Estas son cifras importantes, significativas y recientes de Estados Unidos, en donde, por supuesto, hay más y mejor información que aquí. Pero, no obstante, nos permite entender más del COVID y de los grupos en riesgo significativo. Ojalá aquí tuviéramos los datos relevantes como estos, pero ya sabemos de lo que aparece en la conferencia de prensa cotidiana, que es muy poco lo que nos informa útilmente para saber enfrente de qué estamos. Léalo con cuidado.

ENFÓQUESE EN LA TASA DE MUERTE DEL COVID-19

Por Gregory van Kipnis

American Institute for Economic Research
24 de mayo del 2020

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/focus-o...19-death-rate/

En la historia del virus y la cuarentena, la sabiduría de las masas; esto es, la sabiduría de cada uno de nosotros, fue impedida por datos malos, tal vez intencionalmente malos. Por otra parte, la sabiduría artificial de la burocracia de las agencias de salud federal, estatal y local, se basó en datos elaborados. Al fin de cuentas, los datos no importaron, cuando las burocracias estuvieron más interesadas en su imperativo territorial natural, cual es gobernar y controlar.

El aspecto que más asusta de la epidemia del coronavirus-19 (COVID-19) en Estados Unidos es que dio lugar a un temor a la muerte exageradamente aumentado. Ese temor, una vez magnificado a proporciones que se hicieron palpables para el individuo, se convirtió en base de terribles políticas económicas y médicas de parte de los gobiernos y aplastó el optimismo natural del público.

En los primeros días, fuimos atrapados en medio de información conflictiva. ¿Era el COVID-19 un arma biológica fuera de control y destinada a eliminar indiscriminadamente a jóvenes y viejos? O, ¿era otra mala influenza o, tal vez, una influenza extremamente mala? Después de todo, la información inicial mostró que las víctimas estaban concentradas en un asilo de ancianos en Kirkland, Washington.

No se reportaron casos entre personas sin hogar en las calles de la Costa Oeste. No se reportaron muertes de niños. Y, en el mundo cerrado de los cruceros de viajes de placer y, luego, en un barco militar, hubo muchos casos tempranos y algunas muertes. Con el paso del tiempo, hubo más noticias malas. Deberíamos haber sospechado de esos datos.

Estábamos inicialmente concentrados en la tasa de mortalidad de casos (TMC: las muertes como porcentaje de los casos diagnosticados) que era alarmantemente elevada. Nos preocupó la tasa de mortalidad por la infección (TMI), pero había muy pocos datos y pruebas disponibles como para tener una idea de cuánta gente, en última instancia, estaba o se vería infectada.

Pero, estos conceptos -TMC e TMI- no son las medidas estratégicas más importantes de la severidad de la enfermedad. Es la tasa de mortalidad o de muerte, apropiadamente definida y entendida, lo que debería ser importante para los formuladores de políticas de largo plazo, nuestros pensadores antiguos más sensatos, en la determinación de la política.

En las pocas últimas semanas, hemos obtenidos datos más útiles en Estados Unidos. Había secretos escondidos en los datos, esperando ser descubiertos, que pudieran ayudar a comprobar lo que estaba sucediendo en la realidad. El propósito de este reporte es precisamente hacer eso ̶ determinar qué nos estaban diciendo los datos. También, nos brinda los datos para juzgar qué tan apropiadas son las políticas presentes y pasadas.

Así que, empecemos con una pregunta sencilla: ¿cuál es la tasa de mortalidad relevante para el COVID-19? En el mundo epidemiológico hay muchas definiciones, como el TMC y el TMI mencionados arriba. Mi enfoque es en la tasa de mortalidad en general ̶ la actual y la proyectada. Hasta que tengamos mayor expansión de los exámenes de pruebas del COVID-19, no podemos saber con alguna exactitud cuánta gente está infectada por el virus. No podemos saber qué proporción de la población tiene alguna especie de inmunidad natural o adquirida.

Ni siquiera tenemos datos exactos de cuánta gente ha muerto sólo por el COVID-19 versus el COVID-19 más otras complicaciones que ya estaban presentes, como diabetes, obesidad mórbida y complicaciones respiratorias previas, donde cualquiera de ellas podía haber sido igualmente la causa próxima de muerte. Existe evidencia amplia, en especial en la región Noreste de que ha habido una “sobre clasificación” (un eufemismo para datos sesgados). No tenemos los detalles demográficos de aquellos infectados y de aquellos que murieron. Pero, tenemos datos de muertes, y es más exacto que el número de casos diagnosticados y el número de infecciones.

Para entender cómo nuestras mentes han sido mal dirigidas en el entendimiento de los riesgos verdaderos asociados con el COVID-19, empecemos con un ejercicio mental. Él despertará nuestras mentes numéricas en preparación para entender el engaño en los datos y los malentendidos prevalecientes.

¿CUÁNDO 1.7% ES MAYOR QUE 98.3%?

En el mundo extraño de reportes acerca del COVID-19 tal es el caso ̶ 1.7% es más grande que 98.3%. Específicamente, las muertes en un grupo pequeño de la población de un 1.7%, son más grandes que las muertes en el otro 98.3%. Numéricamente una muerte puede ser una muerte, pero, desde el punto de vista de la política, para ser claros en esto, no todas las muertes son iguales.

Hecho No. 1: Un 1.7% de la población reside en instalaciones de cuidado médico a largo plazo (ICMLP) y es un total de 5.7 millones.

Hecho No. 2: Los residentes de las ICMLP fueron 38.800, o un 53% de todas las muertes de COVID-19 (basados en datos recientes). El resto del país, el 98.3%, ha experimentado aproximadamente 34.600 muertes, o sea, un 47% del total de muertes en el país por el COVID-19.

LA TASA DE MORTALIDAD EN LAS ICMLPs ES IMPACTANTE

Eso significa que la tasa de mortalidad, las muertes expresadas como porcentaje de aquellos que viven en instalaciones de cuidado médico, es de 0.682%, más de 50 veces la tasa de mortalidad del resto de la población, que es de un 0.012%. La tasa de mortalidad para las poblaciones en general es de 0.022%.

Eso debería dejarlo a usted sin palabras.

Tenemos un problema con el COVID-19, pero tenemos un problema con las ICMLP incluso mayor y más serio, que está nublando nuestro entendimiento acerca del contagio y, por tanto, acerca de cuáles deberían ser nuestras mejores políticas de salud. Cerrar la economía, el mundo dentro del cual vive y prospera el 98.3%, fue demasiado draconiano. Ellos temieron el desborde del sistema hospitalario con pacientes de emergencia, lo que duró poco tiempo, que desproporcionadamente provenían de residentes de las ICMLP, no del público en general.
Los datos han estado allí todo el tiempo, pero, no fueron adecuadamente recolectados, catalogados y analizados.

Gran parte de los datos de este reporte vinieron de un estudio referencial (landmark study) de Gregg Girvan y Avik Roy de la Fundación para la Investigación acerca de Oportunidades Iguales. Su trabajo se basó en datos recolectado hasta el 10 de mayo del 2020, para la mayoría de los estados. Desde su publicación, se han incorporado revisiones cuando los estados han corregido o actualizado sus datos, a partir del reporte original. Los cálculos arriba suministrados son imputaciones de los datos actualizados.

En este punto, no sabemos cuál será la cantidad final de muertes y la tasa de mortalidad, pero, tenemos a mano estadísticas indicativas y una narración de los burdos malos entendidos, con los cuales han estado trabajando quienes toman decisiones federales, estatales y locales, para fundamentar sus decisiones.

Los proveedores de cuidado médico a largo plazo para ancianos y los médicamente enfermos (según el estudio de Girvan-Roy) consisten de: asilos de ancianos e instalaciones de enfermería especializada; instalaciones para vida asistida; esto es, comunidades de cuido residencial u hogares de cuido personal; centros de asistencia diaria de adultos; agencias de salud en el hogar; y hospicios.

Los dos primeros proveedores de cuido médico para ancianos son llamados facilidades de cuidado médico a largo plazo (ICMLP) y son la fuente de los datos. Los datos de las otras instalaciones para cuido de ancianos no se han recabado o no estaban disponibles para el estudio de Girvan-Roy. De hecho, se ha reconocido que continúa existiendo un subregistro de muertes relacionadas con las ICMLPs. Algunos proveedores simplemente no están reportando. En otros casos, los residentes mueren en hospitales y no son categorizados como muertes en ICMLP. Sin embargo, los datos son suficientes para derivar observaciones útiles, si no es que crudas.

¿QUÉ CON LAS TASAS DE MORTALIDAD POR INFLUENZA Y NEUMONÍA EN AÑOS PREVIOS?

Para entender mejor estas cifras de tasas de mortalidad, es útil ponerlas en el contexto de lo que ya sabemos acerca de tasas de mortalidad de la influenza antes de la llegada del COVID-19. ¿Es la tasa de mortalidad del COVID-19 peor, mejor o más o menos la misma que la de influenzas estacionales previas? Deberíamos esperar que las tasas sean peores pues no existe una vacuna, mientras que la mayoría de la gente se inyecta una vacuna para la influenza de rutina, que se espera para cada año.

En el 2017, los Centros para el Control de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) reportaron que las muertes anuales por todas las causas fueron de 2.8 millones; o sea, el 0.866% de la población. Las principales causas de muerte, en orden de magnitud, fueron enfermedades cardíacas, accidentes, enfermedades respiratorias, derrames, la enfermedad de Alzheimer, diabetes, influenza y suicidio.

Si vemos sólo la causa de Influenza y Neumonía (IN), en el 2017 significó (in 2017 it accounted ) 55.672 muertes, o el 0.017% de la población total. Las muertes por IN, como es de esperar, se dieron con mayor fuerza en personas de más de 75 años, totalizando 38.078 muertes. Eso se traduce en una tasa de mortalidad de IN de 0.180% para aquellos del grupo de 75 y más, lo que es un poquito más de 10 veces la tasa de mortalidad de toda la población. Para el resto de la población de menos de 75, la tasa de mortalidad fue de sólo 0.006%; o sea, un 1/30avo de aquellos mayores de 75 (0.006% versus 0.180%).

[Dadas las dificultades de poner este cuadro en Facebook, en https://www.aier.org/article/focus-o...19-death-rate/ se pueden ver las tasas de mortalidad por el COVID-19 y la Influenza para demografías seleccionadas, siendo las fuentes la CDC y la Fundación para la Investigación acerca de Oportunidades Iguales].

Lo que este cuadro expresa, en este momento, es que, en el agregado, la tasa de mortalidad general del COVID-19 es ligeramente peor que la tasa de mortalidad de muertes por influenza en un año previo (0.022% versus 0.017%). Sin embargo, para los ancianos en ICMLPs, la tasa de mortalidad del COVID-19 es 100 veces mayor que la tasa de mortalidad de la influenza y la neumonía para aquellos de menos de 75 en el 2017 (0.682% versus 0.006%) y casi 4 veces mayor que para aquellos de más de 75.

En resumen, la tasa de mortalidad por el COVID-19 es mucho más sesgada contra aquellos mayores de 75 y para aquellos residentes en las instalaciones de cuidado médico para ancianos.

El gráfico de muertes en Estados Unidos asociadas con el COVID-19 por millón de personas, según edad y al 8 de mayo del 2020, puede verse en https://www.aier.org/article/focus-o...19-death-rate/

¿QUÉ NOS ESPERA EN EL FUTURO?

Viviendo hacia el futuro, obtuvimos la más reciente predicción del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) de la Universidad de Washington. Se consideran por muchos profesionales médicos como los modeladores más completos. El 18 de mayo del 2020, el IHME publicó los resultados de la tercera corrida de su nuevo modelo. Predicen que, para el 4 de agosto del 2020, morirá un total de 143.357 estadounidenses por el COVID-19. Esa predicción casi duplica el número de muertes por el COVID-19. Vale la pena hacer ver que cada corrida del modelo ha producido menores predicciones de muertes futuras. Hay detractores de estos procedimientos de modelamiento, pero es lo mejor que tenemos, al momento.

Un reporte interesante de investigación médica sugiere que una porción significativa de la población tiene una inmunidad natural al COVID-19. En la edición del 14 de mayo de Cell (May 14 edition of Cell), publicada por Elsevier, los investigadores encontraron que:

“Respuestas de células T se detectaron entre el 40 y el 60% de individuos no expuestos. Esto puede ser reflejo de algún grado de inmunidad preexistente, de reacción cruzada, al SARSCoV-2 en algunos, pero no todos, los individuos… sugiriendo un reconocimiento de células T de reacción cruzada entre coronavirus de “resfrío común” en circulación y el SARSCoV-2.”

Esto podría explicar por qué hay tantos reportes de casos asintomáticos del COVID-19. Eso también puede significar que la predicción del IHME será revisada hacia abajo aún más.

A pesar de lo anterior, el COVID-19 tiene consecuencias brutales para la gente de más de 75. Ese detalle no puede ser minimizado. Pero, ¿qué políticas sugeriría esto?

¿ADOPTAMOS NOSOTROS LAS POLÍTICAS CORRECTAS?

¿Qué es lo que estos datos sugieren acerca de las políticas médicas y económicas que han sido adoptadas por los gobiernos federal, estatal y local?

La carnicería del COVID-19 se concentra en las instalaciones de cuidado de los mayores, no en la población en general. Las políticas y los procedimientos, incluyendo cuarentenas y prácticas de protección personal de punta para esas instalaciones, deberían haber sido mejor concebidas con base en datos útiles.

Tenga en mente que, alrededor de un 70% de las instalaciones de cuidado de ancianos, tiene como objetivo el lucro. No obstante, no son empresas de libre mercado; las empresas libres hacen lo que ellas piensan es lo mejor. Estas instalaciones reciben la autorización y se regulan por diversos departamentos de Salud de los estados. Ellas hacen lo que los estados les dicen que hagan.

Los gobernadores y los alcaldes, y sus asesores médicos y en ciencia, tomaron la decisión de guardarlos, obligarlos a estar alojados y retener pacientes infectados y pacientes que regresaban infectados. Ellos eligieron desviar equipo personal de protección (PPE por sus siglas en inglés) a los hospitales, no a las instalaciones de cuidado de ancianos. Esta caracterización se basa en reportes en la prensa. Uno ciertamente espera que haya habido comunidades que hicieron mejor su trabajo. Hay razón para creer que este es el caso, pues algunas instalaciones para vida asistida no han reportado muertes.

Al ir creciendo las muertes por el COVID-19, oficialmente no se dijo palabra alguna acerca de dónde estaban ocurriendo. Se alimentó el temor de que esta era una epidemia extendida en toda la población. TODOS tendríamos que entrar en cuarentena.

Qué error tan costoso, un error que continúa hasta este momento. Los gobernadores y alcaldes con información de datos frescos acerca de la verdad, todavía quieren ser planificadores centrales y determinar qué empresas pueden reabrir y en qué grado, quién debería todavía refugiarse o hacer el distanciamiento social. Ellos envían equipos para que dibujen círculos en el pasto, definiendo adónde pueden acampar grupos y ubica monitores policíacos en todos los parques, para advertir a la gente que permanezca dentro de los círculos. Todo esto apunta a que son sólo prisiones imaginarias, pero son prisiones.

Locura, pura locura.

Aunque esa es una observación fácil y superficial de hacer, lo que realmente no se dice, y que no es fácil de admitir, es que gran cantidad de políticos y burócratas ha revelado su verdadera naturaleza. Discursos decorados con declaraciones de “más vale prevenir que lamentar” y que “planificar es mejor que no planificar” revelan que son autoritarios por naturaleza; planificadores centrales del peor tipo.

En conclusión, la tasa de mortalidad relevante para propósitos de política ha sido oscurecida. La consecuencia han sido políticas inapropiadas. Ellas han resultado en un mundo extraño de un funcionamiento comercial restringido y una inmensa destrucción económica, junto con ninguna evidencia de que se salvaron vidas y una evidencia creciente de pérdidas de vidas en un segundo plano, resultante del cierre.

Gregory van Kipnis es presidente de la Junta Directiva del American Institute for Economic Research. Fue presidente y gerente de Invictus Partners, un administrador estadístico de fondos de cobertura entre 1997 y el 2007, previo a eso, fue vice presidente ejecutivo de Jefferies & Co, a cargo de operaciones por cuenta propia de NatWest Financial Productos (en Londres) y director ejecutivo de County NatWest (en Londres) responsable de emisiones de derivados y de operaciones por cuenta propia entre 1990 y 1992, y Principal en Morgan Stanley, responsable del comercio de arbitraje estadístico de operaciones por cuenta propia entre 1985 y 1990. Su carrera inicial fue como economista y director de investigación en Donaldson Lufkin & Jenrette (1973-1985) y en la Corporación IBM entre 1966 y 1973. Estudió bajo Ludwig von Mises en la Universidad de Nueva York, en donde obtuvo se maestría en administración de negocios, especializado en economía y finanzas.