La eficiente ciencia de la Rusia socialista, o cómo la mentira oficial y la irresponsabilidad de los burócratas, le dieron un aporte a la humanidad.

CHERNOBYL: UN CUENTO DE LA CIENCIA Y DEL ALMA

Por Flagg Taylor

Law & Liberty
15 de noviembre del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, en letras en azul, si es de su interés puede verlo en
https://www.lawliberty.org/2019/11/1...-and-the-soul/

La miniserie de HBO, Chernobyl, escrita por Craig Mazin y dirigida por Johan Renck, ha sido ampliamente aclamada y parece que tocó una fibra sensible de las audiencias. Mazin y Renck cuentan la historia de la explosión de 1986 del reactor nuclear soviético, primordialmente mediante las historias de tres individuos, quienes se encontraron en el centro del esfuerzo por confrontar y contener las secuelas.

Boris Scherbina (Stellan Skarsgård) es el funcionario de tiempo completo del Partido Comunista encargado de administrar el esfuerzo. Valery Legasov (Jared Harris) es un empleado del Instituto Kurchatov de Energía Atómica, quien es enviado para apoyar a Scherbina como un asesor. Y Ulana Khomyuk (Emily Watson) es una científica de un instituto de energía atómica en Minsk (la planta nuclear se encuentra entre esa ciudad y Kiev), quien descubre la magnitud del desastre mediante sus propios esfuerzos y logra encontrar a Legasov y se une a su equipo. En tanto que Scherbina y Legasov con figuras reales, Khomyuk fue inventada para fines dramáticos y para representar, en un solo carácter, a los muchos científicos que apoyaron a Scherbina y Legasov en la evaluación y contención de la catástrofe.

PERFORANDO LA SEUDO REALIDAD

La serie es un retrato convincente de lo que el gran escritor y disidente ruso Aleksandr Solzhenitsyn llamó “La Mentira como una Forma de Existencia” ̶ uno de los elementos constituyentes de la vida bajo el comunismo. Lo que Solzhenitsyn da a entender con esta frase es la seudo realidad creada por los imperativos ideológicos del régimen. La “Mentira” es omnipresente, ineludible y amorfa, todo al mismo tiempo. No importa la posición de uno en la sociedad, la vitalidad del comunismo, y su superioridad ante otros sistemas, debe ser reafirmada constantemente. El Partido -como el agente de la historia- es el órgano autonombrado cuyos tentáculos llegan a cada esquina de la vida para asegurarnos que las articulaciones de la Mentira son abrazadas por todos. Todo el mundo aprende frases particularmente útiles que señalan conformidad y que pueden ganarle a él o ella su avance o, al menos, impedir tener problemas con las autoridades.

“Ni un solo discurso, ni un solo ensayo o artículo ni un solo libre,” dice Solzhenitsyn, “puede existir sin el uso de esos clichés primordiales. En los textos más científicas se requiere que la falsa autoridad o la falsa prioridad de alguien sea ratificada en alguna parte, y que alguien sea maldecido por decir la verdad; sin esta mentira incluso un trabajo académico no puede ver la luz del día.”

En Chernobyl vemos cuando a las falsas autoridades y las falsas prioridades ser constantemente consagradas, con consecuencias horrendas. Khomyuk entra en acción en el segundo episodio y Legasov pronto le encarga la tarea de tratar de determinar las causas de la explosión. Legasov ha decidido que él será el maldito que diga la verdad quien haya que no puede someterse ̶ debe actuar rápidamente para incitar al régimen a dar una respuesta apropiada ante la magnitud real de la catástrofe nuclear.

La historia más convincente del programa en este marco, es la relación entre Legasov y el miembro del Comité Central, Scherbina. Al principio, este último rechaza lo que percibe como la insolencia y arrogancia de Legasov. Poco después de la reunión inicial llena de tensión, el apparatckik amenaza con lanzar al físico desde un helicóptero.

¿Tiene la ciencia una voz mediante la cual hablarle a los no científicos? ¿Cómo puede la ciencia ser un motivador de hombres, en el sentido político? Estas cuestiones salen al frente una y otra vez. En tanto que Legasov debe ayudar a que Scherbina aprecie la realidad de la explosión -y sus posibles efectos sobre la gente y el medio ambiente que los rodea- Scherbina debe mostrar a Legasov que los seres humanos no son movidos como partículas atómicas. No importa qué tan exactamente el físico está en capacidad de evaluar los niveles de radiación y las posibilidades de una contaminación, estas verdades bien pueden ser impotentes contra la aparentemente impasible burocracia, dedicada a proteger la reputación y el honor de la Unión Soviética.

EL DESPERTAR DE UN APPARATCHIK

En las primeras horas después de la explosión, Scherbina parece estar dispuesto a seguir la línea del Partido, pero, una vez que llega al sitio, rápidamente su actitud cambia. Ahí se reúne con Nikolai Fomin (Adrian Rawlings) y Viktor Bryukhanov (Con O’Neill) (dos de los tres hombres a cargo del reactor) y ambos inmediatamente acusan a Legasov de diseminar rumores acerca de un malfuncionamiento. Cuando Scherbina les pregunta que expliquen cómo es que el grafito (sustancia que sólo se encuentra en el corazón del reactor) aparece en los techos de edificios vecinos, no dan buenas respuestas. Él parece sentirse asqueado por su abrazo irreflexivo a frases vacías y una total ausencia de interés en descubrir lo que en realidad puede haber pasado.

En el cuarto episodio, la frustración de Scherbina con el sistema en que él hasta ahora ha habitado con suma capacidad, llega a un punto de ebullición. Él y Legasov tienen que idear una forma de remover el material altamente radioactivo de los techos de edificios de los alrededores, de forma que se pueda construir una estructura que cubra al reactor abierto. Ellos logran adquirir, de los alemanes (de Occidente), un vehículo lunar que puede ser controlado remotamente. El vehículo, una vez puesto en marcha, rápidamente se hace inoperativo debido a los altos niveles de radiación. Scherbina desaparece en el interior de un remolque y le escuchamos gritar en un teléfono: “¡Bueno! ¡Bueno! Quiero que ellos escuchen… ¿Cree usted que a mí me preocupa? Soy un hombre muerto.” Luego de eso, sale del remolque, les informa al General Tarakov (Ralph Ineson) y a Legasov que el gobierno del Kremlin le ha dado al gobierno de Alemania Occidental un “número de propaganda” -una lectura de radiación mucho menor que la real- así que el robot nunca podría haber funcionado apropiadamente.

“LA VERDAD NO EXISTE”

Encontré el desempeño de Skaarsgard en el papel de Scherbina, convincente y totalmente atrayente. Uno puede especular que su creciente aprecio por la verdad y su creciente devoción hacia Legasov, son impulsados por un tipo de fatalismo liberador, a causa de lo alto que había sido su exposición a niveles de radiación que amenazaban con su vida. Pero, esa no puede ser la única explicación, y ni siquiera la primordial.

A los televidentes se les muestra un contraste notable en Anatoly Dyatlov (Paul Ritter), un alto ingeniero de la planta. Khomyuk viaja a un hospital de Moscú para entrevistar a Dyatlov y sus colegas, esperando aprender la razón de la calamidad. Dyatlov sabe que sus días están contados (es un hombre muy enfermo debido al envenenamiento con radiación) y que posiblemente será el chivo expiatorio del régimen. Él absolutamente no tiene nada que perder respondiendo las preguntas de Khomyuk, pero, aun así, permanece totalmente indiferente al pedido de ella. Ella queda impactada con su ausencia de curiosidad acerca de que hizo que el reactor (sólo uno explotó) se desintegrara. Dyatlov responde; “¿Piensa usted que la pregunta correcta le llevará a la verdad? La verdad no existe. Pregúnteles a sus jefes lo que usted quiera. Usted recibirá una mentira. Y yo recibiré la bala.”

Aunque Dyatlov ahora ha demostrado su incompetencia tanto como ingeniero, así como metafísico, no se equivoca acerca de sus jefes. Su aseveración acerca de la verdad es lo que lo separa de Scherbina y es lo que hace de él, en la frase de Hannah Arendt, “un súbdito ideal del gobierno totalitario.”

La recién encontrada resistencia de Scherbina hacia el Partido al cual le ha servido durante toda su vida, se basa en, de alguna forma, mantenerse en contacto con la verdad ̶ evidente ante todo en su respeto por los seres humanos como seres que se mueven por sí mismos, tan libres como para confrontar las necesidades más desagradables de la vida. Al ver la serie y leer los libretos (scripts), uno se impacta por la prominencia del lenguaje de la necesidad. El desastre da lugar a una cantidad de necesidades a su paso y las acciones de desafío de Legasov se basan en su entendimiento superior de las necesidades causadas por la explosión.

También, debemos recordar que el comunismo como tal nace de una seudociencia de la historia, que tiene como objetivo desnudar las necesidades en operación en el reino de lo humano ̶ una vez entendido, los seres humanos serían capaces de ser de nuevo un todo, al vivir de acuerdo con las leyes ineludibles de la historia. Ser libre, bajo esa doctrina, es abrazar la necesidad a la que todos estamos atados.
Como en una ocasión lo expuso (noted) Pierre Manent:

“El totalitarismo fue el intento de fusionar la ciencia y la vida. En el comunismo, la fusión fue obligada por medio del despotismo de la ‘ciencia’ vulgarmente entendida. En el nazismo, la fusión se dio por medio del despotismo de la ‘vida,’ de nuevo, entendida de una forma totalmente vulgar.”

Las necesidades ilusorias de la historia dan lugar a una política de falsedad y de coacción.

LA MATERIA QUE SE RESISTE

Hay un momento particularmente revelador en el segundo episodio. Legasov y Scherbina se están reuniendo con trabajadores de los reactores vecinos, a fin de reclutar voluntarios para una misión peligrosa: Deben llegar a los tanques de agua debajo del reactor, que previamente Legasov había asumido que estaban vacíos, pero, de hecho, están llenos. Deben hacerlo antes que el calor del corazón, que se está derritiendo rápidamente, convierta al agua en vapor, lo que desataría una explosión térmica. Existen exclusas que pueden abrirse para drenar el agua, pero, eso sólo se puede hacer a mano.

Legasov transmite estas noticias y pregunta quién está dispuesto a ir. Él ofrece promociones y 400 rublos a cualquiera que lleve a cabo esa peligrosa, tal vez mortal, tarea. Un trabajador se muestra incrédulo por la desproporción entre la tarea y la recompensa. Ustedes son la gente que creó este desastre, dice él, ¿y ahora ustedes quieren que nosotros arriesguemos nuestras vidas para detenerlo? ¿Por unos pocos cientos de rublos? El físico cae en un silencio embarazoso. Entonces, Scherbina se pone de pie y ofrece esto:

“Ustedes lo harán porque nadie más puede y, si no lo hacen, millones morirán. Y, si ustedes me dicen que eso no es suficiente, yo no les creo. Eso es lo que siempre ha hecho a nuestra gente diferente. Mil años de sacrificios en nuestras venas. Y cada generación debe conocer su propio sufrimiento. Yo escupo sobre los hombres que hicieron esto. Y maldigo al precio que tengo que pagar. Pero, estoy haciendo mi paz con eso. Hagan ustedes las suyas, Y métanse en el agua. Porque debe hacerse.”

Tres hombres se lanzan de voluntarios ̶ y lo que les sucede da lugar a un gran clímax.

La serie concluye en julio de 1987, con un juicio en la ciudad de Chernobyl. A ambos, Legasov y Scherbina, se les pide que den testimonio experto para ayudar en el caso de la fiscalía contra los hombres incompetentes que ese día estaban a cargo del reactor. Sin embargo, Khomyuk, en el curso de su investigación de las causas de la explosión, ha descubierto un fallo en el diseño del reactor que permitió la explosión, incluso después de iniciados los protocolos de apagado. Legasov debe decidir si él hablará acerca de esto abiertamente y con la verdad durante el juicio.

Durante un descanso, Scherbina y Legasov están conversado fuera de la corte y el primero está reflexionando acerca de su carrera. Le cuenta a Legasov que él estaba convencido de que, al principio, la explosión no era algo serio, precisamente por lo cual ellos le pusieron a cargo. “Yo soy un hombre intrascendente, Valery. Eso es lo que he sido siempre.” Legasov queda impactado por esta autoevaluación. Él le recuerda a Scherbina que él fue quien obtuvo todo lo que ellos necesitaban para responder ̶ hombres, materiales, todo. Legasov le dice que muchos físicos podían hacer lo que él personalmente hizo. “Ellos me oyeron,” dice él, “pero ellos le escucharon a usted. De todos los ministros y todos los diputados -la congregación entera de tontos obedientes- ellos equivocadamente nos mandaron al único hombre bueno. Por amor de Dios, Boris ̶ usted es aquel que más importaba.”

Como científico, Legasov entiende los límites de la ciencia. Parece que el universo, como lo explicó una vez Harvey Mansfield, “está dividido en materia que no resiste y en materia que lo hace, y la ciencia que explica la primera mediante leyes determinísticas no explica plena o adecuadamente a la segunda.” Ambos, el físico y el funcionario comunista, han pasado sus vidas acomodándose a un sistema político dedicado a esconder la realidad del alma humana. Cada cual, a su manera, retrocedió ante las mentiras que conducían a un sufrimiento humano fácilmente evitable. El científico no podía aceptar rehusarse a enfrentar las duras necesidades de la naturaleza. El hombre político no podía aceptar la deshonestidad acerca de la respuesta humana requerida.

Si, como lo sugiere Mansfield, “el alma deviene de la habilidad humana para reaccionar y resistir, así como para trascender,” tal vez, entonces, la resistencia de cada hombre se basa y es estimulada cuando cada uno mira esa resistencia en su contraparte. La amistad hace que la realidad del alma humana sea visible una vez más.

Flagg Taylor es profesor asociado de ciencia política en la Universidad Skidmore y director del Foro Pericles de Honores. Más recientemente es editor de The Long Night of the Watchman: Essays by Václav Benda, 1977-1989 (St. Augustine’s Press, 2018).