Ayer publiqué mi traducción de lo que hasta el momento había hecho Corea del Sur ante la plaga. Hoy lo hago en el caso de Suecia. Mi afán es que podamos aprender de los ejemplos de naciones que pueden haber hecho cosas exitosas al respecto.

QUÉ HA HECHO SUECIA CORRECTAMENTE CON EL CORONAVIRUS

Por Joakim Book

American Institute for Economic Research
31 de marzo del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés puede verlo en https://www.aier.org/article/what-sw...n-coronavirus/

Hasta la semana pasada, sólo tres países europeos no habían cerrado sus escuelas como resultado del brote de coronavirus. Luego, se dieron la aguda vuelta de curso y la política de cierre (reverse-course and lockdown), en donde el primer ministro Boris Johnson finalmente cedió a la presión, dejando sólo a Islandia y Suecia (Iceland and Sweden) con una política fuertemente divergente.

Islandia (Iceland), un país en miniatura que probablemente podría examinar a toda su población en una tarde, si así lo quisiera, es una nación escasamente poblada con menos habitantes que Staten Island, de forma que su experiencia (2 muertes) puede no tener mucho que decirle al resto del mundo.

Por otra parte, Suecia sí puede, con cerca del doble de tamaño de Minnesota, con más o menos el doble del número de habitantes del Estado de la Estrella del Norte.

Permítanme compartirles algunas observaciones del notable impacto que esta crisis ha tenido en la sociedad sueca.

Aquí todo no está definitivamente bien. Suecia, como la mayoría de otros países, experimenta su buena porción de esta pandemia descontrolada. Al lunes [30 de marzo], más de 4.000 casos (4,000 cases) se han confirmado, con un total de casi 150 muertes y otros 300 en cuidado intensivo. En términos per cápita, ese es, más o menos, el mismo número de casos que la CDC reporta para Estados Unidos (CDC reports for the U.S.), pero con más del doble de muertes (al que esté interesado en los hierbajos de las estadísticas lo refiero a Our World in Data).

Los hospitales suecos, empresas y familias están encarando los mismos males que todo los demás están enfrentando. Lo que es tan impactante es que este país escandinavo parece lidiar con su peso con mayor serenidad y pragmatismo que en otras partes ̶ nada de pánico o manía; sólo Resuelvan El Problema, Gente (Work The Problem, People).

En vez de encerrar a la gente en sus hogares o expandir el temor y la manía de diversos sabores, los políticos -y todavía más los científicos y servidores civiles a cargo- han sido sorprendentemente sensatos. Desde funcionarios en conferencias de prensa hasta científicos en la televisión de horas pico, la noción prevaleciente no ha sido la de empujar reglas oficiales en las gargantas de una población subversiva (subversive population) o de alardear acerca de las nuevas cosas maravillosas que Mi Partido hizo, sino brindar información suficiente a la población. Para presentar los riesgos que estamos enfrentando individual y colectivamente, y dejar que la gente normal pondere sus propios riesgos y beneficios, guiados por el sentido común.

Contrario a los Estados Unidos, en donde el presidente Trump (President Trump) y el gobernador Cuomo (Governor Cuomo) e incontables figuras políticas compiten por la atención de sus electores y de la población y de subalternos, la experiencia sueca ha sido una de tomadores de decisiones descentralizados y funcionarios cercanos estando a cargo. Hasta el momento, ha habido poca politiquería ̶ muy pocos intereses especiales parecen haber impulsado sus Muy Especiales Intereses durante estos tiempos críticos. En vez de ello, los políticos, por lo general, han dado un paso hacia atrás y confiado en las agencias responsables -los epidemiólogos, las universidades, los servidores civiles, los médicos y enfermeras y trabajadores de hospitales que ponen sus vidas en juego- los cuales tienen el conocimiento para hacer su trabajo y el sentido común para actuar debidamente.

Folkhälsomyndigheten, siendo la CDC la equivalente estadounidense más cercana, simplemente ha trabajado para resolver el problema. Su jefe de epidemiología, Anders Tegnell, se ha convertido en un rostro muy conocido al conducir entrevistas, conferencias de prensa y organizando lo que probablemente es un equipo impresionante para comprobar y monitorear los mejores datos disponibles.

La televisión sueca, tanto de canales públicos como privados, todas las noches tiene a profesores y científicos de la OMS respondiendo preguntas de televidentes, explicando, con base en datos, las últimas noticias y admitiendo la ignorancia e incertidumbre cuando es apropiado. Nada de presidentes jactándose o ministros metiéndose en asuntos para los que no están calificados. El primer ministro sí se dirigió a la nación, algo que los primeros ministros suecos casi nunca hacen, con un discurso breve, no partidario, acerca de pasar por esto unidos.

La Dra. Emma Frans de Karolinska, la escuela de medicina sueca de reputación mundial, tal vez ha estado en la televisión todas las noches durante dos semanas seguidas. Agnes Wold, otra profesora afamada en los medios a quien el público aprecia, comparte su consejo en la mayoría de los noticieros. En contraste con Trevor Noah de The Daily Show, quien ahora petulantemente maneja su espectáculo aislado en su apartamento, Skavian, el programa de entrevistas más visto entre los nórdicos, pasa como es usual los viernes en la noche ̶ pero, para mitigar la enfermedad ya no tiene más una audiencia pública. Cuando Wold le visitó la semana pasada, ella no sólo explicó el estado científico del virus a millones de televidentes, sino que practicó lo que predica, al sentarse claramente cuatro metros lejos de los compañeros invitados al espectáculo. Mantén la distancia (Keep distance), no entre en pánico.

Muchas de las sesiones de preguntas y respuestas con expertos han incluido dudas mundanas de ciudadanos preocupados de si ellos podrían todavía tener comidas con la familia, casarse o visitar a sus mayores. En contraste con las restricciones de un planteamiento único de los políticos, acerca del número de personas a las que se les permite reunirse en público – Alemania (Germany) y Australia, 2 personas; Estados Unidos (America), 10 personas, Gran Bretaña (Britain), ni una- los científicos y los formuladores de políticas suecos se han asegurado que el público entienda la seriedad de la situación, pero, apropiadamente, deja tales decisiones a aquellos que son más capaces de llevarlas a cabo: las personas propiamente.

Políticos estadounidenses de todas las tendencias han incursionado en cosas de las que conocen muy poco: haciendo promesas (making promises) que sus funcionarios deben corregir, estropeando procesos de pruebas (botching the testing procedures) al impulsar al rango regulatorio (regulatory rank) que detenga pruebas que funcionan. Mientras que los políticos suecos han promulgado paquetes de estímulos fiscales y monetarios (monetary) que han estado muy lejos de ser perfectos (demasiado poco, demasiado tarde y demasiados paquetes de deuda demasiado onerosos), en su mayor parte al no interferir le han hecho un servicio al país.

Las pocas veces en que lo han hecho, lo ha sido prudentemente. Hace unas pocas semanas -una eternidad en esta era del coronavirus- el gobierno prohibió los espectáculos públicos de más de 500 personas, claramente comunicado no como un límite fijo debajo del cual todo era seguro, sino como una guía para la seguridad. Cuando ese límite se redujo a 50 este fin de semana (50 this weekend) -mucho más alto y mucho más tarde que otros países- de nuevo, se presentó como un límite burdo, exceptuando actividades privadas (exempting private functions), como actividades comerciales y acontecimiento corporativos, dejando las decisiones finales en manos de individuos.

Cuando el gobierno, bajo concejo de epidemiólogos, finalmente cerró los colegios y las universidades -las escuelas primarias continúan abiertas- el ministro relevante, pragmático y basado en hechos, respondió las preguntas de los periodistas acerco de por qué se tomaron tanto tiempo para hacerlo: los científicos dijeron que probablemente (scientists say it probably doesn’t) no hace diferencia alguna ̶ y que, de todos modos, es posible que los jóvenes se reúnan en cafeterías o en casas de compañeros, totalmente echando a perder el objetivo de la política.

Ningún lucimiento político, nada de “Yo soy el Gran Jefe,” nada de la típica pretensión de los estadounidenses. Simplemente el viejo pragmatismo, la calma nórdica, de dejar que el sistema haga aquello para lo cual se estableció.

Cuando se les ordenó por parte de la agencia pública relevante, los militares construyeron un hospital en las afueras de Estocolmo. Cuando los hospitales pidieron más personal, los políticos regionales y los hospitales en los cuales ellos están a cargo, temporalmente levantaron los requisitos de ingreso para poder trabajar (temporarily waived entry requirements) para quienes pronto serán enfermeras y médicos, aumentando la fuerza de trabajo de los hospitales. Cuando fue necesario, los hospitales han contratado de regreso a profesionales de la salud (health care professionals) recientemente pensionados. Y, detrás de las cortinas, miles de miles de otros trabajadores del cuido de la salud, servicios de entrega de alimentos a domicilio y servidores civiles, hacen un trabajo espléndido, en parte porque los políticos y los reguladores no están interfiriendo con su trabajo. El gobierno ha puesto a disposición recursos fiscales adicionales y cubierto rápidamente el pago por enfermedad de vastas porciones de la población -algo muy fácil cuando su cociente de deuda gubernamental con respecto al PIB es de un 35%- pero, no ha hecho de ello un arduo espectáculo político de su proceso legislativo, como lo hicieron los representantes estadounidenses.
Este comportamiento notable y la resistencia de la sociedad sueca no se limita al sector público.

Al igual que a lo largo de los Estados Unidos, las compañías suecas de vodka empezaron a hacer toallas desinfectantes para manos, para distribuirlas en hospitales y al público en general. Scania, un importante productor de camiones, incapaz de obtener (unable to source) partes de China, ha puesto su logística y equipos de distribución a disposición de Getinge, una compañía de tecnología médica, que está preparando rápidamente ventiladores para hospitales alrededor de todo el mundo. Fábricas de papel higiénico, de las que hay muchas en un exportador importante de artículos de papel (paper products) como Suecia, han asegurado que las escaseces de papel higiénico hayan sido pocas y muy espaciadas.

De hecho, Essiy, el segundo proveedor de papel higiénico más grande del mundo ha acelerado (ramped up) su producción y adicionado la producción de mascarillas (mask production) para ayudar a los hospitales. En un ejemplo que ilustra bien la mentalidad de Resuelvan El Problema, el gerente de relaciones con los medios, Henrik Sjöström, tuiteó una foto del envío de camiones de entrega de la empresa (picture of the company’s delivery trucks) y mencionó los 3 millones de rollos de papel higiénico que la fábrica produce diariamente: “Aquí en la fábrica,” escribió él, “nosotros llamamos ‘martes’ a este día especial.” Sólo sigan trabajando, muchachos.

Los supermercados (con sólo algunas escaseces ocasionales de unos pocos artículos) abrieron sus puertas una hora antes, exclusivamente para gente de más de 70 años de edad, de forma que así puedan conseguir sus alimentos en circunstancias comparativamente más seguras. La demanda de servicios de comida a domicilio absolutamente se ha disparado. Cuando se dieron las noticias hace un par de días de que Skansen, el icónico zoológico en las afueras de Estocolmo estaba cercano a la quiebra (bankruptcy) ante la ausencia de visitantes, miles de personas compraron pases anuales y animales de peluche de sus tiendas en línea -e inclusive regalos con la billetera digital Venmo-ed. El administrador había esperado que el gobierno acudiera en su ayuda, pero, como es lo usual, el sector privado estaba allí más rápidamente.

Como en todo lugar, menos gente se ve en las calles de las principales ciudades suecas -parcialmente como resultado de estudiantes de colegio recibiendo clases en línea y de empresas (con asesoramiento gubernamental (public advice)) pidiéndoles a sus empleados que trabajen remotamente. Preocupados por la supervivencia (survival) de sus bares, cafés y pequeños negocios locales, los suecos saludables, sin síntomas, se han aventurado a apoyar a sus clientes habituales (support their regulars), manteniendo una distancia segura entre ellos: balanceando así la necesidad de controlar la enfermedad infecciosa con el control del daño económico.

En cierto sentido se aplican diferentes reglas: un estado chino autoritario puede frenar a sus ciudadanos, yendo a extremos de poner en cuarentena a la gente infectada; un país de baja densidad es, sólo por su geografía, menos vulnerable a una enfermedad que se expande por proximidad (spreads by proximity). Pero, Suecia no es un estado autoritario que trata a sus ciudadanos como niños malcriados. Tampoco es un sitio remoto y poco poblado: la densidad de su población es alrededor de dos tercios de la de Estados Unidos, siendo un espejo de Estados Unidos en que la mayor parte de su población se concentra en áreas urbanas. Estocolmo tiene la densidad de población que tiene Chicago o Miami y es sólo ligeramente menos densa que Boston.

No exactamente encuevados en sus hogares, los suecos salen de un lado al otro, comprando y haciendo ejercicio casi como si nada estuviera pasando ̶ aunque no totalmente: en mi parque local hay una nueva regla no escrita entre los corredores y los que salen a pasear perros.
Siempre que nos cruzamos, mantenemos una buena distancia de 3 metros; la gente literalmente camina en círculos amplios alrededor de extraños. Ya no hay saludos de mano, y la gente se siente confortable manteniendo la distancia, incluso entre vecinos y conocidos.

Nadie vigiló este comportamiento; ningún político pasó una ley o emitió un decreto para que emergiera. Lo hicieron ciudadanos sensatos, bien informados y respetuosos. Nadie dibujó una línea en los supermercados para que mantuvieran la distancia -nuestro sentido natural de espacio lo hizo, amplificado por la urgencia sentida en común de limitar los riesgos, pero sin un cierre del comercio (commerce) o la sociedad (society).

No hay un caos, sino abundancia de temor y ansiedad. No sabemos adónde va a dar esto. Esto no se termina y esto no es un juego.

La principal diferencia entre Suecia y muchos otros lugares es que los suecos tienen confianza en sus instituciones, las agencias públicas encargadas específicamente con acontecimientos como este y la empresa privada que produce y distribuye los bienes que necesitamos ̶ los empleadores, las fábricas y las marcas que trabajan para ver un futuro más allá del coronavirus.

La respuesta de la sociedad sueca ha sido bastante notable: haga lo que le corresponde. Ayude a sus seres amados y a los dueños de sus negocios en la comunidad. Confíe en aquellos que saben lo que están haciendo. Piense en los otros ̶ y no sacrifiquen el bienestar económico (sacrifice economic well-being) en el altar de un control extremo de la enfermedad. Resuelvan El Problema, Gente.

Joakim Book es un escritor, investigador y editor, entre otras cosas, acerca de dinero, finanzas e historia financiera. Posee una maestría de la Universidad de Oxford y ha sido académico visitante del American Institute for Economic Research en el 2018 y el 2019. Sus escritos han aparecido en RealClearMarkets, ZeroHedge, FT Alphaville, WallStreetWindow y Capitalism Magazine, y es un escritor frecuente en Notes On Liberty. Sus trabajos se pueden encontrar en www.joakimbook.com y en el blog Life of an Econ Student.