Cada vez me parece más a mí que el socialismo tiene muchos de los atributos de una religión. Nada malo, si fuera para bien del individuo.

LA RELIGIÓN SECULAR DEL SOCIALISMO

Por George Luke

Intellectual Takeout
19 de noviembre del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, en letras subrayadas, si es de su interés puede verlo en https://www.intellectualtakeout.org/...gion-socialism

Lo vemos en el “cómo te atreves” (how dare you) de Greta Thunberg y en el lamento acerca del colonialismo, el cambio climático y el impacto sobre sus futuros hijos (lament over colonialism, climate change, and the impact on her future children) de Alexandria Ocasio-Cortez. También se muestra en la condena a los movimientos de soberanía nacional (national sovereignty movements) del Papa Francisco o en el endoso de la redistribución de la riqueza obligado por las máquinas (endorsement of machine-enforced wealth redistribution) e incluso en la propuesta para el país de #Rationalia (proposal for the country of #Rationalia) de Neil deGrasse Tyson. En esencia, parece que muchas autoridades políticas y científicas comparten la angustia por la desigualad y todos tienen una solución que compartir: nuevos sistemas socialistas.

Con una proporción creciente de estadounidenses identificándose como no religiosos (rising proportion of Americans identifying as non-religious), ¿qué hay con la casi ansiedad religiosa en relación con un juicio apocalíptico ̶ del hombre por su naturaleza, o del poderosos por el débil? ¿Por qué sentimos la necesidad de tener una esperanza de un nuevo orden mundial?

Heaven on Earth de Joshua Muravchik brinda una respuesta. Un antiguo socialista que abandonó la ideología en sus años treinta, Muravchik afirma que deberíamos entender el interés en un gobierno socializado y la declinación del sentimiento nacionalista, como una religión secular. Hablando en el prefacio, señala que:

“Probablemente, [el socialismo] fue la idea más popular de cualquier tipo, sobrepasando, incluso, a las grandes religiones. Como ellas, el socialismo se expandió tanto por la evangelización como por la espada, pero ninguna otra religión jamás se expandió tanto y tan rápidamente. El Islam conquistó un imperio que, en su cúspide, abrazó a un 20 por ciento de la humanidad. Le tomó 300 años la Cristiandad antes que pudiera hablar por el 10 por ciento de la población mundial y, después de dos milenios, alega tener la adhesión de alrededor de un tercio de la raza humana. En comparación, menos de 10 años después de que el término ‘socialismo’ fuera acuñado por los seguidores de Robert Owen a fines de la década de 1820, aproximadamente un 60 por ciento de la población de la tierra se encontró viviendo bajo el gobierno socialista, de un tipo u otro.”

¿Qué está causando este atractivo? Muravchik identifica unos pocos culpables después de su prefacio:

“Una nueva generación ha alcanzado la madurez sin una memoria directa de la ‘historia.’ Y, como el ave fénix, el socialismo parecía surgir de las cenizas y tejer su hechizo una vez más. La imagen de igualdad, armonía y abundancia fácil aún encantaba; ganó un nuevo prestigio como panacea ante los dolores de la globalización, la migración y la obsolescencia industrial.”

En otras palabras, no conocer la historia (not knowing history) deja un vacío que debe ser llenado. Los humanos anhelan saber de dónde vienen, cómo eso influye en lo que ellos son y adónde es que van. Los socialistas brindan una respuesta para los sufrimientos del hombre -al tener sus raíces en la avaricia e inequidad material- y buscan aliviar ese sufrimiento eliminando las diferencias materiales. Al hacerlo así, ellos proveer una visión convincente de un “Cielo en la Tierra.”

Así, en vez de imitar el autosacrificio de Cristo, nuestra sociedad venera al uno triunfante como víctima que está luchando por y en contra del poder. Hemos abrazado la penitencia de entregar la soberanía nacional ̶ un obstáculo para ver a los individuos humanos en todas sus complicaciones históricas, en vez de la más simple historia de pertenecer a tribus de depredadores o presas. Todavía más, destacamos sólo las comunidades inmateriales compuestas por una jerarquía de identidades oprimidas, reduciendo nuestra complicada historia de gente e ideas, a una historia simple de oprimido y opresor.

Los estadounidenses son huérfanos intelectuales clamando por el don del sentido, hambrientos de una nueva fe que resuelva los problemas que vislumbran.

Como dice Muravchik en su prefacio:

“Irónicamente, el poder de su fe era, en cierto grado, oscurecido por la popularidad de la teoría marxista, que sostenía que las ideas eran simplemente la superficie de espuma levantada por las corrientes subyacentes de procesos tecnológicos e intereses materiales. Esa también era una noción seductora pues respondía a la pregunta más desconcertante: ¿Por qué la gente piensa lo que ella hace? Pero, esta interpretación ‘materialista’ de la ideología no ha soportado la prueba del tiempo, y mucho menos explicar la propia historia del socialismo. ¿Qué intereses materiales o tecnología ocasionaron el triunfo del socialismo, o su derrota, en Rusia? ¿Su transmisión a China, Cuba y Corea del Norte? ¿Su aparición en otras formas en Suecia, Israel, Tanzania, Siria?”

Si aceptamos el análisis del socialismo de Muravchik como una fe, deberíamos hacernos las siguientes preguntas. ¿Creemos que la moral es simple perspectiva histórica impuesta por aquellos con poder? ¿Tratamos a otros como si sólo estuvieran obedeciendo las leyes de la gravedad cuando ellos nos causan daño? O, ¿nos sentimos personalmente ofendidos? ¿Está la moral enraizada en una realidad transcendental -en un Poder en común- que todos nosotros entendemos y a la que todos podemos apelar cuando un vecino nos causa daño?

Finalmente, si Occidente está declinando -si la Cristiandad está declinando- ¿por qué todavía estamos asumiendo que podemos crear algún Cielo duradero en la Tierra?

[Image Credit: flickr-nrkbeta, CC BY SA-2.0]

George Luke es un Interno Alcuino del Instituto Carlomagno. Graduado de la Universidad y Seminario Belén y de la Universidad Vanderbilt, disfruta de escribir y hablar de teología, filosofía y política. Cuando no hace una de esas cosas, probablemente está con su esposa o leyendo un libro.