Algo cansado de hacer esta traducción, pero enormemente satisfecho por cumplir con el ofrecimiento hecho a un amigo de Facebook de un tema que hoy pondría en mi muro. Así, les invito a la lectura de este claro ensayo de economía básica, que nos permite entender la importancia y urgencia de recuperar nuestra producción, a fin de recuperar la estabilidad económica de los hogares.

SIN PRODUCCIÓN NO HABRÁ RECUPERACIÓN

Por Richard M. Ebeling

American Institute for Economic Research
18 de mayo del 2020

A lo largo de la mayor parte de la crisis del coronavirus, aquellos que han formulado el caso para quedarse en casa, reducir o detener el trabajo y disminuir el rango de compras al menudeo, a fin de asegurar el “distanciamiento social” que reduzca la expansión del virus, han acusado a sus críticos de estar más interesados en preservar sus medios de vida que en “salvar vidas.” Pero, no habrá preservación de vida alguna si la gente no puede producir y trabajar, sin lo cual no pueden satisfacerse ninguna de las necesidades o deseos de todos los miembros de la sociedad.

Al escuchar a muchos políticos y comentaristas políticos, e incluso algunos “economistas,” usted fácilmente puede pensar que no han pasado 250 años de conocimiento económico. Una de las falacias económicas más viejas es que el dinero es riqueza; esto es, la noción de que, si usted crea piezas de papel, le pone encima algún tipo de sello gubernamental, anuncia así que es “dinero,” y lo distribuye entre los miembros de la sociedad, a partir de eso usted conjurar de la nada, material real y otras formas de riqueza.

El dinero es un medio de intercambio, algún bien u otra cosa útil que se encuentra que es ampliamente ventajosa para usarse como un intermediario conveniente, para facilitar mejor el intercambio de otros bienes y servicios, uno por el otro, cuando se encuentra que es imposible arreglar o que es más costoso llevar a cabo una forma más directa de transacciones por medio del trueque.

LA IMPRESIÓN DE DINERO MÁGICAMENTE NO CREA BIENES

Pero, aumentar el número de unidades del ítem en particular que se usa como dinero, en sí, no aumenta las cantidades físicas de todos los otros bienes que la gente quiere adquirir por medio del intercambio, para satisfacer sus deseos y necesidades. Estos otros bienes que la gente quiere adquirir, en la realidad deben ser producidos, manufacturados, transportados y puestos a disposición, en las formas y lugares deseados por los miembros de la sociedad. Ellos no caen del cielo y no aparecen milagrosamente al agitar piezas de papel moneda (o sus equivalentes electrónicos o computarizados) por encima de su cabeza, después de ofrecer algún encantamiento al dios “del maná de los cielos.”

Esto se entendió bien e incluso se popularizó para el público en general a través de economistas políticos de inicios del siglo XIX, cuando “la economía” era la tendencia y tema de moda, acerca de lo que cualquier miembro inteligente y de mentalidad pública de la sociedad británica y estadounidense, querría ser conocedor y estar informado. Sí, hubo una época, a pesar de la famosa ocurrencia de Thomas Carlyle, cuando la economía no se consideraba que fuera la “ciencia triste.” Era el tema esencial para cualquier persona pensante y meditativa, a fin de entender el mundo social en el que vivía, así como las políticas y circunstancias institucionales que mejor condujeran hacia la mejora de la condición humana, en especial, la mejora de los pobres.

Por ejemplo, Harriet Martineau (1802-1876), una importante feminista, abolicionista, crítica social e historiadora inglesa, orientada al liberalismo clásico, popularizó exitosamente las ideas fundamentales de la economía en una serie de 9 volúmenes, ofreciendo Illustrations of Political Economy (1834) [Ilustraciones de Economía Política], en forma de historias narradas de gente común y corriente, a través de las cuales los principios de la economía política y la práctica, se hacían reales y relevantes para millones de lectores a ambos lados del Atlántico.

Por ejemplo, en el primer volumen, un grupo de colonizadores es objeto de pillaje y saqueo por una banda de forajidos en una tierra lejana, dejándolos sin nada para empezar de nuevo, excepto su fuerza física, el conocimiento dentro de sus cabezas y cualesquiera materias primas y animales salvajes que hubiera en su vecindad. A partir de esto, muestra que el “recurso final” es el propio ser humano con sus potenciales creativos dentro de las mentes de la gente, combinados con una resolución absoluta a trabajar, ahorrar, invertir y producir para crear, a través del tiempo, la prosperidad y el bienestar que llamamos civilización.

UNA SACA DE ORO NO ES LO MISMO QUE UN INVENTARIO DE BIENES DESEADOS

Poco después de que el desastre inicial hubiera golpeado y que el pequeño grupo hubiera tratado de pasar el primer día, con nada que hubiera para ayudarle, excepto sus propias cabezas y sus propias manos, dos del grupo reflexionaron acerca de su mala fortuna y circunstancias, incluyendo que sólo tener dinero no es tener riqueza. Uno de ellos dice,

“Deseo que la gente de Inglaterra, que piensa que la riqueza consiste de oro, y plata, y monedas y billetes, vinieran aquí y vieran cuánto vale su dinero en nuestro asentamiento. Mil soberanos aquí no comprarían un sombrero, ni un rollo de billetes una hogaza de pan. Aquí, al menos, dinero no es riqueza.”

Su compañero responde:

“Ni en ninguna otra parte, como podemos ver mediante un ejemplo muy sencillo. Ponga a un hombre con una saca de oro en una casa vacía, en Inglaterra o en cualquier otro lado, y él pasará hambre toda una semana, a menos que se le permita entregar su oro a cambio de aquel suministro que él quiere. Pero, dele a un hombre, quien no tiene ni un chelín, una habitación bien suplida con carne, y pan, y cerveza, y él tiene riqueza suficiente para mantenerse por una semana, o por una quincena, mientras duran sus provisiones. Y esta es una prueba de que es verdad en todo el mundo…

La riqueza está compuesta de muchas cosas -de tierra, de ropas, muebles, alimentos y los medios (ya sea oro o plata o cualquier otra cosa) mediante los cuales esas cosas se pueden obtener… Pobres como estamos, somos más ricos que si estuviéramos en medio de un desierto arenoso al norte nuestro, con un vagón lleno de oro de nuestra propiedad. Tenemos lo que el oro y la plata no pueden comprar en tal lugar, alimento y abrigo.”

Ellos continúan rumiando el hecho de que, aún cuando su situación es mejor que en un desierto, debido a que hay plantas comestibles, materias primas utilizables en diversas producciones y animales salvajes que pueden ser comidos o educados para asistirles en sus trabajos, ninguno de ellos es, al momento, cosa directamente usable hasta que ellos hayan aplicado su conocimiento y trabajo humano en transformarlos, ya sea en herramientas productivas (capital) con las cuales su trabajo puede ser hecho más viable o fácil y más productivo, o en los ítems de consumo terminados consumibles y utilizables en la satisfacción de sus necesidades reales.

El primero le recuerda a su amigo que, “Hasta el maná en el desierto no les habría sido de mayor uso a los hebreos, como la carpa en el estanque para nosotros, si ellos no se hubieran esforzado en recogerlo. El alimento nunca ha llovido en la boca de hombre alguno.” A lo que agrega su compañero, “Y si lo hubiera sido, hubiera tenido que esforzarse en echar para atrás su cabeza y abrir su boca. Así que, usted ve a que conclusión arribamos, incluso en un caso extremo.”

SE OLVIDA QUE LA PRODUCCIÓN VIENE ANTES QUE EL CONSUMO

Tal vez porque hace unos doscientos años mucha más gente estaba cerca de la pobreza abyecta -se estima que en 1820 la población era de apenas mil millones, de la cual casi un 90 por ciento vivía en necesidad material seria o severa- que la mayoría de la gente entendió hace dos siglos cuando se les recordaba acerca de la realidad de la vida diaria, que la producción viene antes de la abundancia, que el trabajo es necesario para que usted tenga riqueza. Hoy, este es menos el caso, cuando de 7.7 miles de millones de personas, sólo el 10 por ciento está sujeto a las circunstancias materiales más bajas. Demasiada gente en el 2020 piensa que las cosas de la vida diaria de hoy simplemente, “de alguna manera,” aparecen, y que están esperando y que están listas para ser compradas si usted tiene dinero en su bolsillo.

Así que, dele dinero a la gente y ellos pueden pagar su alquiler o hipoteca, comprar comida en el supermercado y comprar medicinas o zapatos, porque, bueno, todas esas están simplemente “ahí,” todos los días, cuando y en el momento en que usted las quiera. Oh, sí, puede haber compras por pánico, como se vio con frecuencia en febrero y marzo de este año, cuando la gente se volvió loca comprando enormes cantidades de papel higiénico, desinfectantes para manos, mascarillas protectoras y una diversidad de ítems de comida almacenable.

Pero, todas estas preocupaciones nada tenían que ver con supuestos fallos de parte de políticos y empresas privadas en prever que se debería haber asegurado que hubiera más de esas cosas y otras, fácilmente asequibles en cualquier cantidad máxima que los consumidores quisieran en ese momento. Sólo se suponía que estarían allí. Claramente, otro “fallo” del capitalismo o de una planificación gubernamental inepta, debido a que la “gente equivocada” estaba a cargo.

Lo que ha destacado la respuesta política gubernamental de la cuarentena es la verdad fundamental e inescapable de lo que el economista francés del siglo XIX, Jean-Baptiste Say (1767-1832), llamó “la ley de los mercados.” En contra de la mentalidad keynesiana resucitada, de que todos nuestros problemas económicos son “fallas de la demanda agregada,” que surgen de una ausencia de gasto debido a que la gente no tiene suficiente dinero en sus bolsillos, el colapso dramático de la producción, el surgimiento masivo del desempleo y la caída en el gasto de la gente en bienes y servicios finales, todos, se deben al cierre por parte de los gobiernos del “lado de la oferta” de la economía.

NUESTRA HABILIDAD DE “DEMANDAR” SURGE DE NUESTRAS CAPACIDADES PARA “SUMINISTRAR”

Como aseveraron Jean-Baptiste Say, y aquellos que siguieron su razonamiento, siempre hay trabajo por hacer, pues siempre existen deseos humanos que todavía no se han satisfecho plenamente; y, tan pronto como una de esas necesidades humana ha sido llenada significativamente en uno u otro grado, la mente humana mira hacia adelante e imagina cosas que parecen ser atractivas y deseables de tener. Como resultado, simplemente hay trabajo, inclusive en mayores cantidades, por realizar en distintas formas.

La gente puede satisfacer sus deseos y necesidades en una de dos maneras, explicó Say. Puede trabajar directamente y producir los bienes que quiere para sus propios fines. Sin embargo, pocos de nuestros deseos se pueden llenar por medio de nuestros propios esfuerzos. Así que, la otra manera es trabajar y producir algo que otros pueden considerar que vale la pena adquirir de nosotros, a cambio de lo que ellos pueden ofrecer en un intercambio; esto es, bienes que nosotros queremos y que, o bien no tenemos la habilidad de hacerlos por nosotros mismos, o sólo a costos mayores que aquellos a los que nuestro socio comercial potencial puede vendérnoslos.

Por supuesto, en las sociedades modernas son raras las ocasiones en las que nosotros comerciamos directamente lo que tenemos para la venta, a cambio de lo que en realidad queremos de otra persona. Usualmente, primero vendemos lo que ofrecemos a alguien interesado en nuestras cosas, a un precio acordado en forma de una suma de dinero y, habiendo ganado ese dinero al llenar parcialmente las necesidades de alguien más, usamos el dinero que así hemos ganado para luego ofrecérselo a otra persona en el mercado, por aquello que nosotros deseamos en la realidad y que ellos están en capacidad de suplirlo.

Yo intercambio mis servicios laborales a la institución de enseñanza superior que me contrata para enseñar economía, y, después, doy la vuelta y gasto el dinero que he ganado en los bienes y servicios que estoy interesado en comprar, de gente que puede no tener interés en la economía y, ciertamente, no en lo que se refiere a aceptar conferencias de economía de mi parte, en un comercio directo de lo que ellos tienen y que yo quiero.

EL DINERO GANADO VIENE ANTES DEL DINERO PARA GASTAR

Mi habilidad para demandar lo que otros pueden tener a la venta depende de mi éxito en producir y suplir algo que alguno de esos otros puede estar dispuesto a comprar de mi persona, y con lo que gano el ingreso monetario como productor que me permite, como consumidor, demandar los productos de otros. En un tiempo lógico, secuencial, mi habilidad para producir, suplir y vender, precede mi capacidad para demandar, comprar y consumir.

“Hoy,” puedo estar tanto demandando como supliendo. Pero, mi habilidad para demandar (dinero ganado en mi bolsillo, disponible para gastar) ha emanado de haber vendido algo en el pasado y ganado ese dinero proveniente de ventas previas (aún si el pasado es simplemente un mes o una semana, un día o unas horas antes).

Por supuesto, puedo demandar más bienes en el presente, en términos monetarios, que lo que he ganado al suplir recientemente en el pasado. Pero, eso sólo puedo hacerlo si lo saco de mis ahorros propios, al haber gastado menos de lo que he ganado en el pasado, o usando los ahorros pedidos prestados a otros, bajo la promesa de devolver el pago con intereses, provenientes de mis ingresos actuales o futuros.

En todos estos casos de demandar a partir de lo que he ganado recientemente, o ahorrado previamente, o pedido prestado de los ahorros de alguien más, lo que esa suma puede comprar, en general, en el mercado -el poder de compra en dólares de bienes disponibles para la venta- dependerá de dos cosas: qué tanto de los bienes deseado se han producido en el pasado y están disponibles para ser comprado en el presente, y las demandas simultáneas de dinero de otros también dispuestos a comprar los mismos productos deseados.

Hablando de la economía como un todo, si, en general, descienden los suministros o aumenta la demanda monetaria total, los precios de los bienes, en general, tenderán a subir. No todos los precios se elevarían al mismo tiempo, ni proporcionalmente entre sí, sino con base en las mayores escaseces relativas de cada uno de los menos bienes que hay en el mercado como un todo, y de los grados particulares de demandas relativas de bienes específicos, a partir de la mayor cantidad de dinero en los bolsillos de la gente que hay en general.

LOS CIERRES SON LA CAUSA DE UNA PRODUCCIÓN QUE SE REDUCE Y DE UN DESEMPLEO CRECIENTE

Lo que en este momento estamos presenciando ha sido una caída dramática en la habilidad de la gente de demandar los bienes deseados, debido a decretos gubernamentales, en especial impuestos a niveles estatales en Estados Unidos, que han impedido que compradores interesados y dispuestos, demanden todo lo que, a ellos en particular, les gustaría gastar en los sectores de menudeo y servicios de la economía estadounidense. Esto ha conducido a un enorme aumento en el desempleo en esos sectores de la economía. Al mismo tiempo, el freno a la producción que se impuso, excepto a lo que los gobiernos estatales han declarado ser manufacturas y suministros “esenciales,” ha resultado en despidos masivos en, aún, otros sectores de la economía.

En el reporte de la Situación del Empleo de abril del 2020, emitido por la Oficina de Estadísticas Laborales (el 8 de mayo del 2020) (BLS por sus siglas en inglés), la tasa oficial medida de desempleo del gobierno, para la economía como un todo, se elevó de un 3.5% en febrero de este año, a un 14.7 por ciento en abril.

A pesar de lo anterior, hay otra medición usada por el BLS conocida como “U-6,” la que incluye no sólo a aquellos actualmente desempleados y que han buscado trabajo durante las últimas cuatro semanas, sino también a aquellos considerados tan solo “marginalmente” en la fuerza de trabajo, como aquellos con tiempo parcial, pero que han cesado de buscar un empleo. Usando esta medida más incluyente, el BLS reporta que el desempleo se elevó de un 7 por ciento en febrero a un 22.8 por ciento en abril.

Es difícil demandar los productos de otros, cuando (dependiendo de la medición) entre casi un 15 por ciento y un 23 por ciento de la fuerza de trabajo se encuentra no plenamente empleada en la economía estadounidense. Este es, en especial, el caso de lo que el BLS categoriza como sectores de “hospitalidad y ocio” en el mercado, en donde la Oficina reporta que el desempleo en abril fue de un 39.3 por ciento.

Por una parte, las cuarentenas gubernamentales indujeron declinaciones en la producción y el producto, al menos en el corto plazo, resultando en suministros disminuidos de diversos (aunque no todos) bienes. La Oficina de Análisis Económico (BEA por sus siglas en inglés), en su estimación para el primer trimestre del 2020 del Producto Interno Bruto, calcula que el PIB puede haber declinado en, al menos, un 4.8 por ciento a una tasa anualizada.

Las restricciones a las compras al menudeo, combinadas con la caída masiva en el empleo, han reducido las demandas monetarias de muchos bienes y servicios, y de los recursos que se usan en la manufactura. En el argot de los macroeconomistas de la corriente principal, la velocidad de circulación del dinero declinó durante los primeros tres meses del 2020, en casi un 15 por ciento (M-2) y en un 9.6 por ciento (MZM) [dinero de madurez cero], comparada con la velocidad del dinero en el cuatro trimestre del 2019.

Si se procede a disminuir los cierres, tal como lo es en varios estados, y si estos millones de millones de dólares que están siendo creados por el Tesoro, por medio de un gasto masivo y “líneas de crédito” caras por la Reserva Federal, para apoyar a empresas financieramente en problemas como se anunció, es difícil no esperar una inflación significativa a fines del 2020 y en el 2021.

LA NECESIDAD DE PRODUCCIONES COORDINADAS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Parte de la ilusión de sólo necesitar dinero para inmediatamente asegurarnos hacer que vengan los bienes necesitados y deseados, surge del fracaso en entender que toda producción requiere de tiempo y que, cualquier disrupción en el proceso y etapas de producción, amenaza la estructura de inversión y manufactura.

La estructura de producción en tiempo real ha estado implicada en las discusiones acerca de quiebras potenciales de las cadenas interdependientes de suministros globales, que conectan los recursos, manufactura, transporte y mercadeo al por menor para el consumidor final. Todas las etapas de producción, a través de las cuales los bienes pasan en secuencia, en sus propias formas requeridas, descansan en una coordinación complementaria intrincada, para que esos bienes se suministren constantemente en los patrones y cantidades deseadas, y en dónde puedan necesitarse.

La naturaleza y lógica de estas relaciones puede capturarse en la tabla siguiente:

Debido a la dificultad de poner aquí esta tabla, la pueden encontrar en https://www.aier.org/article/there-will-be-no-recovery-without-production/

En el cuadro de arriba, el número de pasos en la producción para llevar un producto en particular al mercado, requiere de 5 etapas de producción interdependientes, cada una de las cuales toma un mes para completarse. Así, si este bien se querría para que el consumidor lo usara en mayo del 2020, su producción necesitaría empezar en enero de ese año.

Si ese mismo bien es deseado que estuviera en junio del 2020, en la misma cantidad y calidad, su proceso de producción necesitaba empezar en febrero, al mismo tiempo que la cantidad querida del bien para mayo, iba a través de la etapa 2 de su proceso de producción. En marzo del 2020, el bien que se quería para mayor, estaba pasando por la etapa 3 de su proceso de producción, mientras que el bien querido para junio tenía que ir pasando por su etapa 2, y, si ese producto también era querido en su forma terminada en julio, en marzo tenía que empezar su etapa 1 de la producción.

Cualquier freno o disrupción en los procesos de manufactura y empleos en alguna o más de esas etapas de producción, amenaza, en principio, la habilidad de la producción para continuar fluidamente a través del tiempo, de forma que el bien final esté disponible en las cantidades específicas que los consumidores deseosos demandan, período tras período.

Esto destaca otro aspecto de la Ley de los Mercados de Say. Para que no haya “saturaciones” de algunos bienes y escaseces de otros, cada uno de estos mercados interdependientes ha de estar coordinado por medio de las interacciones competitivas de la oferta y la demanda, en donde los precios sirven como señales e incentivos guías para dirigir a la gente en el uso de sus recursos, capital y trabajo, en los patrones sincronizados necesarios, tanto en un momento en el tiempo, como a través del tiempo, cuando los bienes pasan en proceso a través de sus etapas de producción requeridas.

LA FALACIA DE LAS PRODUCCIONES “ESENCIALES” Y “NO ESENCIALES”

La insistencia del gobierno en distinguir entre producciones y bienes de consumo “esenciales” y “no esenciales,” se muestra para el poco profundo que lo lee mal. Los mercados están interconectados e interrelacionados de forma tan inevitable, que los calificativos gubernamentales de “no esencial” pueden ser cruciales para el mantenimiento y operación de otros procesos productivos, que se califican como “esenciales” por aquellos con autoridad política.

Las relaciones del mercado son demasiado complejas y traslapadas para cualquiera, excepto aquellos que están propiamente en el proceso productivo de las etapas de producción respectivas, como para conocer y entender efectivamente lo que se necesita hacer en condiciones cambiantes del mercado, para sustituir recursos específicos y tipos de capital y trabajo, desde algunas partes de las estructuras de producción, hacia otras, tal como se comunica y descubre por medio de los patrones de precios y salarios relativos, que transmiten el conocimiento para tomar decisiones informadas, de forma que se mantengan las producciones en movimiento hacia adelante, con interrupciones y disrupciones mínimas en y a través de los mercados.

Esta es también porqué la parla de dejar en libertad en el tiempo “por pasos” a los cierres o cuarentenas, falla en el punto central de que todos los mercados y las acciones de la gente en ellos, están interconectados de formas tales que, liberar algunos, al tiempo que se retrasa la apertura de otros, amenaza una restauración exitosa de las producciones y los empleos, tan pronto como sea posible, que permita escapar rápidamente del caos en el momento más breve posible, sin introducir otros desbalances y escaseces que no necesitan darse, al menos no para un involucramiento continuo del gobierno.

Lo que se necesita, y ya, es liberar todos los mercados de los comandos y controles restrictivos de mano dura de aquellos con autoridad política, si es que vamos a restaurar la economía y el empleo, que previa y al presente podrían ofrecerse para todos aquellos que buscan empleos a los precios y salarios determinados por el mercado. Cualquier intento de aquellos en el poder político por guiar y dirigir este proceso, independientemente de la razón y racionalidad, sólo se atraviesa a todos los miembros de la sociedad en el restablecimiento de sus producciones, que mutuamente les sirven como medios para adquirir las oportunidades desde el lado de la oferta y las capacidades para demandar los productos de otros.

SALVAR EL SUSTENTO ES “SALVAR VIDAS”

En esta discusión, puedo ser acusado de evitar el por qué los gobiernos han intervenido tan extendida e intensamente en las actividades sociales y económicas: para ralentizar y, tal vez, remover el peligro del coronavirus, por medio de restricciones y frenos a lo largo de toda la sociedad sobre la libertad de la gente para circular, trabajar y obtener ingresos. Esto es, “salvar vidas” haciendo todo lo que es posible para prevenir o disminuir radicalmente la expansión del virus.

Pero, “salvar vidas” es inseparable de salvar los medios de vida. Ganarse la vida por medio del “enfoque del lado de la oferta” es el único medio de asegurarse que todos los bienes y servicios necesitados y deseados para satisfacer todos nuestros requerimientos, estén allí cuando los queramos. Aquello nos permite obtener los medios para demandar lo que otros están produciendo y ofreciendo en el mercado al suplir algo de lo que aquellos otros desean en un intercambio recíproco.

Tal vez yo vivo una vida muy protegida, pero nunca pasó por mi mente que los productores de cerveza pudieran modificar su manufactura, de forma tal que están, en vez de aquella, haciendo líquidos para desinfectar manos, a fin de satisfacer una mucha mayor demanda de ese último producto, en la lucha por acabar o limitar la expansión del coronavirus. No había esperado llevar algunas de mis camisas a la lavandería y descubrir que los dueños ahora están produciendo y ofreciendo mascarillas de varias capas, bajo la premisa de que compensan parcialmente la gran caída de su negocio normal.

Un propósito esencial para permitir que los mercados sean libres y abiertos en todas las circunstancias, es precisamente tomar ventaja de lo que la gente puede imaginar, crear y producir para satisfacer los patrones cambiantes de la demanda, en sus esquinas respectivas de la sociedad, en formas que otros no podrían, y, de hecho, no pueden anticipar. Las ansiedades súbitas de febrero y marzo acerca de que no había suficientes ventiladores, para suplir las necesidades de los hospitales para casos potenciales de fallos respiratorios debido al virus, vio numerosas improvisaciones de herramientas de ventilación sustitutas funcionales de distintos tipos, si la necesidad se hubiera presentado plenamente.

Como lo expuso Friedrich A. Hayek en Fundamentos de la Libertad (1960), la libertad personal y económica es crucial, precisamente porque no podemos saber o anticipar plenamente lo que mentes creativas pueden imaginar, cuyos resultados nos alegrará tener y beneficiarnos de ellos, pero que nunca podrían surgir si la gente no fuera libre de descubrir e intentar:

“La libertad es esencial para dar cabida a lo imprevisible e impronosticable: la necesitamos, porque hemos aprendido a esperar de ella la oportunidad de llevar a cabo muchos de nuestros objetivos. Puesto que cada individuo conoce tan poco y, en particular, dado que rara vez sabemos quién de nosotros conoce lo mejor, confiamos en los esfuerzos independientes y competitivos de muchos para hacer frente a las necesidades que nos salen al paso.”

Esa es la razón por la que necesitamos que los mercado sean libres y abiertos, ahora, para que la gente tome sus propias mejores decisiones acerca de concesiones mutuas y riesgos para protegerse ellos y sus seres amados, de los peligros de contraer el coronavirus, y, en ese proceso, liberar los lados de la oferta del mercado de los cierres gubernamentales, de forma que la gente pueda ganarse los medios para demandar lo que otros producen, para regresar a los estándares de vida que son posibles, incluso a la luz de las preocupaciones actuales de salud.

Richard M. Ebeling, un compañero sénior de American Institute for Economic Research (AIER), es profesor distinguido BB&T de Ética y de Liderazgo de Libre Empresa en The Citadel, Carolina del Sur. Ebeling vivió en la ciudad universitaria de AIER entre el 2008 y el 2009.