NO NECESITAMOS UN GRAN PLAN PARA TERMINAR CON EL CIERRE

Por Art Carden

Institute for Economic Research
15 de mayo del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/we-dont...-the-lockdown/

En períodos de gran incertidumbre es frecuente oír llamados de alguien “con un plan.” La pandemia del COVID-19, por supuesto, no ha sido distinta en cuanto en ese sentido. Políticos, comentaristas y miembros atemorizados del público están buscando -con una fe mal guiada, creo- en lugares como Washington D.C., la capital del estado o la oficina del alcalde, alguien que tenga una solución articulada, clara, que ponga todo esto detrás nuestro.

El aire está lleno con “qué tal si” y la Internet está repleta de memes que se burlan de fenómenos de cabellos largos que quieren terminar con los cierres… de forma que así puedan cortarse el pelo o, en el lado opuesto de la transacción, para que así puedan cortar pelo. ¿Cuál, se pregunta le gente, es el Plan? Nos ponemos nerviosos cuando queda claro que simplemente no hay ninguno. Algunos de nosotros lo atribuimos a la incompetencia o a la malevolencia y, luego, buscamos alguien “que pueda hacer un plan que funcione” (who can make a plan work.)

No obstante, esa no es la forma correcta de pensar acerca de planear para continuar encarando la pandemia del COVID-19. El problema no es identificar y poner en práctica Un Plan que Maneje Todo. El problema, tal como es, es coordinar e integrar los planes diferentes y, a menudo, conflictivos, de los casi ocho miles de millones de personas en el planeta. A igual que como ninguna mente única (o un comité central de mentes) sabe cómo hacer un lápiz (Just as no single mind (or central committee of minds) knows how to make a pencil), ninguna mente sola (o comité central de mentes) sabe como planear una respuesta a la pandemia. Es fácil hablar acerca de generalidades como “alimentos” y “abrigo” y “educación,” pero, en el momento en que entramos en detalles, es difícil ir más allá. Me usaré y a mi familia como una ilustración y mostraré cómo nadie sabe planear exitosamente una respuesta al COVID-19.

De forma importante, las “soluciones” no son creadas e impuestas por nuestros mejores conocedores. Ellas afloran, a menudo en patrones no diseñados y no articulados. El software y la tecnología de información brindan una ilustración importante. Súbitamente, mucha gente tuvo que mover sus operaciones a hacerlo en línea. Esto significa un alza importante en el uso de servicios como Zoom, Google Hangouts, FaceTime, WebEx, y otros. Mucha gente se mete a la ciencia de la computación y a la ingeniería de la computación por una simple fascinación o por un deseo de hacer del mundo un espacio mejor.

Alguna gente le entra a eso por el dinero. Algunos son revolucionarios del ala izquierda. De manera importante, yo no tengo que saber o aprobar los motivos de la gente para que pueda estar en capacidad de cooperar con ellos y usar su conocimiento para avanzar mis propios fines. Ellos no tienen que saber o aprobar mis propios motivos para servirme o hacer uso del conocimiento que yo tengo.

Nosotros nos educamos en el hogar antes de empezar a mandar a nuestros hijos a una escuela independiente de las cercanías, influida por el método de Charlotte Mason, así que pudimos hacer una transición más fácil que otros, desde nuestra rutina normal a dar clases en el hogar. Eso significó hacer algunos ajustes y básicamente convertimos a nuestro porche del frente en mi nueva “oficina.”

Cuando mis clases fueron movidas a en línea, necesité expandir mis capacidades tecnológicas. Compré un par de auriculares que cancelan el ruido Apple AirPod Pro. Hace unos pocos años, yo había comprado un par de Bose QC-35 que cambian la vida, que luego los perdí en un viaje en octubre de 1917. Los AirPods han sido simplemente increíbles. Son pequeños. Calzan muy cómodamente en mis oídos. Casi que cancelan totalmente el ruido sordo de la bulla urbana (acondicionadores de aire, el ruido lejano del tránsito) y seriamente amortiguan otros ruidos (el ruido de una calle cercana, las cortadoras de pasto). Aún puedo escuchar la mayor parte del canto de las aves (lo cual no es cosa mala,) pero, en su mayor parte, estoy en capacidad de disfrutar de una notable quietud en el medio del caos urbano (y doméstico).

¿Conozco cómo funciona la tecnología? No sin entrar a Google y, aun así, apenas conozco lo poco necesario acerca de la ingeniería y la física del sonido para entender realmente qué está pasando. En esto, tomaré la palabra a Apple; en mi experiencia con personal de servicio al cliente, ellos han sido plenamente confiables (cualquier empresa con una valoración de más de un millón de millones de dólares tiene mucho en juego ante una buena experiencia del cliente).

Considere el número de personas que han estado involucradas en darme algo tan sencillo como un conjunto de audífonos que cancelan el ruido. Primeramente, están los ingenieros. Son aquellos que diseñaron el producto, y de cómo hacerlo de forma que satisfaría las especificaciones que demando. Como con un lápiz, estoy en capacidad de aprovechar y desarrollar conocimiento que yo mismo no tengo para fines que los ingenieros pueden no entender. Sin embargo, va más hondo que esto. Alguien, en algún lado, realizó la investigación básica para ayudarnos a entender la física del sonido y para hacer posible un producto como los auriculares sin alambres que cancelan el ruido.

Esto ni siquiera empieza a rasgar la superficie del conocimiento que soy capaz de usar en respuesta a la pandemia del coronavirus. Yo dicté una versión previa de este artículo en un Documento de Google. Estoy en capacidad de usar un software que no escribí y casi que ciertamente no podría escribir, para simplemente hablar y lograr que mis palabras sean transcritas en un texto escrito en un Documento de Google, con una notablemente baja tasa de error, en comparación con lo que solía ser uno de voz a texto.

Las tecnologías remotas también han facilitado mucho el distanciamiento social. En la década de 1990, cuando estaba en la universidad, ciertamente habrían sido mucho más difíciles los cursos de películas en línea. La internet que ahora conocemos apenas estaba en su infancia, el correo electrónico era una tecnología relativamente nueva y, cuando necesitaba hacer mi tarea, tenía que escribir con una pluma o un lápiz en un papel (recuerdo haberle dicho a mi profesor al final de mi primera clase de economía que había aprendido a nunca hacer un examen de economía con una pluma).

También mover las cosas en línea se ha facilitado mucho mediante sitios que comparten videos, como YouTube y Vimeo. En su libro del 2008, Create Your Own Economy [Descubre el Economista que Llevas Dentro], Tyler Cowen señaló cómo el trabajo de un profesor o de un maestro se convertiría crecientemente en una gestión de contenidos. El portal en línea alemán, Statista, reporta que, en el 2007, la gente estaba cargando 6 horas de video en YouTube cada minuto.

Para mayo del 2019, las personas estaban cargando alrededor de 500 horas de video en YouTube cada minuto. Si su trabajo a tiempo completo es ver contenido en YouTube 40 horas a la semana, 50 semanas al año, le tomaría todo un año trabajando a tiempo completo ver el contenido que es cargado en alrededor de cuatro minutos. Mucho de eso, por supuesto, es pura basura y gran parte de ello no avanzará sus objetivos pedagógicos (“ver esas tres horas de gente jugando Minecraft y gritando” no parece ser un programa lectivo muy bueno). Mucho de ello, sin embargo, es oro puro.

Finalmente, sólo para usar un ejemplo más, hay empresas de servicios financieros que procesan los pagos rápidamente y (desde nuestro lado, en todo caso) sin esfuerzo en sistemas automáticos. Compré mis nuevos audífonos en Amazon. El dinero se cargó a mi tarjeta de crédito y fue pagado a Apple, con Amazon obteniendo su parte. La cuenta será pagada automáticamente de mi cuenta corriente cuando sea debido. Todo esto pasará sin tener yo que poner atención alguna a ello ̶ o teniendo que entender exactamente qué es lo que opera y cómo, cuáles electrones están saltando adónde y cuándo o (muy importante) en realidad cualquier cosa acerca de alguien más involucrado en el proceso.

Considere las cosas que usamos diariamente que han confundido a generaciones previas. Uno de mis ejemplos favoritos es el iPad. Cuando por primera vez apareció (When it was first released), me acuerdo de mucho de gente haciendo bromas con el nombre -lo admito, yo también me divertí con eso- y mucha otra gente diciendo, “¿Para qué es eso? ¿Cuál es el punto? Al preguntar “cuál es el punto,” ellos no se dieron cuenta: Para qué es el iPad es algo que se descubre con el paso del tiempo. Las tabletas y los teléfonos inteligentes facilitan mucho el vivir, trabajar, aprender y jugar bajo un cierre pandémico.

Para muchos comentaristas con lo que el economista Thomas Sowell llamó “la visión no restringida,” lidiar con problemas sociales como el cierre pandémico es, en esencia, como hornear pan. Simplemente es un asunto de encontrar la receta adecuada, los ingredientes apropiados y el cocinero correcto: una Gran Mente (o un comité de grandes mentes) (a Great Mind (or committee of great minds).

Mientras que muchos de nosotros hemos disfrutado de un montón de pan hecho en casa durante el COVID-19, el problema de la recuperación es fundamentalmente de otro tipo diferente. La transición de regreso a la vida normal involucra la coordinación de los planes distintos y a menudo incompatibles de miles de millones de mentes ̶ y, si deseamos que esa coordinación haga el mejor uso del conocimiento en sociedad (use of knowledge in society), estamos cometiendo un error si estamos buscando que haya un plan.

Art Carden es compañero sénior del American Institute for Economic Research. También es profesor asociado de Economía en la Universidad Samford, en Birmingham, Alabama.