SU PESIMISMO ES RIDÍCULAMENTE INEXACTO

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
17 de febrero del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en azul y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://www.aier.org/article/your-pe...ly-inaccurate/

Debido a que su negación se repite incesantemente, la siguiente verdad debe ser incesantemente vuelta a afirmar: nosotros, los estadounidenses comunes y corrientes, somos fabulosamente ricos y nos estamos enriqueciendo más. La ironía es que somos tan materialmente prósperos -con una prosperidad que es compartida por casi todos los estadounidenses- que damos por sentada a nuestra feliz condición.

La mayoría de nosotros no ve a esta prosperidad, al menos, no por lo que es. Nuestra prosperidad material, aunque históricamente sin precedentes, es ahora tan habitual que, para nosotros los estadounidenses en el 2020, esta prosperidad parece ser el estado natural del mundo. Parece simplemente que existe ̶ que se da como la lluvia se da en los trópicos. Pero, por supuesto, la amplia prosperidad material simplemente no se da. No sucedió en el 99.9 por ciento (It didn’t happen for 99.9 percent) -literalmente el 99.9 por ciento- de la existencia humana. La prosperidad que hoy todos disfrutamos no sólo debe ser creada, sino que, también, recreada continuamente.

Los empresarios deben ser inspirados para que innoven. Los inversionistas deben ser motivados a que asuman riesgos. Incontables individuos deben tener incentivos para ahorrar, trabajar duro, cooperar diariamente de forma productiva con gente que ellos no conocen, y evitar usar recursos despilfarradamente. No obstante, es sólo en las dos o tres últimas centurias cuando la mayoría de nosotros ha sido guiada, en la mayor parte del tiempo, para que actuemos mayoritariamente en esas formas que generan el botín material tremendamente compartido, que la mayoría de nosotros da por descontado.

ASÓMBRESE MÁS…

El factor “¡Sorpresa!” de una pequeña fracción de este botín se hace evidente de inmediato cuando se le señala. En el 2020 no es difícil inspirar a alguien para que se maraville ante innovaciones recientes, como parlantes inteligentes, GPS, transmisión de la música y cirugía de reemplazo de caderas. Pero, estas nuevas maravillas son, difícilmente, toda la historia.

La medición real de nuestra prosperidad es en lo que, para nosotros, es mundano: agua corriente potable en un amplio rango de temperaturas, techos y pisos firmes, refrigeración, luz artificial, ropa para vestir y de cama hecha de tela tejida por máquinas, que soportan ser limpiadas con poderosos y baratos detergentes en máquinas poderosas asequibles, alfabetización extendida, dominio para usar el espectro electromagnético, seguro de responsabilidades para choferes y para dueños de viviendas, supermercados bien surtidos, arándanos frescos en Nueva York en enero, helados en Nueva Orleans en julio, viajes aéreos, automóviles, aire acondicionado, aspirinas, antibióticos… Usted, señor o señora lectora, no tendrá problema para extender esta lista por páginas.

Todas y cada una de estas características rutinarias de nuestras vidas cotidianas le inspirarán a usted a exclamar “¡Sorpresa!” si pondera la casi increíble cantidad de esfuerzo humano y coordinación no diseñada (almost incredible amount of human effort and undesigned coordination) que se requiere regularmente para hacer estos bienes y servicios casi milagrosos, tan rutinarios que pueden parecer corrientes.

Acostumbrados a un acceso constante a una abundancia de tales maravillas, fallamos en reconocerlas por las maravillas que son. En vez de ello, nos enfocamos en el fracaso de esta realidad nuestra para ser aún más maravillosa. Con nuestro vaso lleno en un 99 por ciento -y con su llenura aparentemente producida y garantizada por algunas leyes misteriosas de la naturaleza, muchos de nosotros estamos furiosos tanto porque la “distribución” de ese botín no es lo ideal que uno pueda imaginarse, como porque nuestro vaso tiene que llenarse aún más.

Tales quejas serían más tolerables si quienes las emiten revelaran alguna apreciación de qué tan pequeños son los problemas de hoy, comparados con el enorme bien que el crecimiento económico ya ha traído y continúa dando (and continues to bring about). Pero ninguna apreciación como esa se hace aparente.

Por una vez, quiero escuchar a alguien que se preocupa por el cambio climático, reconocer que nosotros hoy somos afortunados de poder ser capaces de preocuparnos acerca del cambio climático (we today are fortunate to be able to worry about climate change). Por una vez, me encantaría encontrar a un político o a un profesor que mueve furiosamente su dedo a la “distribución desigual” del ingreso o la riqueza, hacer ver que cualquier persona común y corriente escogida al azar en los Estados Unidos de hoy, es posible que sea materialmente mucho más rica -en muy diversas formas- que como lo era el estadounidense más rico de tan sólo hace un siglo (than was the richest American of a mere century ago).

Y, por una vez, anhelo ser sorprendido por un “guerrero de la justicia social” concediendo que, al menos, algunos de los supuestos problemas de hoy, pueden, en la realidad, ser espejismos conjurados por los éxitos de la economía de mercado.

…PERO NO SE ESCANDALICE

Por ejemplo, considere la muy notada reducción (reduction) en décadas recientes de la movilidad geográfica de los estadounidenses. Esta movilidad reducida se ha dicho que es una razón principal de por qué el comercio incrementado con China infligió sobre los estadounidenses lo que se conoce como el “impacto de China” (“China shock”) ̶ a saber, un ajuste menor al esperado de los trabajadores estadounidenses ante importaciones aumentadas de bienes desde China. (A propósito, hay alguna confusión acerca de qué tan exacto es el hallazgo del “impacto de China.” Alguna gente (Some people) interpreta este hallazgo en la forma en que yo lo describo en la frase previa. Sin embargo, otra gente (other people) lo interpreta como un hallazgo de que el comercio incrementado con China ocasionó una reducción permanente en el empleo estadounidense neto. Los propios investigadores del “impacto de China” (The “China shock” researchers themselves) no están claros en este asunto. No obstante, para fines de mi ensayo, resulta poco de cuál interpretación es la correcta).

Mientras que la movilidad geográfica reducida de los estadounidenses puede reflejar problemas reales -como costos de ciudades en auge, artificialmente elevados por restricciones en el uso de la tierra- también, al menos en parte, puede reflejar una prosperidad incrementada.

La mayor parte de la gente prefiere vivir en algunas ubicaciones en vez de otros lugares, pero, satisfacer estas “preferencias de ubicaciones” es costoso. Y así, como cuando nos enriquecemos, es más posible que satisfagamos nuestras preferencias por automóviles más bonitos y casas más grandes, también, al enriquecemos, es más posible que satisfagamos nuestras preferencias por vivir en nuestros lugares favoritos.

Un residente de cuello azul de hace 50 años en Allentown, Pennsylvania, puede haber tenido una fuerte atracción por esa localidad, pero, habiendo perdido su empleo, no podía pagar seguir viviendo allí. Su mejor opción económica era trasladarse. Pero, suponga que hoy en día vemos a un trabajador de cuello azul permanecer viviendo en Allentown, a pesar de haber sido despedido. ¿Qué deberíamos concluir? La conclusión a la que con más rapidez saltan muchos críticos, es que, el trabajador desempleado de la actualidad, es mucho menos posible que, como lo fue el trabajador típico del pasado, encuentre un nuevo trabajo en algún otro lado, que el trabajador desempleado de la actualidad no encuentra razón para trasladarse. Por la desesperación, el trabajador desempleado de hoy simplemente se queda en su lugar.

Tal vez. Pero, dado que no ha existido un repunte de largo plazo en la tasa nacional de desempleo (no long-term uptick in the national rate of unemployment), es posible que esta conclusión pesimista esté equivocada. Una conclusión más plausible es que los trabajadores estadounidenses hoy despedidos, pueden permitirse mejor permanecer fijos en sus localidades preferidas y esperar que nuevos empleos se les presenten a ellos, que trasladarse a diferentes ubicaciones en busca de nuevos empleos.

Esta asequibilidad incrementada de quedarse en un lugar, puede presentarse en la forma de un poder de compra mayor de los ahorros de los trabajadores o en la forma de una asistencia familiar, privada y pública, mayor para los trabajadores desempleados. Independientemente de la forma de esa asequibilidad incrementada de preferencias de localización, tal satisfacción aumentada de preferencias de ubicación es evidencia de que los estadounidenses comunes y corrientes son hoy más ricos de lo que eran estadounidenses comunes y corrientes del pasado.

Ningún observador sensato arguye que la economía estadounidense está libre de problemas y fallas, o que los estadounidenses comunes y corrientes no enfrentan desafíos económicos verdaderos, algunos de los cuales son difíciles. Pero, el golpe de tambor incesante de negatividad acerca de la economía de los Estados Unidos y acerca de la globalización -y el enfoque miope en problemas (verdaderos y sólo aparentes) divorciados del contexto más amplio de los éxitos de la economía y de la prosperidad estupenda de los estadounidenses- nos brinda un sentido peligrosamente inexacto del estado de la economía y de la relación de los hombres y mujeres, comunes y corrientes, hacia ella. Y este sentido inexacto, a su vez, alimentará políticas que destruyen, en vez de promover, nuestra habilidad para seguir prosperando.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F. A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Centro Mercatus de la Universidad George Mason; miembro de la Junta Directiva del Centro Mercatus y profesor de economía y antiguo director del departamento de economía en la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, el New York Times y el US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Escribe un blog llamado Cafe Hayek, y una columna regular acerca de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su Ph. D. en Economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.