Acerca de la falsa contraposición de que se matan vidas o se arruina una economía.

LOS CIERRES ECONÓMICOS MATAN GENTE- SÍ LITERALMENTE

Por Emile Phaneuf

Fundación para la Educación Económica
Sábado 23 de mayo del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, con letras en rojo y entre paréntesis, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/economic-lo...yes-literally/

Es importante entender que las concesiones mutuas no tratan sólo acerca de economía versus vidas. Sino también de vidas versus vidas.

Un artículo reciente de Bloomberg (Bloomberg article) discutió argumentos opuestos en el debate acerca de los cierres por el COVID-19. El artículo describe la forma del pensamiento epidemiológico versus la forma del pensamiento económico. En los términos más sencillos, los epidemiólogos piensan en términos de reducir la expansión de la enfermedad, mientras que los economistas piensan en términos de un balance por concesiones mutuas.

Si bien los expertos epidemiólogos son muy necesarios durante una pandemia, si fallamos en pensar como economistas, nos podremos encontrar con políticas que causan más dolor y muertes de lo necesario. También, es importante en relación con la crisis actual que los economistas no sólo tratan de concesiones mutuas entre vidas y economía, como afirma el artículo de Bloomberg. Si no, por el contrario, también tratamos con vidas versus vidas ̶ ambos, sin cuarentena como con ellas. Esto es, el COVID-19 ocasiona muertes, pero también los cierres, aunque es más difícil verlas en el último caso.

Estas víctimas serán más visibles si vemos los cierres a través de los lentes de la economía.

Por mucho tiempo, los economistas han entendido el concepto de “se necesita un pueblo” en un sentido radical. Una división del trabajo global y muchos de nosotros especializándonos en líneas de trabajo en nichos increíbles, han hecho posible que 7.6 miles de millones de personas (7.6 billion people) sobrevivan al mismo tiempo. Una grandiosa demostración de esto en el mundo real viene de una charla TED, en la que un joven describe cómo él compró el tostador de pan más barato que pudo encontrar (costándole menos de cuatro libras británicas), para hacerle una ingeniería en reversa, hacer un tostador suyo propio de la nada. Una vez que lo desmontó, encontró que tenía 400 partes (cables, resortes, tornillos, caja de plástico, entre muchas otras) provenientes de manufactureros de alrededor de todo el mundo.

Hacer un sencillo tostador desde la nada, aprendió él, es mucho más difícil de lo que se había imaginado. Pero, se mantuvo intentándolo, averiguando que tenía que ir a minas para extraer su propio hierro, cobre o mica, convertir el hierro en acero, hacer su propia caja de plástico a partir de almidón de papa (dado que, para empezar, no tenía aceite), etcétera. Después de varios meses de intentar hacer su propio tostador electrónico, el producto final resultó ser totalmente inservible ̶ sin mencionar que un desastre estético.

Pero, demos un paso atrás para revisar lo “no visto.” Los manufactureros de aquellas 400 o más partes electrónicas del tostador comprado en la tienda, no es posible que conocieran todo acerca de los bienes finales en que finalmente se usaron sus partes electrónicas. Ellos tenían compradores de sus productos, quienes distribuían y exportaban los productos, que los vendieron a empresas de suministro industrial en varios mercados, que los vendieron a otros manufactureros, quienes, a menudo, los exportaron aún más, etcétera. Esto es, desde el manufacturero al consumidor, los productos cambiaron de muchas manos ̶ formando “una red de interconexiones alrededor de todo el globo” (globe-spanning web of interconnectedness) y hecho posible por medio del mecanismo de precios. Como en cierta ocasión lo puso (put it) F.A. Hayek:

“[Nosotros] estamos trabajando para gente que no conocemos y estamos siendo apoyados por el trabajo de gente que no conocemos… La ganancia es la señal que nos dice qué es lo que debemos hacer para servir a la gente que no conocemos.”

Ahora, debemos elaborar a partir del punto previo formulado acerca de lidiar con las pérdidas de vidas humanas reales de carne y hueso ̶ no sólo en ausencia de cuarentenas, sino también debido a ellas.

No es sólo que la gente necesita dinero como fruto de su trabajo para poder comprar alimentos para su supervivencia (lo cual es cierto). También no es sólo que las políticas inflacionarias destructivas y de un elevado endeudamiento abrazadas por los gobiernos alrededor de todo el mundo en respuesta al COVID, significa que todos sufriremos mucho financieramente, lo que impulsa hacia abajo la esperanza de vida (life expectancy) humana (dado que la gente que vive en naciones ricas vive más tiempo) y un empuje al aumento en las tasas de mortalidad infantil (dado que las naciones menos ricas tienen tasas de mortalidad infantil más elevadas). Tampoco es sólo que habrá muertes adicionales causadas por la depresión de trabajos perdidos, suicidios, abuso de sustancias y cosas parecidas (llamadas “muertes por desesperación” (deaths of despair)).

Es que nosotros, como contribuyentes de mano de obra, capital e ideas, posiblemente no podemos saber el grado en que nuestra contribución individual calza en esa intrincada y delicada “red de interconexiones” y las ramificaciones debido a nuestra remoción obligada de esas contribuciones por cierres impuestos por el gobierno.

¿Se acuerda de aquellas partes electrónicas que iban dentro de los tostadores? Los equipos médicos necesitan muchas de esas mismas partes. Pero, cuando los manufactureros de esas partes alrededor del mundo no están en capacidad de conocer todas las formas en que sus productos se usan finalmente en los bienes finales, difícilmente estarían en una posición de cabildear ante sus gobiernos para que les permitan continuar su producción, como empresas “esenciales” aprobadas durante la cuarentena. Como resultado, vemos una escasez incrementada de equipo médico, lo cual es particularmente contraproducente en la pandemia actual.

Para estar claros, la manera económica de pensar no nos conduce dogmáticamente a desfavorecer las cuarentenas simplemente porque las encontramos inconvenientes. Lo que el pensamiento económico hace es movernos más allá de pensar tan sólo en términos de las consecuencias inmediatas, para que también consideremos las consecuencias de largo plazo. Mueve nuestra atención hacia más allá de lo que es fácilmente visto y reportado por las cabezas del estado cada noche en la televisión (número de casos relacionados con el COVID y de muertes durante la cuarentena) y también hace que consideremos lo no visto: incluyendo las muertes causadas por las cuarentenas. No podemos simplemente apoyar las vidas de 7.6 miles de millones de personas en la tierra, si no se nos permite producir. Se necesita de un pueblo para hacer que todo funcione ̶ no el “diseño inteligente” de simples mortales en los salones del poder.

Emile Phaneuf tiene un título de Maestría en Economía de la Universidad Francisco Marroquín en Guatemala, una Maestría en Ciencia Política y una Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad de Arkansas, en Fayetteville. Es estadounidense, pero reside en Nueva Zelandia, y es miembro de la Sociedad Mont Pelerin.