Ninguna mente individual ni un grupo de ellas puede conocer todo lo que conoce la totalidad de mentes en la sociedad. Y menos que se crea que esa Mente Grandiosa puede imponer sus preferencias específicas sobre toda la diversidad de preferencias y conocimiento que hay en una sociedad.

LA PANDEMIA Y LA FALACIA DE LA MENTE GRANDIOSA

Por Art Carden

American Institute for Economic Research
17 de abril del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/pandemi...-mind-fallacy/

“Ciertamente,” usted puede haber escuchado a alguien decir, “los mercados libres son grandiosos en proveernos cosas como frijoles, carros, películas exitosas de Hollywood, pero, en verdad, hay algunas cosas que son sencillamente demasiado importantes como para dejárselas al mercado.” Una búsqueda rápida en Google de la frase “demasiado importante para que sea dejado al mercado” nos dice que el cuido infantil (child-rearing), el medio ambiente (environment), la salud (health), la televisión (television), la energía (energy), la educación (education), la vivienda (housing), las redes sociales (social media), las “misiones de las bibliotecas” (“libraries’ missions,”) las finanzas (finance), los deportes y las actividades de ocio (sports and leisure), la producción de alimentos (food production), y el agua (water), son ejemplos de cosas que la mano invisible simplemente no puede manejar de adecuadamente.

Por supuesto, los mercados son “imperfectos” en el sentido de que no pueden y no producirán la utopía. No obstante, hay un salto enorme desde la algunas veces torpe mano invisible, a la idea de que el puño visible del estado hará mejor las cosas. Hace una década, el filósofo James Otteson construyó con base en el trabajo de Adam Smith y de Friedrich Hayek, una explicación de lo que él llama “la Falacia de la Mente Grandiosa.” Nos ayuda a hacer el ejercicio institucional comparativo que, a su vez, nos ayuda a aprender si es que, en realidad, tiene algún sentido que algo está siendo o no “demasiado importante como para dejárselo al mercado.” Como lo asevera el científico político y antropólogo, James C. Scott, los estados destacan en hacer comprensibles las sociedades que ellos gobiernan. En realidad, esto manifiestamente no es la misma cosa que resolver problemas sociales. Combinados, estos nos permiten ver cómo, al igual que el economista y premio Nobel James M. Buchanan, “El Orden (se) Define en el Proceso de su Aparición” (Order (is) Defined in the Process of its Emergence).

Por ahora, es un cliché responder que si, cosas como educación, deportes y actividades de ocio, etcétera, son realmente básicas para el florecimiento humano, son demasiado importantes para que no sean “dejadas al mercado.” Esa no es sólo una expresión poco seria y de improviso, de una desconfianza reaccionaria e ideológica de las instituciones sociales. Es una declaración de una profunda convicción acerca de la importancia esencial de los procesos de los mercados, que sacan partido y despliegan los contenidos y convicciones que habitan en miles de millones de mentes y que producen, no el plan bello y articulado de una sola Mente Grandiosa, sino lo que el filósofo, médico y erudito Raymond Tallis ha llamado “una comunidad ilimitada e infinitamente elaborada de mentes, que ha sido forjada a través de millones de millones de saludos de manos cognitivos durante cientos de miles de años (a boundless, infinitely elaborated community of minds that has been forged out of a trillion cognitive handshakes over hundreds of thousands of years.)

Los estados no tratan bien a comunidades de mentes forjadas a partir de saludos de manos cognitivos. James C. Scott ha escrito un trío de libros que subrayan el punto: Seeing Like a State (1998), The Art of Not Being Governed (2009), and Against the Grain: A Deep History of the Earliest States (2017). Un simposio del 2010 de Cato Unbound (A 2010 Cato Unbound symposium) resumió así su argumento (observe que estas no son palabras de Scott, sino del editor del simposio): “…Los estados sólo pueden ejercitar su poder sobre lo que ellos pueden saber. Saber requiere de medición, sistematización y simplificación.” Medir, sistematizar y simplificar no suenan mal. Después de todo, es lo que los científicos y los académicos hacen todo el tiempo. No obstante, he aquí el problema: “Requiere, en otras palabras, que se pierdan muchos datos locales particulares.”

Los estados son muy buenos en identificar un problema bien definido y en representar un sistema legible para sus funcionarios. Eso no es lo mismo que identificar el problema correcto (o conjunto de problemas) y brindar alguna cosa que se aproxime a las soluciones “correctas.” Es sólo encontrar algo para que gente ponderosa la mida y la controle. En el proceso de hacer descifrables a las cosas, los estados les dan poca atención a otros problemas que son extremamente importantes, pero que están fuera del alcance de su interés. Si el objetivo es “detener a cualquier costo la expansión del COVID-19,” entonces, un cierre autoritario parece ser una solución sumamente obvia. Una vez que usted relaja la parte del objetivo referente “a cualquier costo,” las cosas se hacen mucho menos claras. En un nivel básico, parece que los teóricos y practicantes, que han puesto los frenos a la sociedad libre, están cometiendo lo que el filósofo James Otteson llamó “la Falacia de la Gran Mentalidad,” en un artículo del 2010 en la revista Social Philosophy and Policy (a 2010 paper in the journal Social Philosophy and Policy). Él define dos problemas: el Problema de Arrear Gatos y el Problema de Reunir Información, los que son una plaga para cualquier plan de acción estatal. Así describe “el Problema de Arrear Gatos para la acción estatal:”

“…debido a que los seres humanos tienen sus propias ideas acerca de qué hacer, un legislador deseoso de que ellos se ajusten a su plan integral, sin importar qué tan bello y atractivo sea, está destinado a ser frustrado. Los seres humanos echan a perder patrones, como lo dijo Robert Nozick, y lo hacen de maneras numerosas e impredecibles. Por tanto, el legislador se encara ya sea con ceder su bello plan o intentar imponerlo por la fuerza.” (p. 276)

Además del problema de objetivos mutuamente incompatibles, él describe el Problema de Reunir Información:

“El economista Friedrich Hayek afirmó que la información acerca de individuos, acerca de situaciones locales y acerca de sus objetivos personales, circunstancias, oportunidades, valores, está dispersa en paquetes concretos en miles de millones de cerebros. Para que el legislador diseñe un plan para la sociedad estimulando un comportamiento que conduciría a consecuencias beneficiosas, él tendría que poseer toda esta información. Pero, debido a que eso es imposible, aseveró Hayek, el plan del legislador, cualquiera que sea, no podrá explotar las reservas de información exclusivas de los individuos y, así, el plan no estará bien informado y será sumamente simplista.” (p. p. 276-77)

Él combina el Problema de Arriar Gatos y el Problema de Reunir Información para brindarnos la Falacia de la Gran Mentalidad, que “es el endoso de principios políticos y económicos que requiere, para cumplir con su promesa, de alguna persona con la habilidad de superar el [Problema de Arriar Gatos] y el [Problema de Reunir Información].” (p. 277).

La política acerca del COVID-19, sin dejar de mencionar los análisis de política pública en general, parece inundada de la Falacia de la Gran Mentalidad. Por ejemplo, economistas y otros científicos sociales se encuentran bajo presión constante para identificar las “implicaciones políticas” de sus investigaciones, y tengo la sensación, con mi lectura de la literatura académica, que muchos de nosotros parece que pensamos que estamos proveyendo los argumentos y los parámetros que una Gran Mentalidad combinará en un plan efectivo. Asumir un planificador central benevolente puede, algunas veces, ser un ejercicio mental útil o una convención para modelos, pero, otra cosa es pensar enteramente en que las instituciones políticas realmente existentes se aproximan a esos dioses.

Mi amigo y mentor David R. Henderson exploró esto en su artículo reciente en el American Institute of Economic Research (AIER), “Liberation from Lockdown Now.” Como lo planteara, alrededor de un diez por ciento de la fuerza de trabajo ha hecho solicitud para recibir beneficios por desempleo, “pues los gobiernos estatales están impidiéndoles por la fuerza que trabajen.” Los datos de pedidos de compensación por desempleo ilustran la magnitud del problema. Puede existir un fuerte argumento que se haga para aumentar la liquidez, para ayudar a la gente con problemas súbitos de flujo de caja en el corto plazo, pero, como lo hace ver Henderson, es un error llamar “estímulo” a la ronda de cheques que viene de Hacienda, pues “un gobierno no puede estimular la producción que ha prohibido.”

Henderson pregunta; “¿Podría liberarse el poder de las imaginaciones de los ciudadanos, para que produzcan un distanciamiento social lo suficientemente efectivo, con costos menores a lo que gobierno ordena? Nunca lo sabremos, pero él señala a sociedades que han mantenido abiertas sus sociedades, a la vez que han mantenido al virus bajo control. Por supuesto, también está la posibilidad de que esto servirá como una puesta a prueba del concepto, para la siguiente ronda de intervenciones increíblemente autoritarias, con las que sueñan funcionarios gubernamentales. Es así como el Brain Trust [Grupo Pensante] de Franklin Delano Roosevelt vio al Consejo Industrial de Guerra de la Primera Guerra Mundial, y, como lo explicó el historiador económico Robert Higgs. en su libro de 1987 Crisis and Leviathan, el poder del gobierno creció después de la Primera Guerra Mundial, después de la Gran Depresión y después de la Segunda Guerra Mundial. Sin duda, crecerá como resultado de la pandemia del COVID-19.

“Pero, ¿cómo manejará ‘el mercado’ el problema?” Es aquí el momento en que mucha gente dejará de escuchar el consejo de economistas, pues nosotros podemos identificar esquemas amplios y procesos sociales, pero es raro que podamos articular e incluso explicar precisamente el detalle al minuto de lo que será esa “solución.” No podemos hacer eso pues no podemos articular todo aspecto de cada saludo de manos cognitivo, a partir del cual se ha forjado la “comunidad de mentes” de Tallis. Es justamente el hecho que la gente no puede especificar por adelantado precisamente cómo “el mercado” encarará el problema, lo que hace indispensables a los mercados. “El mercado” no es sólo una tecnología entre muchas para resolver un problema bien definido. Más bien, el mercado -forma abreviada para un sistema en donde la gente está intercambiando voluntariamente la propiedad privada y el trabajo libre- es un contexto en que los propios problemas que necesitamos resolver, emergen y se definen. O, para usar las palabras de James M. Buchanan, en su breve pero poderoso ensayo “Order Defined in the Process of its Emergence,”

“…el ‘orden’ del mercado emerge solamente del proceso de intercambio voluntario entre los individuos participantes. El ‘orden’ es, en sí, definido como el resultado del proceso que lo genera. El ‘lo,’ el resultado de la asignación-distribución no existe, y no puede existir, independientemente del proceso de intercambio. Ausente este proceso, no existe y no puede haber un ‘orden.’”

Él continúa profundizando más:

“Los individuos no actúan para maximizar utilidades descritas en funciones que existen independientemente. Ellos confrontan escogencias genuinas, y la secuencia de decisiones tomadas puede ser conceptualizada, ex post (después de las elecciones), en término de funciones de “como si” que son maximizadas. Pero, estas funciones de “como sí” son, en sí mismas, generadas en el proceso de escogencia, no separadamente de ese proceso. Si se ve desde esta perspectiva, no hay medios por los que siquiera el diseñador idealizado más omnisapiente, podría duplicar los resultados del intercambio voluntario. Los participantes potenciales no conocen sino hasta que entran en el proceso, cuáles serán sus elecciones. A partir de esto, se deduce que es lógicamente imposible conocerlo para un diseñador omnisapiente…”

Y, luego, él llega al corazón del problema:

“…a menos que, por supuesto, vayamos a impedir la libre voluntad individual.”

Esto es precisamente lo que nos han dado las intervenciones de lo que Gene Epstein ha llamado la Gran Represión (the Great Suppression). Por supuesto, mucha gente no tiene problemas con eso: hay más de unos pocos puños de hierro escondidos debajo de los guantes de látex de profesionales de la salud. A pesar de lo anterior, renunciar al mercado es un error grave, pues los mercados generan información y conocimiento que simplemente usted no va a conseguir en otro lado o, más importante, de alguna otra forma.

Art Carden es compañero sénior del American Institute for Economic Research. También es profesor asociado de Economía en la Universidad Samford, en Birmingham, Alabama.