LA ARROGANCIA FATAL DE MICHAEL BLUMBERG

Por Ben Johnson

Acton Institute
19 de febrero del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://acton.org/publications/trans...-fatal-conceit

Los comentarios del anterior alcalde de la Ciudad de Nueva York, Michael Blumberg, de que los agricultores tienen poca “materia gris,” correctamente han dado lugar a la controversia. Sin embargo, en la reacción justificable, la gente ha dejado de ver otra porción de sus comentarios igualmente preocupantes.

Ha reaparecido un video (Video), como suele ser el hábito durante las elecciones, de Bloomberg discutiendo la progresión de la economía, desde una antigua sociedad agrícola, a la Revolución Industrial, hasta la creciente economía de la información. Él empezó (began) así:

“La sociedad agraria duró 3.000 años, y podíamos enseñar procesos. Yo podría enseñarle a cualquiera, incluso a la gente que está en este salón -sin ánimo de ofender- a ser un agricultor. Es un proceso. Usted hace un hueco; pone una semilla adentro; coloca tierra encima; agrega agua; surge el maíz. Usted puede aprender eso. Luego, tuvimos 300 años de la sociedad industrial. Usted pone la pieza en el torno; le da vuelta a la manivela en la dirección de la flecha; y usted tiene un trabajo.”

Bloomberg contrastó estas formas de vida económica con la economía de la información, que “es fundamentalmente diferente.” Aprender “cómo pensar y analizar” requiere de un “conjunto de habilidades diferentes,” dijo él. “Usted tiene que tener mucha más materia gris.”

Por su parte, los agricultores respondieron que la agricultura moderna es una industria guiada por la información, que involucra el uso de sensores para asegurarse que la semilla requiere de una penetración apropiada en el suelo, de maquinaria agrícola guiada por GPS, y -sí- del conocimiento legal para poder organizarse en medio de la miríada de regulaciones (regulations) federales. Esto, dicen ellos, requiere de, al menos, tanta “materia gris” como si trabajara para Enron o Lehman Brothers.

En el sentido de que los comentarios implican una carencia de inteligencia, lo correcto es que estén molestos. El equipo de campaña de Bloomberg ha dicho que el alcalde se estaba refiriendo a la agricultura antigua, no a las técnicas modernas. Esto nos lleva al aspecto preocupante de su discurso.

Las palabras preocupantes que musitó Michael Bloomberg y que han pasado inadvertidas, son “Yo podría enseñarle a cualquiera… a ser un agricultor.” Ya fuera en el mundo antiguo o en el actual, Bloomberg -quien, se puede detectar con seguridad, no está familiarizado con las condiciones de trabajo de un azadón- estaría mal preparado para enseñarle a alguien los secretos del giro agrícola. Ilusiones de competencia les dan a los políticos la confianza para emitir un torrente de regulaciones tan completo, que con ello ahogan a aquellos con experiencia en el mundo real.

Incluso la descripción del alcalde de cómo los antiguos plantaron cosechas, dejó de lado múltiples pasos (steps) intersticiales conocidos por las tribus (tribes) prehistóricas. Además de plantar e irrigar, la agricultura involucraba cosas fundamentales como la preparación del suelo, deshierbe, y control de enfermedades (pest control). La Mishná [Nota del traductor: primera colección escrita de las tradiciones orales judías] discute (discusses) métodos de cultivo (cultivation) de los suelos y su regeneración (Shevi'it 3). La modificación genética de los camotes empezó (began) no después de hace 8.000 años en Perú, más o menos al mismo tiempo que los agricultores europeos empezaron a fertilizar sus cosechas. La mejoría de los suelos creó una “relación de mucho tiempo con la tierra” que “promovió las nociones de propiedad de la tierra,” según la revista Science. El surgimiento del sistema capitalista de libre empresa, los mercados y el intercambio -que evolucionaron en la economía de la información, y que hizo multimillonario a Bloomberg- se dio porque la agricultura era, enfáticamente, no tan sólo un proceso.

En efecto, uno podría argumentar bien que la agricultura exige menos (less) habilidades ahora que en el mundo preindustrial, cuando todas las funciones que ahora se logran por maquinaria de alta tecnología, tenían que ser entendidas y ejecutadas por el propio agricultor. Esto le dio a él lo que Michael Crawford llamó “conocimiento artesanal,” un profundo entendimiento de la naturaleza de las materias de su profesión, “adquirido a través de una percepción disciplinada.” Esta maestría no acreditada se desarrolló a partir de la creación, en palabras (words ) del Papa Emérito Benedicto XVI, como un regalo “para crecer y desarrollarse con respeto y en armonía, siguiendo sus ritmos y lógica de acuerdo con el plan de Dios.”

Supongamos que el alcalde Bloomberg dominó este proceso. ¿Cómo sabría él si plantar maíz en vez de frijoles de soya, trigo, arroz o manzaneros? La información necesaria para saber qué cosechas plantar no le pertenece a ningún individuo en particular, nos lo recuerda F.A. Hayek. “Desde sus orígenes, la economía se ha ocupado de analizar cómo surge un orden extenso de interacción humana (a través de variación, aireado y tamizado del histórico acontecer), cuyo contenido supera siempre nuestra limitada capacidad de percepción y diseño,” escribió (wrote) él en The Fatal Conceit (La Fatal Arrogancia). Continuó él:

“La economía moderna ha logrado identificar el proceso de formación de ese orden extenso y ha puesto de relieve que se trata de un mecanismo capaz de recoger y aprovechar un vasto conjunto de conocimientos dispersos que ninguna agencia planificadora central -y menos aún cualquier individuo- está en situación de poseer o de controlar. Ya Adam Smith advirtió esta dispersión del conocimiento al señalar que ‘el tipo de industria a la que el capital debe ser dedicado, y en qué rama de la producción implicará su incorporación superior valor, son cosas que, evidentemente, cada individuo, conocedor de las circunstancias del caso, podrá establecer con más acierto que cualquier estadista o legislador.’ Y, ya en el siglo XIX, otro penetrante pensador ha expresado en los siguientes términos esa misma idea: ‘Cualquier iniciativa económica requiere del conocimiento de innumerables y minuciosos detalles, información que sólo está al alcance de quien tiene interés en ello.’ Las diversas instituciones que recogen información en el orden extenso -entre ellas el mercado- nos permiten recoger esa información dispersa e inmensurable y establecer la existencia de modelos supraindividuales.”

Cuando los políticos asumen tener este conocimiento, ellos presuponen dictar los medios y fines de la creatividad humana. “En la economía de la gestión, la regulación de la producción no será dejada al funcionamiento “automático” del mercado, sino que será llevada a cabo deliberada y conscientemente por grupos de hombres, con las instituciones apropiadas del ilimitado estado administrativo,” escribió (wrote) James Burnham en The Managerial Revolution [La Revolución de los Directores]. “Bajo la estructura económica centralizada de la sociedad de gestión, la regulación (planificación) es cuestión de curso.” A menudo, el objetivo de la regulación llega a ser (becomes) la vida privada individual ̶ desde cuánta gaseosa (soda) se puede beber en una sentada, al nivel de sodio (sodium level) apropiado para donar alimentos a quienes no tienen techo, hasta el volumen (volume) apropiado de los audífonos.

La noción del Estado Niñera, de que el estado es quien tiene la respuesta correcta para cada uno de los ciudadanos, se convierte en algo genuinamente destructivo al aplicarse a las empresas. Bloomberg, cuyo epónimo servicio de noticias publica información financiera valiosa y perceptiva, tiene un entendimiento mayor del comercio y los mercados que muchos otros que están en la carrera por la presidencia de Estados Unidos. Él, y sus competidores, deben aprender que la regulación destruye riqueza, frena el crecimiento económico y sustituye, con la voz de los reguladores, a los “ritmos y lógica” impregnados en toda la creación por la divina providencia.

El reverendo Ben Johnson es editor sénior del Acton Institute, Su trabajo se enfoca en los principios necesarios para crear una sociedad libre y virtuosa en la esfera trasatlántica (Estados Unidos, Canadá y Europa). Obtuvo su licenciatura en Historia summa cum laude de la Universidad de Ohio, y fue miembro de la asociación Phi Beta Kappa.