EL ESTRANGULAMIENTO POR EL CORONAVIRUS DE LOS GOBERNADORES


Por Richard A. Epstein

Independent Institute
27 de abril del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.independent.org/news/art...32&omhide=true

Con más de cinco semanas de cuarentena, ahora parece que la respuesta de los gobernadores estatales de Estados Unidos al brote de coronavirus, ha llegado a ser más peligrosa que la propia enfermedad.

El daño económico ocasionado por el cierre económico se hace evidente por las noticias sombrías de que más de 22 millones de personas han buscado (sought) recibir beneficios por desempleo. Es sólo un asunto de tiempo para que muchas empresas, en especial las pequeñas (small ones), quiebren, ocasionando una angustia financiera y psicológica no vista en sus empleados, dueños, clientes y proveedores, todos por igual. Economistas progresistas, como Joseph Stiglitz condenan una economía construida “sin amortiguadores,” como si las empresas privadas -muchas de las cuales han hecho todo lo heroicamente posible por desarrollar medicinas, pruebas (tests) y vacunas (vaccines)- fueran, de alguna forma, responsables del cierre económico. Pero, es el gobierno, y no el sector privado, el que ha lanzado a la nación a la crisis económica.

En su inicio, el cierre se justificó por ser una emergencia de salud pública. El 13 de marzo, el New York Times publicó su historia (published its account ) de que el coronavirus representaba un riesgo sin precedentes a la salud del país. Desde su punto de vista, la pandemia podía resultar en la infección de alrededor de 100 millones de personas en total, con un pico de más de 9 millones infectados en un solo día de julio. Sin intervención, afirmó, podría presentarse un millón de muertes en Estados Unidos cuando el virus haya seguido su curso. Pero, una intervención podía recortar ese número a la mitad. Yo pensé (thought) que la terrible presentación era demasiado pesimista. Predicciones (Predictions) acerca de números de muertes en pandemias previas consistentemente habían sido exageradas.

A pesar de lo anterior, las proyecciones resonaron entre los gobernadores, quienes lanzaron a sus estados a un modo de cuarentena. El gobernador de Illinois, Jay Pritzker, por ejemplo, dijo (said) el 20 de marzo: “Para evitar la pérdida de potencialmente decenas de miles de vidas, debemos promulgar, para el estado de Illinois, una orden inmediata de quedarse en el hogar.” No se consideraron posiciones intermedias. El total de muertes por el COVID-19 en el estado de Illinois llegó (stood) a 1.272. En Michigan, la gobernadora Gretchen Whitmer llegó a extremos extraordinarios (extraordinary lengths) para cerrar su estado, que, en la actualidad, tiene 2.307 muertes, la mitad de las cuales se concentran en los condados de Oakland y Wayne. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, extendió el cierre del estado de Nueva York hasta el 15 de mayo, caracterizando su proceso evaluativo (characterizing his evaluative process) como “Nada de decisiones políticas, nada de decisiones emocionales. Datos y ciencia. Aquí estamos hablando de vidas humanas.”

Por supuesto, todo mundo quiere salvar vidas humanas. La pregunta es por qué Cuomo piensa que duplicar las restricciones gubernamentales se justifican por la ciencia y los datos. Su propio reporte diario (report ) del 17 de abril indica que la tasa de infecciones nuevas se ha reducido y que el número de salidas de los hospitales ahora excede en mucho el número de nuevas admisiones. Datos posteriores preparados por el New York Times revelan (reveals) que la tasa de infección ahora se está reduciendo rápidamente a través de los Estados Unidos. También muestra que los nuevos casos llegaron a un pico de alrededor de 35.000 el 3 de abril, con una declinación errática a partir de ese entonces. La totalidad de casos de muertes es ahora de 36.000. Aun cuando razonablemente podemos anticipar miles de muertes adicionales, esta cifra, afortunadamente, es mucho menor que las predicciones emitidas al inicio de la pandemia.

Ahora la pregunta es ̶ ¿Pueden esas estimaciones inicialmente altas continuar siendo usadas para justificar las actuales extensiones de la cuarentena? A la luz de recientes desarrollos, ahora hay preguntas que cuestionan la forma en que actualmente se registran las muertes totales. Para ver por qué, se necesita entender tres categorías diferentes de casos: casos de causalidad compartida, casos no comprobados (o “probables”) y casos no virales.

¿Cómo deben reportar los médicos y registrar los departamentos de salud, las muertes de individuos con co morbilidades tales como el asma, cáncer, enfermedad del corazón, diabetes, etcétera? Tratar a todo mundo que se muere con el coronavirus, como si muriera por el coronavirus, necesariamente exagera el número de casos en una cantidad en algún grado incierta. Pero, la evidencia es abrumadora de que el virus en sí mata a pocos individuos. La CDC reportó (reported) que “aproximadamente el 90% de los pacientes hospitalizados identificados por medio de la COVID-NET, tenia una o más condiciones subyacentes, fuertemente concentradas en gente de más de 70 años de edad (en donde las co morbilidades son más severas).”

El resultado de esto es que, sin importar como uno contabilice estos casos, no tiene sentido cerrar un gran número de empresas. Las propias firmas harán los ajustes para atraerse a clientes intranquilos, y gente con tasas de riesgo más altas tiene toda razón para quedarse en casa para preservar sus propias vidas. Esta es la estrategia (strategy) seguida por Suecia, la que ha impuesto restricciones a reuniones grandes y ha cerrado algunas actividades, pero ha permitido que escuelas primarias, restaurantes, oficinas y otras empresas permanezcan abiertas. A la fecha, el patrón de muertes allí es muy similar a aquel encontrado en el mucho más fuertemente cerrado (locked-down) Reino Unido, lo cual no significa decir que los suecos hayan tomado todas las decisiones correctas.

A menudo se ha dicho que es importante establecer alguna forma de inmunidad grupal (herd immunity) para controlar el virus. El uso de este término sugiere que esta forma de protección de la comunidad surge cuando un número suficiente de personas sufre la enfermedad, de forma que hace que otros no la obtengan. Pero, esa descripción ignora el origen literal del término “herd” (en inglés,) que se traduce por rebaño, aunque este traductor prefiere usar la palabra “grupal.” Los animales viven cerca en rebaños para protegerse contra depredadores. Esa estrategia protectora hace que sean víctimas fáciles para ataques virales, pues los animales del rebaño no hacen nada para responder al riesgo percibido. No existe tal cosa como “rebaños humanos.” Se da el distanciamiento social voluntario, el cual debería ser apoyado. En muchos casos, es tan simple y efectivo como lavarse las manos y mantener cierta distancia de otros que se piensa están infectados. Estas prácticas ubicuas ayudan a explicar por qué las tasas de expansión, aún sin intervención gubernamental, son menores que lo que predicen modelos epidemiológicos pesimistas. También explica por qué continúan acciones individuales e institucionales de evitación incluso después de remover la cuarentena. Tristemente, Cuomo y sus expertos nunca trataron de figurarse el costo marginal de cada una de estas diversas intervenciones, aun cuando el número de casos nuevos llegó a un pico a principios de abril.

Ahora, otra decisión gubernamental asigna a muertes “probables” por el virus, al total general del estado, agregando miles de muertes adicionales tan sólo en Nueva York. El argumento evidente para este resultado es que ha habido un pico (spike) en los casos no detectados, y que, por tanto, esos casos deberían tomarse en cuenta. No hay duda de que algún ajuste por estos casos se deberá tomar en cuenta, pero no necesariamente todos ellos. No sólo hay casos de causación conjunta, sino que es altamente probable que alguna fracción significativa de esas muertes no explicadas provenga del todo de alguna otra fuente.

Así que, al menos se requiere hacer dos ajustes. El primero es reducir el número de casos recientemente asignados, tal vez sustancialmente, mediante la separación de casos por el COVID-19 de otras causas de muerte. El segundo es asegurarse que la tasa de muerte por el virus sea la correcta, lo cual requiere agregar el número de casos que se resuelven exitosamente fuera del sistema hospitalario, al número total de casos. Incluir esos casos sugiere que hay un riesgo menor (lower risk) de infecciones futuras, al relajar el sistema que lo que se consideró previamente. Así, en un refugio para personas sin techo en Boston, en donde 146 personas de 397 resultaron (tested) ser positivos en una etapa temprana de la enfermedad, sólo una necesitó hospitalización.

La última clase de supuestas muertes por el COVID descansa en una teoría novedosa de causalidad del virus defendida por la Dra. Oxiris Barbot, comisionada del departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York. Según (According to) el New York Times, Barbot sugiere que “si bien esas así llamadas muertes en exceso no estaban ligadas expresamente al virus, ellas no podrían haber sucedido si el brote no hubiera ocurrido, en parte porque abrumó el sistema normal de cuido de la salud.” Ella formula la conexión causal exactamente al revés.
Previamente, escribí (written) que los costos en salud del cierre actual deberían incluir a aquellos individuos que murieron como resultado de no haber tenido la oportunidad de recibir ya fuera el cuido rutinario como el de emergencia, debido a la decisión consciente de cerrar numerosas instalaciones médicas y dentales gratuitas permanentes y de posponer todos los procedimientos no esenciales. La teoría correcta de causalidad atribuye todas estas muertes no al virus, sino a los cierres gubernamentales. También, se requiere tomar en cuenta que dejar inactivas esas instalaciones médicas crea un riesgo serio de quebrar a (bankrupting) hospitales y grupos de práctica médica.

La esencia de una política pública sólida es entender los intercambios en el margen, incluyendo la necesidad de alguna respuesta gradual a la cuestión de cómo y cuándo abrir la economía. Los expertos médicos han sido demasiado alarmistas. Por ejemplo, el Dr. Ezekiel Emanuel sugiere (suggestion) que Estados Unidos permanezca en cuarentena hasta que desarrollemos una vacuna ̶ esto es, por otros 12 a 18 meses. Él asevera que, de otra forma, podría haber cientos de miles e incluso millones de muertes. Emanuel no estima la probabilidad de que ese resultado tan severo sobrevenga en la realidad, ni tampoco la devastación económica de una cuarentena que dure un año y medio.

Dado todo esto, no es una sorpresa que alrededor del país estén empezando protestas (protests) vigorosas. La gente está ansiosa por regresar a trabajar y está cansada de ver limitadas sus libertades. Lo que es angustiante es que las restricciones siguen aún o se están haciendo más fuertes, mientras que la amenaza del coronavirus está empezando a retroceder.

Malas contrapartidas.

También se publicó en Defining Ideas el lunes 20 de abril del 2020.

RICHARD A. EPSTEIN es el profesor Laurence A. Tisch de Leyes en la Universidad de Nueva York y compañero investigador en el Independent Institute.