Sin duda que es un artículo interesantísimo del historiador económico Robert E. Wright. Nos muestra muchos casos en que, en nombre de una mala ciencia, se nos ha querido engañar. Por eso, siempre debemos mirar con un grano de duda aseveraciones que se suele decir se basan en la ciencia. Un ejemplo reciente: primero la “ciencia” no sido que no usáramos mascarillas; ahora dicen que la “ciencia” señala que se deben de usar.

LA HISTORIA SÓRDIDA DE LA CIENCIA DEL ENGAÑO

Por Robert E. Wright

American Institute for Economic Research
17 de julio del 2020

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/the-sor...-scam-science/

Decidí poner ciencia del engaño en el título en parte debido a la aliteración [en inglés ambas palabras, science y scam, empiezan con la misma letra s], pero, principalmente, porque ya Steve Milloy habló acerca de una ciencia del engaño. Su Junk Science Judo (y su sitio en la red (website)), Hoodwinking the Nation de Julian Simon, The Rational Optimist [El optimista racional] de Matt Ridley e Intellectuals and Society de Thomas Sowell, deben leerse si usted está luchando, como yo continúo haciéndolo, contra la loca reacción del mundo al no tan nuevo coronavirus que causa el COVID-19. Para aquellos con tiempo o inclinación insuficiente como para leer mil páginas, aquí les brindo mi síntesis.

No me mal interpreten, el COVID-19 es una enfermedad muy, muy, seria para los mayores y aquellos con comorbilidades. Pero, nunca fue lo suficientemente seria como para ameritar cerrar gran parte de la economía mundial durante meses interminables. Ni siquiera un brote de viruela o la Muerte Negra habría ameritado esa respuesta burda, de arriba hacia abajo, de un enfoque único. (Incidentalmente, si bien la viruela ya ha sido erradicada en la naturaleza, los casos de peste bubónica todavía son plaga en el occidente de Estados Unidos. ¡No es broma! Este mapa (This map) es de los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), así que “tiene que ser” correcto.)

Los efectos socioeconómicos y sobre de la salud de la cuarentena son de largo alcance en tiempo, geografía y ambientalmente, y tomará muchos años solucionarlos con cuidado. Por ejemplo, si bien algunos se alegran (some cheer) de que, debido al cierre, se han matado menos criaturas con vehículos, pocos de quienes hacen las políticas se dan cuenta, en estos momentos, que, en África, un ñu o una gacela están siendo hechos trizas por manadas de perros hambrientos (Canis familiaris), que sus dueños ya no podían alimentar más. (Menos aún se dan cuenta de que los animales, que no son atropellados por carros, es posible que pronto sean destrozados por un depredador natural o, de todos modos, asesinados por la enfermedad o la hambruna. No muchos expiran por ancianidad).

Lo que no era tan novedoso acerca de la crisis del COVID fue su origen en la ciencia del engaño o ciencia basura. John Ioannidis, uno de los críticos más importantes del trabajo científico débil, irrumpió directo para alertar a la gente y a quienes hacen políticas, acerca de los muchos problemas de diversos modelos predictivos, pero él fue ampliamente ignorado, a pesar de ser uno de los científicos vivos más altamente citado. En realidad, eso no es inusual. Aún antes de la publicación en 1962del libro de Rachel Carson Silent Spring [Primavera Silenciosa], los estadounidenses han sido inundados de alegatos “científicos” alarmistas que no han soportado un escrutinio estrecho. El problema es que aquellos siempre escuchan afirmaciones falsas, pero casi nunca oyen acerca de retractaciones y susurradas mea culpas (latín para “mi error”). El efecto neto es un pesimismo indebido acerca del estado del mundo.

La mayoría de las alarmas científicas se sustentan en la extrapolación de tendencias actuales hasta el punto del desastre o desolación, sin pensar en la posibilidad de la ciclicidad, los límites naturales o cambios en el comportamiento. Ridley se burla de la predicción del siglo diecinueve, de que para 1950 las calles de Londres estarían hundidas diez pies entre las boñigas de los caballos. Por desgracia, la verdadera ciencia del engaño no es un asunto de risa. He aquí una lista parcial:

El Canal Love y otros “Clústeres de Cáncer”: El Canal Love se refiere a un desarrollo residencial que se construyó cerca de un desecho de
desperdicios tóxicos impropiamente cubierto en Cataratas del Niágara, Nueva York, en donde los medios reportaron un clúster de casos de cáncer. Sin embargo, resulta que los clústeres de cáncer son acontecimientos al azar, que simplemente son más notorios en sitios en donde, de nuevo, por simple suerte el cáncer es raro. En apariencia, la mayoría de los cánceres no son causados por químicos manufacturados por el hombre. Muchos más carcinógenos acechan naturalmente en comidas como el repollo y el café, que en pesticidas.

La dioxina, el principal químico responsable en el sitio del Canal Love, se alegó que era tan tóxico, que 3 onzas de la cosa matarían a un millón de personas. Sin embargo, cuando en 1976 accidentalmente se derramaron 3 libras de él en un pueblo de 700 acres cerca de Milán, Italia, lo peor que surgió de ello fueron casos de acné, incluso en el residente que tenía el nivel más alto de la sustancia jamás encontrado en un cuerpo humano. Un estudio de 1983 también mostró que un grupo de control ¡tenía niveles más elevados de daño en los cromosomas que los residentes del Canal Love! A pesar de lo anterior, los ambientalistas trataron de impedir que gente plenamente conocedora de la historia del Canal Love, regresara a vivir allí.

Pánico con el Radón: El radón suena aterrador por ser un gas radioactivo. Proviene de los depósitos de uranio y sus “hijos,” los isótopos producidos por su decadencia, como el polonio, plantean un riesgo verdadero a los mineros del uranio. No obstante, el riesgo para los dueños de las casas nunca fue claro, así que los medios fácilmente lo exageraron en la década de 1980, hasta convertirlo en un temor pleno llamado “El Asesino Incoloro e Inodoro” por la revista Time. Como el SARS-COV-2, el radón en realidad no era una novedad, sino lo fue la habilidad de detectarlo en las pequeñas cantidades encontradas en la mayoría de los hogares. El llamado principio de precaución intervino y la cosa siguiente que usted supo fue la orden de hacer pruebas por parte de la Agencia para la Protección Ambiental (EPA por sus siglas en inglés) y ordenó un límite de justamente 4 picocurios por litro de aire, aun cuando los mineros expuestos a 12.000 picocurios no mostraban efectos adversos en su salud, obligando a los dueños de las viviendas a gastar miles de millones de dólares en tecnologías de mitigación del radón. (Si usted piensa que ese gasto ayuda a la economía, lea esto (read this).)

El Pico Petrolero: ¿Recuerda usted cuando se proclamó que la tierra estaba sólo a unos pocos años de llegar al máximo de producción de petróleo, y que le siguió un aumento rápido en los precios del petróleo, seguido de un colapso en la producción debido a una escasez de la cosa? No se presentó (It didn’t happen) y no parece posible que suceda pronto en algún momento. Recientemente la producción declinó junto con los precios, pero debido a un bajonazo de la demanda, por la covídica economía global, no porque las reservas estuvieran desapareciendo. El mundo dejará de usar petróleo cuando su precio esté por encima de los precios de los sustitutos, tal como dejó de usarse aceite de ballena cuando su precio fue más alto que aquel del petróleo. De la misma forma, la Edad de Piedra no terminó por una escasez de piedra.

El Infierno de la Súper Tormenta: Se supuso que el calentamiento global ocasionaría una serie de súper tormentas, que acabarían con las áreas costeras una y otra vez. Algunas tormentas grandes han golpeado y se las exageró hasta los cielos, pero no hay indicación de que son mayores o más frecuentes que en el pasado (any larger or more frequent than in the past).

El Armagedón por Contaminación del Aire: Con toda la hablada de los Verdes, uno pensaría que la calidad del aire se está degradando constantemente. De hecho, las emisiones de monóxido de carbono, óxido de nitrógeno, dióxido de sulfuro y diversos compuestos orgánicos volátiles, han estado declinando constantemente durante décadas. ¿Se acuerda del smog? No muchos lo recuerdan, incluso en Los Ángeles, la ciudad con la peor calidad del aire de Estados Unidos (the city with the worst air quality in America). Pero, hasta en la Ciudad de los Ángeles nadie usa más las mascarillas antigases, por supuesto, excepto para disminuir la diseminación del novedoso coronavirus.

Resulta que la lluvia “ácida,” que me mandó a escabullirme hacia adentro como una criaturita en los años setenta y ochenta, era sólo ligeramente más ácida que la lluvia corriente. Aunque algunos predijeron que la lluvia ácida destruiría todas las selvas de Alemania para el 2002, en ese entonces la lluvia ácida causó poco o ningún daño ambiental (did little to no net environmental damage then) y desde ese entonces ha llegado a ser tan enrarecida como el smog.

Y, ¿qué pasó con el “hoyo” de la capa de ozono acerca del que Neil Young cantó su canción de 1989 “Rockin’ in the Free World?” y que Newsweek lo comparó con el “SIDA en los cielos?” (AIDS in the sky). Siempre fue estacional y limitado a los tres “polos” de la tierra (Norte, Sur y los Himalayas) y ahora los científicos dicen que está “cerrándose,” mostrando que el “daño” ambiental no necesita ser permanente. Con facilidad se logró prohibir al principal agente humano causante del agotamiento del ozono, los clorofluorocarbonos (CFCs), pues había disponibles sustitutos baratos. A la fecha, sin embargo, los científicos no han mostrado que el “hoyo” fuera primordialmente causado por el hombre o que causara efectos nocivos sobre los humanos o los sistemas ecológicos. Y, debido a que los sustitutos de los CFCs son menos eficientes energéticamente, pueden estar contribuyendo al calentamiento global.

Y todo eso es sólo en las ciencias “duras” como química o física. Al trasladarnos a las ciencias biológicas y sociales y a la nutrición, encontramos pronósticos similares fallidos:

Sobrepoblación: En naciones ricas y de ingresos medios, la gente está teniendo menos hijos, no más. La producción de alimentos ha superado a la demanda, conduciendo en los países más ricos a menores precios y más obesidad, no a pasar hambre. Incluso en los países pobres, las hambrunas son raras y ocasionadas por los gobiernos, no por una falta total. Incluso el engañoso (fake) New York Times dice ahora que la población humana llegará a un pico más temprano de lo esperado, en el 2067 con menos de 10 miles de millones (in 2067 at fewer than 10 billion).

Destrucción ecológica: Se supone que los ecosistemas colapsaran, conduciendo a una extinción masiva. En vez de ello, en donde los derechos de propiedad han suplantado a las tierras en común abiertas, con cuotas de pesca, recursos naturales como la pesca se han estabilizado e incluso rebotado. Muchos lugares de Estados Unidos ostentan demasiados venados, pavos y jabalíes. El apocalipsis de las abejas se quedó sin aguijón. Imagínese eso (Imagine that.)

El paraíso del pavimento: En los años ochenta, el gobierno alegó que la expansión de los suburbios iba a devorar la mayoría de las tierras agrícolas de Estados Unidos, la que, de todas maneras, estaba perdiendo toda su capa superior, haciendo que los estadounidenses dependieran de naciones extranjeras para obtener su pan. Resulta que el ministerio de Agricultura de Estados Unidos (USDA por sus siglas en inglés) sobrestimó groseramente la superficie perdida y la erosión del suelo y, milagro de los milagros, se ralentizó la conversión y, luego, se revirtió cuando aumentaron los precios de las fincas. A pesar de estas revelaciones, los medios continuaron insistiendo en la “crisis de la tierra agrícola” durante años. Tal como un gato covídico, “parecía tener nueve vidas,” dijo Simon.

Muerte por los Huevos: Más o menos en esa misma época, los medios convirtieron a los huevos en algo parecido a un veneno sabroso, como el alcohol. Es bueno comer uno o dos de vez en cuando, pero, si usted desarrolló un hábito de comer huevos, estaba perdido. Luego, los huevos se hicieron aceptables cuando empezaron los científicos a distinguir entre colesterol “bueno” y “malo.” Ahora, muchos consideran a los huevos como un “super alimento.” ¿Estaría yo menos gordo hoy si hubiera comido huevos cuando niño, en vez de una comida “saludable,” como Hojuelas de Gluten Recubiertas de Azúcar? Nunca lo sabremos.

Muerte por las Manzanas: También evité comidas mortales como manzanas “contaminadas” con Alar, un químico supuestamente venenoso que se aplicaba a las manzanas para reducir su maduración. Hasta que, eso es, el manufacturero lo retiró bajo presión de reguladores después de una hábil publicidad mediática coordinada por un grupo ambientalista en 1989. Sin embargo, resulta que el Alar era menos peligroso que el sirope de maíz alto en fructuosa, que consumí, en vez de mi jugo diario de manzana. Para inducir el cáncer en ratas de laboratorios, los científicos habrían tenido que hacer que ellas ingirieran el equivalente humano de casi 19.000 litros de jugo de manzana… ¡por día, todos los días, a lo largo de sus vidas! ¿Quién lo iba a saber? Probablemente los científicos y los guardianes de los medios deberían haberlo sabido, pero el dinero y los reconocimientos fluyen más rápidamente hacia los alarmistas que no tienen base alguna en la realidad subyacente.

Desigualdad del Ingreso Fuera de Serie: La simple conformación de este concepto oculta su verdadero propósito, redistribuir el “ingreso.” Si es enmarcado correctamente, como desigualdad productiva, “el problema” desaparece o hace la pregunta de por qué una poca gente es mucho más productiva que la mayoría de los otros y por qué del todo algunos no producen nada. Una pista (Hint): es la heterogeneidad natural, además de procesos aleatorios puestos en capas de regulaciones gubernamentales que amplían la desigualdad, como salarios mínimos, topes a las tasas de interés y control de alquileres. De hecho, las naciones ricas tienen una menor desigualdad del ingreso y la riqueza que países pobres, y suben y bajan los ciclos de desigualdad, en vez de hacer una línea recta hacia uno de los extremos. Lo que más disturba, es que parece que algunos investigadores están dispuestos a distorsionar estadísticas para calzar con el escenario del día del juicio final. Por suerte, han sido criticados repetidamente (called out repeatedly), pero no antes de que su “historia” se haya convertido en un “hecho estilizado,” ampliamente aceptado por los medios y por los tipos furiosos de Twitter.

¿Por qué la ciencia del engaño y los estudios fallidos prevalecen consistentemente?

Para empezar, el mundo es un lugar complejo en donde analizar la causa y el efecto es una cosa difícil, en especial cuando están involucradas criaturas vivientes (especially where living creatures are involved). La existencia no cede fácilmente sus secretos.

A pesar de lo anterior, todos los incentivos apuntan hacia estudios preliminares con hallazgos grandes y atemorizantes, pues los mercados los hacen novedosos e importantes y, por ende, merecedores de noticias. Hasta los reporteros novatos saben que no deben lanzar a sus editores historias con encabezados como “Estudio Científico Cuidadoso Replica Trabajos Previos que Muestran una Conexión Pequeña y Causalmente Detallada.” También, uno que fracasa es “Todo Estará Bien si no se Toma Acción Alguna,” pues no venderá periódicos o atraerá visitas a las páginas. También, las retractaciones por errores previos son aburridas, así que terminan enterradas cuando del todo se publican, dejando la impresión de que estaba en lo correcto la perspectiva caliente del alarmista, incluso cuando claramente no lo era.

Historias del tipo “Cosas Malas Pueden Pasar en el Futuro, a Menos que,” por contraste, son ganadoras comerciales. Si se hacen hábilmente, puede que ni siquiera provoquen una réplica, permitiendo su perpetuación. Primero, noten la palabra escurridiza “Pueden.” Luego, usualmente varían directamente la cantidad de destrucción posible y la distancia en el tiempo de la predicción. Al final, hasta el “a Menos que” le da más espacio de maniobra y cambio de tema hacia propuestas de políticas. Cuando el mundo no se acaba en una década, todos se han olvidado del artículo, el reportero hace tiempo renunció, él o ella escribieron “pueden,” así que él o ella, técnicamente, no estaban equivocados y, además, una de las propuestas de política era algo así como que iba a ser puesta en práctica, así que, si algo pasa, la historia nos “salvó” del Armagedón. ¡Premios Pulitzers y Peabodys, todo completo”

En 1983, Noticias ABC reportó acerca de la situación de desempleo en cinco estados “en donde el desempleo es el más severo,” sin mencionar que, en la realidad, el desempleo se había reducido en los otros 45 estados. Esto suena mucho como un “caso” reciente acerca del COVID-19, reportado por el New York Times y el Washington Post. Pero, si usted insinúa que esas noticias inducen al error, sino es que son totalmente “falsas,” de inmediato se le marca como un pro-Trump.

De hecho, hay mucho de inducción al error para fingir erudición pues hasta académicos que asumieron posiciones claras y que fueron probados equivocados fuera de toda duda -en asuntos cruciales de política- de alguna forma logran mantener intactas sus reputaciones. Nadie es perfecto, por supuesto, pero, ¿por qué gente que rutinariamente se equivoca mantiene relevancia y hasta se les reverencia? Neil Ferguson, la mente maestra entrenada en física detrás de nueve durante la última pandemia (the physics-trained mastermind behind nine of the last one pandemic), es sólo uno de numerosos ejemplos que incluyen a:

Rachel Carson: Como lo demostraron Rogers Meiners, Pierre Desrochers y Andrew Morriss, en su volumen editado en el 2012, Silent Spring at 50: The False Crises of Rachel Carson (Washington, D.C., CATO), cualquier cosa mística que permanece de Carlson es simple misticismo. Excepto por el cáncer del pulmón, las muertes por cáncer se han reducido e incluso tendían a ser así cuando Carlson, una bióloga marina, casi nos mata a todos del susto por los peligros del DDT, un insecticida que extendió las vidas de 500 millones de personas, al matar a mosquitos transmisores de enfermedades. Ella alegó correctamente que el cáncer era la causa principal de muerte entre los niños estadounidenses, pero, falló en mencionar que eso se debía a que otras enfermedades de los niños, particularmente transmisibles, habían sido conquistadas. Irónicamente, ella murió de cáncer, de una infección viral, y de un ataque al corazón, pero su fama continúa.

Paul Ehrlich: En 1968, predijo la explosión de una Population Bomb [Bomba Demográfica] que mataría antes del 2000 a la mayor parte de la humanidad por la vía de la enfermedad, el hambre y la guerra. Eso ni siquiera ha sucedido en África, mucho menos globalmente. Él aseveró que para 1980 la esperanza de vida en Estados Unidos caería a 42 años, una predicción sorprendentemente exacta, considerando qué tan lejos de la marca fue. Este famoso entomólogo (científico de insectos) también le apostó a Simon que los precios de los metales aumentarían y, de infausta memoria, perdió. Aun así, Ehrlich permanece como un gurú ambiental.

Paul Krugman: Ha estado equivocado casi en todo desde que obtuvo el Nobel en el 2008 por su trabajo en la teoría del comercio internacional y concentró sus esfuerzos en la carrera de columnista en el periódico, que comenzó en el 2000. Sus mayores errores son en economía laboral, incluyendo acerca de los efectos de políticas de salarios mínimos. Para detalles, vea Contra Krugman de Robert Murphy.

Cuando sus puntos de vista se desafían directamente, tales individuos eruditos usualmente (a) ignoran el desafío y tienen la esperanza de que se esfume; (b) menosprecian las calificaciones del contrincante; (c) califican de “simplista” al desafío, aun cuando se suelen preferir explicaciones más simples (“La Navaja de Occam”) y, como dice Sowell, “evasiones de lo obvio pueden llegar a ser muy complejas;” (d) adscriben incorrectamente al contrincante afirmaciones que son fácilmente refutadas; o, crecientemente, (e) insinúan que el contrincante es un intolerante o que su pensamiento emana de una escuela de pensamiento presuntamente racista o sexista o fascista. En otras palabras, desvían en vez de tratar de defender lo indefendible. Esto es perfectamente natural, como lo evidencia el hecho de que los niños pequeños se involucran en tales desviaciones, si bien más “simplistamente.”

¿Qué significa todo esto? Tenemos que volver a enseñarle a la gente cómo investigar y a que piense por sí misma y que no suba impensadamente a los vagones del tren, a la vez que acuden a burdos trucos retóricos. Resulta que tren ligero es sólo un nuevo nombre para los tranvías. Llamar zonas bajas adonde el agua estancada se acumula en suampos o llamarlas tierras pantanosas, siguen siendo sólo cenagales en donde se reproducen los mosquitos. No todo lo que se califica de racista lo es en la realidad; algunas de las afirmaciones consideradas “sensibles ante las injusticias” [Nota del traductor: “woke” en el argot estadounidense] son profundamente racistas. Llamar pieza de legislación a la Ley de Cuido Asequible de la Salud, no significa que resultará en un cuido de la salud más asequible. Órdenes de permanecer en casa pueden sólo ser una forma más suave de ley marcial, que conduce a la quiebra, al impago y al desempleo, no a la seguridad. De mayor importancia, algunas veces la ciencia puede servir para engañar, en vez de salvar.

Robert E. Wright es (co) autor o (co) editor de más de dos docenas de libros importantes, series de libros y colecciones editadas, incluyendo Financial Institutions publicado por el AIER (2019). Robert ha enseñado cursos de negocios, economía y de política en la Universidad Augustana, la Escuela Stern de Negocios de la Universidad de Nueva York, la Universidad de Virginia y en otras partes desde que obtuvo su PhD. en Historia de la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo, en 1997.