Nos ayuda a entender que todo en la vida involucra riesgos.

VIVIENDO CON EL RIESGO

Por Iain Murray

Law & Liberty
29 de mayo del 2020


Es un lugar común decir que Estados Unidos se ha llegado a polarizar políticamente. Ciertamente, esta observación se confirma por la división actual acerca de los cierres por la pandemia. La mitad del país parece creer que terminar las cuarentenas resultará en millones de muertes por la enfermedad. La otra mitad cree que mantener vigentes las cuarentenas resultará en millones de muertes por hambre. El hecho de que estos dos jinetes del apocalipsis se estén enfrentando en la arena política, ilustra al menos tres distintas dinámicas en juego. Una es acerca de la economía, otra acerca de la autoridad y la tercera es acerca de cómo nuestros puntos de vista políticos son formados por diferentes percepciones del riesgo. Entender esto último elemento puede ayudarnos a comprender nuestra salida del enredo.

El debate actual acerca de la reapertura parece, a la luz de ello, que es acerca de enfoques competitivos de la economía. Los “cabilderos a favor del cierre” parecen considerar que vale la pena cualquier precio que se pague para proteger la vida humana ante el virus; los a favor de la reapertura consideran que el precio de la cuarentena es demasiado alto, pues da lugar a costos propios.

En este sentido, el debate puede verse como reflejo de una división de mucho tiempo atrás, entre aquellos quienes se enfocan en los efectos económicos de un problema y tratan de resolverlo, y aquellos quienes reconocen que las soluciones a menudo acarrean problemas propios. Esto es clásico Bastiat ̶ el debate entre aquellos que se enfocan en lo “visto” y aquellos que están preocupados acerca de lo “no visto.”

Tras este debate, sin embargo, hay otro latente, uno que se alinea bien con el argumento económico. Este es un debate acerca de la autoridad y la experticia. Aquellos quienes dicen “escuchen a los expertos,” que sin debatir tienden a remitirse a los pronunciamientos de científicos, y con tales bases favorecen los cierres. Los escépticos, por otra parte, desmenuzan los argumentos de los científicos (algunas veces sin entenderlos plenamente) y vienen con sus propios argumentos. Esto explica la estrecha correlación entre escépticos acerca del calentamiento global y escépticos de la cuarentena.

Un tercer conflicto, más amplio, puede subyacer a aquellos dos. La política estadounidense se forma por los valores que los estadounidenses poseen. Estos valores, han encontrado (found) los investigadores culturales, pueden ubicarse en cuatro grupos de valores (four value groups). Cada uno de ellos se distingue por una preocupación diferente acerca del riesgo.

El primero es el grupo conocido como el de los fatalistas. Su actitud hacia el riesgo es muy sencilla: Las cosas les sucederán independientemente de lo que hagan. Sobrevivir es una materia de suerte. Como resultado, rara vez participan en debates políticos que tengan que ver con elecciones de políticas.

El segundo es el de los igualitarios. Su preocupación es que el riesgo debe ser un asunto de justicia. El objetivo central de la política debería ser asegurar la justicia y eliminar el riesgo para aquellos más expuestos a él. Nadie debería escapar del riesgo debido al privilegio.

El tercero es lo que los teóricos llaman el de los jerárquicos. Este grupo ve la estabilidad y el orden como lo más importante, y cree que el riesgo es peor cuando altera el orden establecido. La política es una herramienta para preservar el sistema o, al menos, “la forma como aquí hacemos las cosas.”

Finalmente, está el de los libertarios. Ellos consideran a los riesgos a la libertad como el mayor problema. Para ellos, la política es acerca de crear instituciones que preserven la libertad.

Cuando estos valores entran en conflicto, vemos la polarización política en su peor caso. Cuando se alinean, vemos el consenso y la reforma. Hoy, cuando el consenso es probable que más se necesita, están entrando en un conflicto fuerte.

Regularmente vemos a estos valores entrar en conflicto sobre el riesgo ambiental. Los igualitarios creen que la actividad comercial exacerba el riesgo ambiental que afecta al pobre, así que quieren constreñir y regular la actividad comercial. Para los libertarios y los jerárquicos, esas restricciones son los riesgos actuales, que amenazan a la libertad y la forma como siempre hemos hecho las cosas (aunque algunos jerárquicos consideran al riesgo ambiental como una amenaza a la creación de Dios.)

El conflicto actual acerca de las cuarentenas es el mismo argumento vuelto a plantear. Los igualitarios consideran que una terminación de las cuarentenas dañaría a los vulnerables. Los libertarios miran a los cierres como una amenaza a la libertad ̶ incluso el trazado de contactos como una amenaza a las libertades civiles. En particular, los jerárquicos se oponen a restricciones de reuniones religiosas.

Y ¿el tipo que va directo a un negocio, ignorando filas, a comprar bebidas alcohólicas y cigarrillos? Casi que ciertamente es un fatalista.

Al pensar alrededor de esto, necesitamos recordar que los riesgos son a menudo relativos. Si nos enfocamos exclusivamente en los riesgos que más nos interesan, podemos pasar por alto otros riesgos que se dan si nuestras demandas son satisfechas. Reconocer esto requiere de un grado de humildad acerca de la importancia de nuestros valores.

El teórico de la cultura Aaron Wildavsky hablaría acerca del dilema del corredor: correr es buena forma para ponerse más en forma y, por ende, reducir los riesgos de salud, pero, más de unos pocos corredores caen muertos debido al esfuerzo extra. Cada grupo en esta crisis encara su propia versión. Mantenerse encerrado para proteger lo vulnerable, pero arriesgar que lo vulnerable sea presa de la desesperanza; abrir, pero ver a la libertad erosionada aún más después de una segunda oleada; ir a la iglesia y, después, encontrar infectada a toda la congregación. No hay un curso seguro, libre de riesgos. Debemos, por el contrario, buscar algún camino “más seguro” que el que favorece actualmente cada uno de los grupos.

Parte de encontrar este enfoque más seguro es -y siempre ha sido- la prueba y el error. En tal sentido, el sistema de federalismo estadounidense y el alemán se adecuan mejor que, digamos, la centralización de Francia o Inglaterra, en particular cuando se toman en cuenta las diferencias en la densidad de la población. Podemos ver qué pasa cuando Georgia reabre, mientras que Nueva York permanece cerrado. Quienes apoyan la cuarentena se horrorizarían con esto. Este marco de riesgo nos dice por qué: ellos lo ven como injusto para los vulnerables en los estados que “experimentan.”

Otra cosa que el marco nos dice es que no podemos esperar una seguridad perfecta. Como lo planteó mi mentor Fred Smith (Fred Smith put it), “Una vez que una sociedad demanda niveles inalcanzables de seguridad -un mundo libre de riesgos- la política pública se divorcia de la realidad.” Si es que vamos a encontrar un mundo más seguro, tenemos que aceptar un nivel de riesgo con el cual podríamos estar incómodos, ya sea un riesgo para la justicia, la libertad o el orden establecido.

Así, un mundo más seguro puede entrañar reabrir los estados a velocidades diferentes, cambiar acerca de cómo pasamos nuestras vidas y organizar nuestras reuniones religiosas, exámenes frecuentes de chequeo médico ̶ y, sí, usar mascarillas.

Probablemente no muy pronto vayamos a estar de acuerdo acerca de la economía y la experticia. Pero, a menos que estemos dispuestos a entender por qué nuestros compatriotas estadounidenses difieren en nuestras percepciones del riesgo, no vamos a encontrar la ruta más segura para salir de nuestro predicamento.

Iain Murray es vicepresidente y compañero sénior en el Competitive Enterprise Institute en Washington DC.