PROTESTE TAMBIÉN CONTRA LOS SINDICATOS POLICIALES POR LA INMUNIDAD CALIFICADA

Por Donald J. Boudreaux

American Institute for Economic Research
8 de junio del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/protest...fied-immunity/

Me sorprendo a mí mismo, escribo aquí acerca del asesinato de George Floyd.

Mi sorpresa emana de mi creencia mantenida desde hace mucho tiempo, de que yo, como economista profesional que ahora se especializa en estudiar el comercio y la política comercial, es posible que no tenga nada útil que agregar a las discusiones públicas acerca de las relaciones raciales y la mala conducta de la policía. No es que no tengo una opinión acerca de estos asuntos. En efecto, tengo opiniones y la mayoría son fuertes. Sino que, más bien, siento que cualesquier opiniones valiosas que tengo acerca de tales asuntos, típicamente son mejor expresadas por persona quienes, a la vez que comparten mis opiniones, están mejor informadas que lo estoy yo, en cuanto al contexto relevante y en los detalles.

Pero, al valorar las muchas protestas, así como los disturbios (los últimos son categóricamente diferentes de las primeras) de los últimos días pasados, revela una idea económica central y crucial que es muy poco escuchada y expresada ̶ o, lo que es lo mismo, que requiere de un énfasis repetido. Y es así como expreso aquí esa idea.

DEBERÍAMOS TENER INCENTIVOS MÁS FUERTES QUE TENGAN EN CUENTA EL ROL DE LOS INCENTIVOS

Entre las declaraciones con más frecuencia escuchadas acerca de las protestas actuales es que ellas son “contra el odio” o “contra el racismo.” De hecho, la oposición a la intolerancia racial es noble. La gente decente debería hablar contra ella -protestar en su contra- no en términos inciertos. Tal cambio, aunque altamente deseable, no se da de la noche al día. De forma que, si es un objetivo vital, como debería serlo, reducir la brutalidad policíaca tan pronto como sea posible, un enfoque más promisorio que protestar contra el racismo, es investigar y, si es apropiado, cambiar los incentivos que encaran los oficiales de la policía.

Gran parte de la sospecha hoy mantenida por intelectuales y gran parte del público en general acerca de la economía, emana del enfoque de la disciplina en los incentivos, en vez de los motivos. Los motivos -como aquellos que surgen del racismo- parecen ser fáciles de entender; incluso los niños clasifican a la gente, acciones y resultados como “buenos” y “malos.” Y, reaccionar a los motivos es emocionalmente gratificante. Cada uno de nosotros ama alabar a la persona virtuosa y censurar al malvado. Emocionalmente, nos vemos conmovidos tanto al contemplar acciones guiadas por motivos admirables, como cuando somos testigos de acciones alimentadas por motivos atroces.

En contraste con los motivos, los incentivos son emocionalmente mucho menos apremiantes. El pulpero que alimenta a un vecino porque se la paga por hacer eso, no eleva nuestras emociones, tal como lo hace un extraño bondadoso que alimenta a un vecino por generosidad. De la misma forma, el policía que asesina a alguien agita nuestras emociones mucho más fuertemente, si interpretamos sus acciones como emanadas del racismo o por algún otro mal motivo, en vez de ser por malos incentivos.

A pesar de lo anterior, nuestro propio deseo entendible de experimentar satisfacción emocional, no debería distraernos de la tarea de examinar racionalmente los incentivos existentes, que afectan las acciones de los oficiales de la policía.

DE HECHO, LOS MALOS INCENTIVOS ESTÁN OPERANDO

Hoy estos incentivos en Estados Unidos son atroces. Un resumen excelente de ellos y sus orígenes se encuentra en este podcast nuevo de 34 minutos de duración (this new 34-minute-long podcast), que hizo Clark Neily, del Instituto Cato, junto con Juliette Sellgren. Cualquiera que sea la cantidad de intolerancia en policías hombres y mujeres -cualquiera que sea la extensión y profundidad de la ingenuidad de políticos, fiscales, jueces y jurados, acerca de la raza y las relaciones raciales- estas actitudes lamentables es posible que no sean la razón principal de la brutalidad policíaca de hoy.

Le invito a que escuche toda la discusión de Juliette con Neily. Usted aprenderá mucho ̶ incluyendo, en especial, qué tan aterradoramente disfuncional es la doctrina legal de “inmunidad calificada” (qualified immunity) para los oficiales de la policía. Esta doctrina se creó por la Corte Suprema de los Estados Unidos, según Neily, “de la nada.” Blinda efectivamente a funcionarios gubernamentales, incluyendo oficiales de la policía de turno, de ser considerados legalmente responsables de cualesquiera daños que hayan causado al violar los derechos civiles de una persona.

Esta inmunidad casi total ante demandas civiles, reduce grandemente los incentivos que, de otra forma, estimularía a los oficiales de policía para que actúen con decencia común. Cuando se combina con el rol abominable de los sindicatos policiales, junto con otras instituciones defectuosas, los incentivos para que los oficiales de policía se comporten decentemente, se marchitan ante la ingravidez.

El policía Derek Chauvin, quien asesinó a George Floyd, bien podría estar lleno de racismo suficiente para abrumar un salón de convenciones repleto de Grandes Magos del Ku Klux Klan. O no. Siendo un oficial de turno, Chauvin tenía toda razón para creer que cualquier injusticia o daño que le infligiera a Floyd o a alguien más, sería ignorada por otros oficiales de policía, incluyendo los juzgados.

Y así, el oficial Chauvin -inmune a los incentivos pro sociales que normalmente operan en gente normal- simplemente puede haberse deslizado descuidadamente en su temeridad asesina. Gracias a Dios, que las acciones de este hombre fueron capturadas por cámaras y, luego, ampliamente compartidas.

Naturalmente, el espíritu humano no considera los actos de maldad como banales. Odiamos los resultados del mal, y queremos no sólo odiar a las personas cuyas acciones resultan en consecuencias atroces, sino también queremos que nuestro odio se justifique. Y cualquier perpetrador del mal tiene más valor para ser odiado si él o ella son motivados por el racismo o alguna otra forma de mal, que si él o ella simplemente estuvieran respondiendo a incentivos. Por tanto, descontamos la importancia de los incentivos.

A pesar de lo anterior, es bajo nuestro propio riesgo cuando ignoramos la realidad y el rol de los incentivos. Al pasar por alto a los incentivos, descuidamos las oportunidades genuinas de reducir inmediatamente la posibilidad de resultados futuros horrendos. Irónicamente, al desestimar los incentivos, también estamos estimulando la creación y el mantenimiento de lo que aparenta ser un racismo sistémico. Si hacemos algo más que gritar con auto satisfacción acerca de los horrores del odio, clamar contra el racismo y marchar contra la pequeñez de mentes -si no hacemos el trabajo arduo de investigar los incentivos que están en juego- nosotros mismos, como se dice popularmente, “somos parte del problema.”

Las sociedades mejoran cuando las actitudes y motivos de la gente mejoran. Por favor, nunca dejemos de hablar en maneras que estimulan la tolerancia, el respeto mutuo y la civilidad de todos, independientemente de ese fenómeno superficial, como son el color de la piel y el lugar de nacimiento. Pero, también, como adultos maduros, miremos más claramente la importancia vital y omnipresente de la insistencia de los economistas, tanto que los incentivos sí importan como que (cuando pienso (I think) que por primera vez escuché al economista David Henderson decir) “las intenciones no son resultados.”

Predicar y protestar tienen su lugar. Pero, también, lo es la forma económica de pensar.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.