LOS ANTICAPITALISTAS SIGUEN (TODAVÍA) EQUIVOCADOS ACERCA DE LA HISTORIA Y MUCHO MÁS

Por Doug McCullough y Brooke Medina

Fundación para la Educación Económica
Jueves 27 de febrero del 2020


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La noción de un capitalismo tardío ha estado dando vueltas desde que Karl Marx empezó su ataque a la libre empresa en el siglo XIX, aun cuando el término fue oficialmente acuñado por el economista alemán Werner Sombart en su libro de 1902, "Der Moderne Kapitalismus" [El Apogeo del Capitalismo].

“El Sueño [Estadounidense] no está muerto, y no deberíamos permitir que un grito populista nos convenza de lo contrario. Los estadounidenses hoy vivos tienen toda la razón para estar optimistas ̶ y agradecidos.”

̶ Michael Strain, economista estadounidense

El capitalismo se ha convertido en el chivo expiatorio preferido (preferred whipping boy ) de aquellos que piden un mayor involucramiento del gobierno en los mercados. Los estatistas aman envidiarlo y los ricos, que pretenden ser justicieros sociales, aman restarle importancia. Ya se trate de desigualdad del ingreso o el poder creciente de la alta tecnología, “capitalismo tardío” (late capitalism) es un término empleado por aquellos que quieren eliminar o reducir la propiedad privada y sumergirnos en una era de redistribución.

Pero, ¿está, en verdad, el capitalismo en sus últimos suspiros? Y, si así lo fuera, ¿hacia dónde vamos?

La noción de un capitalismo tardío ha estado dando vueltas desde que Karl Marx empezó su ataque a la libre empresa en el siglo XIX, aun cuando el término fue oficialmente acuñado por el economista alemán Werner Sombart en su libro de 1902, "Der Moderne Kapitalismus" [El Apogeo del Capitalismo]. Marx creía que, a la larga, el proletariado se levantaría contra la burguesía, debido a la angustia creada por la desigualdad y la explotación. Para él, una de las injusticias más atroces era la desigualdad de la riqueza. Creía que la propiedad privada era el principal impulsor de la desigualdad, aislando efectivamente a los ricos de tener que darles a los trabajadores su parte justa.

¿Suena familiar? El senador Sanders tiene un cofre de políticas (an entire policy trove) lleno de malas ideas, edificadas sobre la premisa de que los estadounidenses ricos han explotado a los trabajadores, al militarizar sus posesiones (propiedad) para su propia malévola avaricia.

Aquellos que sugieren que el capitalismo está dando sus últimos pasos, asumen dos cosas:

1. Desigualdad económica es igual a injusticia

2. La existencia de desigualdad económica significa que el capitalismo debe ser reemplazado

UN CUENTO DE DOS DESIGUALDADES

Actualmente, el desempleo en Estados Unidos se encuentra en el nivel más bajo desde los años sesenta. No sólo la economía está creando más empleos, sino que los salarios están creciendo (wages are growing). Y, considere esto (consider this): “los salaries de los trabajadores del tercio más bajo se han elevado a un ritmo de un 4.1 por ciento anual durante los últimos dos años, versus un 3.3 por ciento para el tercio del medio y un 3.6 por ciento para aquellos en el tercio más alto.”

Hay tal demanda de trabajadores, en especial en industrias como las del cuido de la salud y la educación (healthcare and education), que un número creciente de empresas está ofreciendo paquetes de incentivos para cubrir los costos de trasladarse a un nuevo empleo. Cuando consideramos la movilidad de los ingresos de los estadounidenses, con un 95 por ciento de aquellos en el 20 por ciento más bajo no estando allí en 15 años, se hace plenamente claro que, en una economía de mercado, la riqueza es transitoria (wealth is transient, brindando un camino para que muchos persigan el Sueño Estadounidense.

Es importante notar que la reforma regulatoria e impositiva juega un papel en reducir la desigualdad de la riqueza. Para estar claros, en un mercado libre, nada creará una paridad absoluta de la riqueza (ni lo debería), pero los efectos de la desregulación y la reforma tributaria son instructivos. El economista Michael Strain hace ver (Michael Strain notes) que, desde el inicio de la Gran Recesión hasta el 2016, “la desigualdad declinó en un 7 por ciento” después de incluir los impuestos y transferencias.

Al disminuir las demandas del gobierno sobre las empresas y la riqueza personal, los empleadores se sienten más cómodos invirtiendo para expandir sus actividades, lo que conduce a más empleos que, a su vez, crean una demanda de mano de obra adicional. Ello hace que los trabajadores sean más atractivos para los empleadores potenciales, reforzando a quienes buscan empleos con un ambiente competitivo, lo que les permite ser empleados más exigentes.

No obstante, pesar de la habilidad del mercado libre para crear un campo de oportunidades más nivelado, algunos tipos de desigualdad continuarán existiendo. El economista Thomas Sowell indica (Thomas Sowell notes) que hay muchos contribuyentes para la desigualdad, al decir, “nunca hubo una razón para esperar una igualdad. [Hay tantos] factores diversos que complican, las culturas son importantes, la demografía es importante, las regiones son importantes.”

Por ejemplo, la esperanza de vida promedio de un hombre que vive en las montañas es una década menor que la de otro quien vive en los suburbios de Virginia. Incluso la desigualdad se evidencia en asuntos aparentemente superficiales, como el atractivo físico, la aptitud atlética y la habilidad musical. No todo mundo puede jugar como Patrick Mahomes o cantar como Adele.

LA JUSTICIA DEL CAPITALISMO

Hay pocas cosas profesionalmente más estresantes que ver frustrados sus esfuerzos honestos y trabajo arduo por un sistema diseñado para aplastar la competencia. Desafortunadamente, este es el tipo de enfoque que muchos proteccionistas, tanto de la derecha como de la izquierda, asumen cuando se trata de política económica. Por medio de una regulación onerosa, restricciones de licencias para poder trabajar, leyes de salarios mínimos, controles de precios, aranceles, y más, se puede sentir como si la baraja estuviera arreglada en su contra.

En contraste, la libre empresa es liberadora y crea oportunidades. La expansión del capitalismo y la promoción de los mercados libres ha conducido a una declinación sustancial (substantial decline) de la pobreza extrema. En los años ochenta, aproximadamente un 40 por ciento de la población mundial vivía en pobreza extrema. Actualmente esa cifra es de un 8.6 por ciento (figure is 8.6 percent).

Incluso regímenes autoritarios, como China, reconocen la importancia de limitar la intrusión gubernamental en los mercados, si es que esperan ser competitivos en una economía crecientemente globalizada.

El capitalismo ha mostrado ser el mejor vehículo para la justicia económica de los marginalizados y empobrecidos. ¿Por qué alguien querría privar a los pobres de la movilidad que brinda la libre empresa?

CAPITALISMO HOY, CAPITALISMO MAÑANA, ¿CAPITALISMO POR SIEMPRE?

Si vemos a la confianza pública como un indicador de la viabilidad del capitalismo, no vean más allá de las empresas, que mantienen “un masivo margen de 54 puntos sobre el gobierno como una institución que es buena en lo que hace,” según el Edelman Trust Barometer. También, vale la pena observar que la confianza en la economía de los Estados Unidos es la más alta (is the highest) en casi 20 años.

No, el capitalismo no parece estar yendo pronto, en cualquier momento, a algún lado. En vez de estatistas que se burlan del capitalismo - muy frecuentemente sugiriendo que el gobierno intervenga- sería más sabio si exhibieran humildad intelectual y tomaran una lección de la eficiencia y dinamismo del sector privado.

Los datos son indisputables. El capitalismo ha sido el impulsor primordial del florecimiento e innovación durante casi trescientos años, catapultando a individuos, sociedades y naciones hacia niveles de prosperidad (levels of prosperity) previamente inimaginables. El capitalismo respeta la agencia de las personas y las comunidades, reconociendo que ellas deberían ser libres de asociarse y comerciar según les parezca. El capitalismo de libre mercado honra el derecho natural a la propiedad privada.

Pero, incluso más allá de estos principios e ideas grandes, el tema práctico es que, mientras que los humanos valoren la prosperidad, la oportunidad y la innovación, el capitalismo no se va a desvanecer. La libre empresa ofrece la innovación tecnológica que hace que los productos sean más inteligentes, más livianos, más baratos y usa menos materiales.

El capitalismo crea, el socialismo destruye (socialism destroys).

Ir de un capitalismo de libre mercado hacia una economía dirigida no es moral ni responsable. Siempre que la gente libre escoja la acción por encima de la apatía y la libertad sobre la servidumbre, el capitalismo continuará ofreciéndole a los individuos la oportunidad de proseguir el Sueño Estadounidense.

Doug McCullough es abogado de empresas de la firma legal de Texas, McCullough Sudan, y director del Lone Star Policy Institute. Doug es co anfitrión de The Urbane Cowboys, un podcast acerca de política, sociedad e innovación. Es compañero del National Review Institutional Regional Fellow and Better Cities Project. Es contribuyente regular de la Fundación para la Educación Económica y ha publicado en Entrepreneur, The Hill, Washington Examiner, Arc Digital, Houston Chronicle y el San Antonio Express.

Brooke Medina sirve como directora de comunicaciones del Civitas Institute, una organización basada en la política pública a nivel estatal, dedicada a las ideas de un gobierno limitado y la libertad. Ella se sienta en la junta directiva de ReCity Network, una organización sin fines de lucro, dedicada a ayudar a empresarios sociales y organizaciones comunitarias a enfrentar temas relacionados con la pobreza. Los escritos de Brooke se han publicado en lugares como The Hill, Entrepreneur, Washington Examiner, Daily Signal, la Fundación para la Educación Económica e Intellectual Takeout.