EL ENREDO CON LA MEDICIÓN DEL COVID-19 NO ES UNA ANOMALÍA

Por Gary M. Galles

Fundación para la Educación Económica
Miércoles 22 de abril del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, con letras en rojo y entre paréntesis, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/the-covid-1...ot-an-anomaly/

Estaríamos bien servidos si recordamos que las estadísticas que pueden inducir al error, hoy día prevalecen en muchas áreas de la política pública.

Una de las cosas más notorias que se ha revelado desde que la crisis del COVID-19 desató una adquisición hostil de la conversación pública, es qué tan cuestionables han sido los datos usados como base para unas recetas de políticas masivamente costosas y onerosas.

Las muertes reportadas por el COVID-19 incluyen a todos los que lo tienen al morir. Pero, eso significa que muertes causadas por otras cosas (por ejemplo, neumonía) están siendo mal atribuidas, inflando los riesgos del COVID-19.

Me recuerda lo que el doctor de mi papá le dijo a él a su edad de mediados de los ochenta: “Usted tiene cáncer de la próstata. Pero, no se preocupe por él, pues está creciendo lentamente, así que alguna otra cosa lo matará antes.”

El médico estaba en lo correcto, y él no atribuyó la muerte de mi papá al cáncer de la próstata.

Similarmente, el reportaje constante de números puestos al día de los casos del COVID-19 en ciertas áreas específicas, sobreestima el riesgo para otros, pues aquellos que ya han mejorado y que no son fuente potencial de contagio, se incluyen en esos números. Y este sesgo crecerá conforme la crisis persista por más tiempo. Reportar acerca de cuántos creemos que, en la actualidad, tienen la enfermedad, sería mucho más exacto y útil.

Ni siquiera sabemos con algún grado de confianza cuántos casos hay. Los casos moderados es muy probable que no se detecten. Eso significa que estamos subestimando la gente que tiene (o ha tenido) la enfermedad, así como se está sobreestimando el riesgo de contagio. Dado el número de exámenes sumamente limitado, en especial cuando muchos de los primeros eran fallidos, al irse examinando a mucha más gente, debemos distinguir entre un aumento en los casos reportados ocasionados por más exámenes a la población y una incidencia creciente de la enfermedad en la población, lo que es crucial para determinar el posible curso futuro de la enfermedad.

Hay ejemplos adicionales del enredo con la medición del COVID-19, pero esos aclaran totalmente la necesidad de ser cuidadosos en descansar en mediciones erradas de la crisis actual. Pero, no hay razón para suponer que tales asuntos se limitan al tema caliente del día.
Estaríamos mejor servidos si sospechamos que tales problemas son prevalentes en muchas áreas de política pública. Considere lo siguiente como una breve muestra de temas similares en otras áreas.

NARRATIVAS FALSAS ACERCA DE LA RIQUEZA

A los estadounidenses se les ha dicho repetidamente que la desigualdad en la riqueza ha estado aumentando. Pero, la medida usada de riqueza ignora la “riqueza por la Seguridad Social” (Social Security), el valor presente de los beneficios de la Seguridad Social para los que se está calificado, pero que aún no los han recibido. Pero, dejar de lado una fuente de riqueza que ha estado creciendo rápidamente, hasta ser el equivalente de un 42 por ciento de la riqueza mercadeable, y que está distribuida más igualmente a través de la población, “revierte totalmente la tendencia desde 1989.”

Un trabajo reciente ha estimado que la fracción de riqueza que tiene el 10 por ciento más alto, ha aumentado en más de 10 puntos porcentuales entre 1989 y el 2016, pero, al incluirse la riqueza de la Seguridad Social, hace que, en vez de ello, su participación se reduzca en tres puntos porcentuales, Tan sólo si se arregla (fixing) este sesgo, cambian dramáticamente las premisas que supuestamente justifican cambios draconianos en políticas.

Similarmente, las propuestas de Medicare para Todos se basaron en gran parte en costos administrativos mal medidos. Muchos de los costos administrativos del Medicare fueron ignorados, debido a que aparecen en los presupuestos de otras agencias gubernamentales ̶ los costos de recaudar los impuestos aparecen en el presupuesto de la Oficina de Impuestos Internos (IRS, por sus siglas en inglés), los costos de recaudar las primas aparecen en el presupuesto de la Seguridad Social, y muchos de los gastos contables, de edificios y mercadeo, aparecen en el presupuesto del ministerio de Servicios de Salud y Humanos. En contraste, en el seguro privado, todo, excepto los pagos por derechos, se contabiliza como costos administrativos, así que incluye impuestos estatales sobre las primas, administración de enfermedades y servicios de consulta por teléfonos (pues ellos no generan reclamos de salud), e incluso costos de prevención de fraudes (que se ha estimado reducen el fraude en tanto como 15 veces lo que cuestan).

La crítica al cuido de la salud estadounidense, debido a su más alta mortalidad infantil (infant mortality) medida, en comparación con muchos otros países, también ha descansado en medidas sesgadas, que ignoran diferencias importantes en lo que los países cuentan como muertes de infantes, así como muchos factores no relacionados con la calidad del cuido de la salud. Por ejemplo, bebés no viables que mueren rápidamente después de nacer, se registran como nacimientos vivos en Estados Unidos, incluyendo un riesgo mucho más alto, bebés muy prematuros, pero que es más posible que en otros lados se clasifiquen como muertes fetales. La edad de la madre, la obesidad, el abuso de drogas y otros factores de estilo de vida, así como la edad gestacional de los bebés al momento del nacimiento, también empeoran los resultados estadounidenses.

HACIENDO QUE LOS POBRES PAREZCAN SER MÁS POBRES

Incluso cientos de miles de millones al año que se gastan contra la pobreza (anti-poverty spending) hacen que los pobres parezcan ser más pobres. Debido a que los datos oficiales de ingreso y pobreza ignoran las transferencias en especie, se omiten el gasto por cupones de alimentos (SNAP por sus siglas en inglés), vivienda, cuido de la salud y muchos otros programas. Pero, las reducciones en los beneficios cuando quienes las reciben ganan más, actúan como impuestos reales a la renta, lo que reduce los ingresos, pero que se cuentan dentro de aquellos datos.

Similarmente, debido a que los datos estándares ignoran los impuestos, no se toman en cuenta decenas de miles de millones de dólares al año por el Crédito Impositivo por el Ingreso Ganado de las familias de menores ingresos; sin embargo, la mayoría de quienes lo reciben se encuentran en el rango de eliminación gradual de esos créditos, lo que impone una tasa efectiva del impuesto al ingreso del 21 por ciento, y sí se cuentan las reducciones en consecuencia de ingresos sobre ese rango.

Los ejemplos de aquí no empiezan a agotar las ilustraciones de las malas mediciones en discusiones de política pública. Por ejemplo, una sección completa de mi próximo libro del American Institute for Economic Research (AIER), titulado Pathways to Policy Failures, trata estos asuntos. Pero, aquí mi objetivo es brindar suficiente evidencia de que las mediciones erradas no sólo enredan nuestro entendimiento del COVID-19, sino también las políticas para lidiar con él. Más bien, son un problema de política más general e importante que lo que la mayoría conoce.

Mi esperanza es que, una vez que más gente se dé cuenta general acerca de estos asuntos, es más posible que piense y escarbe en la investigación disponible, y responda a la guía de “cállese y haga lo que los expertos le dicen que haga,” que tan a menudo escuchamos hoy, con el escepticismo que se merecen, en vez de la deferencia que se nos exige.

Gary M. Galles es profesor de economía en la Universidad Pepperdine. Sus libros recientes incluyen Faulty Premises, Faulty Policies (2014) y Apostle of Peace (2013). Es miembro de la facultad de la Fundación para la Educación Económica (FEE).