Así: bien sencillito y claro.

CONDENAR LA DESIGUALDAD EN EL INGRESO ES UNA TÁCTICA DAÑINA QUE NOS EMPEORARÁ A TODOS


Por Edward P. Stringham

The Independent Institute
20 de noviembre del 2019


El campo presidencial del 2020 en los Estados Unidos está saturado de candidatos que condenan la desigualdad de la riqueza y usan el argumento para desplumar al rico. Por ejemplo, uno de los favoritos constantemente está denunciando a “los millonarios y los multimillonarios.” Ominosamente, una encuesta del New York Times encontró que dos tercios de los estadounidenses cree que “la riqueza en este país debería distribuirse más igualitariamente entre más gente.”

Ahora bien, es cierto que, en los Estados Unidos, el 1% más elevado posee el 42% de la riqueza y que el 0.1% más alto posee tanto como el 90 por ciento inferior, así que resulta fácil ver por qué muchos estadounidenses no piensan que el capitalismo está funcionando para ellos. Comparada con esos “millonarios y multimillonarios,” mucha gente piensa que están obteniendo migajas, mientras que otros se quedan con las tajadas grandes del pastel.

Pero, ¿es “la igualdad del ingreso” la mejor medición de progreso o prosperidad?

Considere elegir entre los siguientes dos países reales. El país A tiene mucha más desigualdad que el país B. Bajo la medición de desigualdad de Gini, en donde 0 indica perfecta igualdad y 100 perfecta desigualdad, el país tiene un coeficiente de Gini de 45 (el país número 103 con menor desigualdad) y el país B tiene un coeficiente de Gini de 26 (está entre los 10 países con mayor igualdad).

En el país A, el producto interno bruto (PIB) per cápita es de $62.000, mientras que el PIB per cápita del país B es de $5.700. En el país A, el ingreso en el quintil más elevado promedia $143.000 y en el quintil más bajo es de $15.000. En el país B, el ingreso en el quintil más alto promedia $10.300 y en el quintil más bajo, $2.900.

El país A describe a los Estados Unidos y el país B describe al mucho más igual antiguo estado soviético de Bielorrusia. Mientras que en Bielorusia todos son relativamente más iguales, ciertamente no están mejor. De hecho, con respecto al resto del mundo, los ciudadanos de Bielorrusia son, en su mayor parte, mucho más pobres.

Rechazar el igualitarismo del ingreso o la riqueza no implica que se rechace la igualdad de derechos, la igualdad de trato o la igualdad de acceso a la oportunidad, y no implica que alguna gente sea considerada como moralmente inferior. La sociedad no puede exigir que todos tengan una misma altura, peso, color de ojos, color de cabello o religión, pero, la sociedad no debería exigir que todos tengamos las mismas elecciones económicas o la misma situación económica. Aún si la sociedad estuviera compuesta de personas de otra manera idénticas, que simplemente tienen objetivos diferentes, no deberíamos esperar que todas las personas tengan la misma cantidad de ingreso o riqueza, en todo momento.

Uno de los mayores problemas con el igualitarismo es que juzga negativamente a la gente que se enriquece a tasas diferentes, aún si en el proceso todos en la sociedad se están enriqueciendo. Aún más, juzga negativamente el hecho de que toda persona empieza con menos y, a lo largo de su vida, se enriquece.

La mayoría de las mediciones de desigualdad, como el coeficiente de Gini, es una fotografía de lo que las personas en sociedad tienen en un año dado y no rastrea los que los individuos tienen durante sus vidas. Y la mayor parte de lo que se dice acerca del 1% más alto implica que la gente que está en el 1% permanecerá allí. Esto puede ser cierto en el feudalismo, donde el título nobiliario determinaba el ingreso, pero, en una economía de mercado, en la cual cambian el ingreso y la riqueza de la mayoría de la gente, típicamente, durante sus vidas, lo hacen hacia arriba.

Al enfocarse en los niveles de ingreso o riqueza relativos en vez de absolutos, el igualitarismo exige políticas que, como resultado, empobrecen a todos. En vez de contemplar los aumentos en el ingreso y la riqueza en cantidades diferentes, debería celebrar y estar agradecido con los esfuerzos de aquellos que trabajan para beneficio de todos. Después de todo, estamos colectivamente escogiendo, libremente, en donde gastar nuestro dinero duramente ganado. La única entidad que forzosamente abre nuestras billeteras es, irónicamente, la misma que políticos quieren usar para incrementar la así llamada igualdad ̶ el gobierno.

También se publicó en el Chicago Tribune del miércoles 20 de noviembre del 2019.

Edward P. Stringham es compañero investigador del Instituto Independiente, presidente del American Institute for Economic Research y contribuyente al nuevo libro In all Fairness: Equality, Liberty, and the Quest for Human Dignity.