Me acuerdo cuando aquí cuando, a principios de los setentas, se alababa al gobierno rumano de Ceausescu e incluso hasta hubo un negociado de intercambio de máquinas eléctricas rumanas para el tren a Puntarenas, a cambio de café. Las máquinas al tiempo no servían según se había dicho que lo haría la maravillosa industria rumana. Bueno, el propio pueblo rumano resolvió que hacer ante un gobierno tiránico, como todo socialismo.

ASCENSO Y CAÍDA DE NICOLAE CEAUSESCU, “EL FUEHRER RUMANO”

Por Doug Bandow

Fundación para la Educación Económica
Miércoles 25 de diciembre del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/the-rise-an...anian-fuehrer/

Al aproximarnos a un nuevo año, deberíamos recordar que la vigilancia eterna es verdaderamente el precio de la liberad

Tradicionalmente, la Navidad es un período de reflexión en paz y una apreciación tranquila del año que está desapareciendo con rapidez. En 1989, hubo mucho que contemplar.

El símbolo más dramático de la tiranía totalitaria, el Muro de Berlín, cayó dramáticamente (fell dramatically). El Imperio del Mal, como describió memorablemente Ronald Reagan a la Unión Soviética, se estaba disolviendo. Se acabaron los satélites soviéticos: Polonia, Hungría, Checoeslovaquia, Alemania del Este y Bulgaria, todos, defenestraron a sus gobernantes comunistas. Incluso las repúblicas soviéticas estaban impacientes, en camino de salir de la unión dominada por Rusia. Lituania estaba tan sólo a un par de meses de declarar su independencia.

Hasta el despiadado estado totalitario creado por el dictador y la dictadora de Rumanía, Nicolae y Elena Ceausescu, se había acabado. Y fueron sometidos a la justicia después de 34 años en el poder. Fue imperfecta, pero justicia, al fin y al cabo.

EL ASCENSO DE CEAUSESCU

Nicolae era miembro de la juventud comunista. Fue arrestado y puesto en prisión múltiples veces. Su fotografía para la ficha policial en 1936, a una edad de 18, todavía aparece en la internet. Su país pasó de ser una monarquía tradicional a una democracia en problemas, pasando por una dictadura real hasta el control militar de territorio ocupado. En la Primera Guerra Mundial, Bucarest había ganado territorio tomado de los Imperios Austro-Húngaro y Ruso, que se desintegraban. Al aproximarse la Segunda Guerra Mundial, Rumanía perdió esas tierras. Al principio aliada con los nazis, Bucarest cambió de lado en 1944, pero, aun así, fue dominada por la conquistadora Unión Soviética, la que estableció un gobierno comunista.

Ceausescu se elevó a lo interno del sistema, llegando a ser secretario general del partido en 1965 y presidente en 1967. Al principio tendió a ser liberal, mitigando la censura y denunciando la invasión de Checoeslovaquia dirigida por los soviéticos. Pero, en 1971, retrocedió, imitando a los comunistas chinos, al emitir las Tesis de Julio (July Theses) e imponer el “Humanismo Socialista,” el máximo contrasentido.

Rivalizó con Enver Hoxha de Albania en cuanto a establecer el estado comunista más totalitario de Europa, a la vez que mantenía independencia de Moscú. En efecto, Ceausescu se convirtió en el comunista favorito (favorite communist) de Occidente, a pesar de la devastación que le causó a su propio pueblo.

Sus políticas económicas probaron ser desastrosas, destruyendo el estándar de vida de su pueblo, aunque no el suyo. Estableció un culto a la personalidad, raro en los estados comunistas europeos. Entre sus títulos estaban los de “Líder” y “Genio de los Cárpatos.” Su esposa, Elena -quien pretendió ser una científica erudita- llenó un rol político de alto perfil, junto con su hijo Nicu, quien esperaba ser el sucesor de aquel. (Los rumanos hacían chistes acerca de desarrollo del “socialismo en familia,” en vez de un país.)

La familia demostró su rapacidad única durante una visita de estado a Francia en 1978, cuando los Ceausescus saquearon sus habitaciones en el Palacio de los Elíseos, comportándose como “ladrones,” se quejaron los franceses. El presidente Valery Giscard d’Estaing entonces le advirtió a la Reina Isabel, cuyo país era el siguiente en el itinerario de los Ceausescus. El Palacio de Buckingham escondió los cepillos de plata y muchas otras cosas.

EL COLAPSO DEL COMUNISMO

Hasta que llegó Rumanía, todos los satélites soviéticos colapsaron pacíficamente. Erich Honecker, Secretario General del Partido Comunista de Alemania Oriental, se reportó que estaba dispuesto a disparar, pero, en vez de ello, él fue el “retirado.” A diferencia de otros líderes de Europa del Este, Nicolae Ceausescu estaba determinado a mantener el control independientemente del costo humano. Lo aterrorizó la reforma en Polonia, que llevó a cabo la primera elección libre moderna en la región, y pidió una invasión por el Pacto de Varsovia. No es de extrañar que Mikhail Gorbachev llamara a Ceausescu, “el fuehrer rumano.”

El factor más crítico que terminó con el comunismo como sistema de gobierno, fue la decisión de Gorbachev de mantener al Ejército Rojo en sus cuarteles. Los líderes comunistas de Europa del Este eran principalmente apparatchiks cobardes, quienes querían que alguien más hiciera el trabajo sucio. Especialmente porque no podían confiar en los militares de sus países para que ejecutaran las órdenes de suprimir las protestas populares.

Ceausescu no era tan aprensivo. Dejó claro que la apertura [glasnost] de la Unión Soviética y la perestroika no tendrían lugar en Rumanía. Demostró su crueldad cuando estallaron demostraciones a mediados de diciembre de 1989 en Timisoara, la que tenía una mayoría étnica húngara. La gente se reunió para proteger a un ministro amenazado por su crítica al régimen, pero expandió sus protestas para apuntar hacia Ceausescu. El 17, las fuerzas de seguridad empezaron a dispararles a los manifestantes. Decenas murieron, cientos fueron heridos y las noticias de las atrocidades se expandieron por todo el país.

Para reafirmar el control, el simultáneamente arrogante y despistado Ceausescu convocó a una gran demostración en Bucarest para el 21 (proclamada como un “movimiento de apoyo espontáneo al dictador). Empezó su arenga usual a la aparentemente dócil muchedumbre, que tenía carteles y fotos de él y de Elena. Luego, lo impensable sucedió: la gente empezó a abuchearlo y le silenciaron.

Su cara reflejó la conmoción, en tanto que buscó calmar a la muchedumbre, moviendo su mano derecha y gritando, “mantengan la calma.” Temporalmente el orden regresó, tan sólo para luego dar campo a protestas aún más furibundas. Eventualmente huyó del balcón, tomando refugio en lo que eran las sedes del Comité Central del Partido Comunista.

LA CAÍDA DE CEAUSESCU

Esa noche, las fuerzas de seguridad batallaron contra la gente en las calles de Bucarest. Al día siguiente, las protestas se habían expandido por todo el país. Ceausescu buscó dirigirse de nuevo a las masas reunidas, tan sólo para ser recibido con una avalancha de piedras y otros objetos. Los Ceausescus luego huyeron en un helicóptero desde la azotea del edificio, al irrumpir la muchedumbre en el edificio de la sede. La pareja fugitiva dejó atrás a la capital, pero más tarde, ese día, fue capturada.

Los manifestantes estaban “abrumados de alegría” al desintegrarse el régimen, observó un oficial. Pero, la policía secreta, o Securitate, buscó recuperar el control. Sin embargo, el ejército se volcó contra los Ceausescus y luchó contra la policía.

Permanece sin decidirse si la batalla fue una revolución sin guion o un espectáculo organizado por los líderes del partido comunista determinados a asumir el poder. (Esa última acusación condujo al enjuiciamiento por crímenes contra la humanidad a incios de este año (the indictment earlier this year) del anciano de 89 años Ion Iliescu, anterior funcionario comunista que llegó a ser el primer presidente electo de Rumanía,. Todavía el juicio está pendiente). Casi 1.000 personas murieron y más de 2.100 resultaron heridas en las batallas confusas que continuaron por días en todo el país.

Pero, el tiempo que Ceausescu estuvo en el poder se había terminado. Esa Navidad, Nicolae y Elena enfrentaron una corte marcial improvisada, que fue capturada en una cinta. En un juicio que duró 55 minutos, se les encontró culpables de cometer genocidio, subvertir el poder del estado, destruir la propiedad pública, minar la economía nacional e intentar huir de Rumanía con fondos públicos. Se ofreció poca evidencia, pero, el horror de su gobierno era evidente para todos. Los abogados nombrados para ellos se unieron a la fiscalía en alegar que los Ceausescus eran culpables de crímenes capitales. Estos fueron sentenciado a muerte.

El resultado había sido predestinado. El general Víctor Stanculescu ya había escogido el escuadrón de muerte y la ubicación adonde se ejecutaría la sentencia. Los prisioneros iban atados, con Elena gritando “vergüenza” y alegando que ella había criado a los soldados como su madre. Cientos de soldados se ofrecieron de voluntarios para la escuadra que los ejecutaría; un oficial reportó que “todos querían disparar.” Quienes fueron elegidos no esperaron las órdenes de disparar y lo hicieron varias veces. Los previos dictador y dictadora fueron impactados por 120 balas. Sus cuerpos fueron enterrados de nuevo en una cripta familiar en el 2010, ampliamente olvidados por el mundo, pero no por los rumanos.

El espectáculo del enjuiciamiento fue “muy vergonzoso, pero necesario,” aseveró (argued) Iliescu. Similarmente, Stanculescu dijo que el juicio fue “injusto, pero necesario.” Él creía que un linchamiento público era la alternativa. O que serían rescatados por la Securitate, como muchos temieron y los Ceausescus esperaron.

Por primera vez en décadas, los rumanos pudieron celebrar la Navidad. Y ellos tenían algo serio que celebrar. Un reino tiránico, desastroso y horripilante de 34 años había llegado a un ignominioso final.

Han pasado treinta años, pero es importante nunca olvidar el mal que hombres y mujeres pueden cometer. Y cómo las peores tendencias son exacerbadas por el poder, especialmente el poder absoluto. Al acercarnos a un fin de año, deberíamos recordar, como a menudo se ha dicho, que la vigilancia eterna es verdaderamente el precio de la libertad.

Doug Bandow es compañero senior del Instituto Cato y autor de numerosos libros acerca de economía y política. Él escribe regularmente acerca de la no intervención militar.