SUECIA SE RESISTIÓ A LA SABIDURÍA CONVENCIONAL Y OTROS PAÍSES LE ESTÁN SIGUIENDO


Por John Fund & Joel Hay

National Review
3 de mayo del 2020

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, con letras en rojo y entre paréntesis, si es de su interés puede verlo en https://www.nationalreview.com/2020/...ies-following/

Nada de cuarentena, nada de negocios o escuelas primarias cerrados, nada de quedarse en casa. Y, también, nada de desastre.

La primavera está en el aire, y se encuentra crecientemente en el paso confiado del pueblo sueco.

Con una tasa de mortalidad significativamente menor que aquella de Francia, España, el Reino Unido, Bélgica, Italia y otros países de la Unión Europea, los suecos pueden disfrutar de la primavera sin pánico o temores de un reinicio de una nueva epidemia, al ir, día tras día, de una forma en básicamente normal.

El Dr. Mike Ryan, director ejecutivo del Programa de Emergencias de la Organización Mundial de la Salud, dice: “Pienso que, si hemos de alcanzar una nueva normalidad, pienso que, de muchas formas, Suecia representa un modelo futuro ̶ si es que deseamos regresar a una sociedad en que no tengamos cuarentenas.”

El embajador sueco ante Estados Unidos, Karin Ulrika Olofsdotter, dice: “Podemos lograr la inmunidad grupal en la capital” (We could reach herd immunity in the capital) Estocolmo tan pronto como en algún momento de mayo. Eso limitaría dramáticamente la expansión del virus.
Hace un mes, escribimos por primera vez acerca del enfoque de Suecia (Sweden’s approach) en donde dijimos que “descansa más en precauciones calibradas y en aislar sólo a los más vulnerables, que en imponer una cuarentena plena.”

Una afortunada constelación de circunstancias aseguró que el Dr. Anders Tegnell, el principal epidemiólogo de Suecia, estuviera a cargo de la respuesta de ese país a la pandemia del COVID-19, a pesar de las dudas de muchos políticos suecos y de observadores extranjeros. Tegnell se resistió heroicamente a la sabiduría convencional de todas las demás naciones y examinó cuidadosamente la evidencia frágil de que los controles de aislamiento social ayudarían a reducir las muertes por COVID-19 durante el ciclo completo del virus.

Tal como le dijo Tegnell a la Radio Pública Nacional de Estados Unidos (Tegnell told NPR) (NPR por sus siglas en inglés) a principios de abril:“No estoy seguro de que existe algún consenso científico acerca de, realmente, cosa alguna, cuando se trata de este nuevo coronavirus, básicamente porque no tenemos mucha evidencia para cualquier tipo de medidas que estemos tomando.”

Bueno, un mes después sabemos más.

MITO No. 1: LA POLÍTICA SUECA NO FUE CUIDADOSAMENTE PENSADA O BIEN CONSIDERADA

El número de casos en Suecia y en otros países todavía está aumentando, pero, en Suecia una tercera parte de las camas de cuidados intensivos permanece vacía. Tegnell ha mirado a otras naciones que están suavizando sus cuarentenas. “Para mí, me parece que muchas de las estrategias de salidas que están siendo discutidas, se parecen mucho a lo que Suecia ya está haciendo,” le dijo al Globe & Mail de Canadá.

Tegnell y sus colegas reconocieron que la decisión de cerrar un país no era únicamente una decisión médica sustentada sólo en el virus. Se dieron cuenta de que los costos económicos y los impactos sobre la salud ocasionados por los cierres son enormes, así que tomaron en cuenta en su análisis los efectos sociales más amplios de cualesquiera restricciones. Por ejemplo, ellos vieron que no había evidencia de que los niños transmitían el virus fácilmente. Tegnell le dijo a la NPR:

“Vemos otras consecuencias para la salud pública, como cerrar escuelas. Eso ocasiona problemas enormes, no menos importantes para la salud de los niños. Por esto doy a entender que niños que ya están en desventaja, si usted cierra las escuelas, esa es la única cosa buena que algunas veces tienen en sus vidas. Es ahí de donde obtienen su alimentación. Es de ahí donde obtienen su contexto social. Así que, cerrar escuelas no es una cosa deseable.”

Jan Albert, profesor del departamento de Microbiología, Tumor y de Biología de la Célula en el Instituto Karolinska de Suecia, le dijo a la agencia de noticias CNN que cierres estrictos “sólo sirven para aplanar la curva, y aplanar la curva no significa que los casos desaparezcan ̶ sólo son trasladados en el tiempo.” Agregó, “Y, en el tanto en que el sistema de cuido de la salud puede razonablemente lidiar con y darle buen cuido a aquellos que necesitan cuido, no es claro que sea mejor tener los casos después en el tiempo.”

MITO No. 2: SUECIA LO HIZO MUCHO MÁS MAL QUE ESTADOS UNIDOS Y OTROS PAÍSES EN EL MANEJO DE LOS CASOS Y MUERTES POR EL COVID-19.

Suecia tiene alrededor de 2.200 casos reportados de COVID-19 por cada millón de población (2,200 reported COVID-19 cases per million population). Esto es menos que el número en Estados Unidos (3.053 por millón), el Reino Unido, Francia, España, Italia y, también, menor que muchos otros países europeos. Está ligeramente por encima del número en Alemania, país que ha sido alabado por su enfoque hacia el virus.

Suecia tiene 265 muertes reportadas por el COVID-19 por millón de su población. Eso es ligeramente superior a Estados Unidos (204 por millón), pero inferior al número en muchos otros países europeos.

Tegnell admite que su país falló en contener el brote inicial en casas atiborradas de ancianos. “Algo así como un 50 por ciento de nuestra cuenta de muertes viene de la relativamente pequeña población que vive en asilos de cuido de ancianos,” dijo él. “Nosotros sabemos que teníamos un problema con las casas de ancianos, esa ha sido una discusión por años.”

Como en las otras partes, las muertes por el COVID-19 en Suecia son principalmente entre ancianos frágiles y aquellos con enfermedades crónicas serias. Más de la mitad de muertes en Suecia se ha dado en casas de cuido de ancianos. Entre quienes murieron, un 90 por ciento era mayor a 70 años de edad y la mitad tenían más de 86, con sólo un 1 por ciento más joven que 50.

Es irónico que la mitad de las muertes en Suecia sea de personas mayores que 86. La esperanza de vida en Suecia es 83, mientras que en Estados Unidos es de 79, así que no sorprende que relativamente haya más ancianos frágiles en Suecia. De cada 100.000 nacimientos, alrededor de 10.000 suecos más están aún vivos con una edad de 85, que como lo están los estadounidenses, así que la tasa de muerte ligeramente superior por el COVID-19 en Suecia, en comparación con la nuestra, principalmente refleja el hecho que un porcentaje mayor de suecos vive más de 79.

Así que, sobre una base ajustada por edad, Suecia lo ha hecho significativamente mejor que Estados Unidos, en términos tanto de casos por millón como de muertes por millón ̶ y sin cuarentenas.

MITO No. 3: EL NÚMERO RELATIVAMENTE BAJO DE CAMAS PARA CUIDADOS INTENSIVOS EN SUECIA SIGNIFICARÍA UN DESASTRE EN SU RESPUESTA AL VIRUS

Al inicio, la principal justificación para los cierres globales era que ellos eran necesarios para prevenir que los pacientes se aplastaran al abrumar las unidades de cuidado intensivo (UCI) de los hospitales. Pero, Suecia ha mostrado que cerrar la economía y esencialmente aprisionar a los jóvenes y saludables, no era necesario para evitar la saturación de las UCI. A pesar de nada de cuarentenas y pocos controles de aislamiento social distintos de un espacio apropiado en restaurantes y una prohibición a reuniones de más de 50 personas, el sistema hospitalario de Suecia nunca experimentó algo remotamente parecido a lo que fue el agolpamiento de pacientes en las UCI de Italia, España y la Ciudad de Nueva York. El censo de pacientes del COVID-19 en las UCI de Suecia (puesto al día nacionalmente) llegó a un pico a principios de abril, con alrededor de 50 nuevas admisiones diariamente. Ahora, está declinando gradualmente a cerca de 35 casos nuevos de UCI al día.

A diferencia de sus vecinos nórdicos y de las demás partes, Suecia no tiene por qué preocuparse acerca de cuándo reintroducir su población aislada “vulnerable,” para que se mezclen socialmente y arriesguen su exposición al virus. Eso ya ha estado pasando naturalmente y ha generado una reserva defensiva de población con resistencia viral al COVID-19, que lo ubica -como el SARS, el MERS y la gripe estacional- en el espejo retrovisor de Suecia.

Suecia no tiene por qué preocuparse acerca de cuándo y cómo terminar el aislamiento social. Ellos no tienen que decidir a quiénes mantener encerrados y a quiénes dejar que salgan. Ellos no tienen que involucrarse en argumentos de libertades civiles debido a restricciones involuntarias o ponerle multas a la gente por no usar mascarillas y guantes.

Por supuesto, Suecia pagó un precio durante la pandemia. Pero, cualquiera que sea el precio que los suecos pagaron por su política del COVID-19, ellos le dirán que valió la pena. Y es fácil figurarse ese precio. Ellos nunca hundieron en un cráter a su economía o bloquearon cirugías que no fueran de emergencias. Tuvieron más muertos que sus vecinos nórdicos, pero nada que siquiera se acerque a las 650 muertes por millón que Estados Unidos sufrió durante la gripe de Hong Kong de 1968, una pandemia que fue manejada con pocos controles de aislamiento social y nada de cuarentenas.

Ahora muchos países y estados de Estados Unidos están empezando a seguir la guía de Suecia. Pero, California y otros estados continúan sumando costos en salud inducidos por el aislamiento y abriendo hoyos gigantescos en sus presupuestos, con cierres que, nacionalmente, han generado más de 30 millones de nuevos desempleados.

John Fund es columnista para el National Review y ha reportado frecuentemente acerca de Suecia. Joel Hay es profesor en el departamento de Economía y Política Farmacéutica en la Universidad de California del Sur; autor de más de 600 artículos científicos y reportes revisados por sus pares y ha colaborado con el Instituto Sueco de Economía de la Salud por casi 40 años.