En economía un tema esencial es el intercambio en donde hay una situación en la toma de decisiones en la cual se pierde algo a cambio de alguna otra cosa. Ese intercambio implica que no deber ser sólo una o sólo la otra, sino que sea resultado de comparar los beneficios y los costos de cada acción. Por ejemplo, cuando compro mangos a cambio de dinero, pierdo el dinero, pero gano en mangos. Cuánto de cada uno dependerá de mis costos de oportunidad: que, para escoger una alternativa, debo sacrificar otra. Por ello creo que la idea de que es o salud o economía (o más dramáticamente como lo ponen algunos: vida versus plata) es errada, pues no se requiere que sea una sola, excluyendo a la otra del todo. Por eso, como bien dice el autor de este comentario, la pobreza de una economía se traduce en menos salud.

UNA ECONOMÍA MÁS POBRE SIGNIFICA UN MUNDO MÁS ENFERMO

Por Mitchell Harvey

Fundación para la Educación Económica
Lunes 4 de mayo del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, con letras en rojo y entre paréntesis, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/a-poorer-ec...-sicker-world/

Decir que la elección de la mejor política es obvia, significa simplificar exageradamente un mundo complejo.

Una cantidad de economistas y comentaristas ha afirmado que las leyes de distanciamiento social impuestas por el gobierno deberán relajarse más pronto que más tarde: Restricciones gubernamentales brutales han conducido al colapso de la producción, a un desempleo por las nubes y a largas filas para recibir asistencia financiada con una explosiva deuda gubernamental-

DISCUTIENDO EL CRECIMIENTO ECONÓMICO

La respuesta a este argumento, en algunos círculos, ha sido el disgusto. Después de todo, ¿qué clase de persona arriesgaría las vidas de la gente en nombre de la economía? Pero, aquí es cuando la discusión se ha hundido en el cráter de una falsa dicotomía. La idea de que este debate es acerca de una contrapartida entre salvar vidas y salvar los números del PIB, representa un extendido y frustrante trágico entendimiento de por qué es importante el crecimiento económico. La primera razón, entre muchas, es que el crecimiento económico es acerca de cómo mañana salvamos más vidas, que las que hoy podemos salvar.

Una economía creciente significa que, con el paso del tiempo, la comunidad disfrutará de ingresos reales crecientes. Al crecer los ingresos, la gente gastará una porción menor de su dinero en necesidades y una proporción mayor en su bienestar y salud personal. Esto, a su vez, estimula una mayor inversión de capital en salud y que una porción mayor de la fuerza de trabajo pueda ingresar a la enfermería y la medicina.
Por tanto, si nuestra economía crece rápidamente, una porción mayor de nuestra riqueza redirigirá hacia el sistema de cuido de la salud. Una demanda creciente de servicios de salud estimula la innovación, la empresariedad y la investigación médica, todo lo cual significa que más vidas serán salvadas mañana, el día siguiente, el año que sigue y en años futuros. A la inversa, si el crecimiento económico colapsa, sabemos que más gente morirá en el futuro. Un menor crecimiento hoy, significa que menos vidas serán salvadas el año siguiente.

UNA CONTRACCIÓN DEL TRES POR CIENTO

El Fondo Monetario Internacional está anticipando que la economía global se contraerá en un tres por ciento (contract by three percent ) en este año, como consecuencia de la pandemia vigente y las respuestas de política gubernamental (leyes de distanciamiento social). Una contracción del tres por ciento significa que el mundo pierde alrededor de $9 millones de millones (en dólares estadounidenses) ($9 trillion (USD). ) Según un reporte del 2019 (2019 report) de la actualmente ensuciada Organización Mundial de la Salud, aproximadamente un diez por ciento del PIB global se gasta en salud.

En otras palabras, una contracción del tres porciento del PIB global significa que los servicios de cuido de la salud perderán $900 mil millones (en dólares de Estados Unidos). ¿Cuántas vidas se podrían haber salvado con unos $900 mil millones extras? ¿Cuántas vidas no serán salvadas porque la industria de la salud va a perder $900 mil millones? Las recesiones económicas cuestan vidas. No sólo hoy en día, sino en los años por venir, cuando la tecnología médica que se habría desarrollado permanece en incubación y la seguridad social que habría sido costeable es sólo un poco más cara.

Esta línea de razonamiento ni siquiera toma en cuenta el sufrimiento real infligido por los empleos perdidos y el desempleo en proceso. No considera el costo humano de ser incapaz de pagar el alquiler o los pagos de las hipotecas. No considera los problemas de salud mental (mental health) y de abuso doméstico, exacerbados al mantener a la gente en el interior de sus casas. Gran parte del sufrimiento humano creado por estas leyes de cierres es casi imposible de cuantificar.

Para quedar claros, no estoy afirmando que los gobiernos deberían relajar todas las medidas de distanciamiento social de la noche a la mañana. Un artículo reciente (recent paper) de economistas del Banco de Reserva Federal de Nueva York, ha encontrado evidencia sugiriendo que algunas provisiones de la cuarentena en realidad pueden ser mejores para la economía en el largo plazo, que permitir que el COVID-19 corra rampante a través de la población. Mantener ciertas leyes de cierre por los siguientes pocos meses podría ser la elección de política óptima.

Mi punto es que, en términos de salvar vidas, no es del todo claro cuál opción es la superior. Sacrificar el crecimiento económico en nombre de detener la dispersión del COVID-19 conducirá a muertes. Priorizar al crecimiento económico por encima de reducir la marcha del COVID-19 también conducirá a muertes. Ambas opciones son horribles. El desafío es resolver cuál de ellas matará el menor número y no se trata de resolver una ecuación simple. Decir que la elección de la mejor política es obvia, significa simplificar exageradamente un mundo complejo.

Mitchell Harvey es Profesor Asociado y Asistente de Investigación en el Departamento de Economía de la Universidad Monash.