¿En dónde ha tenido éxito? ¿En la vieja URSS, en los países de Europa del Este, en Cuba, en Venezuela, en la China de Mao, en la Camboya de Pol Pot, en Corea del Norte, en Nicaragua…?

EL SOCIALISMO SIEMPRE FRACASA

Por William L. Anderson

The Independent Institute
11 de febrero del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y con letra en azul, si es de su interés puede verlo en https://www.independent.org/news/article.asp?id=13052

El periódico The Nation, que ha apoyado entusiastamente a todo régimen comunista totalitario que haya existido en el siglo pasado (y eso incluye a la Camboya de Pol Pot y a Corea del Norte), ahora está firmemente montado en la causa popular de Bernie Sanders. Este artículo, titulado “Why American Socialism Failed—and How It Could Prevail Today,” sin querer revela la mentalidad de los socialistas estadounidenses, quienes alegan que todos los asuntos económicos están siendo “resueltos” por el implante del socialismo ̶ independientemente de los verdaderos resultados económicos.

Hace tres años escribí “The Goal of Socialists Is Socialism, Not Prosperity,” y este artículo prosigue algunas de las mismas tesis. En aquel artículo afirmé que los socialistas no necesariamente creen que el socialismo produce mejores resultados económicos que el capitalismo -de hecho, uno tendría que estar deliberadamente ciego para fracasar en reconocer las diferencias- pero, el que los socialistas lo crean, no importa. El socialismo es un imperativo moral, y la única cosa que impide la puesta en práctica de este sistema en Estados Unidos, ha sido el fracaso de los socialistas en presentar una alternativa plausible (failure of socialists to present a plausible alternative) ̶ algo que los socialistas afirman que actualmente se está haciendo.

Gente que sigue los argumentos basados en la economía austriaca está íntimamente familiarizada con el problema del cálculo económico del socialismo, tal como fue desarrollado por Ludwig von Mises en 1920 y en numerosas ocasiones por Murray N. Rothbard, así como el argumento secundario del “conocimiento” presentado por F.A. Hayek en 1945. Mises y Rothbard presentaron lo que son afirmaciones irrefutables de que el único tipo de economía socialista que podía existir, sería una economía primitiva, extremamente básica, que no podría apoyar ningún tipo de actividad económica compleja. Aún socialistas hasta la muerte, como Robert Heilbroner, lo admitirían, tanto como lo hizo en su comentario de 1980 en el New Yorker (1989 commentary in The New Yorker):

“La Unión Soviética, China y Europa Oriental nos han dado la prueba más clara posible de que el capitalismo organiza los asuntos materiales de la humanidad más satisfactoriamente que el socialismo: eso, independientemente de qué tan inequitativa como irresponsablemente el mercado puede distribuir los bienes, lo hace mejor en comparación con las filas de la economía planificada… el gran tema ahora parece ser qué tan rápidamente será la transformación del socialismo en capitalismo, y no al revés, tal como las cosas eran vistas hace sólo medio siglo atrás.”

A pesar de lo anterior, como apuntara hace tres años, el colapso de la URSS y los estados socialista de la Europa Oriental, no “convirtió” a Heilbroner en un promotor del capitalismo, ni lo hizo la transformación de China, desde la comuna gigantesca de Mao a la economía cuasi capitalista (y el crecimiento económico subsecuente) como para cambiar su mente. En efecto, los socialistas casi parecen ser insensibles a los argumentos basados en los hechos y, a pesar de una bandada de artículos, en publicaciones como el Jacobino, de “a qué se parecería una economía socialista” (“what would a socialist economy look like” articles in publications such as Jacobin), los socialistas nunca han refutado el argumento austriaco. Por tal razón, en la realidad, los socialistas del todo no pueden apelar a la economía, a pesar de su alegato de que su objetivo es brindar una sociedad económica mejor para aquellos omnipresentes trabajadores. El Jacobino afirma que:

“Para los socialistas, el establecimiento de la confianza popular en la factibilidad de una nación socialista, es ahora un desafío existencial. Sin una creencia renovada y sustentada en la posibilidad del objetivo, es casi imposible imaginarse un renacimiento y una sostenibilidad del proyecto. Esto, debe enfatizarse, no es un asunto de demostrar que el socialismo es posible (el futuro no puede verificarse) ni de desplegar un modelo completo (como lo es proyectar el capitalismo antes de su llegada, tales detalles no pueden ser conocidos), sino presentar un marco general que contribuya a formular el caso a favor de la plausibilidad del socialismo.”

(Noten que los Jacobinos son famosos por desatar el infame Reino del Terror durante la Revolución Francesa, en la que fueron asesinados miles de los así llamados enemigos del estado. Que hoy los socialistas estadounidenses se asocien libremente con el genocidio, dice mucho de lo que esa agente haría si alguna vez obtienen aquí un poder real.)

En otras palabras, la puesta en práctica de un orden socialista no depende tanto de un modelo plausible de la economía socialista, sino que, más bien, es un ejercicio que depende de convencer a la gente de que, en alguna parte de nuestros sueños, podemos hacer que toda la cosa funcione, a pesar de los fracasos del pasado. Y, es ahí en donde los recientes artículo en The Nation y en el Daily Mail, muestran mucho acerca de la mentalidad socialista.

En The Nation, Ross Barkan afirma que las barreras para poner en marcha al sistema socialista son políticas, no económicas. En efecto, en “Why American Socialism Failed” él escribe que simplemente hubo mucha Resistencia política para reorganizar a los Estados Unidos en algo similar a lo que, en ese momento, se estaba haciendo en la Unión Soviética. (Debe notarse que él parece ver a la Revolución Rusa con mucha simpatía ̶ y falla en notar que, tal vez, en esos momentos los estadounidenses no estaban interesados en poner en vigencia un régimen que sería un espejo de las atrocidades que estaban siendo cometidas por el Ejército Rojo y el nuevo gobierno soviético.)

En vez de seguir la vieja estrategia política de hacer que la gente participara en elecciones como miembros de un partido socialista, Barkan dice que el mejor plan para los socialistas es, simplemente, apoderarse del moderno Partido Demócrata, mediante la elección de socialistas desde la presidencia hacia abajo. Él escribe:

“El Partido Demócrata de hoy es un caparazón esperando ser habitado por quienquiera que reclame los premios del cargo elegido. Si Bernie Sanders, un socialista democrático, es electo presidente de los Estados Unidos, lentamente el partido llegará a ser suyo. Y, si él pierde, inspirando aún más reclutas de los Socialistas Democráticos de los Estados Unidos (DSA) y alimentando victorias electorales posteriores, los socialistas puede continuar ganando asientos en los consejos, en las asambleas legislativas e incluso asientos en el Congreso de los Estados Unidos, con base en líneas demócratas, ejerciendo así una influencia tangible.

En Nueva York, hay un socialista en la legislatura del estado: la miembro del DSA, Julia Salazar. Ella ha ayudado a dirigir campañas para el control estatal de las empresas de energía y un derecho universal a la vivienda. Cinco candidatos del DSA están buscando asientos legislativos este junio, desafiando a los miembros del Partido Demócrata respaldados por el sistema. Si todos ellos ganan, empezarán a recuperar el momento de la década de 1920.

Esta vez, no habrá líderes legislativos reaccionarios que despojen del asiento a los nuevos socialistas; nada de un Temor Rojo que alimente el frenesí público contra sus puntos de vista anticapitalistas. Salazar es miembro de la mayoría del Partido Demócrata, un aliado del bloque progresista, poco posible que pierda una elección en cualquier momento próximo. Los miembros del DSA que están buscando unirse a ella estarán en libertad de promover un cambio radical. Es un futuro que habría sorprendido a la clase de 1920, pues los socialistas nunca tomaron Nueva York, mucho menos los Estados Unidos. Pero, los socialistas de hoy marchan a los años de la década del 2020, sin las barreras abrumadoras de un siglo atrás. Ellos ya no necesitan más de un partido propio. Simplemente toman el de alguien más.”

En otras palabras, todo el tema del socialismo es político; los socialistas pueden hablar acerca de sus visiones utópicas, ser electos bajo esas plataformas, pero, en realidad, sin tener que explicar cómo realmente harán que funcione una economía socialista, de forma tal que incluso empiece a emparejarse con la producción de una economía basada en la empresa privada. No obstante, al verse confrontados con la realidad del verdadero desempeño de una economía socialista, todo lo que el escritor puede hacer es apelar a la elección de los socialistas, lo cual no sorprendería, dado que el objetivo del socialismo es el poder político y nada más.

La muerte de un jovencito canadiense de leucemia mientras que esperaba el permiso del gobierno (a Canadian teenager of leukemia while waiting for the government’s permission) para obtener un trasplante de médula ósea, habla volúmenes, tanto del desempeño de los sistemas socialistas, como de la forma en que la gente bajo el socialismo se somete al sistema. Laura Hillier, de 18 años de edad, de Ontario, murió antes que ella pudiera recibir un trasplante, lo que no es particularmente inusual en el sistema canadiense, como lo es la experiencia típica de “hacer fila” para el cuidado médico (as “standing in line” for care is the typical experience), incluso cuando una vida está en juego (when a life is at stake). Proveniente del periódico británico Daily Mail:

“Laura podría haber experimentado unos pocos más hitos si un hospital de Hamilton, Ontario, Canadá, hubiera podido acomodar un trasplante de médula para esta jovencita. Había numerosos donantes que eran compatibles con Laura y estaban listos para donar, pero, el Hospital Juravinsky de Ontario, no tenía suficientes camas en cuartos de alta presión de aire para hacer el procedimiento. El personal del hospital le dijo a ella que tenían alrededor de 30 pacientes con donantes potenciales, pero los medios para hacer sólo cinco trasplantes al mes.”

Aunque el obituario de Hiller “golpeó” los tiempos de espera en Canadá, sin embargo, nada se hará pues el sistema de Canadá de “pagador único” es tanto políticamente sacrosanto como un sueño de un político socialista. Es sacrosanto pues suple el “cuido gratuito de la salud” que los socialistas prometen, y el sueño de un político porque brinda oportunidades interminables de “reforma.” En la realidad, el problema del cálculo económico está al frente y al centro, haciendo imposible “arreglar” el sistema canadiense de un pagador único, algo que ningún político canadiense admitirá.

Uno duda de que Hiller habría muerto de la misma forma en Estados Unidos. Con todo y la crítica que el cuidado médico estadounidense recibe de la izquierda (y el sistema actual difícilmente calza con el calificativo de los socialistas de que es “libre mercado), uno razonablemente puede estar seguro de que aquí una jovencita no moriría, debido a una carencia de camas de hospital.

No obstante, en Canadá esas muertas son cosa natural y, con todo y las declaraciones de que “esto no debería de pasar,” tanto de políticos como de familiares de las víctimas, continuará sucediendo. (Canadá, tal vez sin sorprender, tiene tasas pobres de supervivencia del cáncer (has relatively poor cancer survival rates.)) Bajo el socialismo, uno hace fila y no desafía al sistema, pues el sistema se basa, no en la provisión exitosa de servicios, sino, más bien, en la perspectiva de que esos servicios están siendo brindados “al pueblo” sin cobro, producto de un estado socialista “compasivo.”

Observe que, en ninguna parte de su artículo, Barkan escribe acerca de alguna forma en que el socialismo mejoraría las vidas de los estadounidenses. El socialismo no es acerca de brindar los servicios necesitados por aquellos que, de otra manera, no pueden recibirlos, ni tampoco es acerca de elevar los estándares de vida de los pobres, a pesar de las declaraciones socialistas en contrario. Los socialistas no crean bienes y servicios, ellos los requisan para propósitos políticos, y tales cosas son útiles sólo como medios para poner y mantener a políticos socialistas en el poder.

Ningún político en Canadá será sacado de su cargo por la muerte prematura de Laura Hillier, ni tampoco serán despedidos los administradores de los hospitales. Si los funcionarios médicos hubieran cedido en los sentimientos y puesto a Hiller más alto en la lista de trasplantes, alguien más habría muerto por falta de espacio. El enemigo aquí es la escasez y, bajo el socialismo, la escasez se multiplica. Los canadienses han llegado a aceptar esta situación, todo al convencerse de que, lo de ellos, no sólo es un sistema moralmente superior ante cualquier cosa que exista en su vecino al sur, sino también porque les permite recibir servicios médicos que creen que les serían negados si el gobierno no los estuviera pagando. Han llegado a ser como los habitantes de la caverna de la alegoría de Platón (become like the cave dwellers in Plato’s allegory), creyendo que las sombras médicas que ven en la pared, representan el mejor cuidado médico posible.

Bien podría ser que los socialistas se apoderen del Partido Demócrata; de hecho, los votantes de Estados Unidos son capaces de poner a alguien como Bernie Sanders en la Casa Blanca. Podrían lograr las ganancias electorales que los escritores de The Nation han codiciado por décadas. Sin embargo, lo que no pueden hacer es decir la verdad acerca del socialismo. Otro artículo en la revista Jacobin, escrito por Sam Gindin, demuestra (article in Jacobin, written by Sam Gindin, demonstrates), este último punto:

“Murray Rothbard, un discípulo toda su vida del archiconservador Ludwig von Mises, se lamentó (lamented) porque cuando él entró a la escuela de postgrado después de la Segunda Guerra Mundial, ‘el establecimiento económico había decidido, todos, de la izquierda, de la derecha y del centro, que …los únicos problemas del socialismo, como lo pueden ser, eran políticos. Económicamente, el socialismo simplemente podría funcionar tan bien como el capitalismo.’ Con el socialismo acarreando tal grado de credibilidad económica, la elaboración de los detalles de una sociedad socialista que funcionara, parecían decididamente ser menos urgentes que desarrollar las políticas de cómo lograrlo.”

Luego, Gindin procede a “refutar” la crítica al socialismo basado en el “problema del conocimiento” de Hayek (a la vez que ignora el asunto del “cálculo económico” de los economistas austriacos). El resto de la pieza, puede, en esencia, reducirse a esta frase: olviden los fracasos del pasado del socialismo; esta vez haremos que funcione.

Hemos estado escuchando este tipo de cosas durante más de un siglo. Los socialistas nos dicen que, si el resto de nosotros les da el poder total sobre nuestras vidas, esta vez ellos nos darán prosperidad y, a diferencia de regímenes socialistas previos, no nos despojarán de nuestras libertades. Deberíamos confiar en sus palabras tanto como los seres queridos de Laura Hiller lo hicieron en las promesas vacías de los funcionarios médicos canadienses.

También fue publicado en el Mises Institute el sábado 8 de febrero del 2020.

William L. Anderson es profesor de economía en la Frostburg State University en Frostburg, Maryland.