Vale la pena pensar porqué uno apoya al mercado y también a las empresas, empezando porque jamás uno podría tener los bienes y servicios que desea, si tuviera que hacer cada uno de ellos por uno mismo, en tanto que las empresas los hacen sirviéndome. Pero, cuidado con aquellas que buscan que el estado impida que usted pueda elegir libremente de cuál empresa adquirir lo que le ofrece.

POR QUÉ ESTOY A FAVOR DEL MERCADO Y A FAVOR DE LAS EMPRESAS

Por Bryan Caplan

Fundación para la Educación Económica
Viernes 3 de agosto del 2018

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/why-im-pro-...-pro-business/

Amo a las empresas porque me tratan en la forma en que a mí me gusta que me traten.

A menudo, tanto economistas como libertarios enfáticamente afirman, “Yo no soy pro empresa. Soy pro mercado.” ¿Qué es lo que en realidad significa este eslogan?

Algunas veces tan sólo están diciendo, “Me opongo a los carteles, rescates, subsidios, proteccionismo, licencias para trabajar y otras intervenciones gubernamentales, todas obligatorias, que se toman para beneficio de empresas políticamente favorecidas.” Esta es una posición perfectamente razonable. Pero, ¿por qué alguien llamaría pro empresa a ese favoritismo? Ciertamente, tales políticas ayudan a algunas empresas, pero son una carga sobre las restantes. Si usted pone un arancel al acero, usted daña a las empresas domésticas que usan acero. Si usted subsidia al acero, usted daña a las empresas que fabrican sustitutos del acero. Si usted rescata a la industria del acero, otras empresas cargarán, en última instancia, con gran parte del costo.

A menudo, sin embargo, el eslogan “pro mercado, no pro empresa” es más acerca de la actitud que de la política. Es una forma rápida de anunciar, “Yo no favorezco a los mercados porque me gustan los empresarios. Contradiciendo a Ayn Rand, ellos no son héroes. De hecho, sospecho mucho de sus motivos. Favorezco los mercados porque la competencia hace que empresarios codiciosos y amorales trabajen para el bien social.”

Esa es una posición coherente. Pero, al reflexionar acerca de ella, es profundamente errada. Sí, los empresarios son seres humanos imperfectos. Pero, son el segmento importante de la sociedad que es menos imperfecto. Si hay algún segmento que merece nuestra admiración, gratitud y simpatía, es el de los empresarios. Nosotros deberíamos ser pro mercado y pro empresa.

¿Por qué, pregunta usted? Mi caso prima facie empieza con este hecho básico: Las empresas producen y entregan virtualmente todos los productos maravillosos y asequibles de los que disfrutamos. En contra de milenios de iliteratos económicos, rara vez los negocios lo logran “explotando” a sus trabajadores. En vez de ello, las empresas brindan un gentil pero muy necesitado liderazgo (gentle but much-needed leadership). Dejados a nuestros propios recursos económicos, la mayoría de nosotros virtualmente somos inútiles; no sabemos cómo producir muchas cosas y no sabemos cómo encontrar a los clientes. Los empresarios resuelven estos problemas: ellos reclutan trabajadores, los organizan para que eleven enormemente su productividad, luego ponen esos productos en las manos de clientes en todo el mundo. Sí, ellos están en eso principalmente por el dinero, pero -a diferencia de todo gobierno sobre la Tierra (unlike every government on Earth)- rara vez las empresas le ponen una pistola sobre su cabeza. Las empresas ensamblan equipos de voluntarios para satisfacer las necesidades de consumidores deseosos ̶ y tienen un éxito salvaje.

Pero, ¿no se benefician todas las empresas con algún acto de favoritismo gubernamental? Ciertamente, pero, ¿quién no se beneficia? Antes que usted desestime a todos como parásitos, mire a la contribución neta de ellos ̶ la diferencia entre los beneficios del gobierno que ellas reciben y los impuestos que pagan. Me asombra el descaro de profesores de universidades públicas que hacen comentarios despreciativos de Walmart, cuando este negocia con los gobiernos locales para obtener ventajas fiscales. Walmart obtiene un descuento modesto de un monopolio gubernamental (a modest discount from a government monopoly). Ustedes, profesores, ¡disfrutan de trabajos soñados, de por vida financiados con impuestos!

Las quejas acerca de favoritismo gubernamental tienen mucho más peso, lo admito, cuando las empresas son cómplices cercanas de políticos que están repartiendo los favores. La industria de la defensa no tiene una pequeña porción de la culpa de un presupuesto de defensa inflado; la industria de la salud no tiene una pequeña parte de la culpa del Medicare y del Medicaid. Pero, debemos recordar los muchos empresarios que empujan en dirección de la libertad. Imagínese qué difícil sería para usted construir una casa, si la industria de la construcción no estuviera constantemente haciendo cabildeo por permisos para construir. Imagínese qué tan poca inmigración habría, si los patronos no estuvieran constantemente haciendo cabildeo para obtener permisos para contratar. Los populistas pueden rasgarse las vestiduras cuando las empresas frustran la voluntad de la nativista mayoría NIMBY [siglas en inglés de “Not In My Back Yard, oponentes a que en el vecindario se instalen ciertas actividades percibidas como peligrosas o que tienen externalidades indeseables, pero que no se oponen a las actividades en sí], pero los economistas y los libertarios deberían gritar de entusiasmo.

Para su crédito, tanto economistas como libertarios rutinariamente reconocen que las empresas brindan un buen servicio a los clientes. Al fin y al cabo, todas las empresas tienen que proteger su reputación. Pero, eso les otorga muy poco crédito a las empresas. Yo amo a las empresas porque me tratan en la forma en que a mí me gusta que me traten. Cuando las empresas quieren que yo compre sus productos, a uno casi nunca le fastidian, avergüenzan, sermonean, son paternalistas o le trolean. Ellos hacen ofertas, y respetuosamente dicen “Si tiene alguna pregunta, ¿aquí me puede encontrar” ̶ y luego me dejan en paz. Sé que las empresas no me aman, pero sería extraño si lo hicieran. Lo que busco es que haya decencia común ̶ y eso es lo que las empresas casi siempre ofrecen.

Usted podría responder, “Entiendo su admiración y gratitud hacia las empresas. Pero, ¿por qué simpatía?” Sencillo: a pesar de sus muchas virtudes, las empresas continúan siendo alguien que sirve siempre de chivo expiatorio (go-to scapegoat). Sí, los líderes empresariales son ricos, pero nosotros los tratamos injustamente como si fueran nuestros inferiores morales. Hasta que las empresas tengan el respeto de la sociedad, tienen mi simpatía.

Muchos pensarán que soy ingenuo, pero hay unos cuantos que están más desilusionados que yo. No pienso que el bien o la verdad ganan al final. No creo en el sistema de gobierno estadounidense. No (don’t) creo en la sabiduría del pueblo estadounidense. No creo en la religión. No creo en los medios de comunicación. Y con certeza (certainly), no creo en nuestro sistema educativo. Creo en mi familia cercana, mis amigos más próximos, en mis propias ideas. Y en las empresas. No son perfectas, pero, aun así, casi que parecen ser milagrosas.

Reimpreso de The Library of Economics and Liberty

Bryan Caplan es profesor de economía en la Universidad George Mason, compañero investigador del Centro Mercatus, académico adjunto del Instituto Cato y bloguero de EconLog. Es miembro de la red académica de la Fundación para la Educación Económica (FEE).