EN UN ESFUERZO POR SACAR A MADURO, LOS ESTADOS UNIDOS LE DAN UN NUEVO SENTIDO A “PRESIÓN MÁXIMA”

Por Daniel Tenreiro

National Review
9 de abril del 2020


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El régimen venezolano ha mostrado ser agonizantemente resistente a lo largo de los años, pero esta vez puede que su hora finalmente haya llegado.

Apena hace poco más de un año, los Estados Unidos puso en marcha una política de “presión máxima” sobre la dictadura venezolana de Nicolás Maduro. Después de unas elecciones arregladas, Maduro llevó a cabo su segunda inauguración en enero del 2019, en medio de protestas públicas generalizadas. Poco después, el presidente de la opositora Asamblea Nacional, Juan Guaidó, asumió la presidencia interina, de acuerdo con las provisiones de la constitución venezolana para reemplazar a un presidente ilegítimo. Al salir los venezolanos a las calles para protestar contra el régimen de Maduro, la comunidad internacional hizo una coalición alrededor de Guaidó, con 60 gobiernos reconociéndolo como la cabeza del estado venezolano.

Como parte de la política de “presión máxima,” el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos amplió las sanciones contra Venezuela, específicamente, dirigidas a las exportaciones de petróleo y a funcionarios del régimen de alto rango. Los formuladores de políticas de Estados Unidos intentaron debilitar la posición de Maduro dentro del país y provocar defecciones dentro del gobierno y los militares. Pero, en años recientes, el régimen ha cultivado cuidadosamente la lealtad dentro de los servicios armados, dándoles a los líderes militares sectores claves de la economía e incrustando personal de la seguridad cubana para eliminar cualquier disensión. Así que las sanciones mostraron ser incapaces de debilitar significativamente al régimen de Maduro. Con la ayuda de la firma petrolera rusa, Rosneft, Maduro continuó exportando petróleo, a la vez que el comercio ilícito de narcóticos y de oro fortaleció los cofres gubernamentales. Ante el poco apetito doméstico por una intervención militar, los esfuerzos estadounidenses por sacar a Maduro se estancaron.

Entre tanto, Maduro consolidó el poder con varios miles de asesinatos extrajudiciales (extrajudicial killings). El Consejo de Derechos Humanos de la O.N.U., aparentemente sin que le preocupara la campaña de asesinatos, subsecuentemente admitió a Venezuela, dándole a Maduro una muy necesaria legitimación. A inicios de este año, el régimen intentó acabar con Guaidó de una vez por todas, plantando (planting) a un simpatizante chavista como cabeza de la Asamblea Nacional, cuando bloqueó el ingreso a miembros de la oposición.

En vez de que estos movimientos agresivos pasaran sin ser desafiados, los Estados Unidos ha cambiado de rumbo en las últimas semanas, dando un nuevo significado a “presión máxima.” El 26 de marzo, el Departamento de Justicia de Estados Unidos acusó a Maduro y a 14 de sus asociados por cargos de tráfico de drogas, basado en evidencia ampliamente documentada de que funcionarios del régimen se habían enriquecido por medio del tráfico de cocaína. Al ofrecer una recompensa de $15 millones por la captura de Maduro y poniendo recompensas similares sobre las cabezas de otros funcionarios claves del régimen, los agentes de la ley de Estados Unidos tienen la esperanza de estimular la acción contra el régimen dentro del país. Ryan Berg, del Instituto de la Empresa Estadounidense, le dijo al National Review que observadores de Venezuela en Estados Unidos por mucho tiempo habían promovido esas acusaciones, pero que los formuladores de políticas nunca encontraron el momento oportuno. Eso cambió en marzo, al colapsar los precios del petróleo después del rompimiento de conversaciones del OPEP+ entre Arabia Saudita y Rusia. El petróleo significa el 98 por ciento de la economía de Venezuela, y los ingresos provenientes de él le han dado cobertura al gobierno socialista durante décadas de mala administración económica. “Una vez que la geopolítica se volteó a favor de Estados Unidos, la administración decidió acelerar el ritmo de sus acciones contra el régimen venezolano,” dice Berg.

Maduro ya había sufrido un golpe cuando el presidente Trump le impuso sanciones a Rosneft por facilitar el comercio de petróleo venezolano. Los rusos intentaron cambiar el canal del petróleo venezolano por medio de una subsidiaria diferente, TNK Trading International, pero, rápidamente, el Departamento del Tesoro se movió (moved) para sancionar también a esa entidad. Y el golpe de la pandemia del coronavirus lanzó el precio del petróleo a un nivel tan bajo, que ahora los rusos han terminado del todo sus operaciones en Venezuela.

Al secarse el ingreso petrolero, recortar el ingreso ilícito podría empujar al régimen hacia la insolvencia. Para ese fin, el Comando Sur de los Estados Unidos ha movido (moved) tres destructores, un barco de combate costero y aviones de vigilancia en el Caribe, para interceptar los envíos de droga hacia y desde Venezuela. La movilización de algunos de los activos más valiosos de los militares marca una ruptura dramática de los esfuerzos anti Maduro, impulsados por la diplomacia en el año pasado. “Esta es una presión tan intensa como la que el gobierno de Estados Unidos puede hacer,” dice Berg. Exprimir las finanzas del régimen podría paralizar la habilidad de Maduro para pagar al personal militar, estimulando las muy esperadas defecciones. Pero, Frank Mora, anterior funcionario del Departamento de Defensa, señala que el grado de dependencia de Maduro en el dinero de la droga no es claro, y que mantener las operaciones del Comando Sur podría dar lugar a costos continuos. “No pienso que esos activos puedan desplegarse por más de 4 a 6 semanas,” dice Mora. “Hay un ciclo de mantenimiento, un ciclo de despliegue y esos activos se requieren en otras partes,” lo que agrega urgencia a las maniobras del Comando Sur.

Emparejado con las acciones legales y militares, hay un plan de transición revelado por el Departamento del Estado a fines de marzo. El Marco de Transición Democrática (Democratic Transition Framework) plantea un nuevo ente, que excluye tanto a Maduro como Guaidó, para que dirija al país hasta que se realicen elecciones justas y libres. No obstante, es poco posible que el régimen negocie con Estados Unidos. “El marco de transición requiere de alguna voluntad, por parte de la gente que usted ha acusado, para que negocien,” dice Mora. “Es difícil imaginar por qué, si usted ha sido acusado, estaría predispuesto a negociar.”

Berg afirma que el marco de transición no es un intento por llevar a Maduro a la mesa de negociaciones, sino, más bien, un intento por enviar una señal al pueblo de Venezuela y a oficiales de bajo rango en el régimen, que hay un camino hacia adelante sin Maduro. “Le ayuda a la gente de abajo de la cadena de alimentación del régimen para que vean que pueden tener un futuro bajo un nuevo gobierno,” dice él.

Con la crisis humanitaria de Venezuela empeorando día tras día, la posibilidad de una transición democrática representa un faro de luz para el pueblo venezolano. El régimen de Maduro, durante años al borde del colapso, ha mostrado ser agonizantemente resistente. Pero, con Rusia y China menos dispuestos a ayudarlo con apoyo, y con el colapso de los precios del petróleo dando lugar al recorte de financiamiento crucial, los socialistas de Venezuela son más vulnerables que nunca antes.

Daniel Tenreiro es compañero de periodismo Thomas L. Rhodes en el Instituto del National Review.