OTRO COSTO MORTAL DE LAS CUARENTENAS POR EL COVID-19: “UNA EPIDEMIA OCULTA” POR SOBREDOSIS DE DROGAS

Por Jon Miltimore

Fundación para la Educación Económica
Lunes 13 de julio del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, con letras en rojo y entre paréntesis, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/another-dea...rug-overdoses/

Recientemente el Washington Post reportó que funcionarios de salud pública han sido testigos de aumentos alarmantes en sobredosis de drogas - “una epidemia oculta dentro de la pandemia del coronavirus”- debido al aislamiento continuo por el coronavirus.

Los cuerpos están llegando a la oficina de Anahí Ortiz más rápido de lo que él puede procesarlos.

“Literalmente hemos dejado de tener carretillas para ponerlos allí,” le dijo recientemente (recently told) al Washington Post, Ortiz, quien es médico forense en Columbus, Ohio.

No obstante, la causa de la muerte no es el coronavirus. Es por sobredosis de drogas. Dice Ortiz que, en ocasiones, llegarán a su oficina tantos como nueve pacientes de sobredosis por drogas en un día y medio. La historia calza con un patrón que está emergiendo alrededor de los Estados Unidos.

Nacionalmente, reporta el Post, funcionarios de salud pública están informando de picos alarmantes por sobredosis de drogas ̶ “una epidemia escondida dentro de la pandemia del coronavirus.” Los números son macabros (are grim.)

Según el Programa de Aplicación de Mapeo de Detección de Sobredosis, nacionalmente las sobredosis sospechosas en marzo fueron un 18 por ciento mayores que las del año previo. En abril, esa cifra se elevó hasta un 29 por ciento. En mayo, el aumento fue del 42 por ciento.

En muchos incidentes, estas sobredosis son fatales. En el caso de Ortiz, el aumento resultó en alrededor de un 50 por ciento de más muertes que en el mismo período del año previo.

¿QUÉ ESTÁ POR DETRÁS DEL SURGIMIENTO DE SOBREDOSIS POR DROGAS?

No es un secreto lo que está impulsando esta epidemia de sobredosis.

De entrada, dice el Post que la “evidencia que emerge sugiere que el aislamiento continuo en meses recientes está alimentando al aumento.”

La conclusión calza con lo que durante años científicos han venido diciendo acerca del aislamiento humano: es mortal (deadly). En el 2016, The New York Times hizo un análisis profundo acerca de las consecuencias fatales del aislamiento social.

Una oleada de nueva investigación sugiere que la separación es mala para nosotros. Personas con menos conexión social sufren de patrones alterados del sueño, sistemas inmunes alterados, más inflamaciones y niveles más altos de hormonas del estrés.

Un estudio reciente encontró que el aislamiento incrementa el riesgo de una enfermedad del corazón en un 29 por ciento y de derrame en un 32 por ciento. Otro análisis que agrupó datos de 70 estudios y de 3.4 millones de personas, encontró que individuos aislados tenían un riesgo de un 30 por ciento más alto de morir en los siguientes siete años, y que este efecto era mayor en edades medianas.

La soledad puede acelerar la declinación cognitiva en adultos mayores, y los individuos aislados tienen el doble de posibilidad de morir prematuramente en contraste con interacciones sociales más robustas. Estos efectos empiezan a edad temprana: niños socialmente aislados tienen una salud significativamente más pobre 20 años después, incluso tras controlar por otros factores. Dicho todo esto, la soledad es un factor importante de riesgo de muerte temprana, como lo son la obesidad y el fumado.

El artículo del Times no discute acerca del abuso con drogas, pero, usted puede agregarlo a la lista de resultados mortales ligados al aislamiento social.

Una investigación abundante muestra que el abuso y la adicción a sustancias están ligados a la soledad y la depresión (are linked to loneliness and depression). La gente bebe licor y toma drogas más a menudo para enfrentar los sentimientos de soledad (to cope with feelings of loneliness).

En el exitoso libro de ventas Chasing the Scream [Tras el grito], una obra que explora la historia de la guerra contra las drogas y el abuso de ellas, el escritor británico Johan Hari dice que la interacción humana es la clave para sobreponerse a la adicción.

“Lo opuesto a la adicción no es la sobriedad,” escribe (writes) Hari, cuyas propias luchas con el abuso de drogas son contadas en el libro. “Es la conexión humana.”

Esta es la razón por la cual los adultos en recuperación les dirán que no hay nada peor que poner a antiguos usuarios en aislamiento.

TAMBIÉN LAS CUARENTENAS TOMAN VIDAS

Poner a cientos de millones de personas sanas bajo arresto casero, mediante órdenes de quedarse en casa, para protegerlas de un virus invisible y altamente transmitible, nunca antes se había hecho.

No sabemos cuán efectivas serán las cuarentenas (o si serán efectivas) para proteger a la gente del coronavirus. Tampoco conocemos precisamente los costos -económicos, psicológicos y humanos- de las cuarentenas, aunque hemos empezado a ver atisbos de ellos: desempleo masivo, recesión, malestar social y deterioro psicológico.

Las sobredosis son parte de ese deterioro psicológico. Otro componente es el suicidio (suicide).

Un estudio reciente encontró que la crisis del COVID-19 podía conducir hasta un 20- 30 por ciento de aumento en suicidios en el 2020. Esto es alrededor de 20 suicidios más al día; o sea, alrededor de 7.000 al año.

“Sabemos que el desempleo da lugar a todo tipo de dificultades financieras que conducen a temas emocionales de salud mental,” le dijo (told ) a ABC News el Dr. Jeff Gardere, un psicólogo clínico y profesor asociado de Touro College of Osteopathic Medicine en la Ciudad de Nueva York.

Ese estudio se enfocó predominantemente en el impacto económico del coronavirus, no del aislamiento social. Aun así, el impacto económico del COVID-19 emana directamente de las cuarentenas, no de la presencia, como tal, del virus. (Pandemias previas no resultaron en carnicerías económicas generalizadas (did not result in widespread economic carnage.)

Los costos de las cuarentenas continúan. El Instituto Nacional sobre el Cáncer recientemente publicó investigación (research ) que muestra 10.000 muertes en exceso en Estados Unidos durante la próxima década, debido a los retrasos en diagnósticos y tratamientos pospuestos de cáncer de seno y cáncer colorrectal.

“Claramente, posponer procedimientos y diferir el cuido como resultado de la pandemia, fue prudente en cierto momento, pero, la expansión, duración y picos futuros permanecen siendo no claros,” escribió él (he wrote) en un editorial publicado en Science. “Sin embargo, ignorar por mucho tiempo condiciones amenazadoras de la vida diferentes del COVID-19, como el cáncer, puede convertir una crisis de salud pública en muchas otras. Evitemos ese resultado.”

Un estudio reciente del Reino Unido indica que más niños han muerto por retrasos de tratamientos en el Servicio Nacional de Salud (National Health Service treatment delays), que por el coronavirus.

¿Salvarán las cuarentenas más vidas que las que son consideradas debido a sobredosis, suicidio, posposiciones médicas y numerosos otros costos, como el aumento de la pobreza extrema (surging extreme poverty)?

No lo sabemos, Pero, considerando la débil correlación (the weak correlation) entre la severidad de la cuarentena y las muertes por el COVID-19, hay razón para el escepticismo.

Dejando de lado la utilidad de las cuarentenas, deberíamos preguntar si los supervisores del gobierno tienen derecho a elegir qué vidas se salvan y cuáles se descalifican. Como lo indicó un escritor, en esencia los formuladores de políticas están jugando “el Problema del Tranvía” (the Trolley Problem) en la vida real, apostando que la intervención salvará más vidas que las que dice. [Nota del traductor: el llamado “Problema del tranvía” “busca revelar si usted tomaría una acción positiva, deliberada, por la que usted sabe dañará a alguien, a fin de reducir el daño a otros. El propósito de estos experimentos de pensamiento es llevar luz a la moral y a la intuición moral].

Esto sirve como un recordatorio útil de una verdad incómoda que el economista Antony Davies y el politólogo James Harrigan hicieron ver recientemente (recently observed): las políticas no pueden salvar vidas; sólo puede intercambiar vidas.

“Las políticas buenas resultan en una solución de compromiso neta positiva,” escribieron (wrote ) Davies y Harrigan en The Philadelphia Inquirer. “Pero, no tenemos ni idea de que la solución de compromiso sea neta positiva sino hasta que le echemos una mirada sobria al costo de salvar vidas.”

Un axioma básico de economía es mirar tanto a los efectos de una ley o acción determinada que se ven como a los que no se ven, cada una de la cuales “hace que surja no solo un efecto, sino una serie de efectos,” para citar a Frédéric Bastiat.

Si tan sólo nos enfocamos en los efectos inmediatos de las cuarentenas -vidas salvadas inmediatamente- pero ignoramos los efectos en cadena -la devastación económica, pobreza extrema, suicidio, sobredosis y diferimiento de tratamientos médicos que resultan de aquellos- cometemos el error del “mal economista.”

Tal error no es simplemente una tontería. Es mortal.

Jonathan Miltimore es editor administrativo de la FEE.org. Sus reportajes y artículos han aparecido en la revista TIME, el Wall Street Journal, CNN, Forbes, Fox News y el Star Tribune.

Otros: El Washington Times, MSN.com, El Washington Examiner, el Daily Caller, el Federalist, el Epoch Times.