Recientemente varios amigos míos en la red, han estado discutiendo amistosa y respetuosamente en torno a la distribución de los ingresos. Por dicha razón, decidí traducir y compartir con ustedes este interesante comentario sobre parte del tema de la desigualdad, escrito por un destacado profesor y escritor de temas económicos y políticos, Bryan Caplan. Espero que lo disfruten (y sean pacientes algunos de mis amigos, pues hay lenguaje económico y estadístico con el que posiblemente no estén familiarizados, pero es una buena oportunidad para aprender cosas).

CREENCIAS SISTEMÁTICAMENTE SESGADAS ACERCA DE LA DESIGUALDAD

Por Bryan Caplan

Library of Economics and Liberty
Econ/Log
28 de mayo del 2015


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra destacada, si es de su interés puede verlo en https://www.econlib.org/archives/201...tically_3.html

Soy un economista político conductual (behavioral political economist). Pienso que la mayoría de los modelos de economía política no tienen valor. A menos que usted empiece con supuestos empíricamente sólidos acerca de la motivación y conocimiento del votante (voter cognition and motivation), está perdiendo el tiempo ̶ y el tiempo de todos los que lo leen. Lo que hace que mi posición sea estresantemente difícil es que los economistas conductuales extrañamente dejan de lado a la economía política (strangely neglect political economy). La mayoría de los académicos con las herramientas para arreglar la economía está ocupada en otra cosa.

Por fortuna, gracias a nobles excepciones, el clima intelectual lentamente está mejorando. Caso concreto: el nuevo artículo de Gimpelson y Treisman en el National Bureau of Economic Research (NBER) acerca de “Misperceiving Inequality” [Percibiendo Mal a la Desigualdad”]. El artículo es grandioso de principio a fin, pero he aquí algunas cosas destacadas.

Motivo:

“Y ¿qué si las masas tienen poca noción de cuánta riqueza han acumulado las elites y si el bache está creciendo o se está encogiendo? ¿Qué si incluso los ricos no pueden determinar qué tan fuerte es el motivo para que los pobres se amotinen? En tales casos, se evapora el ligamen claro entre los niveles verdaderos de desigualdad y los resultados políticos. El objetivo de este artículo es mostrar que tal incertidumbre y tergiversación son omnipresentes. Presentamos evidencia proveniente de encuestas en gran escala, que traspasan fronteras nacionales, cual es que, en años recientes, la gente ordinaria ha conocido poco acerca de la extensión de la desigualdad del ingreso en sus sociedades, de su tasa y dirección del cambio y adónde personalmente calzan en la distribución. Lo que piensan saber a menudo es errado. Este hallazgo es robusto para las fuentes de datos, definiciones e instrumentos de medición. Por ejemplo, las percepciones no son más exactas si las reinterpretamos como siendo acerca de la riqueza, en vez del ingreso.”

Divertido argumento autorreferente:

“Una inconsistencia extraña subyace en mucho de nuestra investigación reciente. Por una parte, las teorías asumen que los individuos perciben correctamente la distribución del ingreso. Por la otra, los académicos se quejan de que los datos disponibles para probar esas mismas teorías -en democracias desarrolladas y, aún más, en las sociedades más pobres, menos libres- son ‘cuestionables (Ahlquist y Wibbels, 2012) y ‘masivamente no confiables’ (Cramer, 2005). Pero, si los expertos alzan sus manos en señal de frustración por la calidad de los datos, es extraño que asuman que el público, en general, está mejor informado. Y, si los analistas se quejan de las cifras hoy disponibles -a pesar de las agencias estadísticas más sofisticadas que el mundo haya visto- la calidad de los datos ha de haber sido peor durante el apogeo en el siglo XIX de la revolución y la democratización.”

Conclusiones principales:

“Las implicaciones de este punto para las teorías de la redistribución, revolución y democratización, son de largo alcance. Si es que, del todo, estas han de ser retenidas, necesitan reformularse como teorías, no acerca de la desigualdad verdadera, sino acerca de las consecuencias de creencias en ello, sin ningún supuesto de que las dos coinciden. Mostramos que, aunque los niveles verdaderos de desigualdad -tal como son capturados mediante las mejores estimaciones actuales- no se relacionan con preferencias para la redistribución, como sí lo están los niveles percibidos de desigualdad… La tasa verdadera de pobreza se correlaciona tan sólo débilmente con el grado reportado de tensión entre ricos y pobres; pero, la tasa de pobreza percibida es un predictor fuerte de ese conflicto entre clases.”

Gimpelson y Treisman (G&T) descansan fuertemente en la encuesta del ISSP [siglas en inglés de International Social Survey Programme], que mostró respuestas de personas alrededor del mundo ante cinco diferentes distribuciones de ingresos; luego se les preguntó cuál de ellas describía mejor a su propio país. Resultados:

“La mayor parte del tiempo quienes respondieron resultó que estaban equivocados acerca de la distribución del ingreso de su país. Globalmente, 29 por ciento de quienes respondieron escogieron el diagrama ‘correcto’ si nos referimos al Gini del país posterior a impuestos y transferencias y un 24 por ciento señaló correctamente si usamos la medición previa a los impuestos y transferencias. Como referencia, una elección totalmente al azar entre las cinco respuestas posibles daría una respuesta correcta el 22.5 por ciento del tiempo en el caso de los ingresos post impuestos y transferencias, y un 20 por ciento del tiempo para ingresos previos a impuestos y transferencias. En otras palabras, quienes respondieron alrededor de todo el mundo, pudieron escoger el diagrama ‘correcto’ ligeramente poco más frecuentemente que lo que habrían logrado si hubieran elegido al azar.

[…]

¿Estuvo al menos cerca la mayoría de la gente? Para revisar esto, examinamos qué porción de quienes respondieron estaban a un diagrama de distancia del correcto (por ejemplo, si el diagrama correcto era B, medimos qué tan a menudo quienes respondieron eligieron A, B o C). Con sólo cinco opciones para escoger, arribar a un lugar de la opción correcta no era tarea muy difícil. Si escogieran al azar entre los cinco diagramas, quienes respondieron habrían estado dentro de un lugar del diagrama correcto, el 68 por ciento del tiempo, si se enfocaban en el ingreso post impuestos y transferencias y un 43 por ciento del tiempo, si se enfocaban en el ingreso pre impuestos y transferencias. De hecho, para el ingreso post impuestos y transferencias, el 69 por ciento del tiempo estuvo en lo correcto, solamente un punto porcentual mejor que si hubieran elegido al azar.”

G&T tienen un cuadro muy claro que resume las débiles correlaciones entre la desigualdad verdadera y la percibida. Dado que es difícil de leer, yo lo he transcrito.

El lector interesado puede encontrar el cuadro mencionado en https://www.econlib.org/archives/201...tically_3.html

G&T continúan mostrándonos que la gente alrededor del mundo se imagina que ellos están cerca de la mediana del ingreso. Poca gente piensa que son pobres y casi nadie piensa que son ricos. Sólo un 1% de la gente que es dueña de una segunda vivienda, ¡piensa que ellos están en el decil más alto de la distribución del ingreso del país!

“Poseer dos casas es usualmente un signo de riqueza. En todos los países LiTS (siglas en inglés de la encuesta del Banco Mundial, Life in Transition Survey), como máximo uno de cada cuatro que respondió, dijo que su familia poseía una segunda vivienda y, en todos, excepto tres países, la frecuencia fue menor a uno de cada seis. Aún así, la mayoría de tales dueños de propiedad no se considera a sí misma como especialmente rica. En promedio, 60 por ciento de los dueños de viviendas secundarias se ubicó a sí mismo en la mitad inferior de la distribución del ingreso. En Uzbekistán, sólo un tres por ciento de quienes respondieron vivía en familias con una segunda residencia; sin embargo, casi dos terceras partes de ellos pensó que sus ingresos eran menores a la mediana nacional. Tales anomalías eran algo más raras en los países desarrollados. Aún así, en Francia, Italia y Gran Bretaña, 40 por ciento o más de los poseedores de una segunda residencia, se ubicó a sí mismo en la mitad inferior de su país.”

Y ¿qué hay con cambios en la desigualdad? Aquí, la correlación entre la realidad y la creencia es, para ser exactos, negativa.

El cuadro “Tendencia en la Pobreza ̶ Percepción y Realidad, 2007-2010” se puede ver en https://www.econlib.org/archives/201...tically_3.html

No obstante, la parte mejor del artículo son las regresiones de apoyo para la redistribución sobre las medidas de desigualdad objetivas y subjetivas. Como lo sospecha cualquier político astuto, la percepción aplasta a la realidad.

“[N]inguno de los Ginis del ingreso verdadero antes o después de impuestos, está positivamente relacionado con el apoyo a la redistribución, ya sea tanto a nivel de país como de individuos. Sin embargo, la desigualdad percibida es altamente significativa en ambos casos. En los países en donde la desigualdad fue generalmente pensada como siendo mayor, más gente apoyaba la redistribución gubernamental. Pero, la demanda de redistribución no tuvo relación con el nivel verdadero de desigualdad. En efecto, dada la creencia promedio acerca de la desigualdad, una desigualdad verdadera más elevada estaba asociada con una menor demanda de redistribución. Separando las percepciones en sus componentes generales e idiosincráticos, hallamos un efecto más fuerte de la percepción general en el país que de las percepciones idiosincráticas del individuo. Aun así, ambos parecían importar en la forma esperada.”

Lo mismo sucede en cuanto al conflicto de clases percibido:

“A nivel de país, la desigualdad post impuestos y transferencias está asociada significativamente con una mayor tensión reportada entre clases, aunque la desigualdad pre impuestos y transferencias no lo estaba (Tabla 10, panel A). Sin embargo, el efecto de la desigualdad verdadera fue eclipsado por aquel de la desigualdad percibida, que fue alrededor de tres veces mayor. Y, el efecto de la desigualdad verdadera desaparece, si uno controla por el ingreso y la población del país (columna 5).”

“Percibir mal a la desigualdad” tiene otra lección, no declarada, acerca de la desigualdad. A saber: Un artículo que comprueba la conexión entre desigualdad objetiva y subjetiva vale mil veces que el que lo da por un hecho. Lea la cosa completa (Read the whole thing).

Bryan Caplan es profesor asociado de la Universidad George Mason y es autor de numerosos artículos y libros principalmente de economía política.