Debemos, siempre que podamos, poder pensar. Léase con tranquilidad, aunque sea en un mar proceloso y hasta doloroso de una crisis como esta.

UNA CRISIS EPISTÉMICA

Por Jeffrey A. Tucker

American Institute for Economic Research
17 de marzo del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés puede verlo en https://www.aier.org/article/an-epistemic-crisis/

Esta crisis pandémica no es sólo acerca de salud y economía; también estamos experimentando un colapso epistémico. La pregunta esencial tiene que ver con el conocimiento. Información. Información exacta. ¿Cuáles son los riesgos? ¿Tasas de infección y muerte? ¿La demografía? ¿La geografía de la expansión? ¿Qué tan contagioso, qué tan mortal, cómo lo podemos saber y cómo lo podemos averiguar? ¿En quién podemos confiar antes tantas opiniones salvajemente divergentes que hay allí afuera?

Todo mundo está haciendo lo máximo posible, devorando los datos que tenemos y podemos tener acceso gracias a medios digitales, en lugares como OurWorldinData, pues simplemente la página oficial del gobierno (official page) de la CDC no brinda suficientes datos y sus empleados aparentemente están fuera por el fin de semana. Basados en lo que vemos, las tasas de infección están cayendo, desafiando las peores predicciones. Pero, los datos son incompletos: la prueba no es universal, las tasas de incubación son inciertas (de 5 a 14 días), y los datos, en general, descansan en el acopio, lo cual en si es una empresa no científica.

Pero, piense lo siguiente. Por encima de todo, la pregunta número uno que la gente tiene en mente en esta crisis, es: ¿tengo el coronavirus?Esto, más que cualquier otra cosa, es la preocupación central. Notablemente, los estadounidenses no lo saben y no tienen medios para saberlo. La razón ahora es clara: los Centros para el Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) previamente habían nacionalizado todas las pruebas de enfermedad. Una burocracia gubernamental como cualquier otra. No sorprende que falló totalmente.

El American Institute for Economic Research (AIER) ya explicó (already explained) cómo a un investigador privado, financiado por la Fundación Bill & Melinda Gates, se le impidió, por la fuerza, que produjera y distribuyera una prueba válida. El CDC dijo no.

Ahora, más detalles están saliendo acerca de cómo sucedió todo esto, gracias a reporteros intrépidos que olfatearon una rata. En la primera semana de febrero, el CDC envió 160.000 aparatos de pruebas a laboratorios alrededor del país. Los aparatos eran defectuosos y producían resultados confusos. Fueron retirados, justamente cuando los laboratorios privados arreglaron la prueba.

Aun así, no se había aprobado que los laboratorios privados hicieran exámenes. Para el muy curioso, usted puede leer las muchas historias (can read the many stories) de laboratorios privados que estaban rogando para que se les diera la oportunidad de hacer algo acerca del problema. La burocracia, la confusión, las luchas de poder y el bloqueo de información está siendo documentado (documented) día a día.

El Washington Post reporta (reports):

“Los esfuerzos de Estados Unidos por distribuir pruebas que funcionan se paralizaron hasta el 28 de febrero, cuando funcionarios federales revisaron la prueba del CDC y empezaron a soltar las reglas de las FDA [Food and Drug Administration], que habían limitado quién podía desarrollar pruebas de diagnóstico de coronavirus.”

Las prohibiciones de la CDC/FDA a pruebas privadas se hicieron en nombre de la salud y la seguridad. Ese fue el período en que el pánico envolvió a la nación. Nadie sabía. No teníamos forma de saberlo. Todos y todas las cosas se enloquecieron. Reemplazamos al conocimiento con la demencia.

F.A. Hayek estaba en lo correcto, de que el uso del conocimiento en la sociedad es el tema central en la organización económica y social. Habíamos sido cortados del flujo de conocimiento que, de otra forma, habría sido nuestro si hubiéramos dejado este asunto enteramente al sector privado, que le habría llevado a usted una prueba de coronavirus tan rápido como usted puede ordenar una pizza.

En vez de ello, no hubo nada más que confusión (confusion).

“Poco después del 28 de febrero, cuando funcionaros de la CDC anunciaron la decisión de reconfigurar la prueba del CDC, se disparó el número de esas pruebas manejadas por los laboratorios públicos de salud, de más o menos 25 o menos al día, a más de 1.500. Al mismo tiempo, las autoridades estaban permitiendo a otras instituciones usar sus propias pruebas ̶ incluyendo la Clínica de Cleveland, de Stanford y Greninger en la Universidad de Washington.

Aun así, las quejas por la escasez de pruebas continuaron dándose la semana pasada. Al haber mayor disponibilidad de pruebas, los expertos y funcionarios han advertido que una presa continuará debido a escaseces críticas: hisopos para recoger muestras de pacientes, máquinas para extraer el material genético de los hisopos, trabajadores calificados para hacer las pruebas.

Sin embargo, aun si estos problemas se resuelven, esos retrasos críticos tempranos, cuando la CDC estaba luchando por enviar pruebas a los estados, dañaron significativamente los esfuerzos por contener la diseminación del coronavirus, dijeron expertos.

En una entrevista televisada de la CDC el 29 de febrero, que incluía a algunos directores de salud pública de los gobiernos local y estatal, los funcionarios locales se lamentaron de la inhabilidad inicial para hacer exámenes. Un reportero preguntó: ‘¿fue la ausencia en las capacidades para hacer exámenes lo que retrasó averiguar quiénes eran esos casos, particularmente de la persona que murió?’

Como respuesta, Jeff Duchin, jefe de salud pública en el Condado King, en Washington, en donde se habían reportado 37 muertes, sugirió que la ausencia de exámenes fue crítica, además del hecho de que las autoridades habían limitado a quién se podía evaluar. Al inicio, ellos dijeron que las pruebas serían sólo usadas en aquellos que habían viajado a regiones afectadas del mundo o que, alternativamente, había estado en contacto con una persona infectada.”

Otro reporte agrega (adds):

“El vacío creado por las pruebas fallidas de la CDC hizo imposible que las autoridades de salud pública obtuvieran un cuadro exacto de qué tan lejos y qué tan rápido se estaba expandiendo la enfermedad. En sitios álgidos, como Seattle, y probablemente en otras partes, el COVID-19 se esparció sin ser detectado durante varias semanas, lo que, a su vez, sólo multiplicó la necesidad de tener más pruebas.”

Careciendo de ese conocimiento, los funcionarios públicos se asustaron. Quédense en casa. Mantengan su distancia. Todo mundo es sospechoso. Todos y cualquiera podía ser positivo del virus. Avergonzar socialmente a cualquiera que salga y ande por ahí. ¡Pónganles tablas a los bares!

Fue este sentimiento, junto con un pánico completo por parte de funcionarios públicos, lo que condujo al desplome de los mercados. Después de todo, usted no puede tener una economía si la gente no puede involucrarse e intercambiar, si no puede ir al trabajo, si no puede distribuir bienes y servicios y olvídese de la inversión.

Y aquí encontramos la clave para entender por qué el coronavirus ha producido una calamidad social y económica, en tanto que el H1N1 (fiebre porcina) de hace diez años es difícilmente recordado por la mayoría de la gente. Vino y se fue con un gran costo en salud (infecciones: 57 millones; fatalidades 12.469), pero, de otra manera, con un costo bajo. La diferencia crítica era que el CDC trabajó con los laboratorios e instalaciones privados para hacer las pruebas allí afuera. Unas pocas escuelas públicas cerraron parte del día, pero no hubo pánico, no hubo grandes pérdidas económicas. Usted puede leer aquí (here) la respuesta.

En medio de todo esto, este aprendizaje y experimentación en pánico, esta especulación y búsqueda, esta masiva confusión nacional, este interminable y caótico anhelo por saber, esta constante búsqueda de inteligencia, una cosa es segura: los estados a todos los niveles decidieron actuar. Como si ellos supieran el camino correcto. Y actuaron con fuerza extrema. Y su mensaje siempre era el mismo: pare cualquier cosa que usted está haciendo y, en vez de ello, no haga nada.

Esta fue y es la expresión última de nihilismo, el caos que sigue a la ignorancia. Funcionarios en este país decidieron cerrar la sociedad -como si siquiera eso fuera posible- como reemplazo del conocimiento confiable, utilizable, factible, que todos fuimos impedidos por la fuerza de obtener cuando más lo necesitábamos.

Es la pretensión del conocimiento clásica acerca de la cual el gobierno, como tal, no tiene ni idea. Intentaron un plan sin signos o señales confiables. Esa es una receta para decisiones de políticas caóticas, apuradas, fortuitas e internamente contradictorias, todas impulsadas por la necesidad de mantener la apariencia de una respuesta oficial.

Tales circunstancias están maduras para el abuso. Perspectivas contrarias, como aquella ofrecida por el bioestadístico de Stanford, John P.A. Ioannidis (Stanford bio-statistician John P.A. Ioannidis), fueron ignoradas. En su visión, carecemos totalmente de base para asumir que cualesquiera modelos existentes son correctos y que la tasa de fatalidad sería extremamente baja (0.025%). ¿Fueron estas ideas ignoradas porque él no tiene la conclusión correcta?

Obtuvimos censura del problema al inicialmente emerger, y, ahora, otros gobiernos tratan de cubrir sus propios errores por la inacción caótica al irse desarrollando. Luego, todos los buitres arriban, tratando de ligar a la respuesta sus propios proyectos preferidos de políticas: entrometidos autoritarios, como Cuomo y de Blasio, instintivamente pidiendo acción policial o pidiendo la nacionalización de la industria, Bernie usándolos para formular el caso en favor de Medicare para Todos, el grupo a favor del Ingreso Básico Universal tratando de convertirlo en un estímulo, los nacionalistas demandando un cierre del comercio global.

En estos momentos, hay un enrome debate en este país acerca de qué tan malo es en realidad del coronavirus. Alguna gente dice que todos vamos a ser infectados. Que muchos morirán. Otros están diciendo que eso es totalmente sobreexcitado, y que los virus se acaban a sí mismos y que las fatalidades serán pocas. Aquí el problema es que no hemos tenido acceso a información confiable, científicamente válida, ya sea para evitar el pánico, como para comportarse de una manera racional.

Es impactante el contraste con Corea del Sur (contrast with South Korea), en donde las infecciones han caído y caído. No hubo cierres, no cuarentenas geográficas, no pánicos. La sociedad estaba abierta para los negocios. La vida continuó su normalidad, pero, por una razón: la gente tenía acceso a pruebas, lo cual significa que a la gente se le dio acceso a la pieza esencial y más importante de la información que era necesaria en ese momento.

Ese no fue el caso en los Estados Unidos.

Y esa es la fuente mayor del problema. El problema de la información resulta ser crítico para la supervivencia de la vida económica, exactamente como lo descubriera Hayek en el siglo XX. Esos flujos de información, cuando son cortados por la fuerza, por cualquiera razón, y en cualquiera forma, conducen al caos. Un caos trágico y profundamente dañino.

Un rayo de esperanza es que pruebas confiables van a ser distribuidas ampliamente en los próximos días, y eso resolverá la gran crisis epistémica creada por la CDC/FDA. Hay esperanza y luz al final del túnel de este muy oscuro túnel de ignorancia.

Jeffrey A. Tucker es director editorial del American Institute for Economic Research. Es autor de muchos miles de artículos en la prensa académica y popular y de ocho libros en 5 idiomas, siendo el más reciente The Market Loves You. También es editor de The Best of Mises. Es conferenciante habitual en temas de economía, tecnología, filosofía social y cultura.