Recordar el gulag, aquella parte de la policía secreta de los soviets encargada de los campos de trabajos forzados, nos sirve para que nunca cometamos en nuestros países, el mismo error y daño que se cometió en la Unión Soviética.

GENTE DEL EQUIPO DE CAMPAÑA DE SANDERS NO CONOCE EL LADO OSCURO DE LA HISTORIA SOVIÉTICA

Por Barry Brownstein

Intellectual Takeout
20 de enero del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, en letra color azul y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://www.intellectualtakeout.org/...soviet-history

Uno de los encargados de la organización de Bernie Sanders, Kyle Jurek, quiere que usted crea que los gulags soviéticos no fueron tan malos. Si Sanders resulta electo, Jurek nos asegura que (Jurek assures us) los gulags de la reeducación vienen a los Estados Unidos para los votantes por Trump y otros opuestos a la agenda socialista de Sanders.

Jurek no es mejor que uno que niegue el Holocausto. Alrededor de 3 millones de personas murieron en los gulags soviéticos, de acuerdo con la ganadora del Premio Pulitzer, la historiadora Anne Applebaum (historian Anne Applebaum).

Si usted piensa que la ideas de Jurek son delirios aislados de un totalitario desequilibrado, se equivocaría. He escuchado puntos de vista similares de otros. histórica y económicamente analfabetos, están listos para destruir a los Estados Unidos, en nombre de una revolución guiada por la ignorancia y el prejuicio. Algunos, como Jurek, también niegan el gulag.

Si usted asume que los altos funcionarios de la organización de Sanders rápidamente repudiarían a Jurek, también estaría equivocado. La campaña de Sanders se rehusó a comentar acerca de las creencias de Jurek (refused to comment on Jurek’s beliefs) diciendo que a los votantes de Iowa “no les importaban los chismes políticos.”

El propio Sanders ha alabado las filas para adquirir pan (has praised bread lines) en los países socialistas. El otoño pasado, Sanders fustigó al capitalismo (Sanders bashed capitalism), diciendo que él “no tolerará ni por un segundo el tipo de ambición y corrupción y la desigualdad del ingreso y la riqueza y tanto sufrimiento que está dándose hoy en este país, lo cual es innecesario.”

Hoy en día, los políticos fustigan a los ricos. Hace casi un siglo, en la Unión Soviética, la clase enemiga eran los pequeños agricultores.

En su libro Red Famine [Hambruna Roja], Applebaum explica cómo, en la década de 1920, Stalin ordenó que “las granjas colectivas, poseídas conjuntamente por la comuna o el estado, iban a reemplazar todas las granjas privadas.” Stalin describió a los agricultores como enemigos del progreso.

Estas granjas colectivas, escribe Applebaum, “requerirían que sus miembros entregaran sus propiedades privadas -su tierra, así como caballos, ganado, otros animales y herramientas- y que se los darían al colectivo.” Unos pocos campesinos afortunados “permanecerían en sus casas, pero otros, a la larga, vivirían en casas o barracas propiedad del colectivo y comerían todas sus comidas en el comedor comunitario.”

Escribe Applebaum, “Supuestamente, todo esto sobrevendría espontáneamente, como resultado de una gran revuelta del entusiasmo popular.” Pero, pocos agricultores estaban ansiosos de ceder sus tierras y formas de vida. Revolucionarios inspirados, como Jurek, eran necesitados para persuadir a quienes se resistían:

“En la semana que empezaba el 10 de noviembre de 1929, el Comité Central del partido se reunió en Moscú y resolvió ‘acelerar el proceso de colectivización de las familias campesinas’ enviando cuadros del partido a las villas para establecer las nuevas granjas comunales y persuadir a los campesinos a que se unieran a ellas. La misma resolución condenaba a los oponentes de la colectivización.”

Los Kyle Jureks de esa época empezaron a presentarse en las villas rurales. Applebaum explica qué pasó:

“Al principio, los campesinos no los tomaron en serio: ‘Su apariencia personal nos divirtió. Sus caras pálidas y sus ropas estaban totalmente fuera de lugar en los alrededores de nuestras villas. Caminando cuidadosamente para evitar la nieve sobre sus zapatos brillantes, eran una presencia extraña entre nosotros.’ Su líder, el Camarada Zeitlin, trató con rudeza a los campesinos y parecía que no sabía nada de sus costumbres. Supuestamente, confundió a un ternero con un potro. Un agricultor le hizo ver el error. ‘Potro o ternero,’ respondió él, ‘no importa. La revolución mundial del proletariado no sufrirá por eso.’”

“Las motivaciones de los hombres y mujeres urbanos,” gente como el Camarada Zeitlin, “eran mixtas.” Escribe Applebaum:

“Algunos buscaron promociones, algunos esperaban recompensas materiales. Muchos sintieron un fervor revolucionario, avivado por una propaganda constante, furiosa y repetitiva. Otros, por igual, sintieron miedo cuando los periódicos escribieron constantemente acerca de una guerra inminente. Los campesinos fueron ampliamente culpados e las escaseces de alimentos en los centros urbanos, todas demasiado reales.”

Muchos otros compartieron el fervor de Zeitlin y despreciaron a los campesinos:

“Inclusive en 1929, muchos ciudadanos soviéticos todavía creían que los campesinos recalcitrantes eran una amenaza real a aquellos y para el futuro de su revolución. Esta poderosa creencia les permitió hacer cosas que la “moralidad burguesa” habría descrito alguna vez como malvadas.”

Kyle Jurek probablemente no está interesado en los cuentos precautorios compartidos por Applebaum, pero, debería estarlo. Como Lev Kopelev, Jurek está capturado por el “fervor revolucionario.” En 1929, Kopelev era un “creyente verdadero,” pero cambió su mente. En 1945 fue exiliado al gulag, en donde hizo amistad con Alexander Solzhenitsyn. “[Kopelev] se convirtió en modelo para uno de los caracteres de Solzhenitsyn, escribió sus propias memorias poderosas y se convirtió en un prominente disidente (became a prominent dissident).” Mirando en retrospectiva, haca sus locuras tempranas, Kopelev escribió:

“Junto con el resto de mi generación, creí firmemente que el fin justificaba los medios. Nuestro gran objetivo era el triunfo universal del Comunismo, y, para lograr esa meta, todo era permisible ̶ mentir, robar, destruir cientos de miles e incluso millones de personas, todos aquellos quienes estaban obstaculizando nuestro trabajo, a todo mundo que se atravesó en el camino. Y titubear o dudar todo esto, era ceder ante la ‘delicadeza intelectual’ y el ‘liberalismo estúpido,’ los atributos de gente a quienes “los árboles no les dejaban ver al bosque.’”

Una cultura del agravio impulsó a Kopelev y a otros. “Los bolcheviques habían hecho promesas extraordinarias a la gente, ofreciendo riqueza, felicidad, propiedad de la tierra, poder,” pero ellos no podían mantener sus promesas. Los campesinos sirvieron de chivos expiatorios; los verdaderos creyentes fueron urgidos por los Comunistas, a “no sentir piedad” hacia ellos.

Millones de personas murieron de hambre, como resultado de la colectivización de las granjas soviéticas. ¿Qué horrores resultarán mañana con la demonización de los ricos de hoy?

Sanders, también está haciendo promesas extraordinarias que nunca podrá hacerlas una realidad. De llegar a presidente, él también, a la larga, buscará a su alrededor por chivos expiatorios a quienes culpar.

La historia soviética es algo que todo estadounidense debería conocer antes que sea demasiado tarde para impedir su repetición, aquí en nuestro hogar.

[Crédito por la imagen: Flickr-Gage Skidmore, CC BY-SA 2.0]

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership. Para recibir los ensayos de Barry suscríbase a Mindset Shifts.