Un artículo sumamente interesante acerca de algunos estudios y planteamientos del economista coautor del libro El Otro Sendero, en donde explica, entre otras cosas, la formación de capital en economías subterráneas.

UN ECONOMISTA PERUANO DESAFÍA AL CONSENSO SOCIALISTA ACERCA DE LA DESIGUALDAD

Por Madeleine Kearns

National Review
11 de diciembre del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja, si es de su interés puede verlo en https://www.nationalreview.com/2019/...homas-piketty/

Hernando de Soto ha lanzado dudas acerca de las conclusiones económicas y soluciones radicales impulsadas por Thomas Piketty y otros estudiosos progresistas.

El socialismo es una simplificación excesiva de un problema y una sobreestimación de la capacidad del estado para corregirlo. Aún así, su popularidad parece no extinguirse.

El Economista ha hablado de (has spoken of) “socialistas de la generación milenaria,” que están “efervescentes de ideas” y con la esperanza de “ponerlas en práctica, ya sea bajo el presidente Bernie Sanders o del primer ministro Jeremy Corbyn.” Las ideas en cuestión ya deberían ser familiares para aquellos que han estado poniéndole atención a la política durante los últimos años:

“En primer lugar [los socialistas de la generación milenaria] quieren un gasto gubernamental vastamente mayor, para proveer, entre otras cosas, el cuido universal de la salud gratuito, una mucho más generosa red de seguridad social y un ‘Nuevo Trato Verde’ para acabar con las emisiones de dióxido de carbono. En segundo término, muchos claman por una política monetaria más expansiva, para reducir el costo de financiar esos planes.

El tercer planteamiento de su pensamiento es el más radical. La idea subyacente es que el capitalismo no sólo produce pobreza y desigualdad (aunque lo hace), sino que eso, al obligar a la gente a competir entre sí, también les roba de su dignidad y libertad.”

Ciertamente es verdad que tales activistas asumen una visión “radical” de los sistemas capitalistas alrededor del mundo. También es cierto que la pobreza es un problema que dichos sistemas, por mucho tiempo, han tratado de enfrentar, por razones obvias: Una sociedad cuyos miembros no tienen lo suficiente para funcionar o florecer, es una sociedad en problemas. Pero, el debate económico existencial generalmente se enmarca en términos de desigualdad, no de escasez ̶ y, cuando se trata de desigualdad, los hechos bien pueden no estar del lado de los socialistas.

El catalizador del debate actual acerca de la desigualdad fue el ampliamente celebrado libro del 2013 Capital in the Twenty-First Century (El capital en el siglo XXI), del economista francés Thomas Piketty. El éxito de ventas de Piketty examinó la desigualdad de la riqueza y del ingreso en Europa y Estados Unidos a partir de 1700. Arguyó que la distribución de la riqueza es una característica “mecánica” del capitalismo y predijo que la desigualdad tan sólo continuaría elevándose, conduciendo a una miseria, violencia y guerras inevitables. Otros economistas progresistas edificaron sobre los hallazgos de Piketty. Por ejemplo, The World Inequality Lab (Laboratorio sobre la Desigualdad Mundial), ha aseverado que el bache entre los ciudadanos más ricos del mundo y los más pobres se ampliado significativamente durante la década pasada.

Desafortunadamente para Piketty y sus acólitos, investigación conducida en países en desarrollo por otros economistas, ha hecho ver fallas en sus supuestos y soluciones propuestas. El economista peruano, Hernando de Soto Polar, presidente del Instituto por la Libertad y la Democracia (ILD), basado en Lima, hizo un fuerte desafío temprano a los supuestos básicos de hechos y a la conclusión apocalíptica, en un artículo ampliamente discutido en el 2015 (a much-discussed 2015 article). Piketty ha sugerido que sus pronunciamientos se basan en siglos de tendencias económicas globales. Pero, es difícil disponer de datos históricos confiables de ingreso y riqueza en los países en desarrollo y en miembros del antiguo bloque soviético, los que responden a aproximadamente un 90 por ciento de la población mundial. De Soto criticó a Piketty por extrapolar indicadores europeos en países en desarrollo en un aparente esfuerzo por guardar las apariencias acerca de este problema. Los resultados, aseveró él, han inducido al error, pues en tales países la gente a menudo produce y mantiene su capital informalmente, impidiendo que sean registrados en las estadísticas oficiales.

A diferencia de Piketty, de Soto tiene mucha experiencia conduciendo investigación económica en el sitio en el mundo en desarrollo. El ILD ha conducido investigaciones en países en donde la miseria, la violencia y la guerra son rampantes. Por ejemplo, en el 2004, un equipo del ILD fue de puerta en puerta en Egipto, recolectando datos sobre el ingreso y la riqueza. Descubrió que casi 22.5 millones de trabajadores en Egipto ganaban no sólo $20 miles de millones en salarios, sino también $18 miles de millones en rendimientos de su capital no registrado, y que los trabajadores egipcios poseían un estimado de $360 miles de millones en bienes raíces no registrados. De acuerdo con de Soto, Piketty, al mirar sólo a estadísticas oficiales y extrapoladas, no había tomado todo esto en consideración.

Un artículo más reciente (more recent article), en la última edición de The Economist, esboza nueva investigación que desafía aún más a los supuestos subyacentes en el trabajo de Piketty. “Un reciente documento de trabajo de Gerald Auten y David Splinter, respectivamente economistas del Ministerio de Hacienda y del Comité Conjunto del Congreso acerca de Impuestos de los Estados Unidos, arriba a una nueva conclusión impactante,” dice el artículo. “Encuentra que, después de ajustar por impuestos y transferencias, apenas ha cambiado desde los años sesenta la porción del ingreso del 1 por ciento más elevado de los Estados Unidos.” Con posterioridad, los editores advierten acerca de “una variación enorme en el crecimiento a largo plazo de los ingresos medios” y sensatamente sugieren que, quienes hacen las políticas, “procedan con cautela” al manejar “un problema que es entendido tan sólo parcialmente.”

Ese es un consejo sabio. Y, si bien puede nadar contra la corriente de los activistas socialistas que urgen una transformación radical del orden global capitalista, también puede concordar mejor con los deseos de aquellos que los socialistas alegan querer ayudar. En su refutación a Piketty, De Soto, citando la investigación del ILD en Oriente Medio y en el Norte de África, concluyó que los recientes levantamientos en esas regiones no iban dirigidos contra el capital, sino para satisfacer demandas de más de él. De Soto cita la autoinmolación del ciudadano tunecino, Mohamed Bouazizi, que desató la Primavera Árabe en el 2010, como el ejemplo por excelencia de esas rebeliones pro mercado. Bouazizi no era un trabajador desempleado, como alegaron muchos comentaristas europeos; era dueño de un negocio cuya queja era que funcionarios corruptos le habían prohibido comerciar. El ILD entrevistó a otros que se auto inmolaron, pero que habían sobrevivido. Todos habían sido impulsados a intentar el suicidio al expropiárseles del poco capital que tenían. Para de Soto, entonces, en la raíz de la miseria y la violencia no está el capital, sino su carencia. Lo que frena el desarrollo en los países pobres es la inhabilidad de construir y proteger la riqueza.

La solución de de Soto a este problema es modesta: Él propone un sistema accesible para el público de registros de la propiedad. Predeciblemente, la solución de Piketty es más grandiosa: En el libro que primeramente le trajo la atención pública, aboga por un impuesto global a la riqueza de hasta un 2 por ciento, junto con un impuesto progresivo al ingreso de hasta un 80 por ciento. En su libro más reciente Capital and Ideology [Capital e Ideología] -actualmente disponible sólo en francés [Nota del traductor: también en español, como pueden ver], recomienda un impuesto del 90 por ciento a la riqueza para frenar la crisis de una desigualdad siempre creciente y se queja cerca del “propietarianismo,” que significa el “respeto absoluto a la propiedad privada” que aún está engranado en la mayoría de las sociedades democráticas.

Tal vez el contraste clave entre Piketty y de Soto yace en sus análisis de la riqueza en sí. Piketty trata a la riqueza como esencialmente material. Para de Soto, es más acerca de la mente que de la materia. Él cree que, dadas las condiciones correctas, la riqueza total crecerá, sacando a más y más gente de la pobreza ̶ y, tiene la esperanza, que consigne las teorías de Piketty al basurero de la historia.

Madeleine Kearns es compañera William F. Buckley en Periodismo Político del Instituto National Review. Ella es de Glasgow, Escocia, y es cantante profesional.