Cuando los gobiernos les prohíben algo a sus ciudadanos, incluso usando toda su fuerza para imponerlo, si el ciudadano no lo quiere, seguirá haciéndolo o comprándolo o vendiéndolo o prohijándolo, si esa es su voluntad. Es una lección que muchos políticos y ciudadanos bien intencionados con frecuencia ignoran y, al imponerlas sobre las personas, terminan en un fracaso, eso sí, con un mayor costo para los individuos.

6 COSAS QUE APRENDIMOS DE LA PROHIBICIÓN

Por John Phelan
Fundación para la Educación Económica
Jueves 5 de diciembre del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/6-things-we...om-prohibition

En un libro acerca de prohibiciones, John Meadowcroft del King’s College de Londres ofrece varias “lecciones genéricas y consecuencias” de esa práctica.


Hace poco más de 100 años (el 28 de octubre de 1919), la Ley Nacional de Prohibición (National Prohibition Act) se convirtió en ley. Mejor conocida como la Ley Volstead, prohibió la manufactura, transporte y venta de bebidas alcohólicas en Estados Unidos.

La prohibición fracasó en acabar con el consumo de alcohol y fue derogada el 5 de diciembre de 1933. En un libro acerca de prohibiciones (prohibitions), John Meadowcroft del King’s College de Londres ofrece varias “lecciones genéricas y consecuencias.” La experiencia de Estados Unidos con la Prohibición ilustra a todas.

1. LOS GRUPOS DE INTERÉS SON CRUCIALES PARA LA PROHIBICIÓN

No había un clamor para la Prohibición. En cambio, fue impulsada por una coalición dedicada, la cual contenía a grupos como la Liga Anti Bares y el Sindicato de Temperancia de Mujeres Cristianas.

Ilustrando un aspecto de lo que Mancur Olson llamó The Logic of Collective Action [La lógica de la acción colectiva], los beneficios previstos de la Prohibición se sintieron con mayor fuerza en el comparativamente del pequeño número de prohibicionistas, que como lo fueron los costos eventuales para todos los demás. Como resultado, los prohibicionistas pudieron desplegar un poder político desproporcionado.

Los prohibicionistas tuvieron que sobrepasar el “principio del daño” de John Stuart Mill ̶ que las acciones de los individuos sólo deberían limitarse a prevenir el daño a otros individuos. Aseveraron que las “externalidades negativas,” o el daño que el consumo de alcohol por una persona causaba en otras, justificaban la Prohibición. El diputado Richmond Hobson (demócrata de Alabama) dijo que el alcohol

“…reduce de manera aterradora el estándar de eficiencia de la Nación, reduciendo enormemente la riqueza nacional, lo que trae consigo sorprendentes cargas de impuestos, obstaculizando al publico en el cuido contra el crimen, el pauperismo y la locura.”

Había pocos males sociales que no fueran achacados al alcohol.

2. LA PROHIBICIÓN CRIMINALIZA A PERSONAS QUE, DE OTRA FORMA, NO SERÍAN CRIMINALES

Prohibir la oferta no removió la demanda. En vez de ello, personas obedientes de la ley, incapaces de entender por qué tomarse una cerveza o un whiskey debería ser ilegal, de la noche al día se convirtieron en criminales.

Eliot Ness, el policía de la Prohibición que derribó a Al Capone, lo recordó así:

“Las dudas corrían por mi mente cuando consideraba la posibilidad de aplicar una ley que la mayoría de ciudadanos honestos no parecía querer.”

En 1931, la Comisión Nacional de Observación y Cumplimiento de la Ley (conocida como la Comisión Wickersham) -establecida por el presidente Hoover para investigar la puesta en práctica de las leyes de Prohibición- concluyó en que:

“Es evidente que… gente rica, empresarios y profesionales y sus familias, y, tal vez, el trabajador de más paga y sus familias, están bebiendo en grandes números con un deprecio francamente alto de la política declarada por la Ley de Prohibición Nacional.”

3. LA PROHIBICIÓN PONE A LOS MERCADOS EN MANOS DE CRIMINALES

Ante una demanda persistente, prohibir la oferta de bebidas alcohólicas simplemente la pone en manos de criminales.

Las autoridades federales estimaron que, en 1927, las operaciones ilegales de Al Capone estaban generando alrededor de $60 millones al año de ingresos totales ̶ alrededor de $873 millones de hoy. La Comisión Wickersham encontró que el contrabando del alcohol era tan rentable que, para obtener una ganancia, sólo un barco de cada cinco tendría que llegar a tierra.

Valía la pena luchar por estas ganancias. La tasa de homicidios saltó dramáticamente. En el segundo año de Prohibición, 1921, subió 19 por ciento hasta 8.8 homicidios por cada 100.000 personas, la mayor tasa jamás registrada en ese tiempo. Como lo hace ver el economista Burton A. Abrams,

“Durante los diez años previos a la Prohibición, la tasa de homicidios promedió 6.1 por cada 100.000 personas; durante los diez años posteriores a la terminación de la Prohibición, promedió un 7.0 por ciento. Durante los catorce años de Prohibición, promedió 8.4. La tasa de homicidios en el último año de la Prohibición, 1933, fue de 9.7, una tasa que los Estados Unidos no vería de nuevo durante cuatro décadas.”

Él calcula que la Prohibición resultó en 29.000 homicidios adicionales, aproximadamente igual que las muertes estadounidenses durante la Guerra de Corea.

4. LA PROHIBICIÓN AUMENTA LOS RIESGOS DE ACTIVIDADES YA RIESGOSAS

Al hacer ilegal la bebida, la Prohibición también la hizo más peligrosa.

La gente bebió con mayor peligro. El uso extensivo -pequeñas dosis a lo largo del tiempo- es más posible que sea detectado que el uso intensivo -una dosis grande consumida en un momento- así que el trago al acostarse fue reemplazado por la borrachera ocasional.

Los productores y los consumidores cambiaron hacia bebidas más potentes. Mil pintas de whiskey [Nota del traductor: una pinta se aproxima a medio litro] se vendían en más que mil pintas de cerveza, pero era más fácil de ocultar. Los contrabandistas tenían el incentivo para producir licor fuerte, en vez de cerveza y vino. La potencia de la mayoría de las bebidas alcohólicos se elevó entre un 50 y un 100 por ciento, comparado con ya fuera antes, como después, de la Prohibición. Y, como porcentaje del total de ventas de alcohol, el gasto en espíritus destilados aumentó desde alrededor de un 40 por ciento antes de la Prohibición, a cerca de un 90 por ciento en 1922, manteniéndose por encima del 70 por ciento hasta que la ley fue derogada.

También, el producto se hizo más peligroso. Algunos productores usaron alcohol metílico. En pequeñas cantidades, eso hacía que el licor más aguado supiera más potente, pero, con sólo dosis ligeramente más grandes, podía enceguecer e incluso matar a un cliente. Algunos productores de licor de contrabando usaron radiadores de automóviles que tenían plomo para condensar los vapores del alcohol, conduciendo al envenenamiento por plomo. Y con poca cosa en cuanto a marcas, los consumidores no estaban en capacidad de señalar un producto confiable como distinto de uno peligroso.

A principios de 1930, la revista Outlook and Independent escribió:

“La Metropolitan Life Insurance Company ha publicado el hecho de que la tasa de muerte por el alcohol entre sus diecinueve millones de asegurados ha aumentado casi un seiscientos por ciento durante los últimos diez años ̶ el doble de lo que era en 1918 y aproximadamente la misma de los años que la precedieron. Esto remueve la última duda en la mente de cualquier persona razonable, de que el momento ha llegado para derogar la Enmienda Dieciocho.”

Durante la Prohibición, la tasa de muerte de envenenamiento agudo por alcohol (debido a sobredosis) fue más de 30 veces mayor que la de hoy.

5. LA PROHIBICIÓN DESVÍA RECURSOS PARA LA APLICACIÓN DE LA LEY

Una ley con la cual poca gente está de acuerdo, para tener éxito requiere de una aplicación masiva.

El número de policías de la Prohibición aproximadamente se duplicó entre 1920 y 1930. Para 1930, los juicios en las cortes federales, basados en la Ley de Prohibición, fueron ocho veces el número total de todos los juicios federales en 1914. Entre 1914 y 1930, el número de convictos federales se elevó de 4.000 a cerca de 12.500, con más de la mitad de ese crecimiento debido a violaciones de la Ley de Prohibición. El gasto federal en prisiones aumentó en un 1.000 por ciento entre 1915 y 1932. Tan abrumadas estaban las cortes que, en 1930, casi el 90 por ciento de las convicciones por la Prohibición, asumió la forma de acuerdo con los defendidos, que se declaraban culpables de ofensas menores a cambio de penas ligeras. En las ciudades, sólo el cinco por ciento de las convicciones resultaron en alguna forma de prisión.

Esos fueron recursos dedicados a detener a productores y consumidores para que dejaran de hacer transacciones voluntariamente. No estuvieron disponibles para la investigación de crímenes que dañaban a terceros.

Y eso no fue suficiente. En 1925, 280 policías federales fueron asignados a prevenir el contrabando a través de las 3.700 millas de fronteras terrestres. La Comisión Wickersham hizo ver que, prevenir efectivamente ese contrabando a través de las fronteras, requeriría cinco o seis veces más que esos policías. Un alto funcionario federal de aplicación de la ley estimó que, en 1925, se interceptó alrededor de sólo un cinco por ciento de todo el licor contrabandeado.

6. LA PROHIBICIÓN CASI NUNCA FUNCIONA

A pesar del esfuerzo, la Prohibición fracasó en acabar con el consumo de alcohol.

El economista Clark Warburton estimó que, para 1925, el consumo de alcohol fue alrededor del 65 por ciento de las tasas pre Prohibición y exactamente más del 70 por ciento en 1929. Las muertes por alcoholismo por cada 1.000, aunque permanecieron por debajo del nivel de 1911 de 0.040, saltaron desde 0.006 en 1920 a 0.034 en 1929.

No sólo había fracasado la Prohibición, sino que, también, causó y exacerbó un conjunto de problemas sociales, generando exactamente el tipo de “externalidades negativas” que, en primer lugar, se había encomendado. Nacionalmente, el 73 por ciento de los votantes favorecían la revocatoria. Junto con la Vigésima Primera Enmienda constitucional de los Estados Unidos, la Decimoctava Enmienda se convirtió en la única que haya sido revocada. Se acabó el “noble experimento.”

John Phelan es un economista de the Center of the American Experiment y compañero de The Cobden Centre.