas, está más allá de la comprensión humana. Sólo somos lo suficientemente inteligentes como para saber que esta complejidad existe y para apreciar su importancia. No somos, y nunca lo seremos, lo suficientemente inteligentes como para empezar a entender sus detalles o para diseñar procesos que nos sirvan mejor a nosotros.

No obstante, esta complejidad, que opera principalmente en silencio y con éxito asombroso, permanece escondida para la mayoría de la gente. Los anaqueles de los supermercados están llenos con todo, desde pomadas bactericidas a zapallitos frescos. Las gasolineras siempre tienen a mano gasolina para venderla. Aviones jet nos mueven de Londres a Los Ángeles. Los escusados se descargan. París es alimentada. No nos damos cuenta de las operaciones económicas increíbles e interminablemente complejas que hacen posible nuestro estándar de vida, al igual que no nos damos cuenta de los millones de millones, encima de los millones de millones, de operaciones químicas llevadas a cabo cada minuto dentro de nuestras células en nuestros cuerpos, tan sólo para conservarnos vivos.

EL ERROR PRODUCTIVO

Un tercer estrato del fenómeno económico que no es visto es el error productivo. Los mercados libres en mucho operan según la lógica de la selección natural. Se intentan muchas nuevas combinaciones de recursos ̶ nuevos bienes de consumo, nuevas formas de organizar las fábricas, nuevas fuentes de financiamiento. Pero, sólo un pequeño puñado de estas combinaciones satisface los deseos de los consumidores.

Por desgracia, nadie sabe de antemano si esta nueva idea de una trampa para ratones es mejor o si esa nueva idea de cómo producir pasta realmente es valiosa. La única forma de averiguarlo es dándole una oportunidad. Muchas de tales “oportunidades” fracasan. En estos casos, los empresarios y los inversionistas pierden dinero. Pero, estos fracasos agregan conocimiento a la humanidad acerca de lo que posiblemente sean, al menos en el momento actual, usos desperdiciados de los recursos.

Los consumidores, como los compradores en un supermercado, abrumadoramente ven sólo los éxitos probados. Ellos ven sólo los mejores envases en los que se vende leche, las variedades que valen la pena de piza congelada y las formas más eficientes de permitir a los consumidores pagar por sus comestibles. Nada de los innumerables fracasos del pasado es visible; esos son eliminados rápidamente, dejando espacio para los éxitos de hoy.

LO NO VISTO ES EXTENSO

Cuando un economista le recuerda a usted que ponga atención a lo que no es visto, él o ella le aconsejan para que entienda humildemente que una economía moderna de mercado es demasiado compleja y que, inevitablemente, descansa en experimentos de prueba y error, para permitir que tengan éxito los esquemas intervencionistas que por siempre están siendo propuestos. Ponga atención. Abra sus ojos. ¡Contemple la maravillosa complejidad que revela la economía!


Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.