Los gobernantes totalitarios de todo el mundo adoptan la nueva tecnología de información para apretar más a sus súbditos. Por supuesto, siempre dirán que lo hacen con el mejor de los propósitos; por ejemplo, tomar mejores decisiones en el gobierno, pero esas “mejores decisiones” son, en esas dictaduras, para oprimir más a los siervos del estado.

CHINA EXPORTA SU SISTEMA DE “CRÉDITO SOCIAL” A VENEZUELA

Por Doug Bandow

Acton Commentary
Acton Institute
8 de enero del 2020


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://acton.org/pub/commentary/202...stem-venezuela

La muerte de Mao Zedong hace 43 años, liberó al pueblo chino de su variedad idiosincrática de represión. La dramática entrada de la República Popular China (RPC) al sistema económico internacional transformó a China, sacó a cientos de millones de la pobreza y creó un nuevo poder mundial.

En contra de las esperanzas de muchos promotores del compromiso, la integración económica no trajo la liberalización política, aunque el control de la RPC se hizo menos que absoluto, La disensión cuidadosamente calibrada sólo podía ser expresada acerca de políticas, aunque uno no podía desafiar el control del Partido Comunista Chino (PCC). Los contactos con Occidente florecieron.

Luego vino Xi Jinping. El tiempo que él pasó en los Estados Unidos como estudiante pareció llenarle más de temor que de respeto. Desde que llegó a ser presidente en el 2013, ha consolidado su poder personal y fortalecido el control del PCC. En efecto, él ha revivido el maoísmo y el totalitarismo, intentando aplastar cualquier indicio de disensión.

Un millón o más de Uigures musulmanes se encuentran en campamentos de reeducación (reeducation). Una campaña nacional está en pleno despliegue para suprimir la fe religiosa, en un esfuerzo por convertir a las iglesias en sedes de propaganda (propaganda chambers) para el PCC. La censura de internet es más intensa; los intercambios académicos son más difíciles. La educación política está siendo reinstaurada para los estudiantes. Los periodistas están sujetos a pruebas de su lealtad al nuevo Emperador Rojo. Este último empujó al partido para que se deshiciera de límites a los mandatos para el presidente y quebró con el precedente, al encarcelar a antiguos altos funcionarios. Ahora nadie se imagina a Xi cediendo voluntariamente el poder, pues él sería un blanco obvio de represalia.

Tal vez la herramienta de represión más tenebrosa es el sistema de crédito social. El objetivo final parece ser un sistema unificado, mediante el cual el estado califica el comportamiento de la gente y las empresas, recompensando y castigando de acuerdo con esa calificación. El sistema esencialmente establecería una calificación del “crédito” para individuos y empresas. Sea un buen ciudadano y obtiene descuentos financieros, mejores términos en préstamos y la exención de requisitos de depósitos. Falle en satisfacer el criterio del estado y su hijo puede olvidarse de ingresar a una buena universidad. Si el gobierno juzga que usted está socialmente en quiebra, no puede comprar un tiquete para ferrocarril, alquilar una habitación en un hotel e incluso usar una tarjeta de crédito. En el futuro, se le puede prohibir tener citas en línea. Las empresas podrían ser tratadas similarmente, con un tratamiento dispar en términos de impuestos, crédito, compras públicas y más. El vocero del Ministerio de Comercio, Gao Feng, insistió en que el PCC simplemente intentaba “crear un ambiente legal para las empresas, que fuera más estandarizado, justo, transparente y predecible.”

Hoy, el proceso de crédito social permanece incompleto, una mezcla de listas negras del gobierno nacional, programas pilotos del gobierno local, regulación oficial de las empresas y sistemas de calificación privados. Charlie Campbell de Time describe “una mescolanza superpuesta de sistemas comerciales y manejados por el estado.” Sin embargo, es posible que en el futuro se ejercite un control más opresivo del gobierno central. Ya comunidades han estado apuntando a creyentes religiosos. Extirpar la fe religiosa es algo importante en la lista de prioridades de Beijing, a la par de exigir la servidumbre política. Hoy en día, los chinos buscan ampliar sus calificaciones, demostrando su lealtad a Xi y al PCC. Es más, señaló Campbell, “En una región, los vecindarios disponen de vigilantes dedicados a registrar obras y fechorías.”
Se espera que el sistema de crédito social se convierta en el medio supremo de control político.

Una cantidad de empresas chinas está involucrada en hacer que el sistema funcione en la práctica. Una es la Corporación ZTE, que ha trabajado en el sistema de “tarjetas inteligentes” usando IRF (identificación por radio-frecuencia) y códigos RR (Respuesta Rápida). Para mala fortuna, Beijing está obteniendo ganancias tanto políticas como económicas, exportando este sistema.

En años recientes, el régimen ha estado promoviendo lo que llama el Consenso de Beijing, en oposición al Consenso de Washington. La RPC ofrece la posibilidad de desarrollarse económicamente al lado de la dictadura política. Países como Zimbabue, Birmania y Sudán, bajo sanciones de Occidente, se voltearon ávidamente hacia la RPC. No obstante, la relación no se ha dado sin controversia, pues Beijing poco lleva a cabo como caridad. Por ejemplo, en Birmania los militares querían aliviar el fuerte abrazo de China y permitir un grado de democracia, para terminar con el cordon sanitaire económico de Occidente. En Zambia, China se convirtió en un tema electoral y contribuyó a la derrota del gobierno.

Sin embargo, algunas dictaduras en el mundo en desarrollo continúan estando dispuestas a sacrificar la soberanía por el control. Hace una década, Hugo Chávez de Venezuela envió funcionarios a China para que aprendieran acerca de su programa nacional de identificación. El sistema de la RPC se esperaba que hiciera más que identificar a participantes, con planes para monitorear y registrar el comportamiento. Inicialmente, el gobierno de Chávez contrató una firma cubana en $172 millones, para que hiciera millones de tarjetas de identidad.

Un miembro de la delegación venezolana, Anthony Daquín, el máximo asesor de información del ministerio de justicia, le dijo a Reuters, “Lo que vimos en China cambió todo.” Él reconoció la amenaza potencial a la libertad, señalando que los funcionarios “estaban buscando tener el control ciudadano.” Cuando Daquín planteó estas preocupaciones, fue detenido y vapuleado. Después de que, en esencia, compró su liberación a sus agentes de seguridad, huyó hacia el exterior.

En los años siguientes no pasó mucho. El régimen de Caracas era espectacularmente incompetente y corrupto, y parecía ser capaz de hacer poco más que destrozar la economía y el orden social. La muerte de Chávez, en el 2013, también, creó inestabilidad política, cuando el régimen trató desesperadamente de mantener el poder, manipulando las reglas y oprimiendo a sus opositores.

A pesar de lo anterior, la pesadilla de 1984 reemergió hace tres años, cuando, de nuevo, el gobierno consideró crear su propio sistema de crédito social. El año pasado, el gobierno venezolano -enviado a la quiebra, más por sus propias tonterías socialistas, que por sanciones de los Estados Unidos- contrató a la Corporación ZTE para que creara un sistema de identificación que protegiera la “seguridad nacional.” Con la comida escasa, con medicinas inexistentes y la inflación más allá de cualquier medición, el régimen de Nicolás Maduro está gastando $70 millones para crear una base nacional de datos y un sistema de pagos móviles. “Un equipo de empleados de la ZTE está ahora involucrado dentro de una unidad especial de CANTV, la empresa estatal de telecomunicaciones, que administra la base de datos,” reportó Reuters.

Nadie cree en la inocencia del programa. Ya el gobierno distribuye cajas de alimentos fuertemente subsidiados para obtener ventaja política. Los amigotes de Maduro, bajo asedio en la casa y en el exterior, casi que con certeza están buscando monitorear a los venezolanos y mejorar la habilidad del gobierno para recompensar y castigar de acuerdo con él. El sistema, reportó Reuters, “almacena detalles como fechas de nacimiento, información de la familia, empleo e ingreso, propiedad que se posee, historia médica, beneficios estatales recibidos, presencia en medios sociales, membresía en un partido político y si la persona votó.” Esta información obviamente es útil para un gobierno represivo y, en consecuencia, un peligro para los individuos.

Maduro ha estado urgiendo a los venezolanos para que firmen pidiendo la tarjeta de identidad para “construir la nueva Venezuela.” Aun cuando su régimen ha hecho más por destruir que por crear, millones han seguido su consejo. Por supuesto, el régimen ha recompensado a aquellos que lo hicieron y castigado a quienes no lo hicieron. Los empleados gubernamentales encaran presiones especiales para que se unan; los beneficios públicos, incluyendo el cuido de la salud y el pago de pensiones, requieren de aquella firma. La legisladora de la oposición, Mariela Magallanes, le dijo a Reuters que “el gobierno sabe exactamente quien es el más vulnerable para presionarlo.” Un anterior ministro del gobierno de Chávez, Héctor Navarro, llamó “chantaje” al plan, advirtiendo que “los venezolanos con tarjetas tienen ahora más derechos que sin ellas.”

Reuters contactó a la cabeza de la unidad en Venezuela de la ZTE, quien dijo que no se han quebrantado leyes y que le empresa no tenía control sobre el uso que haga Caracas de la tecnología, que la empresa no estaba respaldando al gobierno, sino simplemente “desarrollando nuestro mercado.” Esto puede ser verdad, pero también es irrelevante. ZTE entiende cómo es posible que el régimen de Maduro abuse del sistema. Y la política de Beijing es apoyar a gobernantes totalitarios como Maduro, quien públicamente le agradeció a la RPC por su asistencia. En efecto, al menos parte del financiamiento proviene del programa bilateral Fondo Conjunto Venezuela China. El “Consenso de Beijing” está dando otro giro feo.

No existe una respuesta política simple para el retorno del PCC hacia el totalitarismo maoísta. Contra las afirmaciones de algunos, Estados Unidos tiene pocos medios para transformar políticamente, por la fuerza, a otras naciones, en especial a un gran poder con armas nucleares. Y, habiendo fallado en sus esfuerzos por sacar a Maduro, Washington es incapaz de detener el esfuerzo chino por fortalecer la opresión en Venezuela ̶ o que no expanda esos sistemas a otros lados.

Aun así, el deseo de libertad dado por Dios persiste alrededor del mundo. Es importante que los estadounidenses nunca dejen de apoyar la vida humana, la libertad y la dignidad. Algún día, esperamos y oramos, las victimas oprimidas por China y sus tiranos aliados, recibirán justicia y disfrutarán de un mejor futuro.

Crédito por la imagen presentada: Fabio Rodrigues/ABr (CC BY 3.0). Imagen recortada.

Doug Bandow es compañero senior del Instituto Cato y previamente Asistente especial del presidente Ronald Reagan. Es autor de Foreign Follies: America’s New Global Empire.