“Aquellos que sacrifican libertad por seguridad, no merecen tener ninguna de las dos.” Benjamin Franklin.

LA SEGURIDAD SE ENCUENTRA EN LOS PRINCIPIOS, NO EN LAS MENTIRAS

Por Barry Brownstein

American Institute for Economic Research
22 de mayo del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/safety-...s-not-in-lies/

Permanezca seguro es el mantra del año. Los políticos nos dicen que ellos están imponiendo cierres para mantenernos seguros. Las empresas nos aseguran que están poniendo la seguridad de sus clientes y empleados en primer lugar. Los comentaristas nos dicen que el beisbol no puede empezar de nuevo, sino hasta que esté garantizada la seguridad de los jugadores.

Nos dice el diccionario que seguridad es la condición de estar protegido ante el daño. En mi vida, nunca me he sentido menos seguro, y no por temor al COVID-19. Estoy aterrado, ante un gobierno que proclama hacer que estemos más seguros, que esté destruyendo la economía de la cual todos dependemos. Temo por aquellos cuyas carreras se verán destruidas y aquellos que terminarán empobrecidos.

En “Cosmos y Taxis,” contenido en Law, Legislation and Liberty, Volume 1 [Derecho, legislación y libertad, volumen 1] Friedrich A. Hayek distingue famosamente entre dos tipos de orden ̶ un orden hecho que surge del “diseño de alguna mente pensante” y el orden espontáneo, que es resultado de la acción humana, “pero no resultado del diseño humano.”

Hayek no usa la palabra seguridad, pero, al leer “Cosmos y Taxis,” resulta claro por qué estamos menos seguros cuando nos refugiamos tras puertas cerradas. Hayek explica que vivimos “como miembros de una sociedad y que [nosotros] dependemos para la satisfacción de la mayoría de nuestras necesidades de formas diversas de cooperación con otros.” Continúa Hayek, “Dependemos, para la búsqueda efectiva de nuestros objetivos, claramente en la correspondencia de las expectativas que tienen que ver con las acciones de otros, sobre las que nuestros planes se basan en lo que ellos en realidad hagan.”

Las expectativas normales ya no más están siendo satisfechas. Mi cortadora de pasto sufrió un derrame de aceite exactamente al empezar la temporada de cortar el zacate. Encontré que la espera usual de 2 a 3 días para recibir el servicio de asistencia por parte del técnico de Sears, se había extendido a 6 semanas. Arreglar una cortadora se hace al aire libre; el distanciamiento social se conserva fácilmente. No todos los ejemplos de expectativas no satisfechas son tan triviales como este.

La seguridad puede crecer a partir de decisiones de gente libre. Sin embargo, aquellos que “no pueden concebir un order que no haya sido deliberadamente establecido” “lanzan un ridículo incomprensible” sobre la idea del orden espontáneo.

Hay diferencias significativas entre un orden que es hecho y un orden que emerge espontáneamente. Las medidas de seguridad que emergen de un orden espontáneo, son infinitamente adaptables, al descansar en el poder creativo de la gente libre. Un conjunto emergente de medidas de seguridad tendría un “grado de complejidad que no se limita a lo que una mente humana puede dominar.” En un orden planificado, las medidas de seguridad impuestas por los políticos son autoritarias, dependen del conocimiento limitado de la gente y pueden ser motivadas por un ansia de poder. Las órdenes impuestas no son adaptables y es así como pueden ser infinitamente crueles.

Varios gobernadores (Several governors), incluyendo Andrew Cuomo, impusieron órdenes para enviar a pacientes ancianos de COVID-19, a asilos de ancianos. Este intento autoritario de brindar seguridad resultó en muertes totalmente evitables de miles de residentes en los asilos de ancianos.

LA DOCTRINA DE LA SEGURIDAD

En su libro The Coddling of the American Mind [La transformación de la mente moderna], Greg Lukianoff y Jonathan Haidt definen la doctrina de la seguridad como “una cultura o sistema de creencias en donde la seguridad se ha convertido en un valor sagrado, lo que significa que la gente no está dispuesta a hacer concesiones mutuas demandadas por inquietudes prácticas y morales.”

Lukianoff y Haidt exploran cómo padres que practican la doctrina de la seguridad, convierten a sus niños, que por naturaleza son lo contrario de frágiles, en adultos frágiles y no resistentes. Las expectativas sociales para la crianza de los padres han cambiado. Lukianoff y Haidt lo explican, “Cuando usted combina la presión de amigos, la humillación y amenaza de arresto, no es de extrañar que tantos padres estadounidenses simplemente ya no dejan más alejar de su mirada a sus hijos, aun cuando muchos de esos mismos padres reportan que sus memorias más apreciadas de su infancia, fueron aventuras con sus amigos al aire libre sin supervisión.”

Lukianoff y Haidt explican que distorsiones cognitivas son las fuentes de la doctrina de la seguridad. Las distorsiones cognitivas son mentiras que nos decimos a nosotros mismos. He aquí tres falsedades que conducen a la doctrina de la seguridad:

“La Falsedad de Nosotros versus Ellos: La vida es una batalla entre gente buena y gente mala ̶ una visión que [nos] hace temer y sospechar de los extraños.” Hoy en día, esta falsedad nos conduce a tener terror cuando nos exponemos a la respiración emitida por un extraño.

“La Falsedad del Razonamiento Emocional: Siempre confíe en sus sentimientos.” Esta falsedad nos lleva a creer que sentirse “inseguro” es un “signo confiable” y que otros deben ajustar su comportamiento para hacernos sentir mejor.

“La Falsedad de la Fragilidad: Lo que no te mata te hace más débil.” Esta falsedad guía hacia un pensamiento de blanco o negro: “Si algo no es 100% seguro, es peligroso.” Esta distorsión cognitiva ha conducido a estándares imposibles para “garantizar la seguridad,” antes que se reabran iglesias, parques infantiles, empresas, etcétera.

La doctrina de la seguridad en el mundo desarrollado es una enfermedad cognitiva que está imponiendo dificultades incalculables sobre las poblaciones más vulnerables del planeta. Un progreso dramático que ha reducido la insuficiencia de alimentos y que ha sacado a miles de millones de la pobreza extrema, está en peligro de ser revertido. Si usted vive en un país en desarrollo y si está viendo a sus niños pasar hambre, usted no se siente seguro.

Aquellos quienes están al borde de la hambruna no pasan su tiempo en los medios sociales. Aún así, si ellos lo hacen, imagine su perplejidad al leer mensajes de auto felicitación de parte de aquellos con ingresos estables, maravillados por lo bien que se han adaptado a la cuarentena.

Darse cuenta mayor de las distorsiones cognitivas que vibran en nuestras mentes, nos hace ver justamente cuán ridículo y cruel es el que honremos la pregunta tipo canto de la muerte ̶ ¿Me siento seguro? Llegar a darnos una mayor cuenta de nuestras distorsiones cognitivas, nos permite aliviar nuestro temor de que la seguridad sólo puede venir de medidas autoritarias. Al darnos mayor cuenta de nuestras distorsiones cognitivas, podemos imaginar posibilidades y soluciones frescas.

LOS NAZIS ACERCA DE LA SEGURIDAD

Existe un riesgo en derivar lecciones de la era nazi, pero Milton Mayer brinda una que es demasiado instructiva como para ser ignorada. Los estadounidenses y sus funcionarios gubernamentales electos no son nazis, pero, usted no tiene por qué ser un nazi para compartir elementos de la mentalidad nazi.

Mayer era un estadounidense de origen alemán. Unos pocos años después de la II Guerra Mundial, él, junto con su esposa e hijos, se trasladó a un pequeño pueblo en Alemania para entender si el nazismo era un “movimiento de masas” o “una tiranía de unos pocos diabólicos sobre millones de indefensos.”

En su libro They Thought They Were Free, Mayer cuenta una historia de cómo los alemanes comunes y corrientes –“nosotros los pequeños,” tal como ellos se referían a sí mismos- llegaron a ser nazis. Mayer se hizo amigo de esos antiguos nazis y también examinó el registro histórico para verificas sus historias.

Considere al policía Willy Hofmeister. Mayer relata la historia de cómo, en 1938, Hofmeister fue asignado al trabajo de acorralar a varones judíos “para su propia protección.” Hofmeister no era un matón nazi: él era amable y respetuoso cuando llevaba a cabo sus gestas oficiosas y mortales.

Cuando Hofmeister llevaba en custodia a un hombre judío, recuerda que se le preguntó por qué la sinagoga había sido bombardeada ese día. Él respondió, “Ellos la volaron como una medida de seguridad.”

Mayer rastreó viejas copias del periódico alemán local desde 1938. El periódico rutinariamente reportó autoridades que aseguraban que “en el interés de su propia seguridad, ayer un número de varones judíos fue llevado bajo custodia. Esta mañana se les envió lejos de la ciudad.” Nadie que Mayer entrevistó recordaba haber visto esos reportes.

Mayer explica por qué los nazis sintieron una necesidad de justificar sus actos criminales. Escribe Mayer, “Es la verdadera resistencia lo que preocupa a los tiranos, no la ausencia de unas pocas manos requeridas para el trabajo obscuro de la tiranía.” Continúa Mayer, “Lo que los nazis tenían que evaluar era el punto en que una atrocidad despertaría a la comunidad acerca de la consciencia de sus hábitos morales.”

El nazismo era un movimiento de masas. Cuando un movimiento de masas va mucho más allá de sus sensibilidades morales, provoca resistencia. Después de años de una propaganda venenosa, pocos objetaban la remoción de los judíos y la quema de las sinagogas, llevadas a cabo en nombre de la seguridad. En su momento, las mentiras nazis condujeron a la aniquilación de gran parte de la población judía y la destrucción de gran parte del país.

El libro de Mayer brinda una lección adicional para nuestra época. Él escribe, “La comunidad alemana -el resto de los 70 millones de alemanes, además de alrededor del millón que operaba toda la maquinaria del nazismo- no tenía nada que hacer excepto no interferir. Continúa Mayer, “Absolutamente nada se esperaba de ellos, excepto que continuaran como lo habían hecho, pagando impuestos, leyendo su periódico local y escuchando la radio.”

La doctrina de la seguridad es hoy un movimiento de masas. Aquellos quienes están en el movimiento de la seguridad no esperan de nosotros otra cosa que obedezcamos a sus edictos totalitarios.

EN DÓNDE ESTÁ LA SEGURIDAD

En el primer discurso inaugural en 1801 de Thomas Jefferson (Thomas Jefferson’s first inaugural address of 1801), él veneró la Constitución en la que nosotros “encontraremos recursos de sabiduría, virtud y devoción sobre los cuales descansar en todas las dificultades. Son “principios,” enseñó Jefferson, que “forman la constelación brillante que ha pasado ante nosotros y guiado nuestros pasos a través de una era de revolución y reforma.”

Pocos de los políticos y de quienes hoy formulan políticas se dan cuenta de la exhortación de Jefferson: “Si nos alejamos de [los principios] en momentos de error o de alarma, apresurémonos en dar pasos hacia atrás y recuperemos el camino que por sí solo conduce a la paz, libertad y seguridad.”

Las ideas de Jefferson nos impulsan a preguntar cuáles principios se violan por nuestras acciones actuales de seguridad. Corrijan los errores y emergerán caminos más fluidos.

En vez de retroceder en sus pasos, aquellos que nos están encerrando los están multiplicando. Primero, nos dijeron que la seguridad se lograría si aplanábamos la curva. Ahora, algunos mantienen que la normalidad no será permitida sino hasta que toda persona en el mundo sea inyectada con una vacuna; una vacuna que será lanzada al mercado e indemne de responsabilidades legales (indemnified from liability.)

Los alemanes bajo Hitler “pensaron que eran libres.” Algunos estadounidenses, a pesar de una economía destrozada, piensan que están seguros. En realidad, la seguridad descansa en la fortaleza de nuestra creencia en límites estrictos al poder gubernamental, en la regla de la ley y en derechos estables de propiedad. Honre esos principios y la seguridad emergerá de las acciones de las personas libres, no de los edictos de autoritarios.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es contribuyente sénior en Intellectual Takeout y autor de The Inner-Work of Leadership.