¿Se promueve la confianza en los vecinos, cuando alguien anónimamente puede ser denunciado por violar las reglas del COVID-19?

AL IR DESAPARECIENDO LA CONFIANZA, ASÍ LO HARÁ EL PROGRESO DE LA HUMANIDAD

Por Barry Brownstein

American Institute for Economic Research
30 de mayo del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/as-trus...itys-progress/

Una amiga, nacida en China, ha vivido en Estados Unidos durante los últimos años. Esta primavera, ella estaba enseñando su clase de microeconomía en Zoom, cuando dos voces irrumpieron, acribillándola con preguntas:

“¿Cuál es el precio de los murciélagos?

“Usted sabe, ¡los murciélagos en Wuhan, profesora Corona! La razón por la que tenemos esta clase en línea.

“Los Hdep… reyes murciélagos de herradura, profesora Corona.”

Las voces no eran de sus estudiantes, pero eran de su Universidad. Mi amiga había experimentado Zoombombing [bombardeo en Zoom] ̶ el fenómeno reciente de individuos no invitados, que alteran una sesión de Zoom.

Mi amiga estaba impactada. Viviendo con su esposo y un retoño, Estados Unidos eran su hogar; y ella nunca había experimentado tal odio.

Otros han tenido experiencias similares. Los ataques a asiáticos tristemente se están convirtiendo en demasiado frecuentes (becoming sadly too common).

Con las transacciones comerciales encogiéndose y la mano visible del gobierno expandiéndose, un surgimiento en el odio tribal no es sorpresa. Los políticos apuntan con sus dedos. El gobierno promueve el temor, distorsionando nuestras percepciones. Con una economía que implosiona, tenemos el conjunto perfecto de condiciones para que salga lo peor dentro de nosotros.

En contraste, las demandas del comercio sacan lo mejor dentro de nosotros. Los mercados consisten de individuos y empresas que han tenido éxito construyendo confianza. Las transacciones comerciales nos conducen a que veamos nuestra humanidad en común. Aquellos quienes no pueden ver a la gente como gente, no tienen mucho éxito bajo el capitalismo.

Un ensayo reciente ensayo en el Wall Street Journal (Wall Street Journal essay) de la Dra. Susan Pinker, señala que las interacciones cara a cara reducidas con otras personas pueden estar alimentando un aumento en las expresiones de disgusto. Escribe Pinker, “El disgusto evolucionó entre los humanos para protegernos de peligros reales, tales como comer comida podrida, pero, cuando se aplica a otras personas, puede conducir a sentimientos de superioridad moral y evasión social.”

Pinker menciona un artículo reciente de 36 psicólogos y neurocientíficos, quienes advierten que “sentimientos de disgusto pueden causar una hemorragia en cómo formamos impresiones acerca de otras personas. Con preocupaciones más destacadas acerca de la salud física, la gente puede hacerse más crítica del comportamiento de otros y hace interpretaciones menos caritativas.” El resultado, como lo experimentó mi amiga economista, es que “sentimientos reflejos de disgusto pueden convertirse en furia y hostilidad contra grupos externos.”

El anterior presidente del American Enterprise Institute, Arthur C. Brooks (Arthur C. Brooks, points out), señala que “el disgusto es una fuerte emoción negativa y [debería] reservarse para los patógenos.” Agrega Brooks, “La gente no está hecha para el disgusto. Cuando tratamos a las personas con disgusto, ellas nos perciben como tratándolas como un patógeno, y eso es odio. Usted nunca trataría con disgusto a alguien a quien ama y, aun así, en estos días tenemos un tipo cultural de predilección, cuando usted está en desacuerdo con alguien, por expresar disgusto.”

UN ANTÍDOTO PARA EL TEMOR ES COMERCIAR

El capitalismo, nos lo recuerda Jeffrey Tucker (Jeffrey Tucker reminds us), “es mejor pensado no como un sistema, sino como una red de relaciones humanas basadas en el intercambio.” Continúa Tucker, “el amor permea todo aspecto de las operaciones [del capitalismo]. Requiere del amor. Recompensa al amor. Provoca el amor. Vive del amor.”

Tucker no está hablando del amor romántico, sino de un afecto “exento de coacciones y mutuamente apreciado.”

La confianza es la mentalidad que alimenta ese afecto. Escribe Tucker, “Nos reunimos con confianza. Intercambiamos, por elección. Aunque nada haya cambiado acerca del mundo natural, hemos creado valor y riqueza, algo que sabemos al reflejarse en nuestro sentido interno de bienestar. Es un acto de amor.”

En su libro The Wisdom of Crowds [Cien mejor que uno], escribe James Surowiecki, “Esta relación entre capitalismo y confianza usualmente es invisible, simplemente por que se ha convertido en parte del trasfondo de la vida cotidiana.”

Tal como los peces no se dan cuenta que están nadando en el agua, muchos no saben que ellos cosechan los beneficios de la cooperación humana, una cooperación que es alimentada por la confianza. Ellos se ven a sí mismos como víctimas de la codicia, ciegos ante los orígenes del botín milagroso que está a todo su alrededor.

La confianza es un hábito de la mente que evolucionó bajo el capitalismo. Hoy, el temor y el disgusto están reemplazando al amor y la confianza. Nuestra habilidad para trascender las diferencias tribales está siendo desgastada, subvirtiendo los fundamentos de una sociedad comercial.

Surowiecki nos señala el ejemplo de los cuáqueros ingleses de los siglos XVIII y XIX, quienes fueron bien conocidos por un “énfasis personal en la honestidad absoluta.” El modelo cuáquero fue poderoso. Surowiecki señala, “al crecer la prosperidad de los cuáqueros, la gente derivó una conexión entre esa prosperidad y la reputación de fiabilidad y credibilidad.”

La honestidad paga y no sólo para los cuáqueros. Adam Smith, en Lectures on Jurisprudence [Lecciones de Jurisprudencia], dijo: “cuando la mayoría de la gente es mercader, siempre ponen de moda la probidad y la puntualidad.”

La confianza no creció porque los mercaderes son personas especialmente buenas. Como lo explica Surowiecki, la confianza creció porque “los beneficios de la confianza -esto es, de confiar y que se confíe en él o ella- son potencialmente inmensos y, debido a que un sistema de mercado exitoso le enseña a la gente a reconocer esos beneficios.” En resumen, “Las economías florecientes requieren de un nivel de confianza saludable en la fiabilidad y la justicia de cada transacción diaria. Si usted supuso que todo acuerdo potencial era una estafa o que los productos que usted estaba comprando probablemente iban a ser unas porquerías, entonces, muy pocos negocios se llevarían a cabo.”

El desarrollo de la confianza en los mercados libres no fue resultado de la regulación gubernamental. Las empresas tienen un incentivo para ampliar su reputación de integridad.

Hace poco, compré un par de botas para excursionismo en L. L. Bean. ¿Acaso pensé en que L. L. Bean me estaba vendiendo botas de mala calidad, porque los manufactureros de botas podrían estar sobornando a los agentes de compras de Bean? La pregunta es ridícula. La reputación es uno de los activos esenciales de la marca de L. L. Bean, y su cultura corporativa protege escrupulosamente la integridad de la marca.

En su libro, Capitalism, Democracy, and Ralph’s Pretty Good Grocery, John Mueller se imagina las consecuencias de si L. L. Bean “estuviera intentando ampliar su reputación de integridad en los negocios, si establece una organización de vigilancia en cooperación con una agencia gubernamental, la que garantice que cualquier cliente engañado por la compañía, recibiría una recompensa rápida y plena.”

Mueller explica por qué una garantía basada en la supervisión de una agencia gubernamental “generaría, en vez de reducir, la inquietud acerca de la integridad de la compañía, y ciertamente reduciría las ventas.” Una práctica de negocios más sólida para Bean es continuar haciendo lo que siempre ha hecho y descansar en su bien ganada “reputación de ser honestos.”

Mueller hace eco de Surowiecki cuando escribe, “Bajo el capitalismo, la virtud es considerablemente mayor que su propia recompensa; en contra de su imagen, el capitalismo tiende a… recompensar el comportamiento de las empresas que es honesto, justo, social y compasivo.”

Reputaciones bien ganadas, como aquellas ganadas por Bean, no pueden ser fingidas. Escribe Mueller, “la gente que es genuinamente honesta, justa, social y compasiva, es más posible que tenga éxito en los negocios que aquellos que simplemente fingen tales cualidades.” En resumen, quienes carecen de la virtud fracasan y los buenos muchachos tienden a terminar de primeros, cuando el gobierno no está inclinando la balanza.

Mi amiga economista está enseñando en una escuela de negocios. Sin un cambio en su corazón, sus hostigadores sólo pueden esperar mantenerse por la vía de un cheque del gobierno; los mercados no valoran su ausencia de virtuosidad.

CONFIANDO EN AQUELLOS QUE ESTÁN FUERA DE SU TRIBU

Surowiecki explica cómo antes de que se desarrollara el capitalismo, “la confianza había sido producto de una relación personal o dentro del grupo -confío en este tipo pues lo conozco o porque pertenece a la misma secta o clan mío- en vez de un supuesto más generalizado de con quién usted podía realizar negocios.” El capitalismo hizo posible la confianza en un extraño “con quien usted ‘no tenía ligámenes previos.’”

“En lugar de relaciones basadas en sangre o afecto,” los mercados crean relaciones sustentadas en los beneficios del intercambio mutuo. En resumen, Surowiecki hace la observación, “El capitalismo, en última instancia, amplía los horizontes, pues hace que parezca estar fuera de moda la idea de confiar sólo en gente dentro de su grupo étnico o geográfico particular.”

En la actualidad, se están encogiendo los horizontes de las transacciones comerciales e interacciones personales. Hoy en día, evitamos reunirnos con personas nuevas por temor al contagio del COVID-19. Los políticos han promovido una falsa narrativa, estimulando una separación tribal entre aquellos que alegan querer salvar vidas humanas y aquellos falsamente acusados de que sólo les importa el mercado de valores.

Está emergiendo una coalición entre quienes no confían. La coalición trasciende bases ideológicas. Aquellos que temen a su vecino y aquellos que temen a China están uniendo esfuerzos por alabar la destrucción de la libertad. Recientemente, en un supermercado de Staten Island, Nueva York, una multitud de compradores furiosos (a crowd of angry shoppers) exigió que un cliente sin mascarilla saliera del negocio. Incluso otros han pedido eliminar las compras en persona (elimination of in-person shopping). Trump y Biden probablemente competirán este otoño prometiendo endurecerse ante China. El secretario de Estado, Mike Pompeo, ha amenazado con aumentar los aranceles (threatened to increase tariffs) a productos de Hong Kong, un centro comercial que es una máquina de prosperidad para la humanidad. Una unión de quienes no confían aumentará el temor y disminuiría aún más la confianza y la cooperación, reduciendo el comercio y el bienestar humano.

La furia y el disgusto impulsan esos temores. Brooks nos recuerda que, cuando dejamos que esas emociones negativas secuestren nuestro proceso de pensamiento, permitimos que la parte primitiva del cerebro, la amígdala, secuestre nuestros valores y razón.

Podemos interrumpir ese secuestro de la amígdala. Brooks nos aconseja que hagamos una pausa y permitamos que la razón recupere el tiempo perdido con emociones negativas. Para ayudar en ese proceso, usted puede escoger advertir a su cerebro de su propio pensamiento. Cuando usted se da cuenta de que está procesando una historia tribal fácil de héroes y villanos, considere mirar en otra dirección.

Podemos escoger abrazar y permitir nuestra verdadera naturaleza. Como lo puso Marco Aurelio (Marcus Aurelius put it,) “Nacimos para trabajar juntos.” Que una persona crea lo contrario es, en palabras de Einstein, “un engaño óptico de su consciencia.”

El gobierno está destruyendo una red de relaciones humanas, una red de intercambio alimentada por el amor y la confianza. En aras de la humanidad, mediante nuestras escogencias, debemos volver a reunir nuestro respeto mutuo y sin coacciones por la gente.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es contribuyente sénior en Intellectual Takeout y autor de The Inner-Work of Leadership.