No es sólo acerca de Rumanía, sino que describe muchos acontecimientos de su época -allá en los ochentas y principios de los años noventa- y que nos ayudan a entender a muchos movimientos todavía vigentes en naciones, que intentan tomar el poder. Es extenso, pero vale la pena dedicarle un buen rato a la lectura de temas aún actuales por repetitivos y de cómo mucho de su origen arranca con el socialista italiano Gramsci, que algunos hoy pretenden resucitar.

LO QUE NICOLÁS CEAUSESCU (Y SU SOMBRÍA MUERTE) PUEDEN ENSEÑARNOS ACERCA DEL DESPOTISMO

Por Don Caldwell

Fundación para la Educación Económica
Sábado 30 de julio del 2016


Antes de su caída y rápida ejecución, el dictador de Rumanía, Nicolás Ceausescu, trató a sus súbditos como ratas de laboratorio.

Su policía secreta mantuvo archivos meticulosos acerca de las opiniones políticas de la gente, sus vidas sexuales, amigos y trabajo. Mantuvieron muestras de cada máquina de escribir a fin de identificar las cartas y manuscritos anónimos, y trataron de satisfacer la ambición de Ceausescu de intervenir a todo teléfono en el país. Continuamente actualizaron una lista negra con los nombres de gente de la cual no se podía hablar en voz alta o escribir algo, ni siquiera en crucigramas. Aterrorizados hasta la sumisión, un tercio de todos los rumanos informaban acerca de sus vecinos.

Las culturas minoritarias debían erradicarse. A los dos millones de húngaros en el país se les prohibió enseñar su lenguaje o su historia. A los germanos y a los judíos se les permitió emigrar a Alemania Occidental e Israel ̶ pero sólo si alguien pagaba rescate por ellos en moneda dura.
Ceausescu arrasó con iglesias y monasterios antiguos, edificios históricos y villas enteras, para construir su visión de una sociedad socialista llena de “complejos agroindustriales.” Él llamó “sistematización” al programa y una característica principal de él eran edificios altos de mala calidad para viviendas. A ningún cuarto en casa alguna se le permitió tener más de un bombillo de luz de 60 vatios.

La ciencia era sólo otra esfera de la vida para el control y manipulación gubernamental. Elena Ceausescu, la esposa del dictador, se hizo pasar como una científica. La literatura del partido la describía profusamente como “una notable científica de reputación mundial, quien hace una contribución inestimable al desarrollo de la ciencia, educación y cultura de nuestra tierra natal.” La señora Ceausescu, quien por un tiempo breve estudió química, instigó un decreto gubernamental por el cual nadie debería estudiar la materia por más tiempo del que ella había estudiado. Así que, durante dos décadas, el estudio de química casi que se eliminó. Un desertor del servicio de inteligencia en el exterior dice que la estimada científica Elena Ceausescu estaba especialmente encariñada con un tratamiento llamado Radu, por el que disidentes presos eran bombardeados con radiación, con la esperanza de que murieran de cáncer después de ser liberados.

La televisión estatal, que transmitía sólo dos horas al día, reportaba principalmente acerca del “Héroe de los Héroes de la Nación” y de su esposa. Los periódicos y la radio eran simplemente voceros del régimen.

La literatura, el arte, las películas y la ley fueron todos eliminados o secuestrados por el gobierno. Ningún aspecto de la vida estaba más allá del alcance del estado, ni siquiera el sexo y la reproducción. El gobierno prohibió el aborto y el control de la natalidad y decretó que todas las mujeres deberían tener cinco hijos. Cada mujer debía someterse a un examen ginecológico cuatro veces al año y la policía vigilaba a las mujeres embarazadas para asegurarse que ellas no terminaban con sus embarazos. El Comité Central del Partido Comunista estableció el Orfanato No. 1, que exportaba a bebés abandonados para obtener divisas a cambio.

La sociedad existía para que los gobernantes de Rumanía le dieran forma y la controlaran. El partido era el estado, y el estado era todo.

LA SOCIEDAD CIVIL

Los gobernantes de Rumanía no podían tolerar a la sociedad civil ̶ una vida privada independiente del partido y del estado. El término sociedad civil, que ha llegado al frente recientemente, cuando revoluciones democráticas se han multiplicado en Europa y África, es, en realidad, otro término para el sector privado. Pero, es el sector privado definido ampliamente para incluir no sólo a empresas, sino a individuos, grupos, clubes, asociaciones, cooperativas y sindicatos. En donde la gente libre puede asociarse como le parezca, existe una sociedad civil.

Algunos de estos órganos voluntarios de la sociedad civil se ven involucrados en la vida política al actuar como grupos de cabildeo, ingresando en lo que es llamada “sociedad política.” Pero, muchos otros tan sólo se dedican a sus asuntos. Ofrecen amistad y apoyo, comparten habilidades e ideas y construyen una vida en comunidad.

Pero, las organizaciones en la sociedad civil también hacen algo más. Simplemente, al existir, combaten al estatismo. Descentralizan el poder desde el estado hacia los individuos y sus grupos voluntarios, lo cual permite que florezca la libertad personal. Y eso es exactamente lo que los ingenieros sociales no soportan. Los ingenieros sociales sueñan con una sociedad ideal, homogénea, ya sea sin clases, sin razas, racista, sin propiedad privada, o santa. Así que la diversidad debe aniquilarse. No es algo divertido gobernar sobre gente que está haciendo su propia cosa.

Infortunadamente, Ceausescu, con toda su infamia, no fue único. Un surtido odioso de líderes -del ala izquierda y del ala derecha, fanáticos religiosos y ateos- ha estado asaltando la sociedad civil en países alrededor del mundo. Unos pocos han desaparecido en las revoluciones democráticas de Europa del Este y, más recientemente, en África. Pero, permanecen muchos.

LAS HERRAMIENTAS DEL OFICIO

¿Cómo asaltan los ingenieros sociales a la sociedad civil? Pasan leyes que convierten en ilegales a organizaciones u ordenan a su policía secreta para que acose a grupos hasta que se desbanden. Por medio de subsidios, favores y patrocinio, ellos convierten a grupos previamente independientes, en órganos del estado o del partido. O abruma a la sociedad civil con propaganda incesante en escuelas y medios.

Un ingrediente esencial de su propaganda es la auto glorificación. Ponen sus rostros en el dinero, en estampillas, en la televisión y en carteles enormes. Ellos mismos se declaran presidentes de por vida, se dan a sí mismos títulos gloriosos y se rodean de sicofantes. La literatura del partido de Ceausescu le llamó “la estrella del amanecer de la revolución nacional de Rumanía” y “el héroe nacional quien, con devoción ilimitada, sirve a los intereses supremos de toda nuestra gente.”

Un miembro del parlamento de Zimbabue, Tony Gara, recientemente llamó al presidente de su país Robert Mugabe, “el único otro hijo de Dios.” Anuncios recientes en el periódico del partido oficial ZANU, llaman a Mugabe “el líder más auténtico, consistente y revolucionario.” El presidente de Zaire, Mobutu Sese Seko, se llamó a sí mismo “aquel que es y siempre será.”

Si gobiernan como grupo, se otorgan títulos verbosos como “Consejo de la Ley Estatal y de Restauración del Orden,” el nombre de la paranoica junta militar que gobierna Myanmar, antes llamada Birmania. Transcriben sus discursos en libros igualmente verbosos, como The Conspiracy of Treasonous Minions Within Myanmar and Traitorous Cohorts [La Conspiración de los Secuaces Traicioneros dentro de Myanmar y los Compinches Traidores].

Hablan con confianza en nombre de toda una nación. Como lo explicó Kamuzu Banda, el presidente de por vida de Malawi: “El estilo de Malawi es lo que Kamuzu dice que así es y luego se acaban las cosas.”

El presidente de Kenia, Daniel Arap Moi, fue más locuaz:

“Yo les hago a un llamado a todos los ministros, los asistentes de los ministros y a cualquier otra persona para que canten como loros. Durante el período de Mzee Kenyatta [Nota del traductor: Jomo Kenyatta, primer ministro y considerado padre fundador de Kenia], persistentemente cantaron al son de Kenyatta, hasta que la gente decía: Este compañero no tiene nada que decir, excepto cantar para Kenyatta. Yo dije: Yo no tengo ideas propias. ¿Quién soy yo para tener mis ideas propias? Yo estaba en los zapatos de Kenyatta y, por tanto, tenía que cantar cualquier cosa que Kenyatta quería. Si yo hubiera cantado otra canción, ¿cree usted que Kenyatta me habría dejado sólo? Por tanto, usted debe seguir el son de la canción que yo canto. Si me detengo totalmente, usted debe detenerse totalmente. Así es como el país se moverá hacia adelante.”

Los ingenieros sociales, en general, sospechan de las ideas y de las ideas extranjeras, en particular. Pol Pot, quien condujo al asesino Khmer Rouge en Camboya, ordenó la destrucción de todas las bibliotecas, escuelas, teatros y estaciones de radio y televisión. Un método menos dramático y más frecuente para controlar la expansión de las ideas, es poseer o controlar a todos los medios, restringir el acceso a publicaciones extranjeras y limitar viajar y emigrar. Los gobernantes de Albania, por ejemplo, convirtieron en crimen “huir del estado.”

Etiquetan a sus críticos de “enemigos” y luego los silencian. En Albania, “la propaganda fascista, antidemocrática, religiosa, guerrera o antisocial” era un crimen. Cuba aprisiona a aquellos que diseminan la “propaganda del enemigo.”

Para mantener la fachada de unidad nacional -una unidad que ellos definen e imponen- los ingenieros sociales persiguen a los disidentes como enemigos del pueblo o del estado. Irán ejecuta a miembros de “mini grupos ateos e hipócritas.” Somalia penaliza a aquellos que se declara están “explotando la religión para crear la desunión nacional o subvertir o debilitar a la autoridad del estado.” Vietnam penaliza “las actividades subversivas contra el poder del pueblo.” La Ley de Confiscación de Malawi le permite al presidente apoderarse de las posesiones de cualquier ciudadano que haya actuado en un asunto “perjudicial para el Estado.”

Todo esto está en la gran tradición de Albania, cuando, allá atrás en 1961, el primer ministro Mehmet Shehu decretó: “Para aquellos que obstaculizan el camino de la unidad, una escupa en el rostro, un golpe en la quijada y, si es necesario, un balazo en la cabeza.”

La propaganda, el control del pensamiento y la incesante marcha hacia la unidad son sólo el principio. Los ingenieros sociales los suplementan con ataques directos a las asociaciones privadas. Como en la Rumanía de Ceausescu, cualquier institución autónoma que ofrezca un contrapeso al estado y al partido en el poder o que estimula la acción o pensamiento independiente, debe ser abolida o secuestrada. Esto significa restringir todo, desde la religión organizada (el dictador de Cuba prohibió la Biblia) hasta grupos de autoayuda (los dictadores de Polonia prohibieron los grupos de mujeres agredidas, niños abusados y alcohólicos).

Los grupos que no son aplastados, son convertidos en serviles del partido o del estado. Considere las organizaciones de mujeres. En las sociedades civiles, los grupos de mujeres luchan contra el status quo desde muchas direcciones: algunas hacen cabildeo por el derecho a abortar y de acción afirmativa, y oros piden retornar a los valores tradicionales de la familia. En sociedades manejadas con ingeniería social, toda noción de movimientos independientes es puesta patas arriba. Los grupos de mujeres se convierten en otra herramienta de los gobernantes, quienes los usan par indoctrinar, movilizar y perseguir. El presidente Hastings Banda de Malawi ha establecido un culto de bailarinas, que usan vestidos tradicionales con su retrato y que cantan sus alabanzas siempre que él aparece en público.

La Liga de Mujeres en Zimbabue, un brazo del partido gobernante, canta y baila para el presidente Robert Mugabe. También trata de cimentar su gobierno. En 1985, la liga se unió con otro brazo del partido, la Brigada Juvenil, para asaltar externamente a opositores del gobierno. En 1990, representantes de la Liga de Mujeres aparecieron en la televisión estatal, urgiendo al gobierno para que despidiera a maestros que apoyaban al opositor Movimiento por la Unidad de Zimbabue.

LA INGENIERÍA SOCIAL EN CASA

Por supuesto, usted no tiene que ir muy lejos para ver al gobierno controlar su vida civil. Los arquitectos de la supremacía blanca en Suráfrica también controlaron o cerraron asociaciones privadas que se metían en el camino de sus planes grandiosos.

Estrangularon al sector privado mediante innumerables oficinas y comisiones e impulsaron una red de censura, remociones obligadas, prohibiciones, leyes para poder circular y restricciones económicas, en un intento por crear una versión racial de la “sistematización” rumana. La elección personal, los mercados y la sociedad civil interfieren con los planes totalitarios, así que los ingenieros sociales de todas las versiones los aplastan.

A pesar de ello, el gobierno surafricano nunca tuvo éxito total en aplastar a la sociedad civil. Los gobernantes del Partido Nacional carecieron de la voluntad totalitaria de silenciar a todos los cuerpos independientes. Las instituciones blancas, por supuesto, retuvieron mayor libertad que otras. Pero, incluso las de negros se libraron de la fuerza plena de la bota militar totalitaria ̶ o hábilmente se escabulleron de su camino.

A través de algunos de los días más oscuros de la ingeniería social del apartheid, el gobierno dejó espacio -y la gente se apoderó del espacio- a iglesias de mentalidad independiente, universidades, defensores de derechos humanos, imprentas alternativas, teatros de la calle, sociedades para entierros y cantinas.

A los periódicos -aunque se les prohibió reportar mucho de la brutalidad policial y militar, los secretos de estado y las murmuraciones de activistas ilegales- se les dio espacio para expresar sus opiniones sobre políticas económicas, decisiones de políticas del gobierno y derechos humanos. Este algo lo hicieron con una intensidad y frecuencia que habría sido punible con la muerte en un estado totalitario. El gobierno permitió que circularan muchas revistas extranjeras. No hubo restricciones a máquinas de escribir, fotocopiadoras y luego a computadores de escritorio, permitiendo algunos escritos e investigación independientes. Aun así, los surafricanos tuvieron que fortalecer las instituciones independientes -y agregar muchas más- para moverse del autoritarismo hacia una democracia duradera.

Por supuesto, todos los gobiernos restringen las instituciones de la sociedad civil de una u otra manera. Pero, hay grados de represión. Y, entre más diversas e independientes sean las instituciones civiles, hay mayor posibilidad de que esa sociedad pueda resistir las tendencias autoritarias de sus gobernantes y que preserve la libertad.

La gente libre necesita espacio para respirar, lejos de un gobierno sofocante. Los demócratas de Suráfrica deberían luchar para lograr que segmentos importantes de la sociedad estén fuera de límites para los planificadores estatales y los funcionarios del partido.

El tipo de instituciones civiles que deberían mantenerse numerosas, diversas, privadas e independientes, incluye a:

  • Las iglesias
  • Las estaciones de televisión y radio
  • La prensa
  • Las universidades y las escuelas
  • Las asociaciones de padres y maestros
  • Los sindicatos
  • Las cámaras de empresas e industrias y de comercio
  • Las asociaciones médicas y legales y otros cuerpos profesionales
  • Las asociaciones cívicas
  • Los clubes juveniles
  • Los grupos femeninos
  • Las organizaciones de servicio y de caridad
  • Los observadores de derechos humanos y las revistas
  • Los clubes deportivos, organizaciones culturales y cuerpos científicos
  • Las bibliotecas y los museos

Estos grupos deberían ser capaces de operar bajo su propiedad, organizados bajo reglas que ellos establecen por sí mismos.

La tarea de edificar una sociedad civil vibrante no será fácil. Justo cuando el gobierno está flexibilizando su control sobre la vida civil, algunos opositores del gobierno están moviéndose para establecer nuevos controles.

Un gran obstáculo es la mentalidad de monopolio que prevalece entre activistas, en particular, en organizaciones alineadas con el Consejo Nacional Africano (ANC). Representantes de esos grupos siempre llaman a la “unidad” ̶ una unidad que ellos definen. Es una falsa unidad, que requiere de coacción contra cualquiera que se resista a ella.

Un único sindicato no racial de maestros, un único cuerpo no racial cultural, una sola liga de mujeres, la liga de jóvenes, la federación de sindicatos, el equipo de futbol, la asociación de abogados ̶ estos pertenecen a un estado unipartidario, no a una sociedad civil tolerante. En sus llamados para estos cuerpos masivos, la izquierda dura muestra el poco respeto que tiene por la independencia y la diversidad…

LA GUERRA DE POSICIONES

Desde fines de la década de los ochentas, la sociedad civil en Suráfrica ha estado sujeta a un ataque sofisticado por el Movimiento Democrático de Masas (MDM), la organización que sirvió de frente al Consejo Nacional Africano (ANC), antes que dejara de ser prohibido en 1990. Este ataque se basa en una estrategia comunista, llamada la “guerra de posiciones,” que rechaza firme y descaradamente a la sociedad liberal ̶ y tuerce el concepto de sociedad civil.

En un artículo que discute sobre el documento de política The Path to Power, de 1989. del Partido Comunista de Suráfrica, el editor y administrador del South African Labour Bulletin, Karl von Holdt explicó que la “guerra de posiciones” fue desarrollada en los años veintes por Antonio Gramsci, un comunista italiano. Gramsci reconoció que iglesias, escuelas, sindicatos, partidos políticos, cultura, deporte y medios, podrían estar fuera del estado y ser independientes de él. Pero, no le dio la bienvenida a eso. Él lo rechazó ̶ pues (correctamente), vio que esos cuerpos autónomos impedirían que el estado controlara totalmente a la sociedad.

Escribe von Holdt:

“[Gramsci] arguyó que la sociedad civil era como un sistema de trincheras y fuertes que protegían al estado [liberal] de la embestida. Bajo estas condiciones, una estrategia de la guerra de movimiento, esto es, de la insurrección, como aquella empleada por los bolcheviques, no tendría éxito. En vez de ello, lo que se necesitaba era una prolongada ‘guerra de posiciones,’ por la cual el Partido Comunista podría establecer su hegemonía en la sociedad civil.

La ‘guerra de posiciones’ no era una guerra con armas físicas. Era una estrategia en la lucha por establecer el liderazgo ideológico y organizacional en las instituciones de la sociedad civil ̶ sindicatos, medios, cooperativas, escuelas, clubes culturales y deportivos, etcétera.”

Gramsci nunca vio a la guerra de posiciones como un reemplazo de la lucha armada y la insurrección. Era un arma de lucha complementaria para lograr la victoria socialista, o el así llamado poder del pueblo.

Von Holdt escribe con aprobación que Suráfrica ha llegado a ser crónicamente ingobernable mediante el éxito de la campaña del Movimiento Democrático de Masas (MDM), para controlar a la sociedad civil por medio de paros, boicots, demostraciones y marchas.

En efecto, el MDM ya había establecido una práctica y tradición rica de “guerra de posiciones,” aunque ello no hubiera sido plenamente teorizado en relación con la cuestión del poder. En la práctica, tenemos aquí una elaboración esquemática completa del concepto de guerra de posiciones de Gramsci. Durante la última década o más, la estrategia del MDM ha consistido de:

  • Construir organizaciones masivas, poderosas y militantes, en los sitios de trabajo y en las comunidades y en escuelas, con el objetivo de desafiar constantemente a la opresión y la explotación, y edificar el poder del pueblo.
  • Establecer una alianza amplia multiclasista de liberación, bajo la hegemonía del ANC.
  • Extender la influencia de este movimiento hacia muchas esferas, como el deporte, cultura, educación…

Estas estrategias, juntas, han arraigado al MDM en la sociedad relativamente avanzada de Suráfrica, y ha hecho que sea imposible desarraigarla.

Usted no podría pedir una explicación más honesta de lo que muchos grupos de la izquierda han venido haciendo durante la última década. No obstante, la pregunta es si esto es por lo que la gente sencilla había venido luchando. ¿Sabían esas personas que estaban luchando por cambiar hacia la hegemonía sobre la vida civil del Partido Nacional, en lugar de la hegemonía de algún movimiento “democrático”?

Si es la sociedad civil lo que la gente quiere, ella va a tener que empezar a exigir libertad individual, libertad para asociarse, y libertad para ser dueños de su propiedad, que el estado no pueda pisotear. Como dice el periodista británico Timothy Garton Ash en su descripción de primera mano de las revoluciones en Hungría, Checoeslovaquia y Polonia:

“1989 fue la primavera de las sociedades que aspiraban a ser civiles. La noción rudimentaria de hombres y mujeres comunes y corrientes acerca de lo que significa edificar una sociedad civil, puede que no satisfaga al teórico de la política. Pero, allí existía tal noción y contenía varios elementos básicos. Deberían existir formas de asociación, nacional, regional, local, profesional, que serían voluntarias, auténticas, democráticas y, de primero y último, que no fueran controladas o manipuladas por el Partido o por el estado del Partido. La gente debería ser “civil”; esto es, amable, tolerante y, sobre todo, no violenta. Amable y ciudadana.”

Ed Crane, presidente del Instituto Cato en Washington, agrega:

“De lo que estamos siendo testigos en el Este es de una serie de revoluciones antigubernamentales. Ciertamente los europeos del este quieren poder votar ̶ ¿quién, habiendo vivido en un estado totalitario, no lo querría? Pero, ellos también quieren ser libres de viajar, de expresarse, de escoger sus empleos, de acumular riqueza, de practicar una religión y de involucrarse en una miríada de actividades humanas sin interferencia del estado… Ellos quieren ser libres para escoger, no sólo a más políticos, sino el curso de sus vidas.”

Quienes gobiernan siempre tratan de poner impuestos, ejercer control o eliminar instituciones que entran en conflicto con sus puntos de vista perversos, acerca de cómo deben ordenarse las vidas de otros. Y ninguna cláusula constitucional garantiza que los detendrán. La gente común y corriente tendrá que luchar sin descanso por sus derechos individuales y siempre estar atentos ante incipientes ingenieros sociales.
La glorificación del estado y los llamados para movilizar y unir a la gente deberían prender las campanas de alarma.

Esta pieza apareció en Libertarianism.org

Don Caldwell es autor de No More Martyrs Now: Capitalism, Democracy, and Ordinary People . Él murió en un accidente de tránsito poco después de que ese libro fuera publicado en 1992.