EL MITO DE QUE LOS RICOS NO PAGAN SU “PARTE JUSTA” DE IMPUESTOS

Por Gary M. Galles

Fundación para la Educación Económica
Sábado 21 de diciembre del 2019

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/the-myth-th...hare-of-taxes/

Los alegatos de que quienes ganan los ingresos más altos no pagan su “parte justa” de impuestos, son un pilar de la tergiversación de la izquierda política.

Elizabeth Warren y Bernie Sanders han dirigido la carga para agregar muchos ceros a lo que se les debería dar a algunos estadounidenses, a expensas de otros. Como resultado, ellos han duplicado (o triplicado) un alegato “viejo y confiable” de la izquierda, cual es que “los ricos” no pagan su “parte justa” de impuestos. Pero, esa excusa para gravarlos más y llenar los bolsillos de otros, se anula siempre que se reportan las cargas altamente desproporcionales del impuesto a los ingresos, que en la realidad experimentan quienes ganan ingresos altos.

¿IMPUESTOS REGRESIVOS?

Sin embargo, en vez de abandonar la electoralmente valiosa falsa premisa de que se justifican cargas crecientemente desproporcionadas, la izquierda política trata de reforzar su posición aseverando que otros impuestos son regresivos, justificando así impuestos federales a los ingresos aún más progresivos. Los principales componentes de esos alegatos son los impuestos estatales y locales sobre las ventas y los impuestos específicos y los impuestos a la Seguridad Social (Social Security). Por desgracia, esos impuestos también deben ser distorsionados para defender tergiversaciones de la “parte justa.”

El escritor de Los Angeles Times, Michael Hiltzik, ilustra las jugadas estatal y local, en una columna que hace eco (echoing) de cargos de que sus impuestos a las ventas y específicos “aplastan desproporcionadamente a contribuyentes de ingresos más bajos,” con esa presunta regresividad compensando la progresividad del impuesto al ingreso.

Ese alegato surge porque aquellos con ingresos medidos actualmente menores, gastan una proporción mayor de ellos en esos impuestos. Sin embargo, como lo ha hecho ver Edgar Browning,

“con respecto al ingreso a lo largo de la vida, hay poca diferencia en el porcentaje de ingreso consumido entre categorías de ingresos.”

Como resultado, se muestra una aparente regresividad con base en los ingresos actuales, en vez de ser “aproximadamente proporcional” al ingreso en el contexto más apropiado de a lo largo de la vida. También, a menudo familias de ingresos presentes bajos consumen un múltiplo de sus ingresos, en mucho financiados con transferencias gubernamentales, que se excluyen de las mediciones oficiales de ingresos, lo cual exagera aún más la parte de sus ingresos que va para esos impuestos.

SEGURO SOCIAL PROPORCIONAL

El ángulo del Seguro Social es ilustrado por artículos que citan el hecho de que los impuestos al Seguro Social sólo gravan ingresos ganados hasta un tope de ingresos, actualmente establecido en $132.900. Por ejemplo, un artículo del Washington Post resume el resultado como que “entre más dinero hace usted, menor es su tasa efectiva de impuestos para el Seguro Social, haciendo a este impuesto tan regresivo como el que más.” Sin embargo, el Seguro Social trata a trabajadores de menores ingresos mucho mejor que a trabajadores de ingresos más altos.

En vez de ser progresivos, los impuestos del Seguro Social son proporcionales al ingreso ganado hasta el tope del impuesto. Así que, para la vasta mayoría de estadounidenses que cae en ese rango, los impuestos aumentan al ritmo de los ingresos. Más allá del tope, los ingresos no están sujetos al impuesto. Así que, para estos asalariados, sus tasas impositivas medias caen con un ingreso adicional. Sólo para ese número relativamente pequeño, puede uno alegar que, a pesar de pagar más en el total de impuestos para el Seguro Social, ellos pagan un porcentaje menor de sus ingresos totales.

Cuando uno incorpora el hecho de que una gran parte del ingreso de familias de bajo ingreso es por transferencias gubernamentales que no se contabilizan como ingreso oficial ni están sujetas a los impuestos para el Seguro Social, cambia el panorama. Años atrás, la Oficina del Congreso sobre el Presupuesto (CBO por sus siglas en inglés), encontró que, al incorporar ese ingreso no medido hacía progresivos, en la realidad, a los impuestos para el Seguro Social para todos excepto el 20 por ciento más alto de asalariados.

LA FARSA DE LA PARTE JUSTA

Aún más importante, la supuesta regresividad del Seguro Social refleja sólo sus impuestos. Pero, este genera beneficios de pensiones y una evaluación exacta debería incorporar a ambos. Hacerlo muestra que el Seguro Social es progresivo, no regresivo.

Por ejemplo, para alguien con un único salario que se retira a los 65 en 1993, el Seguro Social reemplazó un 59 por ciento del ingreso gravado de los asalariados bajos y un 44 por ciento para los asalariados promedio, pero sólo un 35 por ciento de un asalariado que está en el corte de impuestos para el Seguro Social. Los asalariados de ingresos más altos recibieron retornos mucho menores de sus contribuciones que los asalariados medios y menos de la mitad de lo recibido por los asalariados más bajos. Los impuestos sobre los beneficios para pensionados de altos ingresos aumentan esa diferencia. En términos de los beneficios netos a lo largo de la vida, en dólares de 1992, un asalariado único de bajos ingresos, que se retira en el 2000, recibiría un neto de $27.983 proveniente del sistema, un asalariado promedio, $14.833, pero un asalariado de ingresos altos perdería $23.129.

Ambos enfoques muestran que el Seguro Social no beneficia a los asalariados más altos a expensas de los que ganan menos. En realidad, redistribuye el ingreso a la inversa.

Los alegatos de que quienes ganan los ingresos más altos no pagan su “parte justa” de impuestos, son un pilar de la tergiversación de la izquierda política. Y cuando los hechos, como la lejanamente justificable desproporción de cargas del impuesto al ingreso, se meten en medio de la narrativa, todos ellos se sumergen en defensas falaces que igualmente tergiversan los impuestos estatales y locales y el Seguro Social.
Desafortunadamente, si bien eso ilustra qué tan importante es para su agenda quitarles el dinero a muchas otras personas, también ilustra qué tan poco importante es la verdad para avanzarla.

Gary M. Galles es profesor de economía en la Universidad Pepperdine. Sus libros recientes incluyen Faulty Premises, Faulty Policies (2014) y Apostle of Peace (2013). Es miembro de la facultad de la Fundación para la Educación Económica (FEE).