LO INCOMPRENSIBLE


Por Jorge Corrales Quesada


Entre las noticias de aperturas a partir de mediados de mayo definidas por el ministerio de Salud, hay una que llama mi atención, no porque se haya decidido abrirlas en algún grado, en hora buena, sino porque uno trata de entender la lógica de las decisiones de nuestros cancerberos de la salud y ese entendimiento no es fácil.

Me refiero a que, a partir del 16 de mayo, entre otras cosas, se permite (graciosa concesión) la apertura de los moteles en un 50% de su ocupación, al mismo tiempo que “se podrán visitar las playas de lunes a viernes entres las 5 a. m. y las 8 a. m. No se podrán visitar a ninguna hora, ni en sábado ni domingo.”

Se supone que esas restricciones parciales se originan en que no sea permitido el contacto pleno entre personas, sino bajo limitaciones. Ante ello, me parece que es apropiado formular algunas preguntas y planteamientos.

Primera, ¿hay algún contacto social que signifique mayor contacto directo que lo que normalmente sucede en los moteles? (y en muchos lechos de las casas, pero no imagino que se ocurra una prohibición para que las parejas estén juntas en la cama de sus hogares). Compare esto con la posible distancia que naturalmente se podría lograr en las playas, en donde debería ser posible que haya funcionarios municipales y de gremios comerciales, sugiriéndoles a la gente que se mantenga separada. Obviamente, por contraste, en el motel, uno encima del otro, parece ser lo inevitable.

Segunda, ¿por qué se restringe a las personas las visitas a las playas sólo de 5 a 8 de la mañana y no en otras horas o en fines de semana, mientras que, si lo que se pretende es evitar la proximidad humana, sea todo lo contrario en el caso de los moteles?
Debo aclarar desde ahora: no tengo nada contra los moteles. Son muy deseables y necesarios para muchas personas por muy diversas razones, pero, también, son deseables las playas (aire libre) para muchas otras, por lo que preferiría libertad de acceso pleno a ambos tipos de personas.

Tercera, vi en la televisión a una persona del sector privado local vanagloriarse de que en su playa hay una serie de cámaras (creo que en Jacó) que indicarían si las personas se acercan cuando llegan a la playa. Si esa es una “buena idea” de control social que debería de implementarse, propongo, por aquello de la equidad y la eficiencia, que se instalen cámaras de vigilancia en las habitaciones de moteles, tanto para comprobar que se cumple con el aforo del 50% autorizado de habitaciones, como que se guarde la distancia requerida de dos metros entre humanos o burbujas o lo que sea. Sería un control de la obediencia ante las órdenes de la burocracia de la salud, pero no duden que, en el caso de los moteles, sería algo muy, pero muy, divertido y, posiblemente, hasta educativo.

Cuarta, ¿Cómo definen nuestros iluminados las diferencias en las conductas de los humanos en lo que se trata de tener acceso a la habitación de un motel y poder disfrutar de una playa a toda hora? ¿En qué se diferencia el riesgo de contagio del COVID-19 entre una pareja o un ménage à trois o algo más, o una familia que se junta en una playa? La política decidida más bien parece ser resultado de una imaginación de control y comando que de racionalidad.

Publicado en mis sitios de Facebook, Jorge Corrales Quesada y Jcorralesq Libertad, el 16 de mayo del 2020