Recomiendo su lectura: es indispensable que, si bien vigilantes ante las sorpresas de las malas decisiones económicas de los gobiernos, los ciudadanos estemos optimistas ante los esfuerzos previos hechos por la humanidad, para salir exitosamente de baches en los que fue metida.

HAY UNA RAZÓN SÓLIDA PARA EL OPTIMISMO

Por Michael Munger

American Institute for Economic Research
24 de mayo del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/there-r...-for-optimism/

Las cosas parecen oscuras. Pero, hay razón para el optimismo; tal vez, incluso para el entusiasmo, debido al proceso de ajusta que enfrentamos “después del virus.” La fuente de ese optimismo, sorprendentemente, es un libro muy pesimista, The Rise and Decline of Nations [Auge y Decadencia de las Naciones] de Mancur Olson (Yale, 1982).

Olson afirmó que hay un dinamismo extraño en el éxito de las sociedades, a la vez que hay una acumulación de fuerzas que extraen como sanguijuelas la habilidad de mantener el éxito. En época de cuarentena, aquí en Carolina del Norte, leí el famoso libro de Edward Gibbons, Decline and Fall of the Roman Empire [Decadencia y caída del Imperio Romano]. Fue mejor de lo que esperaba, lleno de ejemplos de los problemas de la elección pública y de compatibilizar los incentivos privados y el desastre público.

Olson expande la lógica de la declinación a otras naciones, haciendo ver que parece ser lo que ahora podemos llamar un problema “de recursos de uso común” en los presupuestos y la energía del sector público. Con el paso del tiempo, más y más grupos latentes se convierten en intereses organizados, y usan el poder político de la organización para percibir rentas provenientes del bolsillo ´público. El problema es que, una vez aseguradas las rentas, es esencialmente imposible echar para atrás. Los grupos latentes grandes pueden ser difíciles de organizar para eliminar las rentas, debido a que los beneficios individuales son negligibles.

Pero, el verdadero problema es que los grupos organizados lucharán hasta la muerte para preservar su mal adquirida porción. La razón es la simple pero poderosa idea de Gordon Tullock acerca de la “trampa de las ganancias transitorias” ( Gordon Tullock’s simple but powerful insight about the “transitional gains trap”). Una vez que se asegura una renta o legitimación, se da un aumento de una sola vez de la riqueza. Pero, la expectativa de la renta se capitaliza inmediatamente en los precios de los activos: precios de la tierra o en el precio del permiso para conducir taxis o una licencia de un colegio profesional para ejercer, aumentos hasta el punto de que el dueño sólo logra un rendimiento normal. Pero, la actividad es cara y extraer algo de los jugos que le dan vida a la economía.

Individualmente, esta búsqueda de rentas tipo sanguijuela tiene un impacto limitado; esa es la razón por la cual cada acto separado de robo puede tener éxito: el pequeño impacto marginal tiene costos que están tan ampliamente dispersos que parecer ser invisibles. Pero, en el agregado, como con cualquier recurso de uso común, el efecto de cada toma separada suma hasta llevar al colapso a la sociedad. Los grupos de interés “pescan en exceso” al presupuesto, y nada queda. Las ciudades de California ya no tienen un presupuesto efectivo remanente, después de que ellas pagan las obligaciones por las pensiones infladas ( California cities have no effective budget remaining, after they pay the inflated pension) extraídas por los grupos sindicales. Como un todo, el crecimiento gubernamental de “trinquete” [Nota del traductor: gancho que se resbala sobre los dientes de una rueda, para impedir que esa se vuelva hacia atrás], que, una vez expandido en un área, no puede ser eliminado ( “ratchet” of government growth, which once expanded in an area cannot be cut), constantemente está forzando al aumento el gasto no discrecional, dejando menos y menos habilidad para responder a las necesidades de infraestructura y servicios normales.

EL LADO POSITIVO: CRECER A SALTOS

El lector debe estarse preguntando, “Por Dios, ¿dónde está el optimismo? Esto suena horrible.” Y, está en lo correcto, es terrible. Mi optimismo es más del tipo “luz de esperanza” que del tipo “¡qué buena suerte!” Siempre ha existido una tendencia entre los económicamente analfabetas (y tengo que incluir a Paul Krugman entre ellos ( include Paul Krugman among those)) ver la destrucción como un estímulo económico. Hace mucho tiempo Bastiat identificó esto como la falacia de la “ventana rota” ( Frederic Bastiat long ago identified this as the “broken window” fallacy), pero no desaparecerá: cada vez que hay una catástrofe, alguien dice, “Bueno, en realidad…” ( time there’s a catastrophe, someone says, “Well, actually…”). No. NO, NO, NO. La destrucción no crea riqueza.

Excepto que, algunas veces, la destrucción puede crear una oportunidad para crecimiento futuro, si la destrucción incluye las capas apiladas de guano de los grupos de interés, que cubren los engranajes del sistema. Algunas veces hablamos de la tecnología desempeñando esa función; en mi libro (Platforms: Perils and Promise, IEA 2020) doy un ejemplo de cómo el GPS ha hecho que una enorme cantidad de capital humano pierda casi su valor.

Durante décadas, para poder obtener una licencia para manejara un taxi negro en Londres, se requería que usted recitara de memoria la ubicación de la calle y de cualesquiera direcciones en la ciudad. Y el chofer necesitaba saber al menos un fragmento de cada parada de turistas en la ciudad. Como resultado, los salarios de los choferes de los taxis negros eran altos, y era difícil aumentar el número de choferes en respuesta a cambios en la demanda.

Pero, el valor de lo que los choferes llamaron “El Conocimiento” ( drivers called “The Knowledge”) se destruyó en menos de una década. Un teléfono inteligente con GPS, combinado con apps tales como WAZE ( apps such as WAZE) crecientemente exactos, que brindan información constantemente actualizada acerca de construcciones y accidentes en el camino, significa que los viajes pueden ser brindados con un descuento del 50% en comparación con los taxis negros ( rides can be provided at a 50% discount compared to black cabs), con poca diferencia en los tiempos de arribo. Yo he llamado a esta clase de cambio “crecer a saltos” ( I have called this kind of change “saltation,”) dando a entender una transformación por un reordenamiento o por un salto.

Lo cual nos lleva de regreso a Mancur Olson. Él observó que las catástrofes ocasionaban crecimiento a saltos en las instituciones, debido a que rompía todos los niveles de compromisos con la renta de grupos de interés. Ya fuera que el grupo no existía de la misma forma, o que el cambio político era tan dramático que sus compromisos implícita y moralmente ilícitos de compartir una porción de los esfuerzos de los contribuyentes ya no eran más aplicables. La forma más evidente de romper el estrangulamiento de los intereses organizados era la guerra, según Olson. Y no ganar una guerra; eso posiblemente empeora las cosas. La “solución” es perder una guerra, catastróficamente, de forma que la sociedad empiece de nuevo con total libertad con respecto a la acumulación de los parásitos e intermediarios, quienes habían progresado con el trabajo y ahorro de otros.

En la página 76 de Rise and Decline, Olson afirma que la razón por la cual Alemania y Japón lo hicieron tan bien después de la Segunda Guerra Mundial es que ellos perdieron todo por completo y abyectamente, y tuvieron nuevas instituciones impuestas desde el exterior, en formas que derogaron los compromisos que habrían sido honrados si las escogencias hubieran sido hechas internamente. Olson señala que el otro poder importante del Eje, Italia, administró una paz negociada que preservó sus instituciones, y el resultado fue una recuperación de postguerra paralizada y anémica, en comparación con Alemania y Japón.

Debo decir que Olson es muy cuidadoso en evitar la “falacia de la ventana rota.” Él no concluye que, “Y, por tanto, ¡la destrucción completa que sigue a una guerra perdida es lo que queremos!” Su punto es que hay poca esperanza de que el proceso político normal rompa el carnaval de rentas del grupo de interés, a menos que pierda una guerra, lo cual significa que la declinación de las naciones es inevitable: ya sea que sus energías dinámicas son lentamente ahogadas por la esclerosis institucional (malo), o que ellos pierdan una guerra (muy malo ahora, luego bueno, pero, en general, más malo que bueno).

Pero, ahí está. Esa es la parte optimista. Yo nunca habría propugnado por la destrucción institucional de muchas de las cadenas de suministros, asociaciones del capitalismo de los amigotes y abrigados triángulos de acero que el estado ha alimentado durante los últimos 50 años. Correcto o no, sin embargo, hicimos eso. Nuestra economía en el otoño del 2020 lucirá más como una economía que emerge de una guerra amarga que como nunca antes desde el otoño de 1945. Todos esos compromisos con los grupos de interés que normalmente estarían socavando nuestra vitalidad nacional estarán en juego.

Nuestro sistema de obtener permisos para poder desempeñar un trabajo -siempre un juego de tontos, pero ahora claramente impidiendo una respuesta rápida ante emergencias ( clearly preventing rapid response to emergencies) en otros estados- la certificación de medicinas y equipos médicos (drug and medical equipment certification) y la regulación del empleo en la economía “colaborativa” ( employment in the “gig” economy), todos, han demostrado ser catastróficos. La justificación económica de estas prebendas y apartados nunca fue persuasiva. ¡Deshagámonos de ellas! El argumento de Olson de un “inicio refrescante” de la regulación ( employment in the “gig” economy) es en la actualidad un buen tónico para la anemia económica.

El punto es claro: la economía perdió la guerra. Muchas de nuestras industrias y formas normales de hacer negocios fueron destruidas. Eso ya fue hecho; perdimos una guerra que incluso no queríamos pelear. Pero sucedió, y ahora tenemos una oportunidad para crecer con un salto. Podemos hacer que la reconstrucción de la economía política sea mejor que la hinchada y rechinadora máquina de búsqueda de rentas que hemos tenido al inicio del 2020.

Michael Munger es profesor de Ciencia Política, Economía y Política Pública en la Universidad Duke y compañero sénior del American Institute for Economic Research. Sus títulos son de Davidson College, Washington University en St. Louis y Washington University. Los intereses de investigación de Munger incluyen regulación, instituciones políticas y economía política.